Tres de siete: Grandes
directores del cine boliviano
Ruiz, Eguino y Agazzi de cuerpo entero. Esta es la propuesta de José Murillo del Castillo en este libro –que tendrá al menos un tomo más- en el que busca dar una semblanza definitiva de quienes considera los mayores maestros del séptimo arte nacional.
Martín Zelaya Sánchez
Últimamente se habla mucho de antologías, compilaciones y
selecciones de libros (autores, géneros). Se habla para bien y para mal de esta
difícil y osada experiencia de proponer un canon o, al menos, impulsar títulos
o nombres y, por lo tanto, deleznar o al menos ignorar otros.
Pero también hay, claro, clasificaciones y listas de
películas (directores, géneros). Hace un par de años se presentó un trabajo:
“Las 12 películas fundamentales del cine boliviano”, y también en los últimos
meses apareció una serie de libros de entrevistas a destacados cineastas, bajo
el título de El cine según…
Y es que aunque proporcionalmente -en cuanto a creación y
producción, que no en cuanto a consumo- entre literatura y cine no hay parámetros
comparables, en Bolivia -con todas las limitaciones- el séptimo arte siempre
tuvo una especial impronta y preponderancia.
No está demás entonces ningún aporte bibliográfico,
documental, testimonial, y en ese marco llega en muy buena hora Grandes directores del cine boliviano,
un libro a todo lujo, no sólo por su presentación –papel couché, tapa dura, full color, español-inglés- sino por su
contenido: largas y esclarecedoras entrevistas a tres figuras indudables del
cine nacional: Jorge Ruiz, Antonio Eguino y Paolo Agazzi.
¿Pero por qué hablábamos de selección? Porque José Murillo
del Castillo, autor de este trabajo editado por Edición Limitada, y que se
presentará en los siguientes días en La Paz, comparte así solo parte de una
propuesta mayor, de una tesis diríamos, que defiende en su introducción:
“Siete son, desde mi punto de vista, los grandes directores
del cine boliviano, cada uno a su modo: Jorge Ruiz, Jorge Sanjinés, Antonio
Eguino, Paolo Agazzi, Juan Carlos Valdivia, Marcos Loayza y Mela Márquez”,
escribe.
Es decir, antes siquiera de disfrutar de este volumen,
sabemos ya que en un futuro ojalá no muy lejano un segundo tomo nos presentará
de cuerpo entero -porque eso hace Murillo en sus diálogos: muestra antes que
nada al ser humano, y luego recorre su vida a través de sus películas y su rol
en la cinematografía nacional- a Sanjinés, Valdivia, Loayza y Márquez.
Antes de recoger, tras una mirada veloz a las más de 200
páginas de este libro, extractos de algunas de las experiencias más
interesantes compartidas por los tres “grandes cineastas” (ver recuadros),
Murillo nos da breves pautas de su perspectiva sobre el cine boliviano, y algún
detalle de la experiencia de conversar con sus admirados realizadores.
- ¿Cuán idóneo es
hacer un canon en este arte que, pese a picos altos, no alcanzó un rango de
industria estable y consolidada como en otros países?
- El cine además de industria es comercio pero encima de
ambos es arte y en Bolivia, pese a presentar deficiencias al respecto, ha
tenido y todavía tiene una consolidación plena por los picos altos de sus
producciones.
Evidentemente tenemos, comparativamente, pocas películas
respecto a otros países, pero la mayoría de nuestras cintas son fuertes y de
extraordinario valor artístico. Hoy gracias a los adelantos tecnológicos es más
fácil hacer cine en cualquier parte del mundo.
- Conocer la vida-trayectoria
de los cineastas es un buen complemento a conocer su cine, pero nuestras salas
no se caracterizan precisamente por reponer filmes bolivianos, y no todos nuestros
cineastas lanzan colecciones con su obra al mercado. ¿Será que los bolivianos
tienen la oportunidad de disfrutar lo suficiente el cine de estos grandes
cineastas?
- La obra de los “grandes directores del cine boliviano” fue
muy difundida en los años 60 y 70, principalmente, y por eso alcanzó una enorme
y positiva influencia social; pero hoy no es así. Creo que ahora, sobre todo,
falta promoción, y este libro además de ser un homenaje tiene esa finalidad.
Hay en el mercado, incluso pirata, a bajo precio, copias de
las películas de estos “grandes directores”. Todos tienen reproductor. La obra
de estos es fascinante, las nuevas generaciones tienen mucho que ver, que
entender, que reflexionar y sobre todo tienen mucho que hablar para lograr
ubicarse mejor y más sólidamente… ubicarse ante el mundo, el futuro y ante sí
mismo. Estas películas son una opción maravillosa para lograrlo.
- Le pido que
destaque brevemente un momento que le haya marcado -por la respuesta, por el
tema, por la revelación…etc.- de las conversaciones con cada uno de los
entrevistados.
- Menuda pregunta... En el caso de Jorge Ruiz fue todo.
Estaba algo delicado de salud cuando conversamos, pero debo mencionar la
sencillez, sabiduría y fina inteligencia de un hombre honesto.
Eguino es una persona recia, aguda y sobre todo lúcidamente
autocritica. Tanto a nivel personal como social. Su obra es muy cuestionadora
de ciertas tendencias políticas y sociales irreflexivas y superficiales que
causaron y tienden a causar mucho daño, dolor y sangre, la mayoría de las veces
innecesaria, injustificada y por eso mismo estúpida.
Agazzi ve doble, desde adentro y desde afuera de la
realidad. Es la ventaja de ser italiano y boliviano. Eso le da mucha
perspectiva. Abrió las puertas y las ventanas del cine nacional y lo llenó de
aire fresco. Fue pionero en muchos sentidos, trajo el humor, la sexualidad a
nuestro cine, así como la noción de la coproducción, y propició la llegada de actores
extranjeros y el uso de la literatura en el cine.
Como verán, más que momentos me quedan impresiones globales.
Conversar con ellos fue muy grato y muy emocionante. Mucha y buena comida, vino
y whisky. Un verdadero placer.
En su introducción, Murillo apunta: “La grandeza de las
obras de Ruiz, Eguino y Agazzi y de los otros grandes directores del cine
nacional no está basada únicamente en la cantidad ni en la calidad de sus
películas -que ciertamente las tienen- sino en un parámetro que en nuestro caso
es más importante: el haber construido un cine auténticamente abierto y plural,
pero asimismo muy consistente (…) un cine libre de espantosos facilismos y
horrorosas frivolidades que frecuentemente corroen el alma de los cineastas en
muchas partes del mundo”.
Muchos pueden no estar de acuerdo del todo con esta
definición. En todo caso, el verdadero aporte para cinéfilos y cineastas es
descubrir de primera mano no solo cómo se hicieron muchas de las grandes
producciones del cine en Bolivia, sino cómo se hicieron a sí mismos sus
creadores.
-
Jorge Ruiz
- ¿Qué es el cine
para usted?
- Confieso un exabrupto inevitable: el cine es para mí la
forma más milenaria de soñar la realidad. El español Luis Buñuel, tan
surrealista, afirmaba que el filme es una simulación involuntaria del sueño, y
Verdone sostenía que el sueño es el filme interno del ser humano. El cine es un
sueño que ya inquietó con júbilo la mente de los primeros humanos, cuando
vencieron la oscurísima noche de los antropoides y sintieron necesidad de
rememorar sus visiones interiores y representarlas en diversas posturas
gráficas.
(…)
El cine es una forma audaz de buscar las manifestaciones de
la realidad, siempre tan esquiva. Es como una lente: puede agrandar aquello que
enfoca. Pero yo lo prefiero como un espejo: antes que mirar a través de él,
elijo mirarme en él. Así, con el cine podemos aprender a leer mejor los
mensajes del espíritu, los guiños del contexto histórico. Como poco, el cine es
un arte basado en retos tecnológicos casi insaciables. El abordaje fílmico de
la realidad exige las claves del lenguaje propio
- Vuelve Sebastiana…
La historia de Sebastiana, que también es la del pueblo
chipaya, reposa en una trilogía temática: presencia-ausencia permanencia. (…)
Diría que Vuelve
Sebastiana ya no es mía. Se fue remontando el espacio y el tiempo, a
jalones de viento, igual que una cometa fabricada de carrizos maduros de los
lagos de la montaña. Solo me ata a ella una hebra invisible, impalpable como
las redes tejidas por el recuerdo. Impalpable como todo lo perteneciente al
tiempo.
-
Antonio Eguino
- ¿Se puede decir que
hoy se puede contar con una industria cinematográfica básica en Bolivia?
- No en este momento no lo hay, menos en el pasado, ni en el
desarrollo de los nuevos emprendimientos cinematográficos actuales. Los cambios
tecnológicos si bien facilitaron y abarataron el registro, nos trajeron
desfases en el modo de trabajo al que estábamos acostumbrados. (…)
Contar con una industria de cine significa tener dentro del
país todos los elementos profesionales con que se respalda la producción
audiovisual moderna. Si bien se cambió los métodos de registro, elaboración y
postproducción, todavía no tenemos suficientes técnicos especializados en cada
etapa y tampoco los equipos sofisticados, que requieren grandes inversiones de
dinero. Por el momento, en el ámbito profesional seguimos con la dependencia en
la postproducción para hacerla fuera de Bolivia.
- Chuquiago…
- Chuquiago fue
una película feliz, armoniosa, una película donde todo funcionó, no hubo ningún
problema, después de su estreno fue un gran éxito. Me agrada hablar de esa
experiencia, un trabajo intenso hecho por un grupo de amigos que creían en este
proyecto, casi como una familia.
(…) Supongo que estaba muy fresco el estilo de las películas
combativas y de denuncia de Sanjinés y muchos de los críticos esperaban un cine
aguerrido, agresivo, acusador, de fusiles. Yo no quería hacer ese tipo de cine.
Lucho Espinal dijo algo muy interesante que viene el caso mencionar: –“El cine
norteamericano casi siempre nos da el final feliz, con un resultado previsible,
el cine revolucionario también nos está dando un final feliz, la revolución está
a la vuelta de la esquina. El cine de Eguino no nos da ningún final, nos hace
pensar”.
-
Paolo Agazzi
- ¿Quién es Paolo
Agazzi?
- En cierto sentido soy como dos personas diferentes: mitad
italiano y mitad boliviano, mitad administrador de empresas y mitad cineasta.
Viví la mitad de mi vida en Italia y la otra mitad en Bolivia.
En el país, muchos piensan que soy un boliviano de padres
italianos y se sorprenden cuando aclaro que nací en Italia y que llegué a
Bolivia a una edad adulta. A propósito, recuerdo una frase del sacerdote
jesuita español Luis Espinal: da más carta de ciudadanía morir en y por un
pueblo que haber nacido en él. Uno no decide dónde nacer. Por ello me considero
una persona privilegiada, porque tuve la opción de decidir dónde vivir los años
más importantes y productivos de mi vida.
- Mi socio…
- En países del Tercer Mundo, mal llamados en vía de
desarrollo, el camión es un medio de transporte muy popular, muy común, y en el
imaginario colectivo es más que eso, es un símbolo. Por tal motivo, en Mi Socio el camión adquiere personalidad
propia, y asume el papel del tercer personaje más importante en la historia.
Además, creo que Mi
Socio significó un punto de partida y, al mismo tiempo, un punto de
llegada; y un gran cambio en la cinematografía boliviana. (…)
Tal vez sorprendió porque mostraba un país que, en ese
momento permanecía, en buena medida, desconocido. Indudablemente, había mucho
desconocimiento de cómo eran el oriente y el occidente de Bolivia, no sólo en
términos geográficos o culturales.
Pero Mi Socio
planteó una respuesta muy importante: que el antagonismo entre el oriente y el
occidente, entre cambas y collas, se podía superar, no solo mediante una
política de Estado -que nunca hubo, seriamente, hasta ese momento-, sino más
bien a través de la calidez y la espontaneidad de la relaciones entre personas
comunes, la gente de la calle, la gente del pueblo.
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