sábado, 27 de junio de 2015

Etc.

Ciao Umberto Eco


Entre contar sus peripecias en su reciente viaje a Milán, el autor reseña la nueva novela del reconocido autor y semiólogo italiano.



Carlos Decker-Molina

La nueva novela de Umberto Eco se desarrolla en las llamadas “cinco calles” de Milán, la parte quizá más vieja y hermosa de la ciudad que, lamentablemente, se conoce más por la Galería Vittorio Emmanuelle, atiborrada de turistas con mucho dinero.
Mi reciente viaje a Milán tenía un plan literario y de ser posible encontrar al profesore, porque es la ciudad donde radica. Al no tener respuesta de su agente me propuse que el encuentro tenga la sensación de la casualidad.
Me enteré de los sitios que frecuenta, como por ejemplo, el anticuario que tendría que estar al lado del Piccolo Teatro. El dueño era una excorresponsal  italiano en Moscú de los tiempos de la URSS.
Lamentablemente fui informado, tarde, que el corresponsal está muerto y el sitio preferido de Eco ha desaparecido. Pero… mi informante me advirtió que aquellos viejos clientes bibliómanos del anticuario se van a beber un Negroni o un Campari con soda en el bar Milano. Allí me atrincheré en espera del profesore.
Pedí un Negroni *, abrí la primera página de Número cero, la última novela del semiólogo y novelista Umberto Eco y comencé una travesía literaria que se desarrolla justamente entre vía del Bollo, vía Santa Marta, vía Santa Maria Podone, vía Santa Maria Fulcorina y vía Boccherto, es decir, las “cinco calles”.
Cada vuelta de página miraba a la puerta de bar para divisar la silueta del escritor, algunas veces quedé turbado porque la ansiedad me hacía ver Ecos en otros parroquianos del bar.
Seguí leyendo la novela que, según su autor, le salió con ritmo de jazz, porque las otras eran “como una sinfonía de Mahler”; pienso que la compara con el jazz porque el periodismo, como argumento, obliga a escribir como lo hacen los periodistas de Número cero, y ello implica cierta velocidad.
Vuelvo a observar y veo un pequeño grupo de japoneses que entran en el bar, muy bulliciosos guiados por una dama que tiene en sus manos un banderita amarilla que debe ser el color y el símbolo de la oficina de turismo. Como no me los imagino lectores, los descarto como posibles concurrentes, además miran y se van.
Cuando sigo avanzando en la lectura encuentro una jugada maestra de Eco, pues, en la novela el periodista Braggadocios decide investigar una idea descabellada, está “informado” que Mussolini está vivo, vive en Argentina y está dispuesto a volver a Italia para devolverle su grandeza.
Número cero, es una radiografía sobre lo peor del periodismo, la participación directa o indirecta del poder y su concubinato con la mafia y consiguiente corrupción.
Sigo esperando el arribo de Eco al Bar Milán, me propuse preguntar al camarero cuando vino por quinta vez a decirme si quería un Negroni más. Cuando escuchó mi pregunta se río y me dijo que Il profesore suele ir a comer al Ristorante Quattro Mori, “tiene un hermoso jardín” o Al Matarel en una transversal a Corso Garibaldi. “Si no llegó para el aperitivo, ya no viene aquí”. Y, “¿le traigo un Negroni más?”.
A propósito de sitios donde comer, los periodistas de Número cero comen en la Taverna Moriggi que tiene muy mala comida de acuerdo a una periodista que entrevistó a Eco.
Perdón por el desorden, pero la impaciencia de la espera, la insistencia del camarero y la lectura de la novela hicieron que olvide decirles que Número cero comienza con la creación de un ejemplar de prueba de un periódico. El empresario, que hace recuerdo a Berlusconi, decide la creación del medio en 1992.
Lo interesante de la empresa es el concepto con el que emerge, no nace con la intención de informar sino como herramienta de poder para meter presión, desacreditar a políticos rivales, patrocinar y especular con complots y conspiraciones.
En el lanzamiento de la novela Umberto Eco dijo a una agencia de prensa algo muy importante que los que ejercemos la profesión debemos tener en cuenta cuándo la política nos tienta: “esta es mi manera de contribuir a clarificar algunas cosas. El intelectual no puede hacer nada más, no puede hacer la revolución. Las revoluciones hechas por intelectuales son  siempre muy peligrosas”.
Uno de los personajes de la novela define el perfil del diario: “no son las noticias las que hacen al periódico, sino el periódico el que hace las noticias y, saber juntar cuatro noticias distintas significa proponerle al lector una quinta noticia”.
Según Eco, la novela está situada en 1992, porque ese año nació Manos limpias lo que hizo suponer que se abría el combate contra la corrupción, pero llegó Il Caballieri y las corrupción empeoró y los medios, capturados por él, se convirtieron en lo que es Número cero en la novela.
No me agrada que me cuenten el final de una novela y tampoco suelo hacerlo, pero ésta tiene un final que es una moraleja, inevitable de remarcar, porque la gente, el lector, sigue votando por los Berlusconis en sus respetivos países. Hace algunos años, a quien revelase información o descubriera algo importante, le podía costar la vida, “hoy, cuando afloran los nombres de corruptos o defraudadores y se sabe más, a la gente no le importa nada, puesto que solo van a la cárcel los ladrones de pollos”.
Salí del Bar Milán y tomé un taxi, para llegar a tiempo, Al Matarel con la ilusión de encontrar a Umberto Eco comiendo un Rissotto alla milanese con osobuco.
Pasé revista con la mirada y no estaba el semiólogo, ensayista y novelista. Me atreví a preguntar y a mentir (todos tenemos un Berlusconi adentro al que hay que tenerle miedo más que al Caballieri), dije que tenía una entrevista con el profesore. “No puede ser porque hoy es el turno del Ristorante Quattro Mori que está en Lago María Callas”.
Me ubiqué en una café cercano, pedí un maquiato y seguí leyendo Número cero, una novela que recomiendo aunque es un Eco distinto al del El nombre de la rosa, y más cercano al del Cementerio de Praga.

*Receta del Negroni

1 medida de Martini roso
1 medida de Campari
1 medida de Gin

Hielo picado y ¡salud!

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