martes, 31 de mayo de 2016

Libros

Manjón y Montaño, dos miradas
a la literatura cruceña actual


La editorial Perra Gráfica presenta el debut literario de Adhemar Manjón, con su novela Génesis 4.12, y el segundo libro de relatos de Saúl Montaño: Desvelos. Los autores hablan del origen y alcance de sus obras. Proponemos además breves lecturas de cada libro.


Martín Zelaya Sánchez

Perra Gráfica editores presentará la siguiente semana en la Feria Internacional del Libro de Santa Cruz, una novela y una colección de cuentos que, sin que nadie se lo proponga -ni el editor, ni mucho menos los autores- bien podría ser un solo libro: un retrato, desde la ficción, de un sector de la juventud clasemediera, y por tanto de una parte de la Santa Cruz actual.
A una primera y superficial mirada eso son Génesis 4:12, de Adhemar Manjón y Desvelo, de Saúl Montaño. Claro está, además, que ambas son obras pensadas y logradas con un horizonte prioritario: la estética del lenguaje, el cómo contar antes que el qué contar. Y aquí acaban las coincidencias y cualquier intento de encasillamiento.
Manjón no se va con vueltas… Un momento, más bien sí. Escribe y duda, lo deja, vuelve a escribir. Se nutre: lee y relee, devora películas, cómics y se hace más melómano aún. Reforzado, vuelve a escribir, vuelve a dudar, y, aunque publica al fin, sigue en una ruta incierta, según reconoce… aunque no tanto como el personaje-narrador-protagonista de Génesis 4:12, su novela debut, un patético indeciso que desperdicia tiempo y oportunidades y sufre en silencio desamores y culpas. No tiembla Manjón -eso sí- en admitir a su engendro como una suerte de alter ego.
Montaño, en cambio, va con patada voladora de inicio a fin. Su personaje que deambula de un cuento a otro en Desvelo -y que aunque es también un camireño emigrado a Santa Cruz no es alter ego suyo- no es ni mucho menos un idealista atormentado, como el de Génesis 4.12; más bien es uno que “tiene los huevos bien puestos” y a quien no le remuerde nada pasarse la juventud chupando, vagueando y buscando desesperadamente con quien coger. Veamos un breve pantallazo de ambos libros:

Génesis 4:12

Depresivo, ansioso, un looser total. El protagonista de esta novela rechaza infaliblemente todos los trabajos que -ni él sabe bien por qué- se afana en conseguir. No tiene objetivos, motivaciones, pasiones, ni siquiera valor para tomar las “drogas fuertes” que le receta su psiquiatra, ni, por supuesto, para matarse tomándolas todas de golpe, como en algún momento se tienta. No puede sacarse de la cabeza a Vero, su ex, pero tampoco termina de animarse a reconquistarla.
Se pasa los días, semanas, meses vagando, viendo tele, bebiendo y yendo de putas. Solo o a veces con algunos amigos cuyas vidas se infieren igual.
Narrador protagonista. Primera persona en presente, aunque con continuos flashbacks. La novela es amena y con una solvente narración general, sobre todo en los diálogos, pero se advierte cierta falta de pulcritud a la hora de darle fluidez al relato: los planos narrativos y algunas concordancias en el manejo del lenguaje.
Es más que evidente la influencia de Maximiliano Barrientos en la construcción de ambientes, en las situaciones psicológicas: cavilaciones, crisis internas del personaje, así como en la intención de lograr una prosa que remita a planos e imágenes más propias del cine.

Desvelo

Sobrevivir con trabajos eventuales y el sueldo del papá. Salir en carro o moto a buscar dónde beber, con quién acostarse o con qué amigos irse al local de putas de moda.
Aunque no se especifica, y de hecho se mencionan nombres diferentes, el personaje narrador de los relatos es el mismo (¿es él mismo?): un hombre en el final de la veintena, que vive sus últimos días en su pueblo natal o sus primeros como inmigrante en la periferia cruceña.
Ciertas frases poco logradas, o diálogos no del todo naturales que restan verosimilitud y ritmo a una prosa por lo demás osada y vertiginosa, son los pocos, y subsanables, peros de este libro, en lo formal. Aunque no pocos cuentos se leen de un tirón, y aunque está claro que la idea es darle unidad y coherencia a todo el libro, hacia el final cansa un poco la repetición de situaciones, se hace algo previsible el devenir del “heróe-antihéroe”.

¿Identidad? ¿Influencias?
¿Retratos, retazos, pantallazos de la sociedad cruceña actual, decíamos? Y es que aunque a priori la respuesta es un contundente no (¡basta ya de buscar clasificaciones y direccionamientos en nuestra literatura!), no se pueden obviar los hilos conductores: Barrientos-Colanzi (parcialmente)-Montaño-Manjón.
“¿Queremos una identidad? ¿Para qué buscar una identidad? Pero, por otra parte, ¿es un escritor de estas latitudes una isla en el vasto océano de la literatura cruceña? Al parecer no. Estamos más conectados de lo que creíamos; somos archipiélagos”, responde Montaño interrogado sobre las similitudes de sus relatos no solo con la novela de Adhemar, sino incluso con los “iniciadores” de una nueva manera de acercarse y concebir a la literatura, que en el país son consensuadamente identificados como Maximiliano Barrientos y Rodrigo Hasbún, entre otros (pasado ya el quiebre que vino de la mano, a fines de los 90, de Edmundo Paz Soldán y luego de Giovanna Rivero).
Continúa el camireño: “leí con admiración los libros de Maxi y Hasbún. Acto seguido me mantuve atento a lo que decían en sus entrevistas y artículos, buscaba a los escritores que mencionaban: Cheever, McCullers, Johnson, Moody, etc.; a los directores de cine que recomendaban. Me inscribí en un taller que dictó Maxi y nos hicimos amigos…, trato de armar un mapa de cómo yo llego a esta literatura individualista, intimista”.
Sobre la impronta de Barrientos -particularmente notoria en su texto-, Manjón admite: Mis primeros intentos por escribir se dan en 2005, pero supe que quería hacerlo en 2006, cuando Maxi publica Los daños. Leía sus cuentos y quería copiarlos. (…) En fin, eso fue a los meses de empezar el experimento de escribir, pero creo que me dio una especie de pánico escénico y decidí no hacerlo más, solo leer hasta que sintiera que podía contar algo mío. Con el tiempo nos hicimos amigos con Maxi y me dio muchos consejos, y muchos libros que me han servido a la hora de hacer esta novela”.
Y para cerrar, ambos hablan sobre los lazos entre Génesis 4:12 y Desvelo, las nuevas grandes propuestas de Perra Gráfica -junto con Temporarias, poemario póstumo de Emma Villazón del que hablaremos en otro momento-.
“Nuestra amistad -dice Saúl refiriéndose a Adhemar- ha perjudicado nuestras obras. Ambos libros están contaminados por nuestro ‘bromance’. Aunque mi personaje no se enamora, en cambio el de Adhemar es un pajero enamoradizo; mi personaje tiene los huevos bien puestos”.
Manjón también lo admite: “sí, creo que hay atmósferas y actitudes de algunos personajes que se pueden encontrar en ambos libros. Pero los tonos son distintos. Creo que en mi novela intenté que el personaje se encierre en su cabeza, le quise poner un poco de melancolía en ciertos pasajes. En cambio, en los cuentos de Saúl, los personajes siempre van hacia adelante, no se andan con vueltas en lo que quieren, son historias más viscerales y con gente mucho más cínica, que solo piensa en coger”.
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Adhemar Manjón: “Lo hice un poco pensando en mí”


- Juan Cárdenas dice que la verdadera novela no trata sobre nada. Está claro que hace mucho que importa más cómo se cuenta que qué se cuenta, ¿qué tenías en mente antes, durante y después de la redacción de Génesis 4:12?
- Pensaba en si una vez terminada le iba a interesar publicarla a alguien. Tardé alrededor de tres años en finalizarla y, claro, al comienzo creí que era una historia que se había contado mil veces, pero lo que me animó era que esta vez el que escribía esa historia era yo, y quería saber cómo lo resolvía.
Supongo que tuve la paciencia para convencerme de que podía funcionar. La última vez que la dejé en reposo fueron seis meses, y cuando la volví a leer tuve las ideas más claras, y así pude finalizarla.

- Colanzi sugiere a Ignatius Reilly, de La conjura de los necios, para describir a tu personaje, ¿fue la construcción del protagonista uno de tus mayores desvelos?
- De hecho, la construcción del personaje principal me resultó lo más fácil, porque lo hice un poco pensando en mí, así que lo único que tuve que hacer fue insertarle mis manías, obsesiones e inseguridades y lo tuve resuelto.
Es que, en parte, Génesis 4:12 surge como un ejercicio que hice para registrar cierto estado en el que me encontraba cuando la inicié, era como una forma de decirme “Mirá, Adhemar, todas estas estupideces has estado haciendo, no las hagás más”; y pensé que cada vez que intentara meter la pata de nuevo pensaría en todo eso. Volví a leer la novela completa hace dos semanas y me di cuenta de que, lastimosamente, no he aprendido nada en todos estos años y sigo haciendo lo mismo. No cambio más. 

- Aparte de Barrientos, hablemos de otras influencias e insumos ¿de qué te nutriste para escribir la novela?
-¿Bret Easton Ellis? Me gustó mucho su novela Menos que cero, y creo que las frases cortas de las robé de algunos de sus pasajes (guardando las distancias, por supuesto). Pensé mucho en el cuento El arquero, de Luciano Lamberti, y en otro cuento de otro cordobés: Asiáticos, de Federico Falco, al momento de intentar mostrar lo perdido que se encontraba el personaje principal.
El impulso definitivo de lo que quise hacer me lo dio Postales de invierno, de Ann Beattie, es una de las novelas que más he disfrutado. Pero, creo que el origen de Génesis 4:12 está en la película uruguaya 25 watts, de Juan Pablo Rebella y Pablo Stoll, la he visto muchísimas veces y me sigue conmoviendo y divirtiendo. De ahí saqué lo de los tres amigos y de ponerlos andar de aquí por allá por la ciudad.
Algunas canciones me ayudaron mucho también cuando ponía al personaje a dar esos paseos por la ciudad: That’s entertainment, de The Jam; Teléfonos/White trash, de Sumo, En las calles de Liniers, de Hermética, e incluso un tema de una banda cruceña, Duende, de Nyx.

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Saúl Montaño: “En Santa Cruz estamos aburridos”


- Por muchos años se encasilló, erradamente creo, a la literatura paceña como la narrativa de la noche, de lo marginal. Leyendo los libros de Barrientos, algunos cuentos de Colanzi, la nueva novela de Manjón y tus cuentos, no sería raro que alguien diga que hay una nueva tendencia o identidad en las letras cruceñas: la de reflejar la Santa Cruz de las borracheras, y los veinteañeros que se pasan el día vagueando en autos de sus papás. Te pido una reflexión al respecto.
- Que los boliches, que la joda, que los hijos de papá… creo que a mis personajes se les va en eso la juventud porque están aburridos y buscan estimularse. Tal vez si yo encontrara las mil y un maneras estéticas posibles de mostrar personajes masturbándose, lo haría. Mis personajes buscan emociones porque en sus vidas por injerencia externa no sucede nada, entonces qué hacen: conducen, fuerzan dramas, pelean, se emborrachan, van de putas, lo que la ciudad y su condición socioeconómica les permite. Yo mismo estoy aburrido. En Santa Cruz estamos aburridos.

- ¿Hay una Santa Cruz “vedada” o “marginal” en tus cuentos? ¿Hasta qué punto se reflejan tendencias, hábitos de vida actuales?
- Existe una Santa Cruz marginal que está allá, mucho más lejos en el radio urbano. Mis personajes son de clase media, no pasan hambre, no conocen la violencia de las calles, tienen un techo bajo su cabeza, sí se transportan en micros, pero no son marginales. Por supuesto que los cuentos reflejan hábitos de vida actuales, eso intenté, es una Santa Cruz urbana y contemporánea.
Sospecho que eso que señalas como “marginal’ está porque algunos cuentos suceden en Camiri, o quizás esa impresión de marginalidad es provocada porque mi personaje es un camireño que está en Santa Cruz, entonces no está plenamente integrado a la sociedad cruceña.

- En diferentes momentos hubo escritores que trabajaban enfocados en qué contar o en sobre qué escenarios o países o lugares hablar: literatura política, regional, etc. ¿Coincides en que hace ya un tiempo lo que importa es cómo contar, no qué o para qué contar? ¿Qué tenías en mente no solo durante la redacción de Desvelo, sino antes, cuando ya te sabías embarcado en hacer un libro, y luego, durante la corrección y el tiempo que seguramente lo dejaste en reposo?
- Sería pretencioso de mi parte afirmar que ahora lo que importa es el cómo contar, desconozco muchos autores, seguro hay aquellos que teclean literatura política, regional. En el caso de Desvelo, sí, me importó mucho el cómo contar. Sin duda. Es un libro funcional en cuanto a una búsqueda estética, mis preocupaciones no fueron morales, psicológicas, sociales, fueron estéticas, era esto lo que tenía que funcionar, lo demás acoplarse. Este libro ha sido un aprendizaje.
Es que también Desvelo nace como por encargo, o yo me lo tomé así. Antonio [Vera, el director de Perra Gráfica] quería reeditar mi primer libro, le dije que sí, meses más tarde le propuse Desvelo: que contiene un par de relatos de Una bandada… Lo que había hecho fue reconocer temas recurrentes: el joven al pedo, en joda, sin saber qué hacer; mucho sexo, alcohol. Entonces trabajé para que el manuscrito funcione: eliminé párrafos, retiré cuentos, ajusté tuercas.
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El paquete de Perra Gráfica

Novela. Génesis 4:12, de Adhemar Manjón, ilustrado por Rodrigo La Hoz, se presentará el jueves 2 a las 19:00

Poesía. Temporarias, de Emma Villazón, ilustrado por Eduardo Yaguas, el viernes 3 a las 19:00.

Cuentos. Desvelo, de Saúl Montaño, ilustrado por Jugo Gástrico, el sábado 4 a las 21:00.


Ensayo

Cuentos de hadas


Apuntes sobre narrativa boliviana contemporánea que el autor leyó en un coloquio en la Feria del Libro de Santa Cruz.



Maximiliano Barrientos 

Cada vez que escucho a alguien hablar de Narrativa Boliviana Contemporánea, así, en mayúsculas, pienso que se está refiriendo a un partido político, a un equipo de fútbol, a una microempresa. El censor de las sospechas palpita, ahí, en la nuca, porque se asocia con un colectivo aquello que no es más que esfuerzos individuales llevados a cabo por ciertos hombres y mujeres que se ven en la necesidad de contar historias.
Intuyo peligro en agrupar esa amalgama de voces tan disímiles en un concepto identitario tan marcado. ¿Qué tipo de animal es la Narrativa Boliviana Contemporánea? ¿Cuáles son sus rasgos? ¿Cuáles son sus obsesiones y defectos? ¿Cuáles son sus taras y sus traumas? ¿Cuáles son los temas que debe explorar para que sea considerada boliviana?
Esto, lo reconozco, me incomoda, porque veo el riesgo de caer en la ideología. Hace no mucho, si no escribías sobre las minas no eras un escritor boliviano, o lo eras de una categoría inferior. Eras un escritor frívolo. Afirmar una barrabasada como esta ya ni siquiera resulta escandaloso, resulta estúpido, resulta sintomático de mentalidades pacatas, enfermas de sociología. Recordemos, sin embargo, que este criterio estuvo vigente hasta bien entrados los años 90.
Cuando juntan en una mesa a narradores que por una cuestión azarosa nacimos en Santa Cruz o en La Paz y nos proponen hablar sobre las “rutas, las posibilidades y los desafíos de la narrativa boliviana”, de una forma implícita nos inducen a reflexionar sobre la idea de un destino, un norte común donde supuestamente tiene que dirigirse la ficción escrita en este territorio tan dispar. Nos obligan a pensarnos como partes de una gran familia abstracta.
¿A dónde se dirige la Narrativa Boliviana Contemporánea? No lo sé, ni siquiera creo que sea importante este tipo de reflexión. Ni siquiera creo que sea perspicaz hablar de escritores, si no de libros. ¿Cuáles de los libros publicados en los últimos diez años son contundentes? ¿Cuáles abrieron brechas, sacudieron sensibilidades, enseñaron a leer de otra manera a la tradición? ¿Cómo dialogan o se pelean novelas como Click, de Christian Vera, con El lugar del cuerpo, de Rodrigo Hasbún, con Cuando Sara Chura despierte, de Juan Pablo Piñeiro? ¿Qué marcas de contacto o de divorcio muestran libros de cuentos como La región prohibida, de Fabiola Morales, con Desvelo, de Saúl Montaño?
En cualquier caso el trabajo, más que de videntes, debería ser de arqueólogos: hundirse en ese puñado de novelas y de cuentos y desentrañar sus conexiones, si las hubiera, o sus indisolubles diferencias. Desmontar sus maquinarias y evidenciar las capas de sus estructuras, sus velocidades y ondulaciones en el ritmo, las texturas y las imágenes que se cuelan en aquello tan misterioso que por no tener otro nombre denominamos estilo. Esa, sin embargo, no es una tarea que compete a narradores, compete a críticos. ¿Cuál es el estado de la crítica en Bolivia? Lamentable, este oficio murió hace tiempo o se encuentra en un coma profundo. Esta noche, debido a la limitación temporal, no me iré por esas ramas: voy a dejar a los muertos en paz.
Creo que la pregunta verdaderamente importante es la siguiente: ¿qué esperan los lectores de los libros escritos por los narradores bolivianos contemporáneos -esta vez en minúsculas-? ¿Se los lee tras las señas de esa gran entelequia que es el país? ¿Se leen las novelas y los cuentos publicados desde la primera mitad de la década del 2000 buscando cierta información especial sobre el Proceso de Cambio?
¿Qué sucede cuando algunos de esos libros no satisface el prejuicio de lo que supuestamente tiene que ser Bolivia? Reitero esta pregunta, me parece clave: ¿qué buscan los lectores al abrir un libro escrito por un paceño, un cochabambino, un tarijeño, un orureño o un cruceño? ¿Buscan lo mismo que cuando abren un libro escrito por un porteño o por un bogotano? ¿Todavía hay lectores que piensan que algunos escritores, debido a sus nacionalidades, pueden darse el lujo de ser universales mientras otros que, por haber nacido en países en desarrollo, están condenados a hacer lo que Frederick Jameson denominó “alegorías nacionales”?
Y qué sucede con la otra cara de esta disyuntiva: siendo autores bolivianos, ¿cuán grande es la tentación de ceder ante lo exótico sabiendo que hay tantas expectativas por la narrativa de una Bolivia salvaje, originaria y no globalizada?
Reitero: ¿qué debe esperar el lector de una novela escrita por un boliviano nacido a mediados de los 70 o principios de los 80? Yo creo que debería esperarlo todo. ¿Qué le debe exigir el lector a un libro escrito por un boliviano de esa generación o de cualquier generación a secas? Lo mismo que le debe exigir a uno escrito por un polaco, por un español o por un mexicano: que tenga una prosa arrolladora, que la descarga eléctrica del mundo de los personajes lo tumbe de la silla, lo obligue a entablar largas conversaciones con los fantasmas que lleva en su cabeza.
Vladimir Nabokov creía que toda la ficción debería ser leída como cuentos de hadas. Con esto intentaba persuadir a sus estudiantes en Cornell a que leyeran a Dickens y a Flaubert, a Proust y a Joyce, no para entender una época o un contexto social, sino para adentrarse en el complejo mundo ficticio que sus obras propiciaba.
“¿Podemos fiarnos del retrato que hace Jane Austen de la Inglaterra terrateniente, con sus baronets y sus jardines paisajistas, cuando todo lo que ella conocía era el salón de un pastor protestante? Y Casa desolada, esa fantástica aventura amorosa en un Londres fantástico, ¿podemos considerarlo como un estudio del Londres de hace cien años? Desde luego que no. Y lo mismo ocurre con las demás novelas de esta serie. La verdad es que las grandes novelas son cuentos de hadas”.
Me encanta esa definición, respeta la esencia de lo que es un texto literario y permite que este no sea reducido a un simple vasallo de la sociología, del periodismo o de cualquier otra disciplina humanística que esté de moda en la academia.

¿Cómo espero que el lector lea los libros escritos por los narradores bolivianos contemporáneos? Como cuentos de hadas fulminantes o aburridos. Cuentos de hadas con una estructura del carajo o con una estructura predecible. Cuentos de hadas que parecieran dictados por el mismísimo diablo o por la voz monótona de un ignorante cura de provincia. Cuentos de hadas bien escritos o mal escritos. 

Letra sincrónica

Visitas a la región del toctoque

Una presentación, un rescate, del poeta Marcos Sainz. Y un poema de regalo.

 
Textil, ilustración de Sainz para su libro.
Alan Castro Riveros

La máquina del tiempo
A comienzos de septiembre de 2013 empezamos un juego de escritura corresponsal en vivo (vía chat) con mi querido amigo Marcos Sainz. La regla era muy sencilla: escribiríamos, inventaríamos y comentaríamos sobre el funcionamiento de diferentes máquinas del tiempo, todas a cuatro manos.
Los relatos se escribirían en un ping-pong de propuestas y respuestas de donde resultaría un monstruoso primer borrador. Este primer borrador sería corregido por ambos, y de allí resultarían dos versiones de la misma experiencia.
Ambos nos emocionamos mucho con el primer relato, en el que la máquina del tiempo era una mesa de ping-pong. Sin embargo, fue el único texto que logramos concluir, porque Marcos se excusó para la segunda sesión programada para el 10 de septiembre: “No podré esta noche asistir a la reunión, un perfecto arreglo de mi máquina del tiempo permitió que se realice un sueño que no tenía fecha precisa de realización, y me sorprendió, de modo que, te dejo abandonado a tu suerte en el año...”.
Poco después, el 3 de octubre, habiendo yo entendido que el perfecto arreglo había sido por una noche, le escribí con ánimo de continuar el juego. Él me respondió que su realidad en ese momento no se lo permitía. Me recalcó que lo que estaba sucediendo no eran tragedias, sino todo lo contrario. Por esas palabras y algunas intuiciones, siempre me acuerdo de él y vuelvo a su poesía.

En la región del toctoque
En la región del toctoque -publicado por primera vez en 1997 por ediciones El Hombrecito Sentado- es uno de los libros clave de la poesía boliviana de finales del siglo XX. Su subtítulo entre paréntesis (Poema mutante) delata su actualidad. Habrá que decir también que Marcos Sainz (1970) desapareció misteriosamente el 18 de noviembre de 2013. Es el autor de Matambre y otros cuentos (1998), además de una caja de resonancias aún inéditas.

***
Aquello que nace aparece cuando se toca, pero ya estaba ahí antes; y ahí estará incluso cuando desaparezca, en las resonancias de su desaparición. Por eso, toda onda física que de pronto palpa la materia como algo remotamente nuevo, toctoca; es decir -como piedrita que se clava-, primero suena y luego provoca círculos en el estanque de agua. Toca una percusión pasada en son de onomatopeya (toc) y trastoca la palabra que salta a completarse en sus resonancias (toque). Y esto no es retocar la palabra en absoluto, sino destocarla para tocarla; o sea, lo que normalmente se llama atocarla.
De ahí la musicalidad y materialidad de este libro de poemas, que tocan, destocan, trastocan y toctocan aquello que resuena en las palpalpitaciones de un popoeta tartamudo, capaz de producir música con tan solo atocar el instrumento (con el alma).
Toda cosa se toca físicamente cuando nace; pero hay un toque en son de eco y en ton de fantasma que salta de la cabeza cuando ésta se saca el sombrero, por ejemplo. Estamos en la región del toctoque, por supuesto; en cuanto sentimos el toque de cualquier cosa como el destoque de una multitud de santos, señas y gestos de pronto conocidos que se trenzan hacia abajo y hacia arriba -habiendo sido movilizados desde donde siempre habían estado- para tocarse.
Nada más atinado entonces, en este fabuloso libro de Marcos Sainz, que dejar protagonizar el viaje por los cableados de la lengua al popoeta -quien ha encontrado en su tartamudez el eco de una voz radical (de raíz) y fiel a la lentitud de su evaporación. Tal voz viene y va entreverando el mundo que nombra; por tanto, a veces algo puede sonar como arrumaco y resonar como puntazo. Por ejemplo, si el hombre es ciego sordomudo insípido y tísico, habrá que despertarlo a cocachos y sanarlo a besos. [p. 82]

Tienes toda la razón (el poeta encuentra a la muerte y la hace suya)
Marcos Sainz

Hace ya algunos días caminaba por ahí,
de modo intencionadamente distraído,
cuando de pronto descubrí merodeando
y algo oculta entre las piedras
una Razón muy pequeñita, pero autosuficiente
que medía desde Parménides a Hegel,
y tomándola en mis manos le dije:

“Todo lo racional es real, y todo lo real es
racional,
lo proclamó desde tu colita
Jorge Guillermo Federico”

Ella, que no sabía hacerse entender
sino por señas,
al morderme me hizo sentir que:
de verdad existía,
que era de las que muerden
y que lo hacía con saña.
Le di un tincazo y la solté.
Atolondrada se fue

dejándome su fobia.

Patio interior

Versos y ríos, reflejos


Pequeñas pero contundentes pistas y muestras, le valen y sobran al autor para pintar un cautivador panorama de la poética china.



Juan Cristóbal Mac Lean E. 

Volvamos al poema de Wang Wei, el pintor-poeta adepto al budismo Chan (Zen en japonés) que habíamos visto en la anterior entrega. Recordémoslo, ahora en una traducción de Keneth Rexroth (muy literalmente retraducida al español)[1]:
En lo hondo de la montaña silvestre. En lo hondo de la montaña desierta / donde nadie viene nunca / solo de vez en cuando / algo como el sonido de una lejana voz / los rayos bajos del sol / se deslizan a través del bosque oscuro, / y otra vez brillan tenues sobre el sombreado musgo[2].
Afortunado regalo, cuando ya estaba casi terminado este mismo artículo, me llegó el libro Poesía china, antologada y traducida al español por Guojian Chen (Editorial Tran, Madrid 2006). En él se encuentra otra versión de nuestro poema y que intercalo:
En el jardín de los ciervos. Desierto el monte. / No se ve gente, / más se oyen voces. / Lo hondo del bosque. / Unos rayos ponientes. / De nuevo resplandece / el musgo verde.
En una primera aproximación pareciera tratarse nada más que de un poema vagamente descriptivo, aunque su final, como lo constata cualquier versión, lleva sutilmente dispuesto como un pequeño golpe de efecto, un efecto que de pronto tiene lugar. Para François Cheng, de quien vimos una traducción al francés, se trata de un paseo que es al mismo tiempo una experiencia espiritual del vacío y la comunión con la naturaleza. Al ver el rayo de sol iluminar el musgo, este ver “significa la iluminación y comunión profunda con la esencia de las cosas”.
Habíamos visto, también, otra traducción de Octavio Paz, gran conocedor de la poesía china. Para él “la luz poniente de Wang Wei poseía una significación muy precisa. Alusión al Buda Amida: al caer la tarde, el adepto medita y, como el musgo del bosque, recibe la iluminación. Poesía perfectamente objetiva, impersonal (…). En lugar de humanizar al mundo que nos rodea, el espíritu oriental se impregna de la objetividad, pasividad e impersonalidad de los árboles, las yerbas y las peñas para así, impersonalmente, recibir la luz imparcial de una revelación también impersonal. Sin perder su realidad de árboles, piedras y tierra, el monte y el bosque de Wang Wei son emblemas de la vacuidad”.
Como se ve, tras esa relativa simpleza con que se presentaba el poema, se escondía una inusitada profundidad y una riqueza que necesitó de oídos muy finos y entrenados para ser captada. ¿Ocurre siempre así con la poesía china, se da siempre esa aparente o franca simpleza, mientras algún momento ocurre como un tenue clic (si eso) que arrojara una nueva luz sobre el conjunto?
Así es. Si se lee de corrido por ejemplo esa citada antología traducida al español o la antología de la poesía Tang de F. Cheng, o incluso la gran cantidad de traducciones de Rextroth o Burton Watson disponibles en internet, puede incluso uno, en un primer momento, salir con la impresión de que no sucede gran cosa. Acostumbrados como estamos a todo tipo de espectacularidades o profundidades incluso trágicas, aquí pareciéramos, más bien, haber entrado a un mundo que a veces nos deja con sabor a poco, en el que reina lo aparentemente soso o muy apenas insinuado. Incluso temas y paisajes se repiten incansablemente, como si se tratara siempre de variantes, variaciones, sobre una misma melodía secreta. Montes, ríos, barcas y la luna, el vino, el cielo, el alejado puesto de batalla y las batallas, la lluvia o la soledad de la joven esposa abandonada…
Habíamos empleado la palabra soso. François Julien, ese gran filósofo y sinólogo francés, tiene otra mejor: lo insípido. Uno de sus siempre hermosos libros se llama, justamente, Elogio de lo insípido, aunque ese tomo trata, sobre todo, de la pintura china. Pero que de momento quede apuntado, nada más, el término de insipidez, que ya volveremos a detenernos en él más largamente.
Mal que mal, sirviéndonos de un solo poema y algunas versiones, más los comentarios de Cheng y Paz, siquiera alguna muy precaria idea ya nos habremos hecho de la poesía china. Para nosotros se trataría, esencialmente, de acercarnos a tal poesía, en la especifidad que logremos captar de ella, y ver cómo responde a esas preguntas iniciales que guían todo este recorrido: ¿Qué comprende la poesía? ¿Qué es comprenderla, cómo comprenderla? 
Y resulta, sin que ello sorprenda a nadie, que hay mucha tela que cortar en estos terrenos. Por ello, pues, y dado lo poco conocida que es la poesía a la que quisiéramos (quizá vanamente) aproximarnos, dejemos por ahora unos cuantos poemas más, para poder seguir mejor.
Otro gran poeta occidental que pasó varios años en China-Japón y fue seducido por sus lenguas y poemas, es Paul Claudel. Cotejando traducciones previas al francés y al inglés, sin un avanzado conocimiento de las lenguas originarias, Claudel pasó al francés, hacia los años 30 del pasado siglo, muchos poemas preciosos. Reproduzcamos un par en castellano:
Canto de guerra, de Lu Lan: A través de la Luna Roja el vuelo de patos salvajes / “¡Rápido! El jefe enemigo escapa… ¡es él!”. / Sobre su relinchante caballo, el héroe se lanza / a perseguirlo ¡miradlo volar en un torbellino de polvo!
La flecha, de Lu Lan: El héroe disparó una flecha en la noche / y ni el mundo entero al frente / ni todos los innumerables ejércitos que duraron siglos tras mío / bastarán para encontrarla.
Hasta ahí  Claudel. El tema de la traducción aún volverá más tarde, forzosamente. Por ahora y para cerrar esta página, traduzco del francés (de la versión de Cheng en L´écriture poétique chinoise, Seuil 1996) un poema de Li Po y otro de Du Fu, esos dos grandes clásicos del firmamento chino. 
Grandes amigos toda su vida, el uno era un bohemio, libre, bebedor y taoísta, mientras el otro fue clásico, serio, confucionista y recatado. El primero murió, según la leyenda, ebrio y queriendo atrapar la luna reflejada en el río Yang-Tse. El segundo, abandonado y solo en una barca -en el río Yang-Tse.
Bebiendo bajo la luna, de Li Po (701-762): Entre las flores una jarra de vino / Bebo solo, sin un amigo / Levanto mi copa y saludo a la luna: / Con mi sombra, somos tres / y aunque la luna no beba / es en vano que me persigue la sombra / brindemos sin embargo por sombra y luna / ¡La alegría solo dura una primavera! / Canto y la luna se entretiene / danzo y mi sombra se desenlaza / despiertos, gozamos el uno del otro / y ebrios cada cual sigue su camino…/ nos encontraremos por la Vía Láctea: / ¡Hasta siempre vagar sin ligaduras!
Lamento por Chen Tao de Du Fu (712-770): La sangre de jóvenes venidos de diez rincones / llena los fríos pantanos de Chen Tao / planicie inmensa, cielo desértico, los gritos se han acallado: / cuarenta mil perecieron en un solo día. // Vuelven los Tártaros, ensangrentadas las flechas / beben a gritos por la plaza del mercado / la gente, yendo hacia el norte, los ojos llenos de lágrimas / día y noche aguarda la llegada de las huestes.



[1] Se habla mucho de un verdadero matrimonio entre la poesía china y la norteamericana, y cuando se citan los casos en que este matrimonio brilló más, está Rexroth con traducciones, que, se dice, influyeron fuertemente en la poesía norteamericana.
[2] Por una vez, se hace imprescindible recordar que si cualquier lector deseara ver lo precedente, no tiene más que entrar a Patio Interior en letrasietebolivia.blogspot.com.

Poesía

Cobra Norato en La Mariposa Mundial

La Mariposa Mundial presentará el próximo miércoles, en Plural Editores de La Paz, el libro Cobra Norato del vanguardista Raul Bopp, traducido por el escritor chileno Andrés Ajens.Reproducimos fragmentos de la Nota editorial, del Posfacio, y dos poemas.


 
Nota editorial
De vuelta al afín diré que ocho años después de la argolla prima en traducción, nace la prima argolla en traslucine. Un traslucinador de sepa y ahora cobrizo es el vecino amigo Ajens. No hay interdictio que se incorpore a su grafofagia rampante. Ninguna edición bífida, por tanto, para este “malandra” del entrevero y la entrevera. Él dice en viceversa que traducir es escribir; acotaría que toda obra es (fiera) intensidad, intensión. Pues en estos 33 poemas de insólita tipografía, no hay momento ni origen que no se ejerza desde una práctica de alumbre, y asaz, que no semeje un polífido deslumbre. Leemos (sin duda aquí) para atravesar al uroboro y escribimos traspasándolo. (R. Ortiz)

A modo de posfacio
Si la diferencia inestable entre vanguardias hacia adentro y hacia afuera algún asidero tuviera, Cobra Norato, tal la mayor parte de la vanguardia antropofágica brasilera y aun cierta excepcional vanguardia andina (de Churata a Arguedas), se inscribiera en la primera, a diferencia de las vanguardias predominantes en Latinoamérica (de Huidobro a Paz, pasando por Vallejo, Neruda, Borges, Girondo, los hermanos de Campos y Martínez), más volcada al internacionalismo cosmopolita sino, abierta y exclusivamente, al legado europeo. Cobra Norato (1931), como Macunaíma (1928) y el Manifiesto Antropófago (1928), El pez de oro (1957), Katatay (1966) y El zorro de abajo y el zorro de arriba (1971), por caso, operan con “técnicas” de la vanguardia sobre un “material” tanto fabulario como lingüístico “local” y/o “nativo”, antiguo o reciente, “americano”. (El paralelo con las formulaciones del desarrollo-hacia-adentro, o sustitución de importaciones, y el desarrollo-hacia-afuera o primario-exportador, de los economistas de la CEPAL y de las teorías de la dependencia, se advierte, fuera limitado aquí aunque no enteramente insignificante). (A. Ajens)


VII
tengo  a p  u  r o,  franqueo quilas tabocas
– ¿dónde ando?

brotes camotes me espían
finadas aguas esperan la hora de su putrefacción

escúrrome por un laberinto
con preñadas arboledas fijas a Lo oscUro
raíces hambrientas mastican tierra

carobas resucias alzan sus faldas
como racimos de lloviznado fango

azaís zancudos
mueven lentas hojas en el pesado aire
tal patas de araña ensartadas en un tronco

los miritís abren sus abanicos

un sapo solitáceo llama a la lluvia

en el fondo
del fondo: la selva traza una figura rápida; un
trueno breve roncó: vOy 

viene de lejos, viene
trueno de áspera voz refunfuñando
abre un pedazo de cielo
caen ribazos en la oscuridad; es-
torn u dando sueñan tormentas árboles

una sombra digiere lenta hinchados aires



XX

comienza hoy la marea grande

el mar se apresta a recibir medusas
con la luna en plena concomitancia

cortemos pal lado de Balique
pa’ ver llegar la tronante pororoca

manglar pide tierras prestadas
pa construir terraplenes flacuchentos

luchan raíces hambrientas

agua engomada de lodo
resbala lenta en el fango

ciénagas de aninga irrumpen
en claros inundados
raíces a pata pelada húndense en charcos

ramajes innúmeros subyugan el sendero
– rápido, cumpa
tenemos que llegar antes que la luna

esta bajamar veraneó antes de tiempo
estrechó el río, escurrió agua
el viento royó los márgenes de rasgados labios

el manglar de cara fea

viene de lejos relejos con nos caminando

Etc.

Yo también fui un Camacho



Un homenaje al radioteatro, o radionovela, que hace mucho ya que pasó al olvido.


Carlos Decker-Molina

Mario Vargas Llosa lo llamaba el escribidor. Hace años, en un diálogo con el escritor, y al enterarse que soy boliviano, hablamos de Camacho, su personaje a quien “le tengo un cariño extraordinario”, me dijo.
Mi recuerdo por el personaje de marras viene a cuento porque acabo de escuchar el último capítulo de una radionovela difundida por Radio Suecia, Salam, Shalom de Saleem. No quiero complicar mi recuerdo, ni la lectura, pero Saleem es un palestino/americano que escribe libretos y, el de este radioteatro es autobiográfico. Se trata del encuentro entre un palestino y un israelí, que están obligados a compartir la misma habitación.
Los radioteatros tuvieron su gran apogeo en América Latina y particularmente en Bolivia porque aún no había llegado la televisión, me refiero a los años 50, 60 e incluso 70. Cuando salí al exilio dejé colgada a la audiencia porque el radioteatro del mes, a mi cargo, no terminó nunca.

Control – Cortina musical solemne
Voz 1 – ¿Quién es el acusado?
Ricardo – (se escuchan pasos) ¡Yo soy, Ricardo Fernández!
Control – Sube cortina musical

Así comenzaba aquel radioteatro auspiciado por la Philips, que relataba la penosa historia de Ricardo Fernández, falsamente acusado. Si algún maestro tuve en estas artes fue Johnny Villena, que fue el que popularizó el radioteatro en Oruro. Luego llegó Roberto Balderas y su elenco a Radio El Cóndor.
Al César lo que es de Luis Mendívil, un gran libretista de radionovelas, a quien remplacé muchísimas veces, porque Lucho se perdía en la bruma del alcohol y nos dejaba sin el libreto del capítulo siguiente. Sus ausencias fueron mi entrenamiento.
En aquellos tiempos yo era un hacedor múltiple: universitario, locutor, sindicalista, corresponsal, libretista de propaganda comercial (¡Viste qué bien viste! Es que viste en Casa Mayer) y, luego pasé a ser escribidor, sobre todo cuando me echaban del laburo.
Escribía libretos y dirigía, ¡sí! dirigía a un par de actores de verdad, y a mis amigos recolectados de la universidad y de los bares cercanos, uno de los cuales hoy es un abogado de prestigio.   
Intentábamos competir con radionovelas del calibre de La guerra de los mundos, una adaptación de Orson Wells que llegó en LPs gigantes, o Simplemente María, de Celia Alcántara, una argentina que entre el 67 y el 69 hizo llorar a toda América del Sur. O aquella otra que sonaba cubano: El derecho de nacer, de Feliz B. Caignet.
Ese folletín radial me hizo querer a la negra María Dolores, que evocaba con frecuencia a la virgencita del Cobre. Evita, en la historia, un infanticidio y cría a “su Albertico”, mientras la niña Elena, la madre, se pasa como 30 capítulos buscando a su hijo.
Caignet es cubano y su historia fue lanzada en La Habana en 1948. La versión que se escuchó en Oruro fue una reedición grabada en México, pero con un elenco cubano, los exiliados de aquel entonces.
Naturalmente escribí mis propios folletines, pero el éxito que tuve como escribidor fueron las “adaptaciones” de, entre otras, Socavones de angustia, El metal de diablo o La Chaskañawi, con Asunción de Quezada, que hizo de Claudina. Y, La madre de Gorki que debió llegar hasta Moscú de la mano de un viajero que se llevó los carretes para entregar a Radio Moscú. O, el otro gran éxito entre la juventud orureña:

Control – Cortina musical “francesa”
Voz 1 – Buenos días… Tristeza
Control – Sube y luego de 25 segundos se pierde la cortina musical
Relator - En una hermosa mansión a orillas del Mediterráneo, Cécile, una joven de 17 años, y su padre, viudo y cuarentón, pero alegre, frívolo y seductor como nadie, amante de las relaciones amorosas breves y sin consecuencias, viven felices, despreocupados, entregados a la vida fácil y placentera. No necesitan a nadie más, se bastan a sí mismos en una ociosa y disipada independencia basada en la complicidad y el respeto mutuo. Hasta que un día aparece Anne ….. 
Control – Cortinilla breve, suspenso.

La obra de la Sagan, llegó a mis manos gracias a un compañero francés bohemio que fumaba Astoria que, según él, eran igual a los Gauloises. Lo interesante es que mi adaptación se estrenó primero que la película de Otto Preminger, lo que me producía un dejo de orgullo.
Ya en extensión cultural de la Universidad Técnica de Oruro y como director de radio Universidad, los radioteatros eran adaptaciones de las obras de Bradbury, de Lavreniev y, entre las nacionales, de Jesús Lara como Surumi y Yanakuna, y El precio del estaño de Néstor Taboada Terán.
Lo trascedente fue la traducción al quechua de una de mis adaptaciones, no recuerdo cuál, por un amigo trotskista, del que he olvidado el nombre. Lanzamos la primera radio- novela boliviana en idioma indígena. Sin duda la politización de las radionovelas era un producto de la época, pero debo confesar que la audiencia quería llorar, sufrir, reír y de ser posible festejar el triunfo de la costurera o la del hijo natural.
El entramado dramático, en este género, tiene como regla no decir todo, solo se sugerir, por lo que un buen porcentaje del relato es suspenso adrede. Cuando la obra estaba por la mitad y, si había más dinero de la publicidad, se prolongaba la trama metiendo de improviso una escena inesperada que rompía la línea general, como una muerte o una aparición de alguien perdido.
En aquella época tenía una novia que me pedía que le cuente el siguiente capítulo. Al contarle, inventaba, mentía, pero elaboraba el germen del verdadero y luego era cuestión de sentarse en el bar Uruguay con una máquina de escribir portátil y un par de chuflays para escribir la trama de una vida ajena que se parecía a las nuestras, por eso Camacho tenía razón cuando le dice a Varguitas: “Yo trabajo sobre la vida; mis obras se aferran a la realidad como la cepa a la vid”.
Que el recuerdo de mi “camachitud” sirva de homenaje a los radioteatros que solo con voces, sonidos y música generaron ilusiones y enseñaron a decir: “te quiero”, con voces engoladas y a llorar por la ausencia del amado en el silencio de las heladas noches orureñas.


sábado, 21 de mayo de 2016

El último mestizo

Una copa más…



Manuel Vargas, amigo y editor, se ponen en la piel del Víctor Hugo para pensar, decir, escribir, como seguramente lo haría él.


Manuel Vargas


Nací k”umu. (Los que no saben el significado de esa palabra, pueden buscarla en mi enciclopedia del Coba).
No recuerdo que alguna vez caminara derecho; tal vez cuando niño, ¿pero qué será ser niño?, me suena, me suena. El caso es que nunca me acuerdo si tuve algún percance y por eso digo que fui jorobado y retorcido de nacimiento; ya me acostumbré a mi figura, para mi tranquilidad las malas lenguas me han dicho que no importa que solo pueda mirar para abajo, pues Dios, al único Señor a quien brindo mis respetos, no está precisamente arriba de las nubes, como los falsos dioses que ahora pululan en ahí. Entonces, ¿para qué voy a andar con la vista en alto?
Yo soy así nomás. Si existiera otra vida, o sea, si tuviera una segunda oportunidad, tomaría una copa menos y… tal vez me podría gustar tener un poco más clara la piel y el cuerpo esbelto como los de la jailaif. Pero no. Lo que pasa es que el sol -cuando duermo en los bancos de las plazas- ha penetrado demasiado mis delicados poros y ya no la puedo aclarar ni con Ace ni otro polvillo blanco o celeste de esos que no son conocidos en el Mercado Chino.
A mí solo me gusta el polvo blanco que circula en los callejones más oscuros y malolientes por donde camina, si no se arrastra, mi gente. (¿Será que nací poeta?, así sin querer nomás mis expresiones mal comidas y peor digeridas, a veces me salen con rima).
En realidad, lo que yo quiero es contar de pe a pa mi vida nocturna, jodida, prieta y oscura como tu conciencia. La otra, la vida diurna, nunca la he probado, pues como dije aprovecho el sol para descansar de mis malas noches y la paso roncando. Y eso que, a propósito, ese tal Jaime Saenz me tiene sin cuidado. La noche es puro título. Yo soy más viejo que él, quien tal vez algo ha aprendido de mí, leyéndome en los basurales donde fueron a parar periódicos viejos con alguna entrevista a este servidor.
Decía que soy más viejo que él, y esto merece una explicación. Es que el sufrimiento me ha hecho comprender y compararme a Job y a todos los profetas de cuarta categoría. Eso proporciona experiencia en carne propia, y es tan grande la mía (la experiencia, no mis carnes decadentes), que tiene siglos. O sea, no me estoy quejando, es que soy así nomás. Entonces, me he dado cuenta que muchos están aprendiendo de mí, sin importar la edad ni la pinta, desde los falsos hippies del lumpen hasta los mal llamados académicos de toda raza. ¿Pero qué estoy diciendo? Avancemos, aunque sea para atrás.
Mi primera farra no fue en un bar de mala muerte sino al pie de la cuna. En realidad, me farreé en mi tierna infancia con los pechos de mi madre. Es que un día, como todos, ella se emputó con mi viejo y fue tal su desesperación que se farreó veinticinco días y medio, seguidos, y yo… como siempre me ha gustado la teta, de la cual me alimenté hasta los tres años, mamé de su leche que más parecía alcohol aguado, o tendría que decir lechoso. Y le puse una farra… Esa fue la primera, y bien me acuerdo. Desde entonces no quise soltar más la mamadera.
Pero claro, como al poco tiempo mi madre me sacaba la mierda con palabras y con lo que hallaba -palos de escoba, leñas, laques de policías y demás tucuimas- tuve que buscar otras tetas, ya non tan sanctas, para seguir chupando.
Yo tenía un amigo pisicólogo, que me dijo ah, ya, vos farreas porque en el trago buscas a tu madre. Buscas el amor, la calidez que sia pirdiu como tus carteras y tus lentes. (Este amigo no sabía que yo nunca utilicé carteras para guardar mis papeles, ya sea el papel moneda o el otro para los usos que ustedes ya saben). No sé por qué no lo mandé a la mierda, simplemente lo dejé masturbándose con sus teorías. Yo tomo porque me da la gana y listo. Y llevo mis libros y suplementos de la prensa bajo el brazo, más mejor en el mero sobaco, así se conservan algo tibios y le doy algo de vida a tanta basura que se escribe.
La cuestión es que de repente me vi rodeado de vicio, como quien dice por los cinco costados. Me dominó y me quiso más pior que una fulana. Yo también lo quería. (El vicio debe ser hembra). Y siendo tan querido, no puede ser malo, ¿o no? Y fui creciendo, no para arriba sino hacia los costados, o sea haciendo zetas, porque en todo soy contreras.
Mi vida fue una pérdida de tiempo. Todo lo perdía, incluida mi virginidad. Solo que no me acuerdo de las circunstancias, o no me conviene acordarme. Lo único que no he perdido es mi sombra. En eso también me diferencio de algunos mortales que pierden hasta sus trabajos. Yo nunca he trabajado, no he tenido tiempo, pues entre trago y trago anduve buscando algún billete que nunca perdí. Porque necesito continuar bebiendo, ¿no? Yo soy artista de verdad.
Bueno, ya no sé si estoy razonando lógicamente o me salen las ideas al cuete o al cuate. Lo voy a buscar a mi amigo Manuel Vargas para que le ponga algo de estilo a este zafarrancho. Claro, él no sabe mucho que digamos, pero de algo se tiene que ocupar, ¿no? Salud por eso. ¿Quién más saludable que yo?
Bueno, yo tengo muchos amigos. Por ejemplo Jack London es mi cuate, así como Oscar Legüis y el Fico Nitche. Eso, entre los nombres conocidos, con quienes a veces me charlo y le pongo sal a sus filosofías. De los otros no voy a decir ni sus chapas, pero sí sus oficios y profesiones.
Es que son delicados y muy relacionados con las altas esferas, por lo tanto no les conviene que se sepa que tienen un amigo como yo, que apenas tengo un subtítulo, y no me interesa llegar a tener título. (Como algunos… que aparentan… Ya me dieron ganas de agarrar la copa). Y estos amigos son, además, mis mecenas y benefactores. Aquí van: El Comandante General de la Policía. El Nuncio Apostólico de Roma. El rector de la universidad. (Ahora hay más de una pero sus rectorcitos no me simpatizan, por ahí apenas me van a ofrecer a un licenciado para que me investigue).
Sigo: El ministro de Ramas Anexas. La directora general de una Oenegé. La Madre Superiora de las Misioneras con Tacones. (De las putas no hablo porque ellas nunca me consiguen nada, más bien me quieren quitar lo poco que tengo). O sea que visitando a esa gente se me pasa el tiempo y ya no puedo ni escribir, últimamente. Antes tenía menos amigos de esos, y era más productivo. Pero la crisis, la edad y esas cosas, van en desmedro de la creatividad y el único que pierde es el país. Porque yo ya he dicho: yo no sé perder, perdeeer, perdereer.
O sea, repito: durante todo el tiempo tengo que andar buscándolos para que me proporcionen lo indispensable para no morirme, entonces, ¿con qué tiempo voy a trabajar, si el resto de mis horas las dedico a divertirme tomando con mi gente? Y esos dizque amigos viven en los barrios extremos de esta ciudad, unos en El Alto y el resto en la Zona Sur. Tengo que ir a sus casas, generalmente a pie, puesto que en sus oficinas del centro los porteros no me dejan pasar, y después lo que me dan ni siquiera me alcanza para comprarme un par de canoas nuevas. Por suerte las suelas de mis zapatos son eternas, pues son hechas de piel de dinosaurio. Entonces yo ya estaba allá, o acá, digo en el Parque Jurásico. Soy el Tiempo.
Ahora, la gente con la que comparto mis sueños y mis piojos, no son pues mis amigos sino mis hermanos del alma. Mis iguales, que es otra cosa. Me refiero a todos los personajes verdaderos que pueden ustedes ver y palpar en mis thanta escritos.
Enemigos también tengo. Porque, en términos generales, esa gente de mierda es igual que yo: mala. No los mato con mi indiferencia porque yo más me puedo ir con ellos. O sea, prefiero tener enemigos vivos para que me envidien un poquito y contribuyan a mi gordura y a mi fama.
Ahora voy a hablar de Dios. ¿Quién es Dios? ¿Dónde se lo encuentra? Si bien yo siempre lo he respetado, no he tenido el gusto de saludarlo. Debe ser un tipo cul. O super, como dicen los fetos. Muchos de sus representantes en la tierra me han tratado bien nomás. No me puedo quejar. En realidad no me quejo de nada, ese es la prablem. Salud por eso.
Aparte de ser saludable, yo sé cuándo me voy a morir. Porque si bien mi nacimiento sia pirdiu en la noche de los tiempos… Uta… ya me di cuenta de que he perdido algo más… sé muy bien cuando me voy a morir. Pero todavía no es ni siquiera la víspera. ¿Cuándo, cuándo entonces?, me dicen los envidiosos que ya se frotan las manos pensando hacer negocio con mis huesos, y yo les digo a todos los que quieran oírme y a los que no: Ya no me jodan. Yo me voy a morir cuando me dé la gana.