Telegrama urgente
Hendrix, McCartney y Davis. Una historia que no fue, pero que pudo haber cambiado el destino de la música popular.
Pablo Mendieta Paz
En 2005, en el Hard Rock Coffee de Key West, Florida, Yazid
Manou, periodista independiente, inició la investigación de un telegrama que un
amigo suyo le había hecho conocer.
Fanático de Jimi Hendrix como otros lo son de Dios,
consideró que el pedazo de papel que temblorosamente sujetaba entre sus manos
daría la vuelta al mundo, pues ahí mismo se leía claramente la firma del
guitarrista de Seattle, aquel revolucionario ícono de Woodstock.
Fechado el 21 de octubre de 1969, el telegrama estaba
dirigido a Paul McCartney y llevaba, además de la firma de Hendrix, la de Miles
Davis, trompetista y compositor, cuyos últimos álbumes, Water Babies (1967-1968), Filles
de Kilimanjaro (1968), In a silent
way (1969) y Bitches Brew (1969),
exteriorizaban el sello de un sonido concebido como antípoda a los
tradicionales del jazz: el innovador jazz rock, una fusión de ambos géneros que
el músico de Alton, Illinois, experimentó con tan poblada sonoridad estética,
inspiración rítmica y vigor en los arreglos, que evolucionó al punto el
universo jazzístico; dejando atrás, momentáneamente, el modalismo hardbop y la
vanguardia free, y transformando en definitiva la escena del gran jazz.
El telegrama llevaba también la firma de Tony Williams,
compositor de jazz y antiguo baterista del segundo quinteto clásico de Davis,
al que se había unido a los 17 años, y con el que grabó discos vitales como Seven Steps to Heaven (1963), E.S.P. (1965), Nefertiti (1967) o In a Silent
Way (1969), entre otros. Ataviado por una esencial alma creativa, Tony
Williams alternaría estas grabaciones con sus primeros álbumes como líder, con
los cuales ganó inmensa celebridad.
“Tocaremos juntos este fin de semana en Nueva York”. STOP.
¿Qué dirías de encontrarnos “al bajo”? (se referían al bajo eléctrico que
McCartney tocaba en Los Beatles). STOP. Paz…”, rezaba el escueto telegrama de
los músicos.
En 1969, Miles Davis, en pleno despliegue de los nuevos
sonidos de ese colosal jazz rock, y el nombrado Tony Williams, que pasaba en
ese momento como figura estelar y la más grande en la ejecución de la batería,
decidieron asociar su talento para dar forma a lo que planteaba el telegrama.
Ansioso por concebir un proyecto fulgurante, y precedido de una habilidad
innata para dar forma a los singulares planes que imaginaba, en octubre de
aquel año, justo después de Woodstock, Davis reparó en que Jimi Hendrix había
quedado sin grupo.
Cabía preguntarse: ¿por qué el guitarrista más grande de
todos los tiempos, el que había puesto en boga en la guitarra eléctrica el
efecto wah-wah (término jazzístico que se refiere al sonido con sordina, y que
como impresión electrónica produce mediante un pedal tonos similares a la voz
humana), se hallaba solo? La respuesta no podía ser más sencilla.
La Policía y la aduana no habían apreciado para nada
(obviamente) que Hendrix hubiera introducido ingentes cantidades de heroína a
Woodstock, el colosal escenario de la música, el consumo, las flores, y el amor
libre expresado en la fórmula paz y amor; y que una gran cantidad de ella se
hubiera distribuido a la luz del sol, libremente, en especial por su bajista
Noel Redding, integrante, junto con Hendrix y Mitch Mitchel, del resonante trío
The Experience Hendrix (Electric Ladyland,
tal vez su mayor suceso), y quien huiría más tarde, provisto de esa sustancia,
hacia destino desconocido.
Envuelto en ese difícil trance, e inquieto por los
previsibles avatares, Hendrix sabía que aproximándose a Davis podría salir bien
librado del problema. Y así nació así la idea del siglo: el telegrama. Invitar
a McCartney a tocar con Davis y Williams, y por supuesto con él mismo, “el gran
Jimi” (en 2009, la revista estadounidense Time designó a Jimi Hendrix como el
mejor guitarrista de guitarra eléctrica de la historia, por delante de B. B.
King -recientemente fallecido-, Chuck Berry, Jimmy Page, Keith Richards y Eric
Clapton, entre otros; además de poseer el mejor riff -frase musical repetida a lo largo de la pieza-
en la historia de la música por su canción Voodoo
Child, superando incluso al pegajoso ostinato introductorio de Smoke on the water, de Deep Purple).
La respuesta, fechada el 22 de octubre de 1969, y revelada
hace unos años por Yazid Manou en el Hard Rock Coffee de Praga, lacónicamente
decía: “Referencia, cable recibido de Jimi Hendrix, Miles Davis y Tony
Williams. Paul McCartney ausente de Londres por vacaciones; su regreso está
previsto para dentro de dos semanas”.
Recordemos que por aquella época (ya desde 1966), Los
Beatles habían cesado sus actuaciones en vivo para dedicarse únicamente a las
grabaciones de estudio, modalidad favorable a una absoluta libertad de acción
que les permitía viajar, componer por su cuenta y, en fin, manejarse con
suficiente autonomía lejos ya de los agotadores conciertos y giras.
Muchos se preguntan hasta ahora qué habría pasado si el
encuentro de un fin de semana de octubre de 1969 hubiera tenido lugar.
Posiblemente el rumbo de la música, y de las vidas de ellos (no hay que olvidar
que Jimi Hendrix murió al año siguiente y simultáneamente se produjo la
disolución de Los Beatles), habrían girado como una veleta. ¿Quién sabe? Al
parecer Paul McCartney jamás supo de ese telegrama (si se enteró no le dio
importancia), y Yazid Manou, apasionado por este episodio, trabaja en obtener
un comentario de él.
Mientras, al margen de especulaciones distantes de toda
realidad, queda contra los ánimos frustrados el poético lenitivo de que Jimi
Hendrix era zurdo, como lo es Paul McCartney. Y eso crea lazos...
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