sábado, 7 de mayo de 2016

Ficción

Una noche


El escritor y politólogo boliviano nos envió este su relato inédito.



Christian J. Kanahuaty

-Creo que debemos dejar que pase un tiempo. Esta relación se está volviendo simbiótica y no es justo.

Claro que no es justo. No era esto lo que ella esperaba cuando lo conoció. No imaginó que llegaría el día en que tuviera que esperarlo afuera de su trabajo, bajo la lluvia y con todas las bolsas del mercado mojadas y a punto de reventar.
Quizás a esto se refería su madre cuando le dijo que era mejor que se tomase las cosas con calma. Ella, después de todo, no tenía mucha experiencia con los hombres. Pero ¿de qué servía la experiencia si ninguno de ellos era igual? Y aunque sirviera para algo, su madre tampoco sabía la verdad por completo. Para ella las cosas habían resultado de un modo distinto, porque después de todo, era otra época y las parejas se comportaban de una manera distinta; ahora ya todo era más rápido. Los sueños y las cartas de amor no eran suficientes. Si su madre supiera en realidad todo cuanto ha vivido con cada uno de los hombres con los que estuvo, tal vez, se hubiera ahorrado esas palabras y de seguro ya nunca más la miraría como lo hacía.

-¿De qué hablas?
-De esto. De lo que nos estamos haciendo.
-No nos hacemos nada. Cálmate y vamos a casa, tengo frío.
-Pero si llegamos a casa ya no hablaremos. Te conozco. Además tú deberías saberlo, después de todo, eres psicóloga, ¿no?

Claramente esta no era la noche que pensó que sería. ¿Por qué tenía que sacar aquello de la psicología? ¿Qué tenía que ver? ¿Acaso usar un concepto tan golpeado como “relación simbiótica” era lo único que le podía decir? Simplemente ella no quería escucharlo más. Con cada palabra suya, las cosas buenas que había soñado se iban de sus manos y de su cuerpo. Y mientras veía cómo las demás personas que pasaban a su lado los miraban, empezaba a crecer dentro de ella aquel sentimiento frío que la había acompañado las últimas semanas.
El cansancio y el sueño retornaban a ella. A punto estaba de desmayarse, pero se contuvo. No podía ir más allá de sus propios límites. Tenía ganas de gritar, de pelear como antes, pero ahora su cuerpo volvía a estar cansado. Tan cansado como las semanas anteriores donde no tenía fuerzas para levantarse de la cama y él tenía que hacer algunas de las labores de casa antes de salir para el trabajo. Ambos, sin embargo, sabían que ese periodo era momentáneo y que luego del reposo, ella podría volver a hacerse cargo de todo, como cuando empezaron a vivir juntos y él casi no se molestaba en levantar los platos de la mesa luego del almuerzo.
Pero ella sabía que lo amaba, y por eso no deseaba ese tipo de discusiones y menos en una noche como aquella. Así que mientras él hablaba y seguramente trataba de explicarle por qué debían separarse provisionalmente, ella solo pensó en las horas que invirtió para detallar cada una de las compras.
¿Pero ahora qué importancia tenía la cena que pensaba cocinar para ambos?
Él solo deseaba pasar la noche lejos de ella. Seguramente en un hotel y no importaba el dinero, por supuesto; eso dejó de ser sustancial el día en que le ofrecieron aquel empleo en esa empresa, a la que, ahora que lo piensa, en estos últimos cuatro meses, ha ingresado solamente dos veces. Pero no le importaba una manera de vivir su relación de esa manera, porque para ella, era sobre todo una cuestión de respeto, de dividir los espacios. No ir a visitarlo ni darle sorpresas tenía que ver con todas las cosas que se acumulaban en el día y que ambos se podrían contar antes de acostarse. Era mejor no hablarse. Solo llamarse para conversar un poco cuando tuvieran tiempo y luego dejar que el día siguiera avanzando lentamente hasta el anochecer. Así, ambos estarían tranquilos y con ganas de verse y estar juntos y de esa forma también pasarían los años y ellos envejecerían con trabajos estables y con amigos que los visitarían muy de cuando en cuando los fines de semana.
Pero ahora quizás todo eso que había imaginado se esfumaba como el humo que salía de los escapes de los autos que pasaban por la avenida, muy cerca de ellos, y cuyo ruido a veces hacía las palabras incomprensibles, y mientras veía que poco a poco la cantidad de personas a su alrededor se reducía, ella aún pensaba: De verdad iría a un hotel, ¿O es que conoció a alguien más y se va con otra mujer en vez de conmigo? ¿Pero por qué pienso en esto? Él me ama, me lo dice, lo repite y lo siento. Pero desea estar solo, ¿Por qué no? Tal vez sea sano, como dice. Podría ser, pero ¿cuál es su apuro? ¿Por qué no me lo dice todo con calma en la casa? ¿De verdad ha llegado el punto en nuestras vidas en que ya no podemos hablar de las cosas que nos pasan en la comodidad de nuestra casa?
Quizás sea por esto. Quizás él se va porque mientras habla y me intenta explicar sus razones y lucha conmigo para tomar las bolsas y ayudarme, yo solo pienso en que mis planes no se cumplirán; en que desperdicié mi tarde para arreglar la casa y comprar algo que nos gustara cenar. Ese tiempo nadie me lo devolverá. Él jamás reconocerá lo que hago. No lo puede ver. Solo desea marcharse.
Ya nada tiene sentido, no debí venir.

-Por lo menos cenemos.
-No puedo. Será peor, en serio.

Compré flores. Puse individuales lindos en la mesa y coloqué velas en la casa. Quedó linda, como cuando festejamos mi cumpleaños; ahora él no quiere ir. No quiere regresar a esa casa hasta que las cosas estén tranquilas en su cabeza. Me dice que no está bien lo que hacemos, que nos estamos haciendo daño y que es mejor respirar un poco antes de seguir.

-¿Por qué? ¿Qué hago mal?

Yo tenía que haber regresado y preparar mejor la sorpresa. Pero no. No podía esperar más, no podía mantenerme quieta en casa y pensaba que al regresar juntos, yo cocinaría rápido mientras él podría ver la televisión sin problemas.
Y sería lindo, como antes, como cuando no vivíamos juntos y aun así, pasábamos juntos algunas noches. Podía quedarme a dormir con él y al despertar me sentía feliz porque sabía que ése día sería mejor que el anterior solo por haber despertado a su lado. Pero yo no quería esperar; quería verlo, deseaba verlo salir del trabajo y saber cómo estaba.

Y ahora me dice que no, que no quiere ir a casa. Si se va ¿cómo haré para contarle todo lo que me ha pasado? ¿Cómo podré decirle que estoy embarazada? 

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