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jueves, 26 de junio de 2014

Reseña

Sal de tu tierra, planos y niveles

Una propuesta que muestra diferentes perspectivas o posibilidades de abordar-entender la nueva novela de Manuel Vargas.


Martín Zelaya Sánchez

La más reciente novela de Manuel Vargas, Sal de tu tierra (Correveidile, 2014) es un conmovedor y bien logrado trabajo al cual vale la pena aproximarse desde diferentes niveles o planos.

I
Una anciana, Melisa, rememora su vida e intercala pasajes de su infancia en el altiplano orureño, con diálogos, referencias y alusiones en el “presente” y otras etapas de su vida, plagada de azares y penurias: pobreza extrema, familia desintegrada, migración obligada, trabajo infantil… lo que desencadena en una adultez no menos compleja: fracaso matrimonial, desplazamiento continuo y precariedad laboral.

II
Vargas ratifica su perfecto dominio de la dinámica rural boliviana –como lo hizo ya en Música de zorros, por sólo poner un ejemplo de su vasta obra- y sus diferentes características y expresiones, verbigracia: textiles, tejidos con sentido, razón e historia; sueños como premoniciones o guía para decisiones importantes; naturaleza-animales-plantas y su comportamiento como agoreros y mensajes; dilemas sociales: entre originarios también hay discriminación campesinos-indios, con pollera-sin pollera…
Logra el autor una verosímil descripción de la forma de vida en el campo: la pobreza y los sacrificios, pero sobre todo los modos de producción y subsistencia que se van perdiendo: migración comercial cíclica, trueque, autogestión agropecuaria, relación no corrompida con la naturaleza y a tono con las tradiciones y sabidurías ancestrales.

III
Novela eminentemente narrativa: relato de una historia específica, de una vida; novela de viaje: traslado, trashumancia, búsqueda eterna; novela de sentimientos y sensaciones extremas: dolor, separación, desolación, abandono, desarraigo.

IV
Gran trabajo técnico y estilístico del autor que propone un lenguaje con fonética aymara; si Periférica Blvd. de Adolfo Cárdenas reproduce el modo de hablar de los aymaras de ciudad (con más humor y modismos occidentalizados), en este caso se reconoce ante todo la filosofía del lenguaje, el sentido de las cosas, el modo de pensar que se intuye de la mala traducción-interpretación que hacen en su mente los aymarahablantes que se ven obligados a expresarse en español.

V
La obra permite un paseo histórico por los últimos 70 años del país desde perspectivas poco explotadas en nuestra literatura: el interior -el “yo”- de una mujer (primera “novedad”, acostumbrados como estamos al protagonismo masculino), de una indígena (con su lenguaje, cosmovisión e idiosincrasia particulares y únicos), todo esto logrado por un escritor varón que no flaquea en ningún momento en la difícil misión de contar en primera persona desde una posición femenina.

VI
A modo de sintetizar, hay que reconocer tres niveles de acción paralelos planteados en esta novela breve, cada uno de los cuales por sí mismo, e interconectados, conforman una simple pero sólida estructura:

-          La historia de Melisa per se
-          La ambientación-explicación que hace Na (su segundo marido), siempre en el contexto de su obsesión por estudiar y explicar a su mujer el triste destino del pueblo uru del que ella desciende).
-          El viaje de los llameros -don Donato y Francisquito- que en tres o cuatro capítulos intercalados muestran un contrapunto del viaje, ya no como huida o búsqueda obligada, como es la migración, sino más bien de conocimiento, comercio, integración.

VII
“Melisa narra desde la muerte”, apunta Ana Rebeca Prada en el texto que preparó para la presentación del libro, pero no sólo narra desde “el más allá”, sino que se desarrolla como personaje, interactúa: emite, transmite, recibe desde un plano a veces metafísico, aunque recién hacia el final de la obra uno cobra noción de ello, y, claro, entiende que el afán del autor y los métodos que escogió para llevarlo a puerto son por demás pertinentes.


(PD. El escritor mexicano Hugo Hiriart dijo una vez que “todo buen libro empieza en la portada”, es decir, no es detalle menor el diseño de la tapa de una novela, poemario o libro de cuentos. Si algo hay que cuestionarle a Manuel, respecto a esta su última obra, es precisamente haber obviado este pequeño pero no por ello deleznable detalle). 

jueves, 22 de mayo de 2014

Reseña

Minoría absoluta, prosa inteligente y pertinente



Martín Zelaya Sánchez

“Prevengo al locoto en polvo, a las enfermeras, de media jornada, a los balones que no se prodigan por un chanfle, a los tinteros olvidados en las estanterías burocráticas. Esta espera tiene que acabarse: como el café con leche, como la histeria, como la Historia, como la epidermis remendada del cielo y sus ingratos dioses de papel maché”.

Así termina Aviso, el primer texto de Minoría absoluta (Editorial 3600), y así el cantautor y escritor orureño Vadik Barrón marca la tónica general del libro presentado hace un par de meses en La Paz.
Imaginación, originalidad, gran facilidad para captar, retener y transmitir la cotidianidad de las generaciones sub-40: los comunes denominadores mediáticos y tecnológicos, son algunas de las claves de Vadik, ya muy perceptibles en sus canciones.
Además domina hábilmente lenguajes, tips de conducta y comportamiento y, sobre todo, modos de razonar de los bolivianos en general, y de sus contemporáneos y compañeros de idiosincrasia altiplánica en particular.

“Yo me figuro a los muertos agremiados en sindicatos, risueños, unos con una bala en el pecho, otros con un infarto muy fresco a las puertas de las oficinas -oficiales, oficiosas-, realizando gestiones que duran días, meses, despreocupados por el paso del tiempo, diciendo: ‘total…’, o encogiéndose de hombros, presas de una curiosa y afable distracción”.

En las páginas de este breve libro -92-, se deslizan por ahí “verdades muy verdaderas” en las que pocos se detienen a pensar, más allá de su obviedad. Humor, pertinencia y eficacia.

“He aprendido a sentirme fuera de lugar casi en todas partes. Tengo un infierno en el estómago, una pesadilla que corre en rewind en la cabeza, fantasmas de papel claveteados en los ojos, piernas más listas para huida que para caminar hacia adelante, el sexo convenientemente oculto y aplastado en ropa interior pasada de moda…”.

Finalmente, está claro que Vadik es un gran rematador… no en el fútbol -pues a sus bien llevados 38 juega al arco-, sino por las estupendas frases finales -los remates- de casi todos sus textos; cada uno es un pequeño partido contra sí mismo.

“Y una vez más no sabré si sueño despierto o vivo dormido”. “El adiós tiene la mala costumbre de no avisar cómo ni cuándo ni por qué”. “Regreso al espejo, pero allí ya no hay nadie”. No hay cielo sin imaginación desmedida”. Pongámosle ganas: el fin del mundo -como lo conocemos- está en nuestras manos”.

Microcuentos, textos entre autobiográficos, reflexivo-humorísticos, irónico-provocativos… de todo y para todo gusto.
Entre novelistas, cuentistas, ensayistas y poetas, hay pocos en nuestro medio que cultivan la prosa breve así tal cual: una suerte de greguerías, fragmentos de diario o cavilaciones sueltas todas muy atinadas y pertinentes, y, ante todo, con buen humor e inteligencia.

Eso sí, hay que decirlo, hay algunos excesos que podrían evitarse: frases rebuscadas, poética fácil y no bien lograda: “La madrugada emana colores que emulan la visión de una nota musical”… pero eso, por suerte, es la minoría absoluta en este divertido y muy recomendable libro.