Catre de fierro: una de kuchus,
tragedias familiares y
venganzas
Alison Spedding adelanta detalles de Catre de fierro (Plural, 2015) su nueva novela en la que hace un recorrido velado por los hitos más importantes de la historia reciente del país, a través de una saga familiar y de venganza.
Martín Zelaya Sánchez
A Spedding -que así, con su apellido solamente, firma sus
novelas y libros no académicos- le decepcionan la mayoría de los escritores
bolivianos de las últimas décadas, pero le encantan dos novelas: La tumba infecunda de René Bascopé
Aspiazu y Periférica Blvd, de Adolfo
Cárdenas.
A Spedding el cine no le parece un arte “porque requiere de
mucho dinero para concretarse, y eso condiciona demasiado”.
A Alison Spedding le apasiona la cosmovisión andina en todas
sus categorías y manifestaciones, porque se ajustan a la perfección a la
fantasía, la distopía y reformulación de los conceptos clásicos de vida y
civilización occidentales, que es lo que en fondo estudia en sus obras
antropológicas sociológicas, y explora en sus novelas y relatos.
Si con la “trilogía de Saturnina” -Manuel y Fortunato, El viento de la cordillera y De cuando en cuando Saturnina- exploró
en un fantástico aunque verosímil universo futurista, por un lado, y en las
variaciones socioculturales que pueden o podrían haberse presentado en el país,
reconfigurando por completo su destino, por otro, la autora ahora, en su nueva
novela, se enfrasca en una narración muy ambiciosa, de largo aliento y cien por
ciento realista, en la que recorre la segunda mitad del siglo XX a través de
sus hitos más trascendentales: la revolución del 52 y los cambios sociales que
desencadenó, la masiva migración campo-ciudad, el narcotráfico y el
neoliberalismo con sus rupturas y consecuencias que aún hoy se viven.
Esto, ojo, lejos de ser una reseña o comentario de Catre de fierro, es simplemente una
inferencia tras leer tres capítulos -saltados- de la novela de más de 500 páginas que Plural Editores sacará a fines de
este mes; pero también, tras una conversación de algunos minutos con la
escritora.
- En El agenciador de kuchus, primer capítulo
de Catre de fierro, habla de la “costumbre”
de enterrar vivas a personas en los cimientos de los edificios o grandes
construcciones. ¿Cuánto de real y cuánto de mito urbano hay en esta práctica?
- Siempre he escuchado historias, como la de que un
trabajador del Servicio de Caminos desapareció y su familia acusó a empresarios
de que lo enterraron en los cimientos de un puente en la carretera a Nor
Yungas; o el caso de una persona del altiplano a la que le habrían enterrado en
la Autopista y después apareció su mujer a reclamar… Y dice que en el monoblock
de la UMSA son cuatro (los sacrificados), aunque nunca se han aclarado estos
casos.
Capítulo 1
(El agenciador de
kuchus – fragmento)
“Le hemos acomodado contra la pared, se ha quedado roncando.
El Matías ha llamado a los ingenieros a ch’allar la mesa con puro, en nombre de
su empresa, de los bancos, tirra awicha, achachilas, anchanchus, saxras… Los
albañiles también y luego el sereno. Ese sí ch’allaba con afán. Al fin él se
iba a quedar allí a dormir todas las noches, ¿no? A mí me había dado lo que
quedaba de la retama, para amarrarla en cuatro ramitos con un caito negro. Me
ha dicho que prenda dos en sus hombros del borracho y las otras dos, en sus
bolsillos. El ingeniero miraba su reloj. El Matías ha hecho tres señales de la
cruz al revés, sobre su mesa, lo ha envuelto en el papel y lo ha metido a su pecho
del borracho, dentro de su camisa…”.
Pero a las dificultades por el entreverado español de la
autora –pese a las casi tres décadas que viven en Bolivia- su buen humor y
predisposición, ayudan al éxito de la charla. Poco a poco uno se da cuenta de que
en la mente de Alison convergen el inglés, el castellano y el aymara, no sólo a
la hora de pensar-hablar en uno u otro idioma, sino fundamentalmente en sus concepciones
y lógicas de razonamiento británicas, latinas y andinas.
- ¿Piensa en inglés,
en español o en ambos idiomas?
- Pienso en los dos idiomas, en diferentes momentos. Para
este libro ya fue diferente, pero en la trilogía que lo precede, sobre todo en Manuel y Fortunato, yo emprendí una
escritura paralela, en inglés y en castellano… pero después me he dado cuenta de
que para hacer eso están los chicanos (estadounidenses de ascendencia mexicana)
y me he dicho “quién mierda va a leer en inglés” y he terminado solo en
castellano.
- ¿Y qué del aymara?,
porque en sus textos se reconoce el dominio de la gramática aymara, y del modo
de pensar de los aymaraparlantes, y cómo esto se traduce en su habla en
español.
- Bueno, eso viene desde El
viento de la cordillera (segundo de la trilogía), pero en realidad viene sobre
todo de anteriores estudios antropológicos. Una vez un colega me dijo “esto es
apropiación”, y yo le dije que no, que más bien es reconstrucción de memoria.
- Volviendo a la
novela, cuenta que el título Catre de
fierro se le vino a la mente en la cárcel (estuvo presa en los 90). ¿Fue
una especie de epifanía con el nombre solamente, o ya tenía en mente el tema y
la historia de la novela?
- Tenía ya vagamente una idea, pero no exactamente de lo que
quería. Las primeras novelas que publiqué hace muchos años en Inglaterra –y un
poco las primeras que escribí en castellano- eran de fantasía y se me ocurrió
que debía cambiar.
En la “trilogía de Saturnina”, una es histórica, una thriller y otra es ciencia ficción… Y bueno,
el caso es que cuando escribía Catre de
fierro tenía toda la idea de que era simplemente una saga familiar, y
recién cuando la estaba terminando me di cuenta de que en realidad es ante todo
una tragedia de venganza.
- ¿Se asemeja
entonces a un policial o a una novela negra?
- No, no. Es una novela bien realista, una tragedia de
venganza, repito, y siempre con algo de fantasía, como en toda historia
alternativa. Y es una saga familiar –en realidad de dos familias- que empieza
en los años 40 y termina a fines de los 90.
Veamos un extracto que refleja una faceta de la Bolivia aún
republicana, cuando –años antes de la revolución nacional- el regía todavía el
pongueaje.
Capítulo 3
(Podría decirte lo
que realmente pienso - fragmento)
Desde que el niño Alexis entrara al colegio en La Paz, la
patrona había decidido que Jorge ya no podía dormir en el mismo cuarto. En La
Paz tenía que dormir debajo de las gradas, en la casa de Miraflores; cuando
volvían a Saxrani en las vacaciones, tenía que tender unos cueros de oveja en
el pasillo de los altos, en el segundo patio. El niño lo llamaba para conversar
en cualquier rato, pero llegado el momento de descansar tenía que salir al
pasillo, al lado de la puerta siempre, por si acaso el niño lo llamara en la
noche. Las tablas de la puerta no eran tan justas, había una rendija por la que
se veía si había luz dentro. A veces, el niño se dormía con la luz prendida. No
se acostumbraba a trancar la puerta desde dentro. Jorge miraba. Si veía al niño
bien dormido, entraba de puntillas y soplaba la vela, para que no se gastara
sin motivo. Por eso miraba siempre, todas las noches. La patrona le había
ordenado hacerlo.
--
Spedding y Alison
Spedding
- ¿Cómo ha
evolucionado como novelista, desde los libros juveniles que publicó en
Inglaterra en los 70 hasta ahora?
- Esos primeros textos juveniles eran muy largos y densos,
con muchas influencias de mis lecturas clásicas. Luego hubo otros (que
posteriormente darían génesis a la “trilogía…”) que mis editores rechazaron
porque los calificaban como subcultura.
- ¿Cómo es su proceso
de escritura, escribe en computadora o a mano?
- Escribo primero en papel y lápiz, tengo un montón de
cuadernos llenos, y luego lo pasó a la computadora, aunque muchos de los libros
todavía los transcribí en máquina de escribir.
-¿Cómo compatibilizan
Spedding literata, novelista con Alison Spedding, la académica? ¿Cuál de estas
facetas te gusta más?
- Yo no entiendo por qué hacen tanto lío con lo académico,
para mí es más fácil que la literatura porque finalmente escribes sobre cosas
que hay, que han pasado y no tienes que inventar nada.
- ¿Qué es lo que más
lee? ¿Cuán al tanto está de la narrativa boliviana actual?
- Últimamente leo más por motivos profesionales, académicos.
Debo decir que (en literatura boliviana) hay muchos libros decepcionantes,
autores de los que se esperaba mucho más.
Una gran novela es La
tumba infecunda, de Bascopé Aspiazu, que no sé por qué no es más conocida;
Y me gusta mucho Periférica Blvd., de
Adolfo Cárdenas; curiosamente ésta última y De
cuando en cuando Saturnina se presentaron el mismo año al Premio Nacional
de Novela y ninguna ganó, aunque debo decir que son mucho mejores que la
ganadora… no sé con qué criterio premian, creo que va más a los intereses
editoriales.
- Y de literatura
universal, ¿cuáles son sus libros y autores fundamentales?
- Dostoievski… me encanta Bajo el volcán, de Malcom Lowry, para mí el mejor libro hecho en y
sobre Latinoamérica, aunque sea de un inglés. Y claro, William Gibson, y Ursula
Le Guin.
- Qué significa
Bolivia, la cosmovisión andina en la expansión de tu universo narrativo
(pregunta de Marco Montellano, a la sazón, fotógrafo invitado)
- Creo que desde que llegué a Bolivia se me ha acentuado más
mi interés y gusto en la fantasía. Yo antes estaba obsesionada por Alejandro
Magno y sus aventuras y guerras, y leía todo lo que podía conseguir al
respecto. De ahí que hay mucha relación de este universo con el imaginario de Manuel y Fortunato donde hay un
trasfondo épico.
- De cuando en cuando Saturnina fue
escogida para la Biblioteca del Bicentenario de Bolivia, ¿cómo toma esta
noticia?
- Es un honor, sobre todo porque en un tiempo muchos me
llamaban “gringa renegada”.
--
Capítulo 9
(La discoteca
Bombowasi - fragmento)
Los
presos van y vienen, los delitos van y vienen también. Todo eso de la pichicata,
por ejemplo. Dicen que con eso nomás ya se llenan las cárceles. Pero el rato
que yo estaba en San Pedro, en La Paz, esperando mi juicio, apenas se conocía.
Yo estaba en la Cancha. Eran puros rateros, lesiones, estafa, homicidio,
asesinos como yo. Y cuando yo estaba fuera, ni el nombre no había. En Suri, en
Licoma, vendían su coca a los rescatiris de Quime y listo. Después han
hablado diciendo que habían sabido hacer siempre, que había unos gringos en
Turculí, la primera vez que había entrado Víctor Paz, por ahí, y un día los
gringos se habían ido sin decir nada y debajo de su casa habían encontrado
cualquier cantidad de bagazo botado. De eso haigan estado haciendo siempre. Pero
yo al menos, ni idea.
La
primera vez que he visto siquiera era aquí adentro (...) El alcaide lo ha
traído a mi celda después de encerrar al otro al fondo del patio. “Lo vas a
tener aquí, no dejes que salga”.
—Que me reconozca algo, pues, para la Mama
Rosario.
El
tipo seguía borracho. Se cayó sobre mi cama. El alcaide lo ha sacudido.
(…)
—¿No
tienes con qué curar el ch’aki? Te puedo pagar siquiera.
—Yo
no tomo con paradores.
—No,
yo me farreo bien tranquilo, es que me han provocado.
—Bueno.
Yo estoy aquí por asesinato, sé matar gente, así que cuidado con provocar…
Con
eso se puso bien humilde, hasta que le empezaron a subir los tragos.
—¿Sabes,
mano? Estoy llegando del Chapare, por eso tengo plata. Bien se gana en allí.
—¿De
peón?
—De
pisacoca.
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