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sábado, 5 de septiembre de 2015

Artículo

Escritos completos, el universo (literario)
de Juan Conitzer en un libro

La esencia y fundamentos de la obra literaria y artística de Conitzer, y detalles fundamentales para entender el libro que reúne la totalidad de su producción. En cuadros adjuntos, dos piezas breves de sus libros y un extracto de un texto preliminar.


Martín Zelaya Sánchez

“Todo lo que Juan hacía -sus escritos, sus obras de arte- era una bitácora, la mirada que tenía sobre la vida. Todo es parte de una obra global, única”, comenta Mabel Fava. “Juan Conitzer es un gran escritor y un artista del futuro”, afirma Rodolfo Ortiz.
“¿Pero quién era realmente Juan? -se pregunta Alejandra Echazú-. ¿Es posible llegar a su corazón, a los que fueron sus sueños y sus realidades en un itinerario a través de su paleta, de los trazos de color, de las vetas, de las figuras geométricas o de sus textos complejos?  ¿Es posible intuir su personalidad a través de la arquitectura  y la decoración de su taller? ¿Es posible llegar a descubrirlo recorriendo su producción artística?”.
Nos referimos, claro, a Juan Conitzer, escritor y artista paceño cuya valiosa aunque poco conocida producción literaria acaba de reunirse en el libro Escritos completos (La Mariposa Mundial, 2015), un valioso rescate y compilación que estuvo a cargo de Rodolfo Ortiz, y que se presentará este miércoles 9 de septiembre en el Museo Nacional de Arte de La Paz.
La obra reúne los ocho libros -entre prosa y verso- publicados por el autor, la mayoría en ediciones artesanales, caseras y de muy escaso tiraje, y una selección de textos dispersos e inéditos.
Ortiz, que suma este valiosísimo rescate literario a sus trabajos de investigación y rescate de Jaime Saenz -plasmados en varios textos inéditos y facetas biobibliográficas en su momento publicados en La Mariposa Mundial- y de Arturo Borda -de quien editó el sorprendente Nonato Lyra, además de varias piezas en la citada revista- tiene en esta ocasión un doble mérito: dar a conocer a un autor aún menos leído que Borda y, además de contextualizar, anotar y ubicar su obra según la cronología de vida de Conitzer, presentarla en una edición matizada acertadamente con las coloridas obras de arte del también talentoso artista.
Componen Escritos completos los libros Cuaderno borrador (1968), Alba: mar de pescadores (1975), Y Francisco pasó a la leyenda (1978), Hijos de papel (1996), Cuento desmoralizante del año cristiano y otros (1999), Continuando la obra de Dios. Teresa y última parte (2003), Hoy entrego el alma. Cuentos de sobremesa (2005), ¡Como esté! (2008) y Textos dispersos e inéditos (1958-2007).
Todo precedido por la nota “Liminar” de Ortiz, la “Introducción” de Echazú y una completa biobibliografía cronológica, fundamental para ubicar y entender en el tiempo la producción literaria y artística del hijo menor de Yolanda Bedregal fallecido prematuramente hace casi seis años.
Comenta Ortiz sobre el proceso de investigación: “quizás valga la pena mencionar que el proyecto se inició en 2012 (Conitzer había fallecido apenas tres años antes), y que desde entonces el trabajo fue cada vez más exhaustivo en la revisión de archivos y en el rescate de textos dispersos solapados en revistas, antologías y publicaciones periodísticas. Estamos hablando de un libro de 365 páginas, que reúne por primera vez toda su obra (ocho libros y 18 textos inéditos), cuya recomposición se dio a partir de criterios de edición lo más respetuosos posibles a lo estéticamente esbozado desde el principio por el autor, pero también acorde a las características propias de una obra única, dispersa y compleja en su morfología”.

El universo de Conitzer
“Juan siempre repetía que ninguna vida se pierde nunca por completo, y que simplemente tras dejar de existir de una manera, todo se transforma. Es decir, para él incluso cuando los objetos terminaban su ciclo útil, seguían ‘vivos’ en sus piezas sueltas que no tenían desperdició”, comenta Fava, su inseparable compañera. “Yo creo que ahí puede encontrarse su filosofía de vida, y la que regía tanto sus textos como sus obras de arte”, agrega.
En el libro Alba, mar de pescadores (1975), Conitzer escribió: “cada vez los insomnios se repiten con mayor frecuencia. Hoy lo combatiré con esta lanza de tinta negra en mi viejo cuaderno; tiene manchas de carne, de sangre y se ha cansado de la presión en el bolsillo. -Cuaderno, amigo de todo solitario, de las horas sin nombre, de otros recortes en olvidados baúles…”.
Y es que Juan era en esencia un recolector de sensaciones, de pasiones… de ideas y, claro, de objetos y palabras: no perdía la ocasión de ponerse a los bolsillos cualquier alambre, metal, plástico que hallara en el suelo para luego reciclarlos en sus esculturas o pinturas de técnica mixta, y tampoco se separaba de sus libretas o incluso trozos de papel en los que recogía también frases, párrafos o ideas que se le venían a la mente el rato menos pensado, y que anotaba con fruición para trabajarlas después.
Pero, sobre todo, Juan era un recolector de sí mismo; nadie como él para plasmarse en textos y sus pinturas y esculturas, para bien de sus lectores y de quienes puedan apreciar su legado artístico.
Más claro lo dice Echazú, literata y sobrina del autor, en el texto introductorio del libro: “Se dice que con la ‘muerte del autor’ el texto se sustenta por sí mismo y se hace innecesario escudriñar todo aquello que está fuera de la página. Lo mismo sucede, me imagino, con la obra pictórica. El cuadro revela lo que debe y quiere decir; aquello que oculta a la interpretación lo guarda en el misterio de sus propias formas y colores. Hay obras que se bastan a sí mismas y ante las cuales no sentimos la urgencia de abandonar el marco en los de la persona. No sucede así con la obra artística de Juan Conitzer: estoy convencida de que ése es precisamente uno de sus mayores logros: haber sido capaz de imprimir en el papel, el cartón, el lienzo, los alambres, la madera o lo que fuera, una visible y casi táctil esencia de sí mismo, desplegada de manera inocente e involuntaria, sin coincidencia de que en su obra quedaba impregnada su intimidad”.
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¿Quedarse aquí?
Prólogo del autor

Juan Conitzer

Todos mis anteriores best sellers tratan de criminales de este mundo, de esquizofrénicos y de seres humanos. Éste también será un éxito porque concierne a una psicología póstuma: el individuo G. tenía tendencia a la normalidad cuando nació en 1897 y la mantuvo los 87 años que vivió. Paralelamente, otra tendencia a la locura esquizoide lo acompañó el mismo tiempo; ésa se puso de manifiesto pasada la ceremonia fúnebre y se fue agudizando año tras año.

Rasgos:
1. Quería tremendamente a la naturaleza y la odiaba, pues lo había abandonado.
2. Hereditaria.
3. Va en aumento en los descendientes varones.
4. Debilita el cabello de descendientes mujeres.
5. Es incurable y
6. Se parece a la muerte misma.

* Tomado del libro Hijos de papel.
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Coliseo de títeres. (Juan Conitzer)
Propiedad privada

Juan Conitzer

Hace como siete años, en mi horóscopo, en las estrellas, estaba escrito que sería un exitoso hacendado, maderero, filántropo del pueblo. En mi destino se confabuló toda una fortuna en marcos alemanes de los abuelos, la enorme propiedad del ex suegro, cuatro vehículos todo terreno, dos vagonetas, cinco motocicletas, motosierra, motocultor, cuarenta y más cerdos, chivos, vacas que parían terneros, y yeguas que parían estrellas, “Estrella” que paría un potrillo, unos patitos que seguían a otros y cuatrocientas gallinas que ponían huevos, plantines de plátano y estevia y costales de semilla de papa, panales con ocho mil abejas y su reina que se alimentaba cerca a la cascada y ojos de agua, un chirimoyal y medio, paraíso para cercarlo a tres o cuatro corridas. De ellos solo queda un cuarto con troncas de colo cual bóveda de banco.
Los Salesianos tomaron control de la nueva escuela gallega y ahí estarán las láminas que regalé, grabados invaluables para la deprimida región Sur-Yungueña, veinte hermosas láminas entregadas en desfile patrio al directorio.
Las cuatro sillas de montar y las bridas y cuanto hay de caballos a excepción del fuete con cantonera de plata de mi abuelo materno; todo ha sido robado, y esta historia ¿cómo culmina? El día en que el gran vaquero quiere subir al potro Chelo, monta por la derecha, pasa sobre el animal y termina en el suelo a la izquierda.
Yo he nacido para conversar con el maíz, había de él sembradíos en Casali. Ahora una empresa siembra unos surcos de amaranto para exportarlo a Europa. En el resto crece el cari-cari, ese frutito silvestre tan exquisito con nata.

* Tomado del libro ¡Como esté!
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[Liminar]
(Fragmento)

Rodolfo Ortiz

¿Qué deseó en última instancia esta edición? Hacer visible el proceso de recomposición vertiginosa que sigue a la inmersión en un archivo; los escondidos criterios de ensamblaje; los papeles, sobre todo los manuscritos, en los cuales se extravía hasta el cuerpo; y junto a esto, la importancia de dar al lector una obra desnuda, fundamental, siempre futura, que seguro será leída y redescubierta muchas veces. Pero también esta edición escuchó el deseo en residuo de algunos documentos, des petits papiers, que no se incorporaron siendo escritos ellos mismos (apuntes de sueños, cartas, fichas y trabajos universitarios, una tesis de filosofía de la cual queda un cuento (cf. 286), un glosario de francés-español, frases sueltas, el Cuaderno de Casali); o siendo cuentos otros mismos, perdidos todos en una computadora y que nunca conoceremos. Pero a la vez están los cuadros elegidos, y los no elegidos, y las tapas que fueron pinturas y dibujos inamovibles, sintonizados también desde un deseo familiar alerta y solidario con la aventura de esta obra y, fundamentalmente, con la apuesta de una edición que reordenó, rearticuló y completó estas páginas tantas veces como fueron creciendo los hallazgos.
Grampas, pegaduras y papeles han acompañado a Juan Conitzer de tan diferentes maneras que ni el libro abierto de todos los días, ni esa manera en que dos dedos dicen adiós en un instante tachado mil veces, se equiparan al modo inaudito donde La Paz y el Universo vuelven a ser un momento de atoramiento y semilla.



sábado, 27 de junio de 2015

Entrevista

Javier Moro: literatura para
hacer revivir la verdad

El escritor español, que será uno de los principales invitados de la próxima Feria del Libro paceña adelanta, en una entrevista exclusiva, sus intereses, búsquedas y tendencias literarias y se aventura a augurar una buena “historia boliviana” que le lleve a un próximo libro.



Añadir leyenda
Martín Zelaya Sánchez

Escribir fue siempre su vocación y oficio, pero recién pasada la mitad de su vida -a la edad en que ya muchos están consolidados en su carrera- Javier Moro empezó a escribir novelas, a explorar el infinito mundo de la ficción.
Apenas unos lustros antes de ganar el Premio Planeta, -hace cuatro años, a sus 56- uno de los galardones literarios más tradicionales y mejor dotados económicamente en el panorama hispanoamericano, Moro descubrió el verdadero filón de su pasión por las letras: la reconstrucción.
Así, como un “recreador de historias”, se describe este exitoso autor que será el invitado principal de la XX Feria Internacional del Libro de La Paz que se efectuará entre el 5 y el 16 de agosto próximos.
Hablando de literatura policial en específico, y de métodos literarios o costumbres a la hora de encarar el proceso creativo, en general, no pocos autores -Borges, para empezar- compararon la labor de un escritor con la de un investigador, un detective.
Primicia aparte –por la información de su llegada y por la entrevista que Moro nos concedió- tenemos la posibilidad, en los párrafos que siguen, de conocer la impronta y los afanes de un verdadero sabueso, un apasionado “historiador de realidades y ficciones”, si se permite este término.
Y es que eso es lo que hizo el autor en las ocho novelas que publicó en los últimos 23 años –la última presentada hace pocas semanas en Madrid- se valió de casos reales, casi siempre destacados episodios históricos sociales, para armar novelas que además de tener gran aceptación entre los lectores, se consolidaron -desde la primera que reconstruye los últimos días del famoso líder de los caucheros brasileños, Chico Mendes, hasta la más reciente que cuenta la increíble aventura de los pioneros navegantes que lograron popularizar la vacuna contra la viruela- como valiosos testimonios y homenajes a héroes anónimos que, como sabemos, son los más importantes.

- Publicó su primera novela a los 37 años, luego de dedicarse a la investigación, el audiovisual y el periodismo. Intuyo que no estaba en sus planes volverse un escritor de ficción, ¿cómo fue asumiendo esta vocación?
- Yo siempre he escrito. Empecé a publicar artículos de viaje a los 17 años en el “Dominical” de ABC. Luego hice guiones de cine, colaboraciones en prensa… y a los 35 años, después de vivir varios años en Hollywood escribiendo para cine, decidí escribir novelas en mi propio idioma, en español.
La literatura fue para mí una liberación porque en el mundo del cine uno siempre depende de los demás ya que cualquier proyecto exige la aportación de mucho dinero. Investigar para Senderos de libertad -mi primer libro- con un roturador y un bloc de notas, eso era para mí la libertad. Tuve la suerte de que funcionó lo suficiente como para seguir publicando… y así hasta hoy.

- Un rápido repaso a las temáticas de sus novelas refiere claramente a su biografía: viajes a lugares “exóticos” que marcaron su niñez, y estudios superiores en historia y antropología. ¿Cuánto de esas experiencias de vida hay en sus libros de ficción?
- El exotismo es lo cotidiano de los demás. Por mi formación de antropólogo siempre me han interesado las culturas distintas. Nunca he escrito literatura de viaje, mis libros son recreaciones de historias verídicas que han ocurrido en un lugar concreto. Me apoyo en una documentación exhaustiva, y allá donde me falta documentación, tengo que recurrir a la imaginación.
¿Cuánto hay de mí o de mis experiencias hay en mis libros? Bastante. Y es lógico, no se puede separar la visión del escritor de su propia persona, de sus circunstancias, de su lugar en el mundo.

- ¿Halla algunos paralelos entre su obra, y la de Le Clezio –el francés ganador del Nobel, y otro viajero incurable-, y Kapuscinski, maestro del periodismo investigativo y literario?
- Francamente no. Repito, lo mío no es literatura de viajes. Yo investigo y escribo al servicio de una historia. Una historia que ha ocurrido, y que intento reconstruir. No uso el método del historiador, sino el de la literatura, para acercarme a una verdad, para hacerla revivir. 

- ¿Y entonces cuánto de ficción tienen sus novelas? ¿Por ejemplo, en qué parte de la reconstrucción que hace sobre Chico Mendes, para Senderos de libertad, entra lo ficticio, lo novelesco?
- La ficción está en los diálogos, sobre todo. En las intimidades de las historias de amor. En algunos personajes que en realidad son un compendio de dos personajes reales. Cuando me pongo en el lugar del personaje e intento pensar como él lo hubiera hecho, eso es ficción. Aunque yo prefiero la palabra dramatizar.
En Senderos de libertad, he dramatizado la historia de Chico Mendes. Encontré uno de los pistoleros a sueldo que fue contratado para eliminarle pero que al final se echó atrás, y ese personaje es el elemento clave de la dramatización.

- Acaba de publicar A flor de piel, otra obra asentada en un hecho real pero de cariz inverosímil. ¿Qué le atrapó de esta aventura crucial para la historia de la medicina, por qué eligió ese suceso para novelar?
- Porque es una gran gesta humana, y es muy desconocida. Y es original: que la responsabilidad de difundir la vacuna por el mundo recayese en los hombros de los seres más frágiles de la sociedad -unos niños huérfanos- no deja de ser extraordinario. Y lo mejor, es que aquel viaje les salió bien. Hay tantos episodios negros en la historia de España que este me pareció digno de saberse.

- Evidentemente Asia es muy especial para usted –ambienta allí seis libros-, y después Sudamérica, sobre todo Brasil. ¿Qué tiene que tener un país, un lugar para que le cautive?
- Mi principal interés es una buena historia; lo demás importa poco. Independientemente de eso, me gusta mucho la India porque es un mundo más que un país. Un lugar donde se vive en varios siglos simultáneamente.
En principio, todo me interesa. Bolivia me interesa; ojalá pudiera encontrar una buena historia que tuviera a Bolivia de escenario, para así volver muchas veces.

- Es, además de autor de ficción, guionista y productor de cine. ¿Cuán compatibles son para usted los lenguajes literario y cinematográfico?
- No me gusta escribir guiones, y no creo que escriba más. Es pura estructura, estás muy constreñido en el tiempo y si luego no encuentras a nadie que quiera invertir una suma de dinero colosal, aquello no hay quien lo lea y se queda para siempre en un cajón. Un libro tiene vida propia.

- Visitará Bolivia por primera vez. ¿Qué expectativas tiene? ¿Qué conoce de este país, qué quieres conocer?
- Me gustaría conocerlo todo, pero tengo poco tiempo. Me gustaría ver Potosí, Sucre y el Salar de Uyuni. Si me da tiempo, hacer una escapada a Cochabamba para ver el libro de la Catedral donde está registrada la muerte de uno de mis personajes, el doctor Salvany.

- ¿Qué tipo de literatura le interesa leer últimamente, y cuáles son sus libros y autores de cabecera de siempre?
- Leo de todo. Me gustan las buenas novelas históricas -este año he descubierto a Hillary Mantel y acabo de leer una novela muy bonita y bien escrita que se llama El miniaturista- y también la no ficción.
He releído hace poco Belmonte de Manuel Chaves Nogales, un gran autor español y no lo bastante conocido. Un autor que me gusta mucho es William Daláymple.
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A flor de piel
(Fragmento)

Javier Moro

I
La joven se abrió paso a empujones entre las bestias apretujadas en la entrada de su casa siempre en penumbra. Aparte de la peste habitual a orines, a sudor animal y a paja mojada, un tufo a mandrágora la puso sobre aviso. “¿El médico?”, se preguntó extrañada. Sólo se oía el resuello de la vaca y el piar de los polluelos que picaban el suelo afanosamente. Ninguna voz, ningún sonido humano, ningún ladrido salía del interior de la casa usualmente atestada de animales y gente. “Qué raro”, pensó Isabel.
Sabía que su madre estaba dentro, porque guardaba cama. Así que depositó en un altillo el manojo de berzas que su padre le había encargado recoger, se quitó los zuecos sucios de barro y empujó el portón. Olía a humo, a humedad y a rancio.
Entornó los ojos, que tardaron unos segundos en adaptarse a la oscuridad. El haz de luz que se filtraba por una grieta en uno de los muros le hizo descubrir, para su sorpresa, que toda la familia estaba presente en esta sola habitación que hacía de establo, cocina, pocilga, dormitorio, salón y hasta de enfermería.
En el catre de madera lleno de paja cubierta con una sábana de estopa, donde solían dormir todos juntos, yacía bocarriba una mujer de mediana edad que parecía una anciana. Su madre. La Ignacia. La que no paraba de trajinar, la que animaba a los demás, la que no se amedrentaba ni por el frío ni por el hambre, la que parecía inmortal. Sin embargo, llevaba tres días con calentura, escalofríos, vómitos y convulsiones. Isabel se asustó al ver que le habían salido manchas rojas en el rostro.
Arrodillado en el suelo, con un rosario en la mano, el cura don Cayetano Maza, un hombre grueso con mejillas encarnadas, mascullaba una oración. A Isabel se le revolvió el estómago. El párroco no solía entrar en las casas, no le gustaba restregarse ni con la pobreza ni con la enfermedad. La última vez que lo hizo fue cuando vino a bautizar al hermano recién nacido, pero cuando llegó, el bebé ya había muerto.
—¿Madre? —preguntó Isabel con voz trémula.
Vio que sus hermanas pequeñas, María y Francisca, lloraban en silencio. Juan, el mayor, contemplaba absorto el cuerpo yacente; a su lado estaba su padre, Jacobo Zendal, un campesino fibroso de piel curtida y arrugada, que levantó la vista hacia su hija. Tenía los ojos hinchados, febriles.
—¿Qué pasó? —preguntó Isabel.
En vez de contestar, el hombre le devolvió una mirada de impotencia. A su lado, la tía María, hermana de su madre, se encogió de hombros. El pequeño que llevaba en su regazo estiró los bracitos hacia Isabel, que le hizo un gesto de ternura.
—Viruela —dijo el médico—, viruela maligna.
Isabel paseó la mirada por su casa, que ni siquiera disponía de chimenea. El techo, las paredes y las vigas estaban negras de hollín. Sobre la cocina de leña se apilaban un par de cazos, un montón de platos, cucharones de madera y un cesto con ciruelas; dos cántaros, una silla y multitud de aperos y herramientas estaban desperdigados por el suelo, donde una cría de cerdo y varios polluelos deambulaban a su antojo. Isabel reparó en la rueca apoyada contra la cocina, esa rueca para hilar lino que no faltaba en las casas de Galicia y que había sido la inseparable compañera de su madre, y entonces, de pronto, tomó conciencia de la realidad. Su madre acababa de fallecer. Era el jueves 31 de julio de 1788. (…)
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Hoja de vida

Escritor Javier Moro Lapierre, nació en Madrid el 11 de febrero de 1955. Desde muy joven, viajó con su padre a países de África, Asia y América, experiencias que marcaron su vida y su vocación. Entre 1973 y 1978 estudió historia y antropología en la Universidad de Jussieu.

Trayectoria Colaborador asiduo en medios de prensa españoles y de otros países, ha trabajado como investigador en varios libros de ciencias sociales, y ljuego incursionó en el audiovisual, coproduciendo documentales y películas como Valentina y 1919: Crónica del alba.

Obra Senderos de libertad (1992), El pie de Jaipur (1995), Las montañas de Buda (1998),
Era medianoche en Bhopal, (2001), Pasión india (2005), El sari rojo (2008), El imperio eres tú (2011), A flor de piel (2015).


domingo, 7 de junio de 2015

Música

Bolero de caballería: la historia
boliviana en clave de melancolía

Música de guerra, música militar, música de entierros y de conflictos políticos. Jenny Cárdenas lanza Historia de los boleros de caballería: dos libros y tres CD, una investigación que reconstruye el origen, la esencia y trascendencia de este género musical genuinamente boliviano.



Martín Zelaya Sánchez

No sé cuán buena idea fue poner de fondo El terremoto de Sipe Sipe para redactar esta entrevista.
Recuerdo que de niño, mientras correteaba en el patio y jardín de la casa de los abuelos, de cuando en cuando en la radio -permanente compañera en las tardes familiares- ponían éste y otros boleros de caballería que instintiva e inconscientemente siempre asocié con el dolor, con la derrota.
Alguna vez, en charlas de cerveza con el escritor Juan Pablo Piñeiro, nos enfrascamos en emotivos elogios a esta música cien por ciento boliviana, y arriesgamos -sobre todo yo, profano total en el tema- conceptos, orígenes y esencias.
No hay por qué seguir a tientas. Jenny Cárdenas, una de las mayores cantantes y músicas bolivianas está a punto de presentar un trabajo monumental -su tesis doctoral- que llenará enormes vacíos de información e historia, pero sobre todo -creo y espero- permitirá reponer en los primeros planos del imaginario social un patrimonio cultural que aunque nunca desapareció del todo, nunca, tampoco, tuvo el espacio y consideración que merece, al menos públicamente.
Empecemos por lo básico. ¿Qué es un bolero de caballería?, le preguntamos, y Jenny responde: “es un género musical existente solo en Bolivia. Es una pieza musical melancólica y lenta que -enraizada en una vertiente prehispánica, de yaravíes y otra más criolla, de tristes- tiene una presencia principal en el repertorio de las bandas militares de música”.
Historia de los boleros de caballería, el monumental trabajo de Cárdenas, que se presentará la siguiente semana en Cochabamba y pronto en La Paz, consta de dos libros: el tomo central en el que se desarrolla la investigación, y el segundo tomo en el que se recogen 30 partituras para banda y 52 para piano, muchas de ellas reconstruidas por la autora.
Pero además, tres CD: con partituras y audio, con colecciones de discos de 78 y 33 RPM, y el tercero titulado Música política y confrontación social en Bolivia, tal cual refiere el subtítulo general del trabajo.
Violeta Parra recorrió Chile de punta a canto con su guitarra y sus cuadernos de notas. Entrevistó a cientos de viejos cantores y narradores orales y logró lo que parecía imposible: reconstruir buena parte de la identidad del folklore chileno.
Salvando las distancias en alcances y logros, con esta labor con los boletos y su anterior investigación de la música en la Guerra del Chaco, Jenny traza las bases para que al menos una parte sustancial del patrimonio musical boliviano salga del ostracismo y del peligro de extinción.

- ¿Cómo, dónde, cuándo se originan los boleros de caballería?
- El origen español de los boleros se pierde en el tiempo, alrededor de la primera mitad del siglo XIX para servir de estructura a un género musical extraordinario que ha servido de indeleble pero persistente telón de fondo de los hechos trascendentales de la historia de Bolivia.
Llega desde España, como expresión de la música popular; la más temprana noticia del bolero en la flamante república boliviana, es a propósito de la segunda función que se ofrece en el apenas inaugurado Teatro Municipal de La Paz, en 1845, en el que se baila un bolero o boleras con guitarra y canto, castañuelas y palmas.

- Desde el subtítulo de tu libro, adviertes que éste es un género musical indisolublemente ligado a la historia boliviana y a los contextos políticos y sociales ¿Por qué? ¿Cuáles son sus principales características… hubiera sido posible sin la guerra?
- Hubiera sido posible sin la guerra, pero difícilmente sin el Ejército; es desde las bandas militares de música que se difunde -masivamente en medio de las retretas- pero fue también tocado en las celebraciones religiosas, a través de los armonios de las iglesias.
Está ya presente en la Guerra del Acre como una forma, una estructura musical definida, madura. Se compone, por ejemplo, un bolero que titula Víctimas del Acre; y el famoso El terremoto de Sipe Sipe se compone en 1907, es decir, está ya identificado con la tragedia, de las guerras y del sufrimiento a inicios del siglo XX.
La Guerra del Chaco es, entonces, el escenario más propicio -por decirlo de alguna manera- para que ancle, se enraíce en el alma, en la memoria de toda la gente que asistió, como actor directo, o como familia o sociedad en que ocurría esa guerra.
Y de allí, siguió acompañando toda confrontación social  inclusive si no había muertos- para significar que estaba sucediendo un hecho de violencia política.

Cito acá, para complementar, y porque es parte de uno de los más esclarecedores capítulos de la investigación: “Los boleros eran descritos con esa connotación, la nostalgia, desde sus tempranas apariciones en el siglo XX. Si por una parte eran vistos como expresión artística y tenía este atributo a consideración de las élites civiles, desde la percepción militar y con seguridad desde la percepción del pueblo, el bolero era en sí mismo ‘la memoria’ de los hechos históricos (…) La conjugación de ambos aspectos, la melancolía en el marco de las despedidas de quienes iban a la guerra, le otorgaba ese carácter tan particular y único”. (Pág. 171)

- Háblanos un poco del trabajo de campo, metodológico, ¿cómo fue la investigación?
- Fueron las entrevistas las que inicialmente me dieron la pista para empezar a buscar información; la bibliografía, necesariamente, complementa, refuerza o abre nuevos temas; sin embargo, la etnografía ha sido fundamental; asistir a las celebraciones de Todos Santos, los velorios, las procesiones en Tarata, Punata, Sipe Sipe, y aquí mismo en La paz.

- Aparte del gran valor de tu investigación como tal, un aporte extraordinario es la recuperación de decenas de boleros de caballería, grabaciones casi desconocidas… ¿cómo fue esto posible?
- La verdad, cada bolero que iba encontrando era causa de asombro y, claro, una fiesta -un fetichito más, como diría mi amigo Jesús Durán-; en muchos casos tuve que restaurarlos, son alrededor de 100 boleros de caballería y muchísimos yaravíes y tristes.
Entre las fuentes están, principalmente, los archivos personales de los músicos de bandas; la discografía de 78 rpm que fui comprando en estos 10 años de investigación, además de discos de amigos y casetes, algunos publicados, algunos que encontré en mi trabajo sobre la Guerra del Chaco, como Brigada fantasma de Rigoberto Sainz y Gloria a los héroes del Chaco, de Medardo Villafán.

- Un antecedente directo de este trabajo es tu investigación sobre la música de la Guerra del Chaco. Imagino que fue entonces que surgió la idea de trabajar sobre los boleros de caballería.
- Efectivamente, a pesar de que había escuchado en diversas ocasiones los boleros de caballería, al estudiar la música de la Guerra del Chaco comencé a tomar conciencia de esta música tan especial; puntualmente, El terremoto de Sipe Sipe y Despedida de Tarija estaban insolublemente ligados al Chaco.
Esto por una parte, pero también me daba cuenta de que estaba en las convocatorias de los sindicatos: la COB, maestros, mineros, etc.

- Está la Jenny académica y la Jenny música, cantautora. Por supuesto que este es un estudio riguroso, ¿pero cuánto de la sensibilidad de artista, de amante de la música hay en el trabajo? ¿En qué te ayudo esta faceta?
- Los boleros son una joya de la música boliviana; personalmente creo que la canción de protesta, una de las expresiones con que me identifico, encuentra también un horizonte en esta historia de los boleros de caballería; y de una manera natural, arte-música y significado-símbolo-mensaje, se unen.
Verdaderamente, tengo una gran pasión por la historia, y más aún si está tan relacionada con la música, como en este caso. Es una gran satisfacción tener esta oportunidad de hacer un estudio en el que hay una gran convergencia.

Cada entierro de un excombatiente del Chaco o de algún ciudadano notable, cada retreta dominical -cada vez más infrecuentes- o cada vez que pillo un documental sobre las dictaduras y la recuperación de la democracia, se agolpan los recuerdos de la infancia con los abuelos… aunque ahora, mientras suena por enésima vez El terremoto de Sipe Sipe, me percato que la mente -acaso procesando la información hojeada en los libros de Jenny- produce además otras imágenes: soldados marchando a la guerra, madres y novias llorando inconsolables.



Los grandes cultores
“Los principales compositores están en dos generaciones: la del medio siglo XIX y la siguiente -la que llega hasta los 50 del siglo XX. Entre los primeros, sin duda está Mauricio Mansilla y Francisco Suárez; de la segunda generación, Teodoro Rodríguez, Daniel Albornoz, Saturnino Ríos y Adrián Patiño Carpio, pero entre otros muy buenos compositores se deben mencionar a José V. Zavala, Alfredo Aguirre y Rigoberto Sainz, remarcando que todos pertenecieron al ejército, como adjuntos en su mayoría”.

Las grandes “joyas” recuperadas
“¿Joyas? Joyas son todos… amo estos boleros; pero con nombre: Tiahuanacu y Hombres de a caballo de Francisco Suárez, son hermosos y claramente muestran en el título esta relación con temas del país, con una idea romántica del heroísmo, la valentía, lo ancestral. También Vesperal, de José Lavadenz -contemporáneo de Roncal y Valda-; La llegada del tren a Tarata, gran bolero de Albornoz -el compositor de El Terremoto de Sipe Sipe; Caballería que viene, de Alfredo Aguirre; El pequeño clarín, de Patiño; La inundación de Santa Bárbara, de Teodoro Rodríguez… en fin son tantos y en su mayor parte, son muy buenos ¡todos!


La música del umbral

Juan Pablo Piñeiro

No es necesario ser un músico eximio para entender enseguida, cuando uno escucha un bolero de caballería, de que se trata de un género musical boliviano, de un género que ha brotado en nuestras tierras.
El hilado musical es inconfundible y salta al oído de cualquiera que escuche estas tonadas. El compás andino tejido con la melancolía del metal, une lo magnífico y lo triste como si uniera la vida y la muerte.
El hecho de que se llame bolero de caballería confunde a mucha gente, aunque lo de “caballería” está claro: este género musical despidió y recibió a los soldados bolivianos en varias de las guerras en las que hemos participado. La caballería compuesta muchas veces por jóvenes voluntarios se despedía de su tierra y de su vida para abandonarse a la guerra.
Lo que sí se confunde es su calidad de bolero porque uno no puede identificar este género en la cadencia del bolero de caballería. Quizás esa fue la forma de nombrarlo en esa época, porque es evidente que más parece un triste o a veces hasta un huayño. Aunque yo no sé mucho de música. Lo que sí sé es que mis compositores favoritos son Saturnino Ríos y Daniel Albornoz, justamente porque las piezas que más me conmueven son Despedida de Tarija y El terremoto de Sipe Sipe.
No hay día en que no se escuche El terremoto de Sipe Sipe en alguna ladera de la ciudad de La Paz. Me imagino que sucede lo mismo en varios departamentos del país. No hay día en que no suene este bolero de caballería porque no hay día sin muerto.

Siempre hay alguien. Siempre alguien es despedido. Y el compás que lo despide es el del bolero amplificado por la cuadrafónica ubicación de las laderas. El bolero de caballería destila un misterioso destino, es uno de los pocos géneros que se escuchan al mismo tiempo en el mundo de los vivos y en el mundo de los muertos. Es un gran privilegio. Es la despedida de la vida. Es la bienvenida a la muerte. Es la música del umbral. 

sábado, 23 de mayo de 2015

Nota de apertura

Carlos Yushimito, contra la
pérdida de ambición en la literatura

De su especial interés por el estilo, el trabajo duro con el lenguaje; de sus motivaciones a la hora de armar un libro con tres antiguos relatos para publicarlo en Bolivia; de su optimismo por las letras bolivianas y de su especial lazo con el cuento habla el escritor peruano que estará en La Paz en agosto para la Feria del Libro.

 
Ilustración de Daniela Rico.
Martín Zelaya Sánchez

¿Importa más el cómo que el qué? No necesariamente, pero definitivamente sí por igual, al menos.
Dice Carlos Yushimito: “gran parte del desdén que sentimos por el estilo -al que se asocia, yo creo que irresponsablemente, con la moda o con gestos elitistas- proviene lamentablemente de la pérdida de ambición; pensamos que ya todo está hecho, que no podemos aspirar a la sorpresa ni a la originalidad”.
Dice Antonio Vera: “el de Yushimito es un libro que por sus características tiene tanto valor por el texto como por su carácter de objeto elaborado con minuciosidad y detalle. En ese sentido, nos sentimos identificados con su prosa, trabajada también con obsesivo y detallado cuidado”.
Yushimito es uno de los más destacados escritores peruanos de la nueva generación. Vera es el editor de La Perra Gráfica, y el libro es Rizoma, una colección de tres cuentos -no inéditos pero pensados como un todo especialmente por el autor para esta edición boliviana- que se presentará en la Feria Internacional del Libro de La Paz que en agosto tendrá al limeño como uno de sus principales invitados.
Feliz coincidencia de sellos característicos: el de un autor que elabora y reelabora cada palabra, frase, párrafo siempre pendiente de una alta estética; y el de una casa editora que en su corta vida -este será su cuarto título en dos años- innovó el mercado nacional con ediciones de colección, de lujo, en las que lo visual no desmerece en nada el contenido.
“La Perra Gráfica –considera Carlos- además de tener editores serios y cuidadosos, le añade un valor gráfico y material al texto, lo que me parece un lujo y una salida valiente en estos tiempos de sobreproducción e inevitable despersonalización de la actividad literaria”.
Y añade: “Aunque es importante la tarea de divulgación y circulación que tienen las editoriales, a veces es bueno recordar el valor de las ediciones limitadas, que añade otro tipo de relación con el lector que es urgente recuperar, no solo en la literatura, sino también en otros ámbitos de la cultura”.
Pero volvamos a Rizoma. En palabras de Vera, es “un conjunto de tres relatos: Rizoma, Los que esperan y Los bosques tienen sus propias puertas, publicados antes como parte de otras colecciones, y que han sido reunidos en un solo volumen porque los articula una atmósfera apocalíptica”.
En sus palabras, Yushimito coincide, pero amplia el concepto. “Diría que hay un componente apocalíptico o distópico que anima los tres relatos. Me encantaría que esta intención produjera lecturas distintas, que fueran leídos como variables posibles sobre la destrucción íntima de las personas o de la comunidad, no necesariamente de forma literal”.

- ¿Cuál es el criterio de Rizoma, qué hila o enlaza los textos incluidos? Todos fueron parte de otros libros, ¿por qué armar uno nuevo con estos?
- A partir de mi segundo libro me pareció interesante reunir historias, no solo a través de una coherencia grupal interna, sino también a partir de la naturaleza aleatoria de cada cuento.
Es decir, que cada cuento fuera como un bloque de Lego que mantuviera su autonomía, pero al mismo tiempo permitiese construir estructuras variables. Los libros pasan a ser así más que unidades inalterables (títulos, índices, versiones de los propios cuentos), combinatorias; y un autor presta más atención a su obra, en general, que a sus libros. Además, como fue el caso de Rizoma, hay temas que recién se comunican a partir de épocas y criterios distintos a los que originalmente tuvieron.
Armar este tipo de libros permite que no solo las historias sino también todo un proceso de escritura renueve cada tanto su dinámica.

- Más allá de la temática, entiendo que te interesa mucho el trabajo en el lenguaje. ¿Cuáles son tus búsquedas e intereses en cuanto al manejo de la palabra, al estilo?
- Sí, pero más que hablar del lenguaje deberíamos hablar de la mirada, del modo que tenemos de mirar las cosas. El lenguaje es solo uno de varios artificios que materializan la sensibilidad que rodea la experiencia humana; y es cierto que últimamente nos interesa mucho más la acumulación y la información de datos y experiencias que la contemplación de las cosas.
Gran parte del desdén que sentimos por el estilo -al que se asocia, yo creo que irresponsablemente, con la moda o con gestos elitistas- proviene lamentablemente de esa pérdida de ambición; pensamos que ya todo está hecho, que no podemos aspirar a la sorpresa ni a la originalidad.
Formalmente, a mí me fascina el Lugones que afirmaba que toda palabra es una metáfora muerta. Pero hay muchas maneras de reanimar el lenguaje más allá de las metáforas.

(No resistimos la tentación de copiar acá una frase de Sebastián Antezana que en esta misma edición reseña no solo dos de los tres cuentos de Rizoma, sino ante todo el aporte global de Yushimito. Sobre el manejo del lenguaje en función a las tramas de éstos cuentos (¿o viceversa?), dice el narrador boliviano: “¿es, acaso, cada desplazamiento de lenguaje, un producto monstruoso? ¿Es la literatura, efecto particular del lenguaje, gesto ficcional, un discurso bestial?).  

- Leí por ahí que algunos consideran que tu estilo puede asemejarse a Lezama Lima, un rara avis en tiempos del boom; otros que tu prosa es más tendente a lo barroco, y va en contramano de una tendencia general de narradores latinoamericanos que optan más bien por sintetizar el lenguaje, por la economía de palabras. ¿Qué piensas de todo esto?
- Mira, cuando Faulkner recomendaba que lo leyeran una cuarta vez si no lo entendían a la tercera, lo que estaba haciendo, en realidad, era interceder por una labor pedagógica de la lectura.
Para poner un ejemplo algo prosaico: cuando vas al gimnasio y ejercitas tus músculos tarde o temprano terminas por encontrar liviano lo que al principio te parecía pesado. Lo mismo ocurre con la lectura. Hay escrituras que exigen más esfuerzo al lector; pero muchas veces también ese nivel de exigencia es tan solo una cuestión de hábitos en el lector mismo.
Lo que es para uno dificultoso es para otro, digamos, un problema promedio. Dicho esto, ahora parecemos asociar inmediatamente cualquier dificultad para leer con el modelo formal barroco que es, precisamente, su exceso: un despilfarro de energía o de medios, tal como decía Jorge Luis Borges. Pero una cosa no es igual a la otra. Borges también decía que la lectura debería ser, ante todo, un acto de felicidad. Es un error pensar que la felicidad proviene únicamente de las cosas simples. Hay allí una perversión que no se limita, lamentablemente, a la literatura, sino a la vida en general.

- ¿Eres cuentista cien por ciento? Al menos, en cuanto a publicaciones, sí. ¿Por qué el cuento? ¿Cuál es tu relación particular con el género? ¿Tienes planes de incursionar en otros?
- Bueno, con respecto al cuento yo tengo una postura cada vez más militante. En primer lugar, porque la “gente importante” del sistema literario parece considerar que el cuento merece morir lentamente porque ya no es un “producto” rentable. Eso, por supuesto, tiene ciertas ventajas y desventajas para un cuentista; pero un hecho inevitable es que el cuento, no ya formalmente, sino materialmente, se acercará cada vez más a la poesía.
¿Son tan incondicionales o desprendidos los cuentistas como los poetas como para aceptar esto? No lo sé. (Ojo que este escepticismo no es mío sino de Joseph Brodsky).
Con frecuencia un buen cuentista se transforma en un pésimo novelista, y un cuento notable, en una novela con sobrepeso. Eso, que no ocurre en la lengua inglesa, sí ocurre en la española; y es claramente un problema del mercado y de los gestores del mercado.
Por otro lado, encuentro preocupante que las personas siguen teniendo ideas demasiado invariables sobre lo que debería ser un cuento: su brevedad, su remate sorpresivo, su narratividad primaria, los conjuntos coherentes, etc. ¿Por qué hemos dejado que el cuento se quede estancado en un territorio tan reaccionario?
Yo soy de la idea de que los decálogos, incluso los escritos por grandes maestros como Chéjov o Ribeyro, hay que cuestionarlos, violentarlos y si es posible contradecirlos. Hace mucho rato que falta una renovación del cuento en lengua española, tal como, sin mucho éxito, intentaron hacerlo Felisberto Hernández, Clarice Lispector o Guimaraes Rosa. Incluso Julio Cortázar.

- ¿Qué te dice Bolivia? ¿Qué conoces de su cultura? ¿Cuáles son tus expectativas de tu próxima visita a La Paz?
- Estoy viajando con una gran voluntad de sorpresa dado que es la primera vez que estaré en Bolivia. Me interesa encontrar un punto de contacto, no tanto de diferencia cultural -esas “marcas” de nuestras comidas o fiestas regionales-, sino de lazos e intercambios que se han ido perdiendo por desencuentros políticos en los últimos años.
Pienso mucho, por ejemplo, en la renovación de las vanguardias peruanas y bolivianas allá por los años 20 gracias al grupo Orkopata, el Boletín Titikaka o Gesta Bárbara, y la figura fundamental de Gamaliel Churata como mediador cultural.

- ¿Y qué de la literatura boliviana? ¿Qué autores y libros conoces?
- La literatura boliviana está pasando por un excelente momento. Hay, ahora mismo, un prestigio contemporáneo bien ganado a partir del balance positivo entre exposición internacional y calidad literaria, cosa que no siempre coincide por lástima.
Edmundo Paz Soldán, Wilmer Urrelo, Liliana Colanzi, Rodrigo Hasbún, Christian Vera, Maximiliano Barrientos, Sebastián Antezana, Aldo Medinaceli, Giovanna Rivero, William Camacho no pueden haber surgido sencillamente por generación espontánea.
Siempre hay hallazgos que uno debe buscar dentro de las fronteras y que, por alguna razón, no trascienden lo suficiente fuera de su ámbito nacional, como me pasó en Colombia con Tomás González o en Ecuador con Huilo Ruales. Por otro lado, tengo mucha curiosidad por encontrar cosas puntuales de Jaime Saenz y Víctor Hugo Viscarra.
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Libros que existen antes de existir

Antonio Vera

Rizoma tendrá las mismas características que las anteriores publicaciones de La Perra Gráfica: una edición limitada, numerada, cuya tapa e ilustraciones interiores van impresas a mano en técnica serigráfica.
Se trata de diseños exclusivos de Daniela Rico, artista gráfica que dirige La Perra Gráfica Taller y que ha realizado diversas exposiciones individuales y colectivas en Bolivia y el exterior.
Como con los tres libros anteriores -Tampoco es sudoku, de Antonio Vera (2014); Estéril, de Marco Tóxico (2014) y Flores, de Mario Bellatin (2015)-, con Rizoma apelaremos al sistema de preventa con la finalidad de que el libro exista antes de existir. Este sistema, que hoy es muy difundido y cuenta con plataformas en internet y hasta con un nombre propio (crow funding), fue utilizado de forma precursora por Mario Bellatin cuando publicó su primera novela en la agitada Lima de mediados de los 80.
En esta etapa de preventa que se inicia hoy con esta publicación, los lectores interesados en el libro pueden adquirir –en las redes sociales de La Perra Gráfica- un bono en el que se consigna el número de ejemplar que le corresponderá cuando se entregue la obra. Este sistema aspira a que el libro se financie antes de su publicación. El costo del libro en preventa es de 100 bolivianos.
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Hoja de vida

Carlos Yushimito Escritor peruano nacido en Lima en 1977. Graduado en Literatura por la Universidad de San Marcos de Lima, ha recibido una Maestría en Estudios Hispánicos en Villanova University, EEUU; y actualmente sigue estudios de Doctorado en Brown University.

Cuentista Ha publicado los libros El mago (2004), Las islas (2006), Equis (2009),
Lecciones para un niño que llega tarde (2011) y Los bosques tienen sus propias puertas (2013).

Trayectoria Fue seleccionado en 2008 como uno de los narradores jóvenes de mayor proyección por Casa de las Américas y Centro Onelio Cardoso de Cuba; y en 2010 por la revista británica Granta entre los 22 mejores narradores en lengua castellana menores de 35 años.

Alcance Fue incluido en antologías de nueve países, varios de sus relatos han sido traducidos al inglés, al portugués, al italiano y al francés, y se han publicado en revistas internacionales como Granta, The Asian American Literary Review (AALR), Alba París, Hueso Húmero, y Review: Literature and Arts of the America.


sábado, 2 de mayo de 2015

Entrevista

Bolivia se incorpora a colección
canónica de poesía hispanoamericana

Donde la nieve y los ríos son míticos se llama la antología de poesía boliviana que Homero Carvalho preparó para la reconocida editorial española Visor. Conozca a los 32 autores seleccionados, los criterios de la compilación y algunas visiones de la poética boliviana y la experiencia de antologación.



Martín Zelaya Sánchez

En el prólogo de la antología Tal vez enigma de fulgor. Cien años de poesía en La Paz, Rubén Vargas escribe: “por fortuna, la poesía no reclama más señales de identidad que las que vienen de su propia naturaleza: el lenguaje y sus múltiples desplazamientos. La identidad regional o nacional de los individuos es un acto de fe o una fatalidad”.
El reconocido crítico de poesía reconoce luego, no obstante, que “por razones editoriales más que estrictamente literarias”, a veces es necesario emplear criterios de delimitación, aún se trate de la poética, acaso el género más genuinamente libre de las letras.
Pues bien, aunque no haya nada más arbitrario y delimitativo que una antología es, paradójicamente, ésta acaso la mejor manera de difundir y promocionar masivamente determinado tipo de creaciones literarias; el caso específico que nos ocupa, es el más claro ejemplo de lo dicho: por fin Bolivia formará parte de uno de los más prestigiosos catálogos poéticos del mundo hispanoparlante, el de la editorial Visor.
Donde la nieve y los ríos son míticos. La poesía del siglo XX en Bolivia se llama el tomo que está a punto de salir dentro de la colección “La estafeta del viento” de la editorial española que encargó la misión de compilar lo más destacado de la poética boliviana a Homero Carvalho.
¿Qué criterios y parámetros tomar en cuenta a la hora de tratar de visualizar lo mejor de la producción poética del país? “En la poesía boliviana del siglo XX -responde Carvalho- es posible trazar algunas tendencias como la modernista, la romántica, la vanguardista y la surrealista, y algunos lugares comunes que, en el caso de los occidentales, son la montaña y la ausencia del mar, y en de los orientales son el río y la selva; así como para los chaqueños lo son los árboles”.
No obstante, la dispersión -sin que se entienda peyorativamente- parece predominar por sobre las tipificaciones convencionales.
Así lo advierte Mónica Velásquez, reconocida poeta y académica. “Si las armas más comunes en estas tareas de selección suelen ser los movimientos y las generaciones, aquí estamos en problemas. (…) Creemos que en nuestro país las tendencias se incorporaron -salvo el modernismo- de manera tardía y crítica. Tampoco es enriquecedor buscar un orden por grupos de escritores o generaciones que marcaron el pulso literario. (…) Creemos que Bolivia sigue siendo un país de autores: solos y variados”.
De todas maneras, por región, época o género, nunca dejarán de haber encasillamientos, compilaciones y, si son para bien de un espacio ámbito no del todo conocido, como la literatura o la poética boliviana, tanto mejor.
A la hora de hallar antecedentes al trabajo de Carvalho, hay que mencionar, claro, a Ordenar la danza. Antología de la poesía boliviana que Velásquez trabajó en 2004 para la editorial chilena LOM; yendo más atrás están el Índice de poesía boliviana contemporánea (1964) de Juan Quiroz, y Antología de la poesía boliviana (1977) de Yolanda Bedregal, entre los más representativos. Homero continúa detallando el proyecto de Visor.

- ¿Qué criterios básicos tomó para la selección de nombres y de poemas?
- Pocas veces una antología de poesía boliviana se publica en el exterior, y en este caso nada menos que en Visor de España, un mítico sello editorial, así que tenía que elegir a lo mejor de lo mejor.
El primer criterio fue el estético, es decir poetas que han logrado construir propuestas de alta calidad. La editorial me pidió elegir a 30 poetas, de los cuales la mayoría deberían ser canónicos y así lo hice.
Pero así como existen poetas canónicos, también existen poemas canónicos, que se repiten en las antologías nacionales como Nacer hombre, de Adela Zamudio; La llama, de Gregorio Reynolds; Siempre, de Ricardo Jaimes Freyre; Habla Olimpo, de Franz Tamayo y Canto al hombre de la selva, de Raúl Otero Reiche; tan famosos que a veces olvidamos quiénes los escribieron.
En esta antología de 500 páginas existe una variada muestra de poemas por autor, con el propósito de brindar una visión representativa de la obra de cada uno de ellos. Los poetas, los poemas y/o prosas poéticas elegidos intentan mostrar a creadores que lograron construir sus propios mundos poéticos. En algunos casos esos mundos tienden puentes entre las culturas europeas y las indígenas, en otros la propia palabra es el mundo; así como la muerte, el sueño, el amor o la vida.

- Mucha gente critica a los compiladores que se incluyen en sus antologías. ¿Por qué decidió incluirse?
- Existen muchas antologías, tanto de cuentos como de poesía, en las que los propios autores se incluyen, te menciono la de Manuel Vargas y la de Pedro Shimose, por ejemplo; en mi caso, modestia aparte, tengo seis libros de poesía y uno de ellos, Inventario nocturno, obtuvo el Premio Nacional de Poesía 2012, además estoy incluido en varias antologías nacionales e internacionales de España, Perú y Colombia. 

- ¿Merecen dos poetas nacidos en los años 80 (Espejo y Alwa), y que por lo tanto desarrollaron su obra luego del 2000, estar en una misma antología junto con los emblemas de la poética boliviana?
- Los editores me solicitaron una selección de poetas del siglo XX, sin embargo, un siglo no se entiende sin aquello que lo precede y sin aquello que proyecta. Además, que en esta antología también intento el rescate de nombres que antes no habían sido considerados como es el caso de Alwa y Espejo que escriben paralelamente en aymara y español.
Abro con Adela Zamudio, la irreverente e iconoclasta poeta cochabambina y cierro con Elvira Espejo, una indígena orureña, paradigma del proceso de inclusión social que vive Bolivia, pues escribe en quechua, aymara y español y es compositora, artista plástica y tejedora.

- Me animo a mencionar a seis autores “poco conocidos” que incluyó: Horacio Rivero Egüez, Ambrosio García Rivera, Eugen Gomringer, Gonzalo Vásquez Méndez, Patricia Gutiérrez Paz, Mauro Alwa. ¿Por qué los seleccionó?
- Porque así articulo Bolivia, incluyendo a poetas de las dos regiones nacionales: los Andes y la Amazonia, algo que muchas antologías no lo hicieron, privilegiando solamente a poetas de la parte andina; he incluido, además de Otero Reiche, a Gutiérrez de Santa Cruz; a Rivero Egüez, Shimose y a Ruber Carvalho, entre otros, de Beni. Es probable que, el día de mañana, algunos de los autores y sus poemas todavía no consagrados sean reemplazados por otros y aparecerá un nuevo antologador que incluirá a los poetas de su preferencia.
El caso de Gomringer es notable porque se trata del creador de la poesía concreta que nació en Cachuela Esperanza, en Beni, y es muy conocido en el mundo menos en Bolivia.

- De la misma manera, me parece que hay varios poetas consagrados que no incluyó, cito solo algunos: Humberto Quino, Guillermo Bedregal, Jorge Campero, Vilma Tapia, Marcia Mogro. ¿Qué puedes decir al respecto?
- Tenía un límite de 30 poetas y logré que sean 32, de los cuales 20 tenían que ser ya canónicos, entonces quedaban 12. Sin decir nombres, puedo afirmar que un par de los que mencionas nunca contestaron mis correos electrónicos y otro me respondió que no le interesaban las antologías.
Sé que no tendré problemas con la inclusión de poetas canónicos, ni con la selección de la mayoría de sus textos; pero sí con la arriesgada apuesta de incluir a algunos de los que aún siguen publicando y dejar afuera a otros.
Las antologías también son un rescate y he incluido a algunos autores contemporáneos que nunca estuvieron en otras selecciones. Toda antología es arbitraria y establece límites espaciales y temporales.

Es casi un lugar común –literariamente hablando- decir que Bolivia es un país de poetas. Y aunque muchos puedan refutar que somos un país de poetas en el que se escriben más cuentos y se venden más novelas (las editoriales no dejan mentir), está claro que muchas de las cumbres de nuestras letras están en la lírica. Enhorabuena entonces por esta gran noticia.
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Nombres, números, variables

Se nos ocurre desgranar un poco el índice de la antología Donde la nieve y los ríos son míticos, que amablemente nos hizo llegar el antologador. Tiene 225 poemas de 32 poetas antologados: 24 hombres y ocho mujeres, cada uno de los cuales está representado con entre tres y nueve piezas.
Al menos 17 son autores canónicos, pues entre otros reconocimientos: vasta crítica positiva y reediciones de sus poemarios, fueron considerados con obras completas o escogidas en la Biblioteca del Bicentenario de Bolivia. Estos son: Adela Zamudio, Ricardo Jaimes Freyre, Franz Tamayo, Gregorio Reynolds, Raúl Otero Reiche, Óscar Cerruto, Hilda Mundy, Yolanda Bedregal, Jaime Saenz, Antonio Terán, Jorge Suárez, Edmundo Camargo, Roberto Echazú, Pedro Shimose, Jesús Urzagasti, Eduardo Mitre y Blanca Wiethüchter.
Pero también hay varios autores con escasa o casi desconocida producción, y otros ya referenciales que fueron excluidos (ver nota central). Y es que a fin de cuentas, como bien lo dice el propio Homero Carvalho, toda antología es arbitraria y nunca se podrá complacer a todos.
Finalmente, con este libro, se completa una prestigiosísima colección La estafeta del viento, de editorial Visor, que recoge compilaciones de los 10 países de Sudamérica y otros de la región, y en la que, por muchos años, solo faltaba una muestra de la poética boliviana. La de Perú, fue compilada por José Miguel Oviedo; la de Cuba, por Víctor Rodríguez Núñez; la de Argentina, por María Ferrari; y la de Uruguay, por Rafael Courtoisie, por citar algunas.
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Los 32 bolivianos seleccionados
Adela Zamudio, Ricardo Jaimes Freyre, Franz Tamayo, Gregorio Reynolds, Horacio Rivero Egüez, Raúl Otero Reiche, Óscar Cerruto, Hilda Mundy, Yolanda Bedregal, Jaime Saenz, Ambrosio García Rivera, Eugen Gomringer, Gonzalo Vásquez Méndez, Jorge Suárez, Antonio Terán Cabero, Edmundo Camargo Ferreira, Roberto Echazú Navajas
Ruber Carvalho Urey, Pedro Shimose, Jesús Urzagasti, Matilde Casazola, Eduardo Mitre
Blanca Wiethüchter, Álvaro Díez Astete, Marcelo Arduz Ruiz, Homero Carvalho Oliva, Patricia Gutiérrez Paz, Benjamín Chávez, Gabriel Chávez Casazola, Mónica Velásquez Guzmán, Mauro Alwa y Elvira Espejo Ayca.
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Prólogo

Homero Carvalho

(Fragmento)

(…) Volvamos al título: Donde la nieve y los ríos son míticos y a mi propuesta espacial de interpretación literaria. El imaginario poético de ciudades como La Paz, Cochabamba, Oruro, Sucre y Potosí es tanto eminente como inminentemente andino, en el que la montaña ejerce una influencia mayor, como los poderosos achachilas que nacieron de los primeros sueños de los seres humanos que habitaron los Andes y de las tempranas raíces cósmicas del imaginario andino; seres sobrenaturales, espíritus protectores de la naturaleza a quienes se les debe rendir culto para recibir sus bendiciones.
Los más potentes son los que se han convertido en grandes montañas de la cordillera de los Andes que poseen imponencias sobrecogedoras, mientras más altas mayor es su poder sobre la tierra y los humanos. En quechua se los denomina apus y el más grande y poderoso es el Tata Sajama.
Esa influencia es notable en poetas como Gregorio Reynolds, Ricardo Jaimes Freyre, Franz Tamayo, Óscar Cerruto y Jaime Saenz, entre otros que dedicaron poemas a las montañas, al altiplano o a sus habitantes. (…)
La montaña en las tierras altas y los ríos en las tierras bajas. Si algo percibimos de los poetas de Europa, cuando hablan de sus ríos es que su poética es filosófica, los ríos son la metáfora del tiempo y de la vida como ya lo hemos señalado. Los ríos para ellos son pensamiento, son abstracción. En cambio para nosotros, el río es la vida misma, real y cotidiana, salvaje como en el caso de los poetas nacidos en la Amazonia y criados en las húmedas llanuras y selvas tropicales.

Por estos lados los ríos son hechos, son palabras, son la madre que nos trajo al mundo, como lo afirma Pedro Shimose (…)

sábado, 14 de marzo de 2015

Entrevista

Catre de fierro: una de kuchus,
tragedias familiares y venganzas

Alison Spedding adelanta detalles de Catre de fierro (Plural, 2015) su nueva novela en la que hace un recorrido velado por los hitos más importantes de la historia reciente del país, a través de una saga familiar y de venganza.

 
Alison Spedding (Fotos: Marco Montellano)
Martín Zelaya Sánchez

A Spedding -que así, con su apellido solamente, firma sus novelas y libros no académicos- le decepcionan la mayoría de los escritores bolivianos de las últimas décadas, pero le encantan dos novelas: La tumba infecunda de René Bascopé Aspiazu y Periférica Blvd, de Adolfo Cárdenas.
A Spedding el cine no le parece un arte “porque requiere de mucho dinero para concretarse, y eso condiciona demasiado”.
A Alison Spedding le apasiona la cosmovisión andina en todas sus categorías y manifestaciones, porque se ajustan a la perfección a la fantasía, la distopía y reformulación de los conceptos clásicos de vida y civilización occidentales, que es lo que en fondo estudia en sus obras antropológicas sociológicas, y explora en sus novelas y relatos.
Si con la “trilogía de Saturnina” -Manuel y Fortunato, El viento de la cordillera y De cuando en cuando Saturnina- exploró en un fantástico aunque verosímil universo futurista, por un lado, y en las variaciones socioculturales que pueden o podrían haberse presentado en el país, reconfigurando por completo su destino, por otro, la autora ahora, en su nueva novela, se enfrasca en una narración muy ambiciosa, de largo aliento y cien por ciento realista, en la que recorre la segunda mitad del siglo XX a través de sus hitos más trascendentales: la revolución del 52 y los cambios sociales que desencadenó, la masiva migración campo-ciudad, el narcotráfico y el neoliberalismo con sus rupturas y consecuencias que aún hoy se viven.
Esto, ojo, lejos de ser una reseña o comentario de Catre de fierro, es simplemente una inferencia tras leer tres capítulos -saltados- de la novela de más de 500  páginas que Plural Editores sacará a fines de este mes; pero también, tras una conversación de algunos minutos con la escritora.

- En El agenciador de kuchus, primer capítulo de Catre de fierro, habla de la “costumbre” de enterrar vivas a personas en los cimientos de los edificios o grandes construcciones. ¿Cuánto de real y cuánto de mito urbano hay en esta práctica?
- Siempre he escuchado historias, como la de que un trabajador del Servicio de Caminos desapareció y su familia acusó a empresarios de que lo enterraron en los cimientos de un puente en la carretera a Nor Yungas; o el caso de una persona del altiplano a la que le habrían enterrado en la Autopista y después apareció su mujer a reclamar… Y dice que en el monoblock de la UMSA son cuatro (los sacrificados), aunque nunca se han aclarado estos casos.

Capítulo 1
(El agenciador de kuchus – fragmento)
“Le hemos acomodado contra la pared, se ha quedado roncando. El Matías ha llamado a los ingenieros a ch’allar la mesa con puro, en nombre de su empresa, de los bancos, tirra awicha, achachilas, anchanchus, saxras… Los albañiles también y luego el sereno. Ese sí ch’allaba con afán. Al fin él se iba a quedar allí a dormir todas las noches, ¿no? A mí me había dado lo que quedaba de la retama, para amarrarla en cuatro ramitos con un caito negro. Me ha dicho que prenda dos en sus hombros del borracho y las otras dos, en sus bolsillos. El ingeniero miraba su reloj. El Matías ha hecho tres señales de la cruz al revés, sobre su mesa, lo ha envuelto en el papel y lo ha metido a su pecho del borracho, dentro de su camisa…”.

Pero a las dificultades por el entreverado español de la autora –pese a las casi tres décadas que viven en Bolivia- su buen humor y predisposición, ayudan al éxito de la charla. Poco a poco uno se da cuenta de que en la mente de Alison convergen el inglés, el castellano y el aymara, no sólo a la hora de pensar-hablar en uno u otro idioma, sino fundamentalmente en sus concepciones y lógicas de razonamiento británicas, latinas y andinas.

- ¿Piensa en inglés, en español o en ambos idiomas?
- Pienso en los dos idiomas, en diferentes momentos. Para este libro ya fue diferente, pero en la trilogía que lo precede, sobre todo en Manuel y Fortunato, yo emprendí una escritura paralela, en inglés y en castellano… pero después me he dado cuenta de que para hacer eso están los chicanos (estadounidenses de ascendencia mexicana) y me he dicho “quién mierda va a leer en inglés” y he terminado solo en castellano.

- ¿Y qué del aymara?, porque en sus textos se reconoce el dominio de la gramática aymara, y del modo de pensar de los aymaraparlantes, y cómo esto se traduce en su habla en español.
- Bueno, eso viene desde El viento de la cordillera (segundo de la trilogía), pero en realidad viene sobre todo de anteriores estudios antropológicos. Una vez un colega me dijo “esto es apropiación”, y yo le dije que no, que más bien es reconstrucción de memoria.

- Volviendo a la novela, cuenta que el título Catre de fierro se le vino a la mente en la cárcel (estuvo presa en los 90). ¿Fue una especie de epifanía con el nombre solamente, o ya tenía en mente el tema y la historia de la novela?
- Tenía ya vagamente una idea, pero no exactamente de lo que quería. Las primeras novelas que publiqué hace muchos años en Inglaterra –y un poco las primeras que escribí en castellano- eran de fantasía y se me ocurrió que debía cambiar.
En la “trilogía de Saturnina”, una es histórica, una thriller y otra es ciencia ficción… Y bueno, el caso es que cuando escribía Catre de fierro tenía toda la idea de que era simplemente una saga familiar, y recién cuando la estaba terminando me di cuenta de que en realidad es ante todo una tragedia de venganza.  

- ¿Se asemeja entonces a un policial o a una novela negra?
- No, no. Es una novela bien realista, una tragedia de venganza, repito, y siempre con algo de fantasía, como en toda historia alternativa. Y es una saga familiar –en realidad de dos familias- que empieza en los años 40 y termina a fines de los 90.

Veamos un extracto que refleja una faceta de la Bolivia aún republicana, cuando –años antes de la revolución nacional- el regía todavía el pongueaje.

Capítulo 3
(Podría decirte lo que realmente pienso - fragmento)
Desde que el niño Alexis entrara al colegio en La Paz, la patrona había decidido que Jorge ya no podía dormir en el mismo cuarto. En La Paz tenía que dormir debajo de las gradas, en la casa de Miraflores; cuando volvían a Saxrani en las vacaciones, tenía que tender unos cueros de oveja en el pasillo de los altos, en el segundo patio. El niño lo llamaba para conversar en cualquier rato, pero llegado el momento de descansar tenía que salir al pasillo, al lado de la puerta siempre, por si acaso el niño lo llamara en la noche. Las tablas de la puerta no eran tan justas, había una rendija por la que se veía si había luz dentro. A veces, el niño se dormía con la luz prendida. No se acostumbraba a trancar la puerta desde dentro. Jorge miraba. Si veía al niño bien dormido, entraba de puntillas y soplaba la vela, para que no se gastara sin motivo. Por eso miraba siempre, todas las noches. La patrona le había ordenado hacerlo.
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Spedding y Alison Spedding

- ¿Cómo ha evolucionado como novelista, desde los libros juveniles que publicó en Inglaterra en los 70 hasta ahora?
- Esos primeros textos juveniles eran muy largos y densos, con muchas influencias de mis lecturas clásicas. Luego hubo otros (que posteriormente darían génesis a la “trilogía…”) que mis editores rechazaron porque los calificaban como subcultura.

- ¿Cómo es su proceso de escritura, escribe en computadora o a mano?
- Escribo primero en papel y lápiz, tengo un montón de cuadernos llenos, y luego lo pasó a la computadora, aunque muchos de los libros todavía los transcribí en máquina de escribir.

-¿Cómo compatibilizan Spedding literata, novelista con Alison Spedding, la académica? ¿Cuál de estas facetas te gusta más?
- Yo no entiendo por qué hacen tanto lío con lo académico, para mí es más fácil que la literatura porque finalmente escribes sobre cosas que hay, que han pasado y no tienes que inventar nada.

- ¿Qué es lo que más lee? ¿Cuán al tanto está de la narrativa boliviana actual?
- Últimamente leo más por motivos profesionales, académicos. Debo decir que (en literatura boliviana) hay muchos libros decepcionantes, autores de los que se esperaba mucho más.
Una gran novela es La tumba infecunda, de Bascopé Aspiazu, que no sé por qué no es más conocida; Y me gusta mucho Periférica Blvd., de Adolfo Cárdenas; curiosamente ésta última y De cuando en cuando Saturnina se presentaron el mismo año al Premio Nacional de Novela y ninguna ganó, aunque debo decir que son mucho mejores que la ganadora… no sé con qué criterio premian, creo que va más a los intereses editoriales.

- Y de literatura universal, ¿cuáles son sus libros y autores fundamentales?
- Dostoievski… me encanta Bajo el volcán, de Malcom Lowry, para mí el mejor libro hecho en y sobre Latinoamérica, aunque sea de un inglés. Y claro, William Gibson, y Ursula Le Guin.

- Qué significa Bolivia, la cosmovisión andina en la expansión de tu universo narrativo (pregunta de Marco Montellano, a la sazón, fotógrafo invitado)
- Creo que desde que llegué a Bolivia se me ha acentuado más mi interés y gusto en la fantasía. Yo antes estaba obsesionada por Alejandro Magno y sus aventuras y guerras, y leía todo lo que podía conseguir al respecto. De ahí que hay mucha relación de este universo con el imaginario de Manuel y Fortunato donde hay un trasfondo épico.

- De cuando en cuando Saturnina fue escogida para la Biblioteca del Bicentenario de Bolivia, ¿cómo toma esta noticia?
- Es un honor, sobre todo porque en un tiempo muchos me llamaban “gringa renegada”.
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Capítulo 9
(La discoteca Bombowasi - fragmento)

Los presos van y vienen, los delitos van y vienen también. Todo eso de la pichicata, por ejemplo. Dicen que con eso nomás ya se llenan las cárceles. Pero el rato que yo estaba en San Pedro, en La Paz, esperando mi juicio, apenas se conocía. Yo estaba en la Cancha. Eran puros rateros, lesiones, estafa, homicidio, asesinos como yo. Y cuando yo estaba fuera, ni el nombre no había. En Suri, en Licoma, vendían su coca a los rescatiris de Quime y listo. Después han hablado diciendo que habían sabido hacer siempre, que había unos gringos en Turculí, la primera vez que había entrado Víctor Paz, por ahí, y un día los gringos se habían ido sin decir nada y debajo de su casa habían encontrado cualquier cantidad de bagazo botado. De eso haigan estado haciendo siempre. Pero yo al menos, ni idea.
La primera vez que he visto siquiera era aquí adentro (...) El alcaide lo ha traído a mi celda después de encerrar al otro al fondo del patio. “Lo vas a tener aquí, no dejes que salga”.
 —Que me reconozca algo, pues, para la Mama Rosario.
El tipo seguía borracho. Se cayó sobre mi cama. El alcaide lo ha sacudido.
(…)
—¿No tienes con qué curar el ch’aki? Te puedo pagar siquiera.
—Yo no tomo con paradores.
—No, yo me farreo bien tranquilo, es que me han provocado.
—Bueno. Yo estoy aquí por asesinato, sé matar gente, así que cuidado con provocar…
Con eso se puso bien humilde, hasta que le empezaron a subir los tragos.
—¿Sabes, mano? Estoy llegando del Chapare, por eso tengo plata. Bien se gana en allí.
—¿De peón?
—De pisacoca.

—¿Qué? (…)