Así hablaba
Zaparrastroso, una
apología de la irreverencia
Libro viejo editores nace con una interesante propuesta, la reedición de un libro que hace más de un siglo le valió la excomunión al paceño Humberto Muñoz Cornejo.
Martín Zelaya Sánchez
Bolivia, 1910. El país apenas empieza a superar la resaca de
la Guerra Federal y de la Guerra del Acre y mientras Eliodoro Villazón trata de
apuntalar su Gobierno y la economía atraviesa una moderada bonanza, que permite
un modesto auge minero y de la construcción vial y ferrocarrilera, un joven
aguerrido y desfachatado periodista escandaliza a la intelectualidad, a la
clase política y, sobre todo, al clero paceño con una abierta repulsa de la
Iglesia Católica y defensa del hedonismo y el libre albedrío.
“Sed pasionales. Matad, destruid, aniquilad, despreciad; que
no exista nada bello, moral, digno, grande ni honrado. ¡No ha llegado aún el
superhombre!”, dice Humberto Muñoz Cornejo -parafraseando ya de entrada a
Nietzsche- en el inicio de Así hablaba
Zaparrastroso, un extraño, irreverente y casi desconocido libro, publicado
en 1911, en el que recopiló una veintena de artículos aparecidos meses antes en
el diario El Tiempo.
“Zaparrastroso, es el tipo de uno de los semi-locos que
describe Grasset; así lo imaginé al publicar estos artículos en los que he
procurado, según mi entender, representar a uno de esos incomprendidos, cuyas
ideas están muy por encima del gran bloque, de los que, incapaces para
valorizar cuanto les rodea, viven sin querer mirar, por ignorancia o cobardía,
las mentiras en que se hallan envueltos”, advierte el autor en “Portada”, una
especie de presentación de esta singular pieza que será reeditada por Libro
viejo ediciones, una nueva iniciativa editorial del experimentado librero Juan
Carlos Gutiérrez Morón que, tras varios años dedicado a la compra y venta de
libros de viejo, optó por incursionar además en la reedición de libros bolivianos
valiosos de los siglo XVIII y XIX. Cabe, entonces, esperar más novedades en los
siguientes meses.
Para este primer título, Gutiérrez se asoció con Freddy
Espejo Mamani, y juntos presentarán Así
hablaba Zaparrastroso el próximo jueves 2 de junio en el Museo Nacional de
Etnografía y Folklore (Musef) de La Paz.
Si el alemán Friedrich Nietzsche en su célebre Así habló Zaratustra presenta a un sabio
profeta que deja su vida eremita para recorrer el mundo impartiendo la luz, la
verdad, Muñoz Cornejo -que ya en la introducción advierte: “puede que falte en
mi libro la originalidad; mas, después de todo, ¿qué hay nuevo?”- propone a un
zaparrastroso, un paria insolente que más bien recorre ciudad y campo
provocando, imprecando, pero con esto, proponiendo al fin su teoría más que
cercana a la del alemán.
Si Nietzsche tiene “su eterno retorno de la vida”, Muñoz
Cornejo tiene su “vida intensa”: “Yo predico la concentración de todas las
energías vitales en cada hombre, esto se llama la Vida Intensa”. Si el germano
propugna la muerte de dios para dar paso al superhombre, el periodista, cívico
y político boliviano espeta: “Miente Dios, cuya existencia por sí sola es una
mentira, cuya sabiduría es un mito, cuyo sacerdocio un lupanar inmundo, cuya
doctrina negación de vida, cuya utilidad social nula. Yo predico la
desconfianza, porque el engaño es patrimonio de los que creen”.
Contextualizando
Una defensa intransigente de la libertad de acción y de
pensamiento, desde una columna de prensa en la primera década del siglo pasado
es, cuando menos, valiente. Una proclama hedonista, un ataque directo a los
dogmas religiosos y del Estado, mediante Zaparrastroso, un personaje ficticio,
una evidente parodia de Zaratustra, y, claro, un alter ego del autor.
Más allá de la sorprendente irreverencia, al carecer de originalidad
en ideas y en estilo, el valor de este libro es eminentemente
literario-sociológico-etnográfico: una curiosidad que se disfruta en una tarde
corta de lectura.
El truco es no perder de vista el contexto en que fue
escrito y publicado: Tamayo acababa de editar su Creación de la pedagogía nacional, como resultado de un intenso
debate –abierto y soterrado- con Enrique Finot, Alcides Arguedas y otros
intelectuales, lo que confirmaba el inicio de una radical lucha ideológica
entre los defensores de lo originario (aún no se puede hablar de indigenistas),
del desarrollo de modelos y sistemas propios, y quienes veían aún a lo europeo
o estadounidense como los paradigmas superiores a seguir.
“Vivid la vida de los sentidos, la vida del cuerpo, porque,
entendedlo bien, una sola vez se vive en la forma hombre.
Gozad de los goces de la carne, porque todos, hasta aquellos
que llamáis intelectuales dependen de ella. ¡Amad la carne!
Dejad de soñad en lo superterrestre, en lo intangible, que
sois pedazo de materia, parte del mundo”.
Por muy progresista que fuere cierta pequeña parte de la
intelectualidad de su época –representada además de él, por su dilecto amigo
Víctor Muñoz Reyes- Muñoz Cornejo desentonó claramente -al igual que El Tiempo,
periódico conocido por su postura contestataria, por su apertura a la
literatura y cultura (por lo cual duró apenas poco más de un a década)- y ello
le valió no solo la excomunión (terrible lastre social entonces) sino un paulatino
cerco social que terminó por domarlo, como bien apunta Josep Barnadas en su Diccionario histórico de Bolivia:
“En su juventud se mostró un aguerrido e intolerante cruzado
de las ideas liberales, decidido a crearse un país “nuevo” (no se sabe si por
medio de la reforma o de la supresión de la Iglesia, a pesar de haberse formado
con los jesuitas en el colegio San Calixto), actitud que le valió una oportuna
excomunión (1910); posteriormente fue madurando y sus tonos se templaron”.
Tanto así se templaron que tras dejar el periodismo activo,
se convirtió en un cívico apasionado que creó la conservadora palestra vecinal
“Amigos de la Ciudad”. Ya en los años 30 y 40 hizo una larga carrera en el
Concejo Municipal y llegó a ser alcalde.
Cerremos con cuatro fragmentos de Así hablaba Zaparrastroso que ayudan a redondear la idea de hacia
dónde apunta el autor; y ayudarán además, esperamos, a despertar la suficiente
curiosidad para aproximarse a esta rareza que pasó casi totalmente
desapercibida durante más de un siglo, y que gracias a Libro viejo ediciones,
estará pronto al alcance.
“En todas partes, ficción. Ficción de amistad; ficción de
amor; ficción de talento; ficción de virtud…
¿Qué es la amistad para los humanos? Palabra vaga y sin
sentido; voz hueca; símbolo de engaño; siete letras de miel, llenas de veneno”.
“Desconfiad y desconfiad siempre, esto es lo que predico yo,
Zaparrastroso, porque el engaño es el patrimonio de los que creen.
¿Qué es la fe, la fe a la que se obliga el hombre desde que
nace? Creer y creer siempre, en lo quimérico, en lo absurdo”.
“Desgraciados estos tiempos en que los sabios se
multiplican, en que recorren las ciudades en caravanas, en que se escriben
libros y más libros sin fondo ni originalidad”.
“Las empresas atrevidas, ahí está lo que busco yo,
Zaparrastroso. Demoler lo carcomido, desmoronar los edificios vetustos y
anticuados, para poner en su lugar los cimientos de la felicidad humana”.
-
Humberto Muñoz Cornejo
La Paz, 1887-1959
Periodista y dirigente cívico. Se inició en el periodismo
fundando y dirigiendo la revista Marices; fue jefe de redacción (1909) y
director (1914) de El Tiempo hasta su clausura (1920); dirigió las revistas
actualidades (1913) y Bolivia (1914); también fue redactor y colaborador de
otros numerosos órganos de prensa, entre ellos El Diario, La Razón y Última
Hora.
Fundó y dirigió la Universidad Popular; fundó y dirigió
hasta su muerte la entidad “Amigos de la Ciudad” (1926), a la que dio cierto
tono de logia de iniciados; participó en el Centro de Propaganda y Defensa
Nacional; fue elegido munícipe de su ciudad natal, presidiendo el Concejo y
ocupando la Alcaldía (1938-1943), en la que llevó a cabo una amplia acción
urbanística. (…)
Como presidente del Comité del IV Centenario de La Paz
impulsó la publicación de los cuatro volúmenes La Paz en el IV centenario (1948). Utilizó los seudónimos de Carlos
Marteks, Criticón, Huascar Mallcu Condori, Duklamara y Adam Wundt. Escribió
Páginas de combate (1910) y Así hablaba Zaparrastroso (1911). (Tomado de Diccionario histórico de Bolivia, de
Josep Barnadas).
-
El primer capítulo
Zaparrastroso habló a las muchedumbres de esta manera:
Gritad. Gritad: que vuestras voces lleguen a atronar los
espacios. Imitad al huracán, por su violencia; a las olas, por su empuje; a los
chacales, por su fiereza.
¡Yo predico la energía: la energía salvaje de las bestias!
Desconfiad. Desconfiad de la sabiduría de las leyes, de la
utilidad de las instituciones públicas, del gobierno de los hombres, de la
verdad divina.
¡Yo predico la desconfianza!
Asesinad a quien se levante sobre vosotros; inutilizad el
talento; nivelad todo, que no existan superioridades.
¡Yo predico la envidia!
Arrollad a los que discurren, aplastadlos con vuestra rabia;
que muera el pensamiento, que se ahoguen las ideas en un mar de sangre.
¡Yo predico la insensatez, la ignorancia!
Herid a los que os aconsejan; matad a los que os enseñan;
desterrad la cultura del mundo; enlodad todo; vivid como salvajes.
¡Yo predico la inconsciencia, el aniquilamiento!
Sumergid en vuestra baba ponzoñosa, a quien os hable de
felicidad, de moral, de honradez, de honor.
¡Yo predico la ignominia!
Destruid el hogar, la familia; menospreciad el amor; reíos
de la honestidad.
¡Yo predico el libertinaje!
Sed pasionales. Matad, destruid, aniquilad, despreciad; que
no exista nada bello, moral, digno, grande ni honrado.
¡No ha llegado aún el superhombre!
Así hablaba Zaparrastroso a las multitudes, huyendo después
a la montaña.
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