domingo, 7 de junio de 2015

Música

Bolero de caballería: la historia
boliviana en clave de melancolía

Música de guerra, música militar, música de entierros y de conflictos políticos. Jenny Cárdenas lanza Historia de los boleros de caballería: dos libros y tres CD, una investigación que reconstruye el origen, la esencia y trascendencia de este género musical genuinamente boliviano.



Martín Zelaya Sánchez

No sé cuán buena idea fue poner de fondo El terremoto de Sipe Sipe para redactar esta entrevista.
Recuerdo que de niño, mientras correteaba en el patio y jardín de la casa de los abuelos, de cuando en cuando en la radio -permanente compañera en las tardes familiares- ponían éste y otros boleros de caballería que instintiva e inconscientemente siempre asocié con el dolor, con la derrota.
Alguna vez, en charlas de cerveza con el escritor Juan Pablo Piñeiro, nos enfrascamos en emotivos elogios a esta música cien por ciento boliviana, y arriesgamos -sobre todo yo, profano total en el tema- conceptos, orígenes y esencias.
No hay por qué seguir a tientas. Jenny Cárdenas, una de las mayores cantantes y músicas bolivianas está a punto de presentar un trabajo monumental -su tesis doctoral- que llenará enormes vacíos de información e historia, pero sobre todo -creo y espero- permitirá reponer en los primeros planos del imaginario social un patrimonio cultural que aunque nunca desapareció del todo, nunca, tampoco, tuvo el espacio y consideración que merece, al menos públicamente.
Empecemos por lo básico. ¿Qué es un bolero de caballería?, le preguntamos, y Jenny responde: “es un género musical existente solo en Bolivia. Es una pieza musical melancólica y lenta que -enraizada en una vertiente prehispánica, de yaravíes y otra más criolla, de tristes- tiene una presencia principal en el repertorio de las bandas militares de música”.
Historia de los boleros de caballería, el monumental trabajo de Cárdenas, que se presentará la siguiente semana en Cochabamba y pronto en La Paz, consta de dos libros: el tomo central en el que se desarrolla la investigación, y el segundo tomo en el que se recogen 30 partituras para banda y 52 para piano, muchas de ellas reconstruidas por la autora.
Pero además, tres CD: con partituras y audio, con colecciones de discos de 78 y 33 RPM, y el tercero titulado Música política y confrontación social en Bolivia, tal cual refiere el subtítulo general del trabajo.
Violeta Parra recorrió Chile de punta a canto con su guitarra y sus cuadernos de notas. Entrevistó a cientos de viejos cantores y narradores orales y logró lo que parecía imposible: reconstruir buena parte de la identidad del folklore chileno.
Salvando las distancias en alcances y logros, con esta labor con los boletos y su anterior investigación de la música en la Guerra del Chaco, Jenny traza las bases para que al menos una parte sustancial del patrimonio musical boliviano salga del ostracismo y del peligro de extinción.

- ¿Cómo, dónde, cuándo se originan los boleros de caballería?
- El origen español de los boleros se pierde en el tiempo, alrededor de la primera mitad del siglo XIX para servir de estructura a un género musical extraordinario que ha servido de indeleble pero persistente telón de fondo de los hechos trascendentales de la historia de Bolivia.
Llega desde España, como expresión de la música popular; la más temprana noticia del bolero en la flamante república boliviana, es a propósito de la segunda función que se ofrece en el apenas inaugurado Teatro Municipal de La Paz, en 1845, en el que se baila un bolero o boleras con guitarra y canto, castañuelas y palmas.

- Desde el subtítulo de tu libro, adviertes que éste es un género musical indisolublemente ligado a la historia boliviana y a los contextos políticos y sociales ¿Por qué? ¿Cuáles son sus principales características… hubiera sido posible sin la guerra?
- Hubiera sido posible sin la guerra, pero difícilmente sin el Ejército; es desde las bandas militares de música que se difunde -masivamente en medio de las retretas- pero fue también tocado en las celebraciones religiosas, a través de los armonios de las iglesias.
Está ya presente en la Guerra del Acre como una forma, una estructura musical definida, madura. Se compone, por ejemplo, un bolero que titula Víctimas del Acre; y el famoso El terremoto de Sipe Sipe se compone en 1907, es decir, está ya identificado con la tragedia, de las guerras y del sufrimiento a inicios del siglo XX.
La Guerra del Chaco es, entonces, el escenario más propicio -por decirlo de alguna manera- para que ancle, se enraíce en el alma, en la memoria de toda la gente que asistió, como actor directo, o como familia o sociedad en que ocurría esa guerra.
Y de allí, siguió acompañando toda confrontación social  inclusive si no había muertos- para significar que estaba sucediendo un hecho de violencia política.

Cito acá, para complementar, y porque es parte de uno de los más esclarecedores capítulos de la investigación: “Los boleros eran descritos con esa connotación, la nostalgia, desde sus tempranas apariciones en el siglo XX. Si por una parte eran vistos como expresión artística y tenía este atributo a consideración de las élites civiles, desde la percepción militar y con seguridad desde la percepción del pueblo, el bolero era en sí mismo ‘la memoria’ de los hechos históricos (…) La conjugación de ambos aspectos, la melancolía en el marco de las despedidas de quienes iban a la guerra, le otorgaba ese carácter tan particular y único”. (Pág. 171)

- Háblanos un poco del trabajo de campo, metodológico, ¿cómo fue la investigación?
- Fueron las entrevistas las que inicialmente me dieron la pista para empezar a buscar información; la bibliografía, necesariamente, complementa, refuerza o abre nuevos temas; sin embargo, la etnografía ha sido fundamental; asistir a las celebraciones de Todos Santos, los velorios, las procesiones en Tarata, Punata, Sipe Sipe, y aquí mismo en La paz.

- Aparte del gran valor de tu investigación como tal, un aporte extraordinario es la recuperación de decenas de boleros de caballería, grabaciones casi desconocidas… ¿cómo fue esto posible?
- La verdad, cada bolero que iba encontrando era causa de asombro y, claro, una fiesta -un fetichito más, como diría mi amigo Jesús Durán-; en muchos casos tuve que restaurarlos, son alrededor de 100 boleros de caballería y muchísimos yaravíes y tristes.
Entre las fuentes están, principalmente, los archivos personales de los músicos de bandas; la discografía de 78 rpm que fui comprando en estos 10 años de investigación, además de discos de amigos y casetes, algunos publicados, algunos que encontré en mi trabajo sobre la Guerra del Chaco, como Brigada fantasma de Rigoberto Sainz y Gloria a los héroes del Chaco, de Medardo Villafán.

- Un antecedente directo de este trabajo es tu investigación sobre la música de la Guerra del Chaco. Imagino que fue entonces que surgió la idea de trabajar sobre los boleros de caballería.
- Efectivamente, a pesar de que había escuchado en diversas ocasiones los boleros de caballería, al estudiar la música de la Guerra del Chaco comencé a tomar conciencia de esta música tan especial; puntualmente, El terremoto de Sipe Sipe y Despedida de Tarija estaban insolublemente ligados al Chaco.
Esto por una parte, pero también me daba cuenta de que estaba en las convocatorias de los sindicatos: la COB, maestros, mineros, etc.

- Está la Jenny académica y la Jenny música, cantautora. Por supuesto que este es un estudio riguroso, ¿pero cuánto de la sensibilidad de artista, de amante de la música hay en el trabajo? ¿En qué te ayudo esta faceta?
- Los boleros son una joya de la música boliviana; personalmente creo que la canción de protesta, una de las expresiones con que me identifico, encuentra también un horizonte en esta historia de los boleros de caballería; y de una manera natural, arte-música y significado-símbolo-mensaje, se unen.
Verdaderamente, tengo una gran pasión por la historia, y más aún si está tan relacionada con la música, como en este caso. Es una gran satisfacción tener esta oportunidad de hacer un estudio en el que hay una gran convergencia.

Cada entierro de un excombatiente del Chaco o de algún ciudadano notable, cada retreta dominical -cada vez más infrecuentes- o cada vez que pillo un documental sobre las dictaduras y la recuperación de la democracia, se agolpan los recuerdos de la infancia con los abuelos… aunque ahora, mientras suena por enésima vez El terremoto de Sipe Sipe, me percato que la mente -acaso procesando la información hojeada en los libros de Jenny- produce además otras imágenes: soldados marchando a la guerra, madres y novias llorando inconsolables.



Los grandes cultores
“Los principales compositores están en dos generaciones: la del medio siglo XIX y la siguiente -la que llega hasta los 50 del siglo XX. Entre los primeros, sin duda está Mauricio Mansilla y Francisco Suárez; de la segunda generación, Teodoro Rodríguez, Daniel Albornoz, Saturnino Ríos y Adrián Patiño Carpio, pero entre otros muy buenos compositores se deben mencionar a José V. Zavala, Alfredo Aguirre y Rigoberto Sainz, remarcando que todos pertenecieron al ejército, como adjuntos en su mayoría”.

Las grandes “joyas” recuperadas
“¿Joyas? Joyas son todos… amo estos boleros; pero con nombre: Tiahuanacu y Hombres de a caballo de Francisco Suárez, son hermosos y claramente muestran en el título esta relación con temas del país, con una idea romántica del heroísmo, la valentía, lo ancestral. También Vesperal, de José Lavadenz -contemporáneo de Roncal y Valda-; La llegada del tren a Tarata, gran bolero de Albornoz -el compositor de El Terremoto de Sipe Sipe; Caballería que viene, de Alfredo Aguirre; El pequeño clarín, de Patiño; La inundación de Santa Bárbara, de Teodoro Rodríguez… en fin son tantos y en su mayor parte, son muy buenos ¡todos!


La música del umbral

Juan Pablo Piñeiro

No es necesario ser un músico eximio para entender enseguida, cuando uno escucha un bolero de caballería, de que se trata de un género musical boliviano, de un género que ha brotado en nuestras tierras.
El hilado musical es inconfundible y salta al oído de cualquiera que escuche estas tonadas. El compás andino tejido con la melancolía del metal, une lo magnífico y lo triste como si uniera la vida y la muerte.
El hecho de que se llame bolero de caballería confunde a mucha gente, aunque lo de “caballería” está claro: este género musical despidió y recibió a los soldados bolivianos en varias de las guerras en las que hemos participado. La caballería compuesta muchas veces por jóvenes voluntarios se despedía de su tierra y de su vida para abandonarse a la guerra.
Lo que sí se confunde es su calidad de bolero porque uno no puede identificar este género en la cadencia del bolero de caballería. Quizás esa fue la forma de nombrarlo en esa época, porque es evidente que más parece un triste o a veces hasta un huayño. Aunque yo no sé mucho de música. Lo que sí sé es que mis compositores favoritos son Saturnino Ríos y Daniel Albornoz, justamente porque las piezas que más me conmueven son Despedida de Tarija y El terremoto de Sipe Sipe.
No hay día en que no se escuche El terremoto de Sipe Sipe en alguna ladera de la ciudad de La Paz. Me imagino que sucede lo mismo en varios departamentos del país. No hay día en que no suene este bolero de caballería porque no hay día sin muerto.

Siempre hay alguien. Siempre alguien es despedido. Y el compás que lo despide es el del bolero amplificado por la cuadrafónica ubicación de las laderas. El bolero de caballería destila un misterioso destino, es uno de los pocos géneros que se escuchan al mismo tiempo en el mundo de los vivos y en el mundo de los muertos. Es un gran privilegio. Es la despedida de la vida. Es la bienvenida a la muerte. Es la música del umbral. 

2 comentarios:

  1. Donde podemos comprar su valioso trabajo?

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    1. En librería Plural, pero de pronto es mejor que contacte a la autora en redes sociales

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