Poder y contrapoder en Borda y Mundy
Lazos, hilos y rasgos comunes entre Hilda Mundy y Arturo Borda; entre Pirotecnia y El Loco, pero ante todo entre las intenciones literarias.
Virginia
Ayllón
Este
artículo es una deuda con los lectores de LetraSiete, a quienes prometí
investigar sobre el posible anarquismo en la obra de Arturo Borda e Hilda Mundy.
Este artículo toma como base la ponencia que expuse en el VIII Congreso de la
Asociación de Estudios Bolivianos, realizado en julio en Sucre.
Para
enganchar con el anterior artículo, recordaré que la crítica literaria
(académica o no) ha ensayado algunas categorías (seudo, dirían algunos) para
calificar algunas obras: “de resistencia” (literatura minera o de la
guerrilla), “alternativas” (la obra de Víctor Hugo Viscarra), o “del margen”
(literatura femenina). Todos esos acercamientos indican cierto alejamiento del
canon, y con algunos rasgos de contrapoder, pero a la vez, como vengo
repitiendo, todo o nada puede ser contrapoder por lo que pareciera que no se trata
de bucear y descubrir “temas” anarquistas para calificar de tal a una obra.
Se
recordará también que la crítica literaria quedó “anonadada” ante la obra de
estos dos autores demostrando así las limitaciones del aparato crítico para
acercarse a estos hechos del lenguaje, que fueron evidentemente puestos en el
margen simbólico de la literatura nacional.
Puesto
al revés, la sola existencia de estas dos obras interpeló la capacidad de los
mecanismos de la crítica literaria para acoger “otras” propuestas literarias.
Sin embargo y especialmente desde la publicación de Hacia una historia crítica de la literatura boliviana de Blanca
Wietüchter, en 2002, creo que ambas obras están en franco proceso de
canonización literaria. Beatriz Sarlo llama a este “reconocimiento” como la
capacidad de la literatura de negación de sus mecanismos de prestigio y el re-trabajo
con los residuos de los saberes, los que a veces los puede colocar en el mismo
centro.
Asimismo,
Borda y Mundy escribieron en la época en que en tanto el modernismo tomaba
cuerpo en el país, las vanguardias iniciaban su camino en Europa y otros países
de continente. Paradójicamente, ambos
son autores de un solo libro: El Loco
(1966) y Pirotecnia (1936). Pero, claro, es en el proyecto literario donde
se emparentan orgánicamente estas dos obras (caóticas e inclasificables, suele
decirse de ellas).
Creo,
en primer lugar, que ambos son textos sobre la escritura o más bien sobre la
insustancialidad de la escritura. En ambos se desarrollan detallados espacios
contra el poder de la institucionalidad literaria; esto es, contra el autor, el
lector, la lectura, “la idea original”, la obra, la preceptiva literaria y,
cómo no, contra la crítica literaria.
Pero
es en el acto de la escritura donde estos dos textos desarrollan su propuesta
específica y típica, que se despliega en los elementos de la desaparición, la
soledad, el silencio y la nada; todos ellos a la luz del fuego (parhelio en
Borda y pirotecnia en Mundy).
Estos
textos sobre la escritura, en realidad argumentan sobre la desaparición de la
escritura. En Borda, por ejemplo, la escritura deja de ser un hecho del
lenguaje y se convierte en un proceso místico de conocimiento en el que la
palabra desaparece porque ya no lo sostiene, no lo soporta y es mudado a otro
lenguaje, el del eterno silencio. Esta desaparición del lenguaje conlleva,
además, la desaparición del escritor quien tendría que “abolir su personalidad
e identificarse con el misterio de la muerte y con el misterio anímico,
reduciéndose casi tanto como a nada, dilatándose de tal manera en el todo”. Así,
el silencio sería el fin de toda creación, con lo que la creación, a la vez que
disuelve, se disuelve a sí misma, desaparece, llega a la nada.
Esta
propuesta de El Loco es totalmente
equivalente a la de Pirotecnia, en su
alumbrado texto “Absurdo de diez metros de profundidad” en el que el verdadero
artista, “alza la mano en afán de condenación, en afán de fiebre destructora y
destroza la perfección (…). Destroza, imponiéndose por la fiebre destructora,
por la fiebre de caos que es una llamarada (…) y hace que exista la
inexistencia”.
Es
decir, Pirotecnia, al igual que El Loco, plantea el silencio como camino
a la Nada que sería la finalidad de la creación. Además, en ambas el artista
desaparece con su obra por efecto de la acción luminosa del fuego.
Como
se observa, la concepción de la creación y el creador en Borda y Mundy lleva al
extremo la desacralización de los pilares de la institucionalidad literaria
hasta hacerlos desaparecer. Pero es también cierto que esa desaparición no
conlleva un signo negativo; todo lo contrario, más bien parece un ejercicio
amoroso sobre el acto creativo extremando los presupuestos de la creación como
hecho individual. El trasfondo de esta concepción es la noción de la libertad
individual sobre la social. De ahí que en la interpelación de Borda y Mundy hay
conciencia sobre el poder de la literatura y en tanto no ceden en nada al
constructo social llamado literatura, la suya es una propuesta de contrapoder,
extrema sin duda.
La
voluntad de la desaparición es un planteamiento que, recogiendo las reflexiones
sobre el poder de Nietzsche, Foucault y otros, ha sido sistematizada por el
anarquista Hakim Bey en su trabajo sobre las Zonas Temporalmente Autónomas.
Para Bey, la creación solo es posible en un escenario de autonomía, en la
conciencia y el ejercicio de la libertad: “Mientras el poder ‘desaparece’,
nuestra voluntad de poder debe ser la desaparición”.
Esta
concepción anarquista de la voluntad de desaparición como ejercicio radical de
la libertad nos permite afirmar que El
Loco y Pirotecnia no habrían sido
posibles sin la instauración de un espacio autónomo, si bien no ajeno, al menos
marginal a la institución social literaria. Un espacio en el que a la vez de
autorreflexionar e interpelar escribiendo, autorreflexiona e interpela a la
propia escritura y al que escribe. Un espacio, en fin, que solamente pudo haber
sido tan libre como para soportar el uso extremado de todos los recursos de la
libertad, incluida la desaparición.
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