Matilde, Mariano y Edmundo.
El Ansia en las letras bolivianas
Casazola, Baptista Gumucio y Paz Soldán, tres notables de las letras bolivianas, son retratados y analizados en las páginas de El Ansia, una nueva revista literaria que se presentará la siguiente semana.
Martín Zelaya Sánchez
El nacimiento de una revista literaria siempre es una muy
buena noticia. Una muy buena noticia que, no obstante, nunca deja de entrañar,
al menos, incertidumbre. Incertidumbre por las tristemente altas posibilidades
de fugacidad y falso afán, según demuestra la historia: ¿Otra revista de número
único? ¿Cuándo saldrá el segundo número, si es que sale?; pero finalmente, y
sobre todo, es un motivo de celebración pues así sea un número único o el
primero de pocos, qué duda cabe que todo aporte a la difusión y reflexión de
nuestros autores y nuestras letras es por demás necesario y bienvenido.
Dicho esto –y sin ningún mal augurio-, estamos convencidos
de que El Ansia, la flamante
publicación dirigida por Magela Baudoin, no formará parte del nostálgico grupo
de revistas pasajeras, por varios motivos: es parte de un emprendimiento
internacional, pues se refleja y desprende de la ya consolidada El Ansia Argentina; tiene una sólida
plataforma en la editorial 3600 y la flamante La máquina de escribir y, lo más
importante, nace de un equipo de conocidos escritores y periodistas
comprometidos con el emprendimiento. Acompañan a Baudoin: Giovanna Rivero,
Gabriel Chávez, Juan Murillo, Paura Rodríguez y Gary Daher, en el consejo
editor, y Sergio Vega, en el diseño gráfico y diagramación.
Ya que los cómos y porqués de El Ansia Bolivia se explican al detalle en la nota del consejo
editor que abre la publicación, y que reproducimos en estas páginas, nos toca
abocarnos al primer número.
La tónica general de esta publicación anual -cuyo
lanzamiento se efectuará en cuatro ciudades: La Paz, Santa Cruz, Cochabamba y
Sucre, los días 4, 5, 6 y 7 de mayo próximo, respectivamente, en la Alianza
Francesa de cada urbe- será la de dedicar cada número a tres figuras de las
letras y las artes; un homenaje por triple partida: textos sobre el autor,
textos del autor y textos favoritos o recomendados por el autor. El Ansia Bolivia arranca con tres pesos
pesados: Matilde Casazola, Mariano Baptista Gumucio y Edmundo Paz Soldán.
“Ay, señora
guitarrera”
“Si viajo y no la llevo -asegura Matilde, sobre su
inseparable guitarra- me siento físicamente mal. Ya siento que le falto, estoy
como mutilada”. Llena de imperdibles frases y revelaciones está el perfil-entrevista
que Baudoin traza de la cantautora chuquisaqueña, un repaso por su vida y
trayectoria con no pocas sentidas confidencias y datos poco conocidos.
“Tengo montones de carpetas, de cuadernos de poesía… Me he
quedado en el año 1992 (se refiere a su obra publicada). Y del 92 hacia adelante
es como un jardín que hay que podar, cortar las hierbas. Pero está todo ahí, ya
recuperado. Con las canciones pasa que me acuerdo de una. Tengo muy buena
memoria. Recuerdo la letra y la música en mi mente. Se me ocurre actualizar una
canción y comienzo a trabajarla. Un poco todo esto me rebasa. Yo misma me doy
cuenta de que es mucho. Y no logro hacer caber todo en mi espacio. A veces se
sale de los marcos. Y eso me preocupa. Pero, por otra parte, también agradezco
tener mucho que hacer cada día. Tengo Mucho trabajo”.
Sigue un agudo ensayo sobre la impronta y el estro poético
de Casazola, a cargo de Gary Daher; similar trabajo de Juan Murillo en su texto
“Matilde, la casa está sola…”, y cierra Cergio Prudencio con sus “Apuntes sobre
Matilde” en el que además de detenerse, claro, en la faceta de cancionista,
despliega no pocas amenas anécdotas y recuerdos comunes.
En “Casazolianos”, la chuquisaqueña escogió -como era de
esperar- tres poemas que la marcaron, todos de autores bolivianos: Alma de las cosas, de Jaime Mendoza; Siempre, de Ricardo Jaimes Freyre y La partida, de Primo Castrillo.
Finalmente, Gabriel Chávez se encargó de seleccionar un puñado de poemas de
diferentes etapas de la prolífica creadora.
Don Mariano, el Mago
En “La llama incesante”, Luis Fernanda Siles traza un perfil
comentado y elogioso de la trayectoria del “Mago” Mariano Baptista Gumucio,
haciendo énfasis en la primera parte de su vida, aquella tan ligada a la
Revolución Nacional.
Luego viene Mónica Oblitas con “Primero periodista”, una
extensa entrevista en la que el experimentado escritor deja claro que “el mejor
oficio del mundo” es la preferida de entre sus múltiples vocaciones.
Valentín Abecia López en “Un hombre sin espuma”, recorre por
los principales aportes bibliográficos de Baptista, y de paso, no duda en
rendirse a su valía como investigador, y recuperador de personajes, historias y
piezas cruciales para la cultura nacional.
“Testigo de su tiempo, mensajero de la memoria”, es el texto
que Gabriel Chávez dedica al “Mago” y en el que se detiene acertadamente en el
que quizás es el rasgo más valioso y característico de Baptista: “es capaz de
transmitirnos, pues, la personalidad de sus retratados, lo que no es fácil de
lograr, dándole así un valor muy especial a sus libros; es más, quizá se trate
de su mayor valor, junto al de ofrecer acceso directo, ‘guiado’ y comentado a
una serie de fuentes que para el lector común, y aun para el investigador
especializado, no resultan en modo alguno fáciles de consultar, pues de hecho
algunas son ahora inabordables, dado que se trata de fuentes de viva voz,
muchas ya fallecidas, a las que Baptista trató personalmente, ya que buena
parte de su secreto es haber sido un amigo de sus retratados y un testigo
privilegiado, o en varios casos un actor, de los sucesos que relata”.
En “Baptistianos”, los elegidos son Franz Tamayo, Carlos
Medinaceli y Guillermo Francovich, con un poema, en el primer caso; una carta
en el segundo y el breve ensayo “El mito de Potosí”, de Francovich.
Don Marino ayudó al staff de El Ansia a seleccionar tres textos de su cuantiosa producción: una “Evocación
familiar”, un fragmento de la introducción a la biografía del “Chueco”
Céspedes, y una imagen del “Palacio Quemado”, centro del poder político
boliviano.
El Edmundo
En su texto “Edmundo en cuatro tiempos”, escribe Giovanna
Rivero: “comenzó a consagrarse -¡qué palabrita más religiosa, por Dios!- con un
cuento. Una obra de arte el tal cuento. Dochera.
Era 1997, el siglo ya se cerraba, pero la modernidad latinoamericana era nueva
y la idea de que todo era posible auguraba un estelar nacimiento del milenio.
En ese feliz estado de ánimo finisecular nace Dochera, y aquel cuento, perfecto en ritmo, ética y estructura, se
hace acreedor de uno de los apetecibles premios del concurso internacional de
cuento Juan Rulfo”.
Y junto a ella abordan la vida y obra del cochabambino
Sebastián Antezana (“Literatura y generosidad”), Álvaro Bisama (“Paisaje de
catástrofe”) y Maximiliano Barrientos (“Tan lejos y tan cerca”)
En “Pazsoldanianos”, el autor de Iris, se decantó por un fragmento de la Historia de la Villa Imperial de Potosí, de Arzáns; El aparapita, de Jaime Saenz y El pozo, de Augusto Céspedes.
Finalmente, los editores decidieron poner, cómo no su ineludible Dochera, junto a La puerta cerrada y Desde el
cielo.
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Apoyo 1
Con ansias
Consejo editor El Ansia
¿Cuál la razón de ser de una (nueva) revista de y sobre
literatura boliviana? ¿Cuál la necesidad, el ansia de crearla? El país desde el
que escribimos, vasta porción de tierra y selva en el centro de Sudamérica,
posee una rica tradición literaria y una vigorosa producción contemporánea,
casi desconocidas, sin embargo, más allá de sus fronteras e incluso,
parcialmente, dentro de ellas. Alejada de los circuitos editoriales internacionales,
ausente hasta hace poco de sus catálogos, creciendo sin el espoleo de una
crítica activa y sin el estímulo de políticas estatales y espacios de difusión
que amplíen el número de sus lectores, la actual literatura boliviana goza, al
margen de ello, de buena salud y sigue dando frutos en sazón. Solo hay que
saber ponerlos al alcance.
Contribuir a esta visibilización es la tarea que hemos
asumido, sin pretensiones pero sin apocamientos, como nuestra. Y queremos
hacerlo poniendo en valor la literatura boliviana de manera reflexiva y crítica,
aunque sin alejar a los lectores con academicismos. El rigor no tiene por qué
ir de la mano de la ininteligibilidad o de una erudición de cita a pie de
página. Queremos tomar, del periodismo -pues quienes hacemos El Ansia fuimos, antes (o además) de escritores,
periodistas- su claridad y algunos de sus géneros: la crónica, la entrevista,
la columna, y combinarlos con el ensayo literario, que seguirá siendo el plato
fuerte y central de la mesa.
Es una irreverencia, quizá, pero ese quiere ser otro de los
sellos de la casa: una cierta provocación reposada. Otro lo será una toma de
posición respecto al quehacer de la escritura, expresado en la selección de
autores no necesariamente reconocidos por el canon interno, ajenos a su
preceptiva estética.
Esta revista -nuestra Ansia
boliviana- nace suscitada por El Ansia Argentina,
dirigida por el novelista José Brindisi. No es eco sino resonancia: reforzamiento
de amplitudes sonoras como resultado de la coincidencia de ondas similares,
sonido que acompaña al sonido, timbre particular que aporta una voz distinta,
otro instrumento. Tal El Ansia Bolivia,
voz que ahora inicia su propia andadura.
De El Ansia Argentina
mantendremos, además del espíritu, la estructura trina. Abordaremos a tres
escritores en cada número anual, con un rasgo distintivo: serán un narrador, un
poeta y un autor de otro género, sea ensayo, historia, teatro, etc., de diferentes
generaciones y proveniencias regionales. De este modo, nuestra mirada quiere
ser más abarcadora -invitando también a colaboradores con enfoques diversos-, y
podremos visibilizar otros campos de escritura, como la poesía, de gran relevancia
y calidad en nuestro país.
Para este primer número escogimos al cuentista y novelista
Edmundo Paz Soldán, que contra lo que se podría pensar, pese a ser el escritor
boliviano más leído y conocido fuera de Bolivia, no tiene el suficiente
reconocimiento interno por su obra narrativa, no entre los lectores, que son
muchos, sino en algunos espacios de la crítica académica. Sobre su trabajo han
escrito aquí Giovanna Rivero, Sebastián Antezana, Álvaro Bisama y Maximiliano
Barrientos.
Nos aproximamos también a la figura de uno de los
intelectuales más polifacéticos del país. Historiador, periodista, pedagogo y,
especialmente, inquieto divulgador de la cultura y las letras bolivianas, Mariano
Baptista Gumucio es lo que en otras épocas se llamaba un polígrafo, un
papelista con un acercamiento no ortodoxo a las fuentes de la historia. Textos
acerca de las distintas vertientes de su labor son firmados por Luisa Fernanda Siles,
Gabriel Chávez, Valentín Abecia y Mónica Oblitas.
La poeta elegida para este primer número es Matilde Casazola,
que además e inseparablemente es la compositora más importante y valorada de
Bolivia. Siendo la Chavela Vargas o -más cerca de su perfil- la Violeta Parra
nacional, pero con un bagaje poético y musical más rico y complejo, su canción
apenas ha tras pasado fronteras, lo que en nuestra medida buscamos reparar. Su
amplia obra en poesía, aunque muy leída, tampoco ha merecido las aproximaciones
críticas que mereciera, acaso por haber abrazado una estética que la aleja, e
incluso la enfrenta, al marginalismo malditista que fue dominante en la poesía
de una parte de Bolivia durante muchos años. Acerca de ella han escrito Cergio Prudencio,
Magela Baudoin, Gary Daher y Juan Murillo, autor de la mayor parte de las
fotografías que ilustran el número.
En el caso de los tres autores a quienes se dedica la revista,
cada uno ha escogido, para su publicación, tres textos suyos que considera
capitales y otros tantos de autores bolivianos que le han influido. De esta manera
se sitúa a cada cual en la tradición y el diálogo con las nuevas generaciones
de escritores y lectores, a quienes, sobre todo, queremos llegar, ansiosamente,
con esta propuesta.
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