Dos comentarios para una
presentación
de la literatura como experiencia
Fragmento del texto introductorio del libro Revers(ion)ado, que se presentará este martes en Buenos Aires.
Manuel Fontenla
“El mundo es el peor cliente porque pide todo a cambio
de nada, encima uno debe estar en la oscuridad tallando la figura del aprendiz”.
Jesús
Urzagasti
Estoy seguro de que la invitación a decir estas palabras de
presentación nada tiene que ver con mis “acreditaciones” sobre el conocimiento
de la narrativa boliviana, pues no tengo ninguna. Y si las que tengo podrían
ayudarme a decir algo sobre el contexto latinoamericano, cultural y filosófico,
que oficia de suelo en el cual acontecen estos escritos, no obstante habría
muchas y muchos otros al alcance que podrían hacerlo tanto mejor que yo, para
recibir a los lectores que vendrán a pasear, detenerse y transformar estas
páginas.
Por lo tanto, entenderán ustedes que es imposible no preguntarse “por qué a
mí”. ¿Por qué este preciado y valioso lugar, y mucho más importante aún, qué
decir? A fuerza de pensarlo mucho llegué a una conclusión sobre esta
invitación, que de ser efectiva, entonces será también una respuesta al porqué
de invitarlos a ustedes a ser parte de este libro.
Con el permiso de los autores,
he aquí la hipótesis: quien escribe es (debe ser) el primer aprendiz y alumno
no planificado, espontáneo e imprevisto, producido por el Grupo de Estudios
sobre Narrativas Bolivianas.
Permítanme explicarme: toda actividad humana, todo hacer y crear, toda
acción sea del orden material, espiritual, afectivo, etcétera, pone algo en
movimiento y ese movimiento tiene que enfrentarse siempre a la posibilidad de
sus imprevistos, de los efectos que escapan a lo planificado, a lo deseado y
proyectado.
La mayoría de las veces esos efectos e imprevistos tienden a ser pensados
en términos negativos, como un error o algo indeseado, innecesario y fuera de
nuestras posibilidades humanas de intervenir, controlarlo y contenerlo. Pero
casi nunca nos inclinamos a dar lugar y acercarnos a esos productos
imprevistos, a ver esos efectos azarosos y el reflejo que nos devuelven, las
aristas de nuestra propia creación que escapan a nuestra mirada, pero que son
parte de ella.
Seguramente para los estudiosos y estudiantes sobre la narrativa boliviana
este libro aportará ideas, espacios para debatir, lecturas arriesgadas,
lecturas emotivas, prolíficas en sus análisis y construcciones argumentativas;
lecturas innovadoras, lecturas incómodas, tal vez sea incluso origen y motor de
otros libros, de otros espacios, de nuevos encuentros; de hecho, afirmo, sin
dudas lo hará.
Pero, ¿cuáles serán sus imprevistos, sus consecuencias azarosas, los
productos impensados? ¿Qué surgirá del encuentro de este libro con lectores
inexpertos, con lectores casuales y curiosos? ¿Cuáles serán sus imprevistos en
una época donde Bolivia se afirma como polo magnético de misterio y búsqueda?
¿A qué experiencias de encuentro nos abrirá este libro? ¿Qué posibilidades
imaginativas surgirán de él?
En el primer trabajo publicado por este grupo, Sujetos y voces en tensión (2012), su directora Magdalena González
Almada afirmaba que “reflexionar y
debatir sobre la narrativa boliviana es un modo de interpelar al sujeto y a la
historia del país vecino”. Y que esa interpelación buscaba también analizar, a
través de la construcción de sus personajes y escenarios, qué dicen de la
nación y de la ciudadanía, en qué medida la identidad y lo nacional se
entremezclan con lo ficcional.
Ahora bien, cuando esa interpelación es hecha al sobreaviso y bajo la
mirada crítica de las modas literarias y académicas, de los modos de producción
de objetos culturales exóticos, marginales y por tanto, con un plus de
mercantilización; cuando esa interpelación se hace bajo la atenta reflexión
sobre la historia cultural compartida de colonización y explotación con el país
vecino y se la vive bajo el flujo intenso que desdibuja dónde comienza el país
propio y el ajeno; es decir, cuando esa interpelación se hace desde una
situacionalidad geopolítica interesada por las posibilidades de los sujetos más
allá de sus fronteras nacionales y ficcionales, estamos entonces ante una
interpelación que se vuelve sobre nosotros mismos y nuestros modos de ser. Por
tanto, los personajes y escenarios de la narrativa boliviana se convierten en
materia de interrogantes y desafíos sobre la construcción de la imaginación
literaria de “nuestros” personajes y escenarios.
En esas transformaciones, en
esos trayectos se teje la posibilidad de una interpelación que al asumir la
historia de la colonización compartida se proyecta como un horizonte
emancipador compartido también.
Y esos horizontes son los que nos devuelven al punto de partida, el de los
aprendices a base de improbables e imprevistos. Puesto que todo lo recién dicho
es el producto de una reflexión colectiva, conversada y discutida en cada una
de las reuniones en las que pude participar con el Grupo de Estudios sobre
Narrativas Bolivianas, esas en las que yo permanecía largos ratos en silencio,
no como espectador sino como atento alumno y en las cuales intervenía
esporádicamente, interrogativamente, para ir aprehendiendo esas historias
maravillosas que discurrían por Paz Soldán y Piñeiro y Colanzi y Taboada Terán
y Rivera Cusicanqui y etcétera...
De allí que mi primer contacto con la literatura boliviana, el
que me ha convertido en este aprendiz, entusiasta y apasionado lector, no haya
estado relacionado con un libro en tanto objeto, ni con una historia, ni con un
personaje, ni con la escritura, ni con el lenguaje, sino directamente con la
experiencia colectiva de la interpelación de los autores de este libro, de sus
interrogantes, sus lecturas, sus imágenes, sus sensaciones, las que hacen que cada
uno de los escritos aquí compilados devenga una interpelación directa tanto
para los lectores expertos como para los imprevistos. (…)
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