La isla Martín García,
Ricardo Jaimes Freyre y Rubén
Darío
Una poco conocida historia de dos de los mayores poetas del modernismo. Y un par de perlas humorísticas.
Omar Rocha Velasco
Hace pocos días presentamos, junto a docentes y
estudiantes investigadores de la UMSA, un libro en dos tomos dedicado a la prosa
de Ricardo Jaimes Freyre. La investigación ha dejado algunas perlas que no
pudieron incluirse en la publicación por diversos motivos.
Una de esas joyitas tiene que ver con cierto carteo
“poco conocido” entre Jaimes Freyre y Rubén Darío, cuando éste último pasaba
una temporada de curación y reposo en la isla Martín García, situada a 50
kilómetros de Buenos Aires.
En alguna otra columna mencioné que para que Rubén
emprendiera dicho viaje, Ricardo, en magnánimo gesto de amistad, se saca el
abrigo que tiene puesto y se lo presta. Pues bien, la historia va todavía más
lejos: Darío vive una situación difícil, debido la muerte de su protector y expresidente colombiano Rafael Núñez,
ha perdido el cargo de cónsul de Colombia en Buenos Aires; vive el duelo de su
ruptura con Rosario Murillo; está inmerso en una nebulosa bohemia que lo
arrastra por nocturnidades, cantinas y abandonos…
Sobre el viaje:
El doctor Prudencio Plaza dirigía un
sanatorio en la mencionada isla Martín García, invita a Rubén Darío -“desaliñado,
de barbita ‘florida’, jacket azul y pantalones grises”- a que lo acompañe una
madrugada de abril de 1895 y éste acepta (el abrigo prestado facilitó las
cosas).
Partieron de la Boca en el vaporcito
Jenne, desde el inicio ese viaje tuvo un efecto curativo producido por el
alejamiento de la ciudad: “Buen tiempo. Partimos a las ocho de la mañana.
Buenos Aires se va alejando de nuestra vista. Se ve enfrente la enorme maza de
construcciones de la ciudad, a la izquierda la larga mancha verde de las costas
de Quilmes, a la derecha el río, que hace de horizonte” [sic.].
Darío pasó un mes y algunos días en
esta isla, estuvo en contacto con la naturaleza, vio de cerca la labor de los
doctores en el Lazareto -hospital de leprosos y sospechosos de portar enfermedades
infecciosas- que era el lugar más importante, caminó, leyó y escribió. Se dio
tiempo para mandar tres crónicas al periódico La Nación de Buenos Aires, para
escribir el famoso poema La marcha
triunfal y para cartearse con Jaimes Freyre.
Sobre el poema:
Su amigo Ricardo Jaimes Freyre le
envía un telegrama el 23 de mayo de 1885 y le pide un poema para el homenaje
que el Ateneo de Buenos Aires está organizando para el 25 de mayo -fecha patria
en la Argentina-. Rubén escribe el poema de un tirón entre el 23 y el 24 de
mayo y lo manda en el “vaporcito de los jueves” a su amigo Jaimes Freyre, quien
lee el poema que es acogido con “devota” admiración
por escritores, poetas y público en general.
Este famoso poema, “que
recoge y reproduce en versos el compás y la armonía de la música wagneriana”,
aparece publicado en las páginas de La Nación el 25 de mayo de 1895. El lunes 27 de mayo en este mismo periódico da noticia del evento: “…
se escuchó con sumo agrado una elegante y magnífica poesía de Rubén Darío, titulada
Marcha triunfal, que leyó el señor Ricardo Jaimes Freyre con muy oportuna
entonación y noble acento”.
Sobre el carteo con Jaimes Freyre:
El 2 de mayo de 1895 Darío escribe una
humorística “Epístola [en verso] a Ricardo Jaimes Freyre”, imitando el castellano
del siglo XV, contagiado por unos poemas que estaba leyendo, así escribía Darío
a su amigo contándole su estadía en la isla junto al doctor Prudencio Plaza:
Don Prudencio y Don Rubene
Ambos de muy noble sangre
toda el ánima os envían
en esta epístola: ¡Salve!
…
Don Prudencio hace vestido
la capa dictatoriale,
e tiene a sus mil pecheros
en muy grande agilidade.
Las duennas despluman pollos,
tortolicas e faisanes;
los maestresalas aprestan
los lechos e los yantares
e los joglares preparan
sus dulsainas e atabales
¡Pluguiera a Dios que vinieseis
si cesara el temporale! [sic.]
Pocos días después Ricardo Jaimes
Freyre escribe una respuesta, sin quedar atrás en la escritura de romances en
castellano antiguo:
A vos Rubén Darío e a vos Prodencio
Plaza, Salut.
¿Qué ficisteis, varones,
Que ansi punido os han?
Planendo estáis Dios sabe,
Por cuenta de vagar,
Cuando a la ínsula foistes
Coidarades el mal,
Non agora coitados,
Non fagades a tal,
Quitastes la cibdade
Dios sabe el ayuntar,
Mas ved que vosa penola
Non dijo grant verdat,
E doennas moy lozanas
Habrá que lo dirán.
… [sic.]
Ambos textos están publicados en el Anecdotario de Ricardo Jaimes Freyre que
publicó su hermano Raúl en 1953. Más allá de lo anecdótico, estas “escenas
culturales”, sintetizan una época, dicen mucho sobre lo que
acontecía, lo que se pensaba y que se debatía; reconstruyen los momentos
iniciales del modernismo latinoamericano.
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