Carolus Rex
Comentario y reflexiones en torno a la figura del rey –y del rey Carlos II, de España, en particular- a partir de una novela y un cuento.
Manuel Vargas
Tal el título de una novela del español Ramón Sender
(1901-1982), autor también de La aventura
equinoccial de Lope de Aguirre (1968) y de muchas otras novelas y cuentos.
Habiendo tanto inglés y alemán y otras novedades más cercanas a la moda de
estos tiempos, tengo siempre un especial apego por estos autores de habla
española. Sin hablar siquiera del Siglo de Oro.
Esta novela se publicó por primera vez en México en
1963. Me quiero acordar además de un cuento de Francisco Ayala, El hechizado (del libro Los usurpadores, 1949), que tanto le
entusiasmaba a Rubén Vargas. Creo que lo dijo en letra escrita, en su revista
Alejandría, allá por los años 90.
Resulta que el Carolus
Rex, es el mismo personaje de El
hechizado, es el Hechizado en la historia verdadera. El rey Carlos II, que
gobernara -mejor dicho reinara- “chistosamente” a España allá por el siglo XVII
(Madrid, 1661-1700).
El cuento se limita, en menos de diez páginas, a
relatar cómo el Indio Gonzáles Lobo, cuenta su larguísimo viaje a la Corte,
para ver y saludar al Rey. Sin ningún motivo especial o mundano. Quiere ir a
ver al Rey, y tarda años y años. Y al final, ¿lo ve realmente? ¿Es siquiera saludado
por el Hechizado? ¿Cómo se decepciona y qué resulta de semejante viaje a la
Corte, pasando por ciudades, caminos, corredores, salones y más corredores
palaciegos, hasta encontrarse delante de Carlos II? No, no estoy hablando de El castillo de Kafka.
Lo que yo quería expresar, es simplemente que el
personaje del cuento y el de la novela, es el mismo. En la novela no se alarga
tampoco Sender en la larga vida de Carlos II, sino solamente en unos añitos,
muy bien documentados históricamente. Cuando este joven rey se casa con la
princesa María Luisa de Orleans, llegada de Paris, y quiere tener una
descendencia, y no puede, y no pasa nada, y qué va a ser del reino de España,
en qué manos caerá, habiendo tantos intereses en Francia, en Inglaterra y en el
resto del mundo. ¿Por qué no puede tener descendencia el Rey? Porque está
hechizado, y hay que deshacer el hechizo.
Uno, en su ignorancia, piensa que los reyes son como
Carlos V, o como Carlomagno, o como San Luis Rey. O mejor: quién no conoce a
los reyes de los cuentos de hadas. Reyes buenos o malos, pero reyes, cuyo poder
les fue otorgado por Dios por los siglos de los siglos. Poderosos, queridos,
odiados.
Pero este Hechizado era una lágrima. Y el ambiente y
los otros personajes y la historia en esos tiempos en España eran una total
decadencia. Carolus Rex era, como diríamos ahora, un falladito. Pero era el
Rey, y era España, y se casa, mediante tratos entre poderoso, con una princesa
de Francia.
Llega María Luisa a España, y tiene que comportarse
como una reina, tiene que simular, por ejemplo, tristeza: mentir. “…y dio
señales de una gran melancolía, pensando que llegaba el momento de abandonar la
patria. (…) los príncipes d´Harcourt le habían aconsejado que mostrara alguna
clase de tristeza para hacerse valer…”.
Tampoco le gustaba la comida a la española, y tenía
que expresarlo, porque así le dijeron que debería comportarse. “Eran
manifestaciones previstas porque se sabía que María Luisa había sido aconsejada
en Fontainebleau para que se condujera de aquel modo”.
Esto es parte del poder. Ah, de ahí viene el
comportamiento de los poderosos en todos los tiempos. La mentira y la
simulación son y siguen siendo elementos del poder, aunque ya no existan reyes.
En una de esas, María Luisa, a quien le gustaba
cabalgar, se cae de un caballo chúcaro, se enreda entre los aparejos y se le
ven no solo las piernas desnudas -en ese entonces no se usaba calzón. Dos
caballeros van y la ayudan a soltarse del caballo, y el Rey dice, ah, estos
caballeros la han visto así a la reina y no es posible, merecen la muerte. Pero
al final convencen al rey de que ellos solo querían ayudar a su reina, realmente
la salvaron de un grave peligro, y a quien hay que matar es al caballo. El
caballo fue sacrificado.
A propósito de caballos, una vez que pasa la noche
de bodas, el rey decepcionado, triste, preocupado, avisa a sus cercanos que la
reina no había sido virgen. Tenía que haber sido francesa, cómo es esto, ahora
qué hago. Tratan de convencer al rey de que no importa, que el asunto no es tan
grave, seguramente, como a María Luisa le gustaba montar a caballo, en ese tipo
de ejercicios y nada más perdió su virginidad. Esta explicación no deja al rey muy
convencido.
La economía del reino anda mal, la gente se muere de
hambre, hay que hacer algo, hay que darles un poco de pan y circo. A ver, que
venga la Inquisición para acabar con unos cuantos judíos. Y el pueblo se
divertía. Y Carlos II era el Rey, y todo era la voluntad de Dios, y todo estaba
bien.
Eran otros tiempos. No, son nuestros tiempos. Por
eso me gustan las novelas y los cuentos.
¿Se animan ustedes a hacer una comparación?
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