sábado, 1 de agosto de 2015

Staccato

Telegrama urgente

Hendrix, McCartney y Davis. Una historia que no fue, pero que pudo haber cambiado el destino de la música popular.



Pablo Mendieta Paz

En 2005, en el Hard Rock Coffee de Key West, Florida, Yazid Manou, periodista independiente, inició la investigación de un telegrama que un amigo suyo le había hecho conocer.
Fanático de Jimi Hendrix como otros lo son de Dios, consideró que el pedazo de papel que temblorosamente sujetaba entre sus manos daría la vuelta al mundo, pues ahí mismo se leía claramente la firma del guitarrista de Seattle, aquel revolucionario ícono de Woodstock.
Fechado el 21 de octubre de 1969, el telegrama estaba dirigido a Paul McCartney y llevaba, además de la firma de Hendrix, la de Miles Davis, trompetista y compositor, cuyos últimos álbumes, Water Babies (1967-1968), Filles de Kilimanjaro (1968), In a silent way (1969) y Bitches Brew (1969), exteriorizaban el sello de un sonido concebido como antípoda a los tradicionales del jazz: el innovador jazz rock, una fusión de ambos géneros que el músico de Alton, Illinois, experimentó con tan poblada sonoridad estética, inspiración rítmica y vigor en los arreglos, que evolucionó al punto el universo jazzístico; dejando atrás, momentáneamente, el modalismo hardbop y la vanguardia free, y transformando en definitiva la escena del gran jazz.
El telegrama llevaba también la firma de Tony Williams, compositor de jazz y antiguo baterista del segundo quinteto clásico de Davis, al que se había unido a los 17 años, y con el que grabó discos vitales como Seven Steps to Heaven (1963), E.S.P. (1965), Nefertiti (1967) o In a Silent Way (1969), entre otros. Ataviado por una esencial alma creativa, Tony Williams alternaría estas grabaciones con sus primeros álbumes como líder, con los cuales ganó inmensa celebridad.
“Tocaremos juntos este fin de semana en Nueva York”. STOP. ¿Qué dirías de encontrarnos “al bajo”? (se referían al bajo eléctrico que McCartney tocaba en Los Beatles). STOP. Paz…”, rezaba el escueto telegrama de los músicos.
En 1969, Miles Davis, en pleno despliegue de los nuevos sonidos de ese colosal jazz rock, y el nombrado Tony Williams, que pasaba en ese momento como figura estelar y la más grande en la ejecución de la batería, decidieron asociar su talento para dar forma a lo que planteaba el telegrama. Ansioso por concebir un proyecto fulgurante, y precedido de una habilidad innata para dar forma a los singulares planes que imaginaba, en octubre de aquel año, justo después de Woodstock, Davis reparó en que Jimi Hendrix había quedado sin grupo.
Cabía preguntarse: ¿por qué el guitarrista más grande de todos los tiempos, el que había puesto en boga en la guitarra eléctrica el efecto wah-wah (término jazzístico que se refiere al sonido con sordina, y que como impresión electrónica produce mediante un pedal tonos similares a la voz humana), se hallaba solo? La respuesta no podía ser más sencilla.
La Policía y la aduana no habían apreciado para nada (obviamente) que Hendrix hubiera introducido ingentes cantidades de heroína a Woodstock, el colosal escenario de la música, el consumo, las flores, y el amor libre expresado en la fórmula paz y amor; y que una gran cantidad de ella se hubiera distribuido a la luz del sol, libremente, en especial por su bajista Noel Redding, integrante, junto con Hendrix y Mitch Mitchel, del resonante trío The Experience Hendrix (Electric Ladyland, tal vez su mayor suceso), y quien huiría más tarde, provisto de esa sustancia, hacia destino desconocido.
Envuelto en ese difícil trance, e inquieto por los previsibles avatares, Hendrix sabía que aproximándose a Davis podría salir bien librado del problema. Y así nació así la idea del siglo: el telegrama. Invitar a McCartney a tocar con Davis y Williams, y por supuesto con él mismo, “el gran Jimi” (en 2009, la revista estadounidense Time designó a Jimi Hendrix como el mejor guitarrista de guitarra eléctrica de la historia, por delante de B. B. King -recientemente fallecido-, Chuck Berry, Jimmy Page, Keith Richards y Eric Clapton, entre otros; además de poseer el mejor riff  -frase musical repetida a lo largo de la pieza- en la historia de la música por su canción Voodoo Child, superando incluso al pegajoso ostinato introductorio de Smoke on the water, de Deep Purple).
La respuesta, fechada el 22 de octubre de 1969, y revelada hace unos años por Yazid Manou en el Hard Rock Coffee de Praga, lacónicamente decía: “Referencia, cable recibido de Jimi Hendrix, Miles Davis y Tony Williams. Paul McCartney ausente de Londres por vacaciones; su regreso está previsto para dentro de dos semanas”.
Recordemos que por aquella época (ya desde 1966), Los Beatles habían cesado sus actuaciones en vivo para dedicarse únicamente a las grabaciones de estudio, modalidad favorable a una absoluta libertad de acción que les permitía viajar, componer por su cuenta y, en fin, manejarse con suficiente autonomía lejos ya de los agotadores conciertos y giras.
Muchos se preguntan hasta ahora qué habría pasado si el encuentro de un fin de semana de octubre de 1969 hubiera tenido lugar. Posiblemente el rumbo de la música, y de las vidas de ellos (no hay que olvidar que Jimi Hendrix murió al año siguiente y simultáneamente se produjo la disolución de Los Beatles), habrían girado como una veleta. ¿Quién sabe? Al parecer Paul McCartney jamás supo de ese telegrama (si se enteró no le dio importancia), y Yazid Manou, apasionado por este episodio, trabaja en obtener un comentario de él.     

Mientras, al margen de especulaciones distantes de toda realidad, queda contra los ánimos frustrados el poético lenitivo de que Jimi Hendrix era zurdo, como lo es Paul McCartney. Y eso crea lazos...

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