Una noche
El escritor y politólogo boliviano nos envió este su relato inédito.
Christian
J. Kanahuaty
-Creo
que debemos dejar que pase un tiempo. Esta relación se está volviendo
simbiótica y no es justo.
Claro
que no es justo. No era esto lo que ella esperaba cuando lo conoció. No imaginó
que llegaría el día en que tuviera que esperarlo afuera de su trabajo, bajo la
lluvia y con todas las bolsas del mercado mojadas y a punto de reventar.
Quizás
a esto se refería su madre cuando le dijo que era mejor que se tomase las cosas
con calma. Ella, después de todo, no tenía mucha experiencia con los hombres.
Pero ¿de qué servía la experiencia si ninguno de ellos era igual? Y aunque
sirviera para algo, su madre tampoco sabía la verdad por completo. Para ella
las cosas habían resultado de un modo distinto, porque después de todo, era
otra época y las parejas se comportaban de una manera distinta; ahora ya todo
era más rápido. Los sueños y las cartas de amor no eran suficientes. Si su
madre supiera en realidad todo cuanto ha vivido con cada uno de los hombres con
los que estuvo, tal vez, se hubiera ahorrado esas palabras y de seguro ya nunca
más la miraría como lo hacía.
-¿De
qué hablas?
-De
esto. De lo que nos estamos haciendo.
-No
nos hacemos nada. Cálmate y vamos a casa, tengo frío.
-Pero
si llegamos a casa ya no hablaremos. Te conozco. Además tú deberías saberlo,
después de todo, eres psicóloga, ¿no?
Claramente
esta no era la noche que pensó que sería. ¿Por qué tenía que sacar aquello de
la psicología? ¿Qué tenía que ver? ¿Acaso usar un concepto tan golpeado como
“relación simbiótica” era lo único que le podía decir? Simplemente ella no
quería escucharlo más. Con cada palabra suya, las cosas buenas que había soñado
se iban de sus manos y de su cuerpo. Y mientras veía cómo las demás personas
que pasaban a su lado los miraban, empezaba a crecer dentro de ella aquel
sentimiento frío que la había acompañado las últimas semanas.
El
cansancio y el sueño retornaban a ella. A punto estaba de desmayarse, pero se
contuvo. No podía ir más allá de sus propios límites. Tenía ganas de gritar, de
pelear como antes, pero ahora su cuerpo volvía a estar cansado. Tan cansado
como las semanas anteriores donde no tenía fuerzas para levantarse de la cama y
él tenía que hacer algunas de las labores de casa antes de salir para el
trabajo. Ambos, sin embargo, sabían que ese periodo era momentáneo y que luego
del reposo, ella podría volver a hacerse cargo de todo, como cuando empezaron a
vivir juntos y él casi no se molestaba en levantar los platos de la mesa luego
del almuerzo.
Pero
ella sabía que lo amaba, y por eso no deseaba ese tipo de discusiones y menos
en una noche como aquella. Así que mientras él hablaba y seguramente trataba de
explicarle por qué debían separarse provisionalmente, ella solo pensó en las
horas que invirtió para detallar cada una de las compras.
¿Pero
ahora qué importancia tenía la cena que pensaba cocinar para ambos?
Él
solo deseaba pasar la noche lejos de ella. Seguramente en un hotel y no
importaba el dinero, por supuesto; eso dejó de ser sustancial el día en que le
ofrecieron aquel empleo en esa empresa, a la que, ahora que lo piensa, en estos
últimos cuatro meses, ha ingresado solamente dos veces. Pero no le importaba
una manera de vivir su relación de esa manera, porque para ella, era sobre todo
una cuestión de respeto, de dividir los espacios. No ir a visitarlo ni darle
sorpresas tenía que ver con todas las cosas que se acumulaban en el día y que
ambos se podrían contar antes de acostarse. Era mejor no hablarse. Solo
llamarse para conversar un poco cuando tuvieran tiempo y luego dejar que el día
siguiera avanzando lentamente hasta el anochecer. Así, ambos estarían
tranquilos y con ganas de verse y estar juntos y de esa forma también pasarían
los años y ellos envejecerían con trabajos estables y con amigos que los
visitarían muy de cuando en cuando los fines de semana.
Pero
ahora quizás todo eso que había imaginado se esfumaba como el humo que salía de
los escapes de los autos que pasaban por la avenida, muy cerca de ellos, y cuyo
ruido a veces hacía las palabras incomprensibles, y mientras veía que poco a
poco la cantidad de personas a su alrededor se reducía, ella aún pensaba: De
verdad iría a un hotel, ¿O es que conoció a alguien más y se va con otra mujer
en vez de conmigo? ¿Pero por qué pienso en esto? Él me ama, me lo dice, lo
repite y lo siento. Pero desea estar solo, ¿Por qué no? Tal vez sea sano, como
dice. Podría ser, pero ¿cuál es su apuro? ¿Por qué no me lo dice todo con calma
en la casa? ¿De verdad ha llegado el punto en nuestras vidas en que ya no
podemos hablar de las cosas que nos pasan en la comodidad de nuestra casa?
Quizás
sea por esto. Quizás él se va porque mientras habla y me intenta explicar sus
razones y lucha conmigo para tomar las bolsas y ayudarme, yo solo pienso en que
mis planes no se cumplirán; en que desperdicié mi tarde para arreglar la casa y
comprar algo que nos gustara cenar. Ese tiempo nadie me lo devolverá. Él jamás
reconocerá lo que hago. No lo puede ver. Solo desea marcharse.
Ya
nada tiene sentido, no debí venir.
-Por
lo menos cenemos.
-No
puedo. Será peor, en serio.
Compré
flores. Puse individuales lindos en la mesa y coloqué velas en la casa. Quedó
linda, como cuando festejamos mi cumpleaños; ahora él no quiere ir. No quiere
regresar a esa casa hasta que las cosas estén tranquilas en su cabeza. Me dice
que no está bien lo que hacemos, que nos estamos haciendo daño y que es mejor
respirar un poco antes de seguir.
-¿Por
qué? ¿Qué hago mal?
Yo
tenía que haber regresado y preparar mejor la sorpresa. Pero no. No podía
esperar más, no podía mantenerme quieta en casa y pensaba que al regresar juntos,
yo cocinaría rápido mientras él podría ver la televisión sin problemas.
Y
sería lindo, como antes, como cuando no vivíamos juntos y aun así, pasábamos
juntos algunas noches. Podía quedarme a dormir con él y al despertar me sentía
feliz porque sabía que ése día sería mejor que el anterior solo por haber
despertado a su lado. Pero yo no quería esperar; quería verlo, deseaba verlo
salir del trabajo y saber cómo estaba.
Y
ahora me dice que no, que no quiere ir a casa. Si se va ¿cómo haré para
contarle todo lo que me ha pasado? ¿Cómo podré decirle que estoy embarazada?
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