sábado, 14 de marzo de 2015

Entrevista

Catre de fierro: una de kuchus,
tragedias familiares y venganzas

Alison Spedding adelanta detalles de Catre de fierro (Plural, 2015) su nueva novela en la que hace un recorrido velado por los hitos más importantes de la historia reciente del país, a través de una saga familiar y de venganza.

 
Alison Spedding (Fotos: Marco Montellano)
Martín Zelaya Sánchez

A Spedding -que así, con su apellido solamente, firma sus novelas y libros no académicos- le decepcionan la mayoría de los escritores bolivianos de las últimas décadas, pero le encantan dos novelas: La tumba infecunda de René Bascopé Aspiazu y Periférica Blvd, de Adolfo Cárdenas.
A Spedding el cine no le parece un arte “porque requiere de mucho dinero para concretarse, y eso condiciona demasiado”.
A Alison Spedding le apasiona la cosmovisión andina en todas sus categorías y manifestaciones, porque se ajustan a la perfección a la fantasía, la distopía y reformulación de los conceptos clásicos de vida y civilización occidentales, que es lo que en fondo estudia en sus obras antropológicas sociológicas, y explora en sus novelas y relatos.
Si con la “trilogía de Saturnina” -Manuel y Fortunato, El viento de la cordillera y De cuando en cuando Saturnina- exploró en un fantástico aunque verosímil universo futurista, por un lado, y en las variaciones socioculturales que pueden o podrían haberse presentado en el país, reconfigurando por completo su destino, por otro, la autora ahora, en su nueva novela, se enfrasca en una narración muy ambiciosa, de largo aliento y cien por ciento realista, en la que recorre la segunda mitad del siglo XX a través de sus hitos más trascendentales: la revolución del 52 y los cambios sociales que desencadenó, la masiva migración campo-ciudad, el narcotráfico y el neoliberalismo con sus rupturas y consecuencias que aún hoy se viven.
Esto, ojo, lejos de ser una reseña o comentario de Catre de fierro, es simplemente una inferencia tras leer tres capítulos -saltados- de la novela de más de 500  páginas que Plural Editores sacará a fines de este mes; pero también, tras una conversación de algunos minutos con la escritora.

- En El agenciador de kuchus, primer capítulo de Catre de fierro, habla de la “costumbre” de enterrar vivas a personas en los cimientos de los edificios o grandes construcciones. ¿Cuánto de real y cuánto de mito urbano hay en esta práctica?
- Siempre he escuchado historias, como la de que un trabajador del Servicio de Caminos desapareció y su familia acusó a empresarios de que lo enterraron en los cimientos de un puente en la carretera a Nor Yungas; o el caso de una persona del altiplano a la que le habrían enterrado en la Autopista y después apareció su mujer a reclamar… Y dice que en el monoblock de la UMSA son cuatro (los sacrificados), aunque nunca se han aclarado estos casos.

Capítulo 1
(El agenciador de kuchus – fragmento)
“Le hemos acomodado contra la pared, se ha quedado roncando. El Matías ha llamado a los ingenieros a ch’allar la mesa con puro, en nombre de su empresa, de los bancos, tirra awicha, achachilas, anchanchus, saxras… Los albañiles también y luego el sereno. Ese sí ch’allaba con afán. Al fin él se iba a quedar allí a dormir todas las noches, ¿no? A mí me había dado lo que quedaba de la retama, para amarrarla en cuatro ramitos con un caito negro. Me ha dicho que prenda dos en sus hombros del borracho y las otras dos, en sus bolsillos. El ingeniero miraba su reloj. El Matías ha hecho tres señales de la cruz al revés, sobre su mesa, lo ha envuelto en el papel y lo ha metido a su pecho del borracho, dentro de su camisa…”.

Pero a las dificultades por el entreverado español de la autora –pese a las casi tres décadas que viven en Bolivia- su buen humor y predisposición, ayudan al éxito de la charla. Poco a poco uno se da cuenta de que en la mente de Alison convergen el inglés, el castellano y el aymara, no sólo a la hora de pensar-hablar en uno u otro idioma, sino fundamentalmente en sus concepciones y lógicas de razonamiento británicas, latinas y andinas.

- ¿Piensa en inglés, en español o en ambos idiomas?
- Pienso en los dos idiomas, en diferentes momentos. Para este libro ya fue diferente, pero en la trilogía que lo precede, sobre todo en Manuel y Fortunato, yo emprendí una escritura paralela, en inglés y en castellano… pero después me he dado cuenta de que para hacer eso están los chicanos (estadounidenses de ascendencia mexicana) y me he dicho “quién mierda va a leer en inglés” y he terminado solo en castellano.

- ¿Y qué del aymara?, porque en sus textos se reconoce el dominio de la gramática aymara, y del modo de pensar de los aymaraparlantes, y cómo esto se traduce en su habla en español.
- Bueno, eso viene desde El viento de la cordillera (segundo de la trilogía), pero en realidad viene sobre todo de anteriores estudios antropológicos. Una vez un colega me dijo “esto es apropiación”, y yo le dije que no, que más bien es reconstrucción de memoria.

- Volviendo a la novela, cuenta que el título Catre de fierro se le vino a la mente en la cárcel (estuvo presa en los 90). ¿Fue una especie de epifanía con el nombre solamente, o ya tenía en mente el tema y la historia de la novela?
- Tenía ya vagamente una idea, pero no exactamente de lo que quería. Las primeras novelas que publiqué hace muchos años en Inglaterra –y un poco las primeras que escribí en castellano- eran de fantasía y se me ocurrió que debía cambiar.
En la “trilogía de Saturnina”, una es histórica, una thriller y otra es ciencia ficción… Y bueno, el caso es que cuando escribía Catre de fierro tenía toda la idea de que era simplemente una saga familiar, y recién cuando la estaba terminando me di cuenta de que en realidad es ante todo una tragedia de venganza.  

- ¿Se asemeja entonces a un policial o a una novela negra?
- No, no. Es una novela bien realista, una tragedia de venganza, repito, y siempre con algo de fantasía, como en toda historia alternativa. Y es una saga familiar –en realidad de dos familias- que empieza en los años 40 y termina a fines de los 90.

Veamos un extracto que refleja una faceta de la Bolivia aún republicana, cuando –años antes de la revolución nacional- el regía todavía el pongueaje.

Capítulo 3
(Podría decirte lo que realmente pienso - fragmento)
Desde que el niño Alexis entrara al colegio en La Paz, la patrona había decidido que Jorge ya no podía dormir en el mismo cuarto. En La Paz tenía que dormir debajo de las gradas, en la casa de Miraflores; cuando volvían a Saxrani en las vacaciones, tenía que tender unos cueros de oveja en el pasillo de los altos, en el segundo patio. El niño lo llamaba para conversar en cualquier rato, pero llegado el momento de descansar tenía que salir al pasillo, al lado de la puerta siempre, por si acaso el niño lo llamara en la noche. Las tablas de la puerta no eran tan justas, había una rendija por la que se veía si había luz dentro. A veces, el niño se dormía con la luz prendida. No se acostumbraba a trancar la puerta desde dentro. Jorge miraba. Si veía al niño bien dormido, entraba de puntillas y soplaba la vela, para que no se gastara sin motivo. Por eso miraba siempre, todas las noches. La patrona le había ordenado hacerlo.
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Spedding y Alison Spedding

- ¿Cómo ha evolucionado como novelista, desde los libros juveniles que publicó en Inglaterra en los 70 hasta ahora?
- Esos primeros textos juveniles eran muy largos y densos, con muchas influencias de mis lecturas clásicas. Luego hubo otros (que posteriormente darían génesis a la “trilogía…”) que mis editores rechazaron porque los calificaban como subcultura.

- ¿Cómo es su proceso de escritura, escribe en computadora o a mano?
- Escribo primero en papel y lápiz, tengo un montón de cuadernos llenos, y luego lo pasó a la computadora, aunque muchos de los libros todavía los transcribí en máquina de escribir.

-¿Cómo compatibilizan Spedding literata, novelista con Alison Spedding, la académica? ¿Cuál de estas facetas te gusta más?
- Yo no entiendo por qué hacen tanto lío con lo académico, para mí es más fácil que la literatura porque finalmente escribes sobre cosas que hay, que han pasado y no tienes que inventar nada.

- ¿Qué es lo que más lee? ¿Cuán al tanto está de la narrativa boliviana actual?
- Últimamente leo más por motivos profesionales, académicos. Debo decir que (en literatura boliviana) hay muchos libros decepcionantes, autores de los que se esperaba mucho más.
Una gran novela es La tumba infecunda, de Bascopé Aspiazu, que no sé por qué no es más conocida; Y me gusta mucho Periférica Blvd., de Adolfo Cárdenas; curiosamente ésta última y De cuando en cuando Saturnina se presentaron el mismo año al Premio Nacional de Novela y ninguna ganó, aunque debo decir que son mucho mejores que la ganadora… no sé con qué criterio premian, creo que va más a los intereses editoriales.

- Y de literatura universal, ¿cuáles son sus libros y autores fundamentales?
- Dostoievski… me encanta Bajo el volcán, de Malcom Lowry, para mí el mejor libro hecho en y sobre Latinoamérica, aunque sea de un inglés. Y claro, William Gibson, y Ursula Le Guin.

- Qué significa Bolivia, la cosmovisión andina en la expansión de tu universo narrativo (pregunta de Marco Montellano, a la sazón, fotógrafo invitado)
- Creo que desde que llegué a Bolivia se me ha acentuado más mi interés y gusto en la fantasía. Yo antes estaba obsesionada por Alejandro Magno y sus aventuras y guerras, y leía todo lo que podía conseguir al respecto. De ahí que hay mucha relación de este universo con el imaginario de Manuel y Fortunato donde hay un trasfondo épico.

- De cuando en cuando Saturnina fue escogida para la Biblioteca del Bicentenario de Bolivia, ¿cómo toma esta noticia?
- Es un honor, sobre todo porque en un tiempo muchos me llamaban “gringa renegada”.
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Capítulo 9
(La discoteca Bombowasi - fragmento)

Los presos van y vienen, los delitos van y vienen también. Todo eso de la pichicata, por ejemplo. Dicen que con eso nomás ya se llenan las cárceles. Pero el rato que yo estaba en San Pedro, en La Paz, esperando mi juicio, apenas se conocía. Yo estaba en la Cancha. Eran puros rateros, lesiones, estafa, homicidio, asesinos como yo. Y cuando yo estaba fuera, ni el nombre no había. En Suri, en Licoma, vendían su coca a los rescatiris de Quime y listo. Después han hablado diciendo que habían sabido hacer siempre, que había unos gringos en Turculí, la primera vez que había entrado Víctor Paz, por ahí, y un día los gringos se habían ido sin decir nada y debajo de su casa habían encontrado cualquier cantidad de bagazo botado. De eso haigan estado haciendo siempre. Pero yo al menos, ni idea.
La primera vez que he visto siquiera era aquí adentro (...) El alcaide lo ha traído a mi celda después de encerrar al otro al fondo del patio. “Lo vas a tener aquí, no dejes que salga”.
 —Que me reconozca algo, pues, para la Mama Rosario.
El tipo seguía borracho. Se cayó sobre mi cama. El alcaide lo ha sacudido.
(…)
—¿No tienes con qué curar el ch’aki? Te puedo pagar siquiera.
—Yo no tomo con paradores.
—No, yo me farreo bien tranquilo, es que me han provocado.
—Bueno. Yo estoy aquí por asesinato, sé matar gente, así que cuidado con provocar…
Con eso se puso bien humilde, hasta que le empezaron a subir los tragos.
—¿Sabes, mano? Estoy llegando del Chapare, por eso tengo plata. Bien se gana en allí.
—¿De peón?
—De pisacoca.

—¿Qué? (…)


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