sábado, 28 de marzo de 2015

Ensayo

Dos comentarios para una presentación
de la literatura como experiencia


Fragmento del texto introductorio del libro Revers(ion)ado, que se presentará este martes en Buenos Aires.



Manuel Fontenla

El mundo es el peor cliente porque pide todo a cambio de nada, encima uno debe estar en la oscuridad tallando la figura del aprendiz”.
Jesús Urzagasti

Estoy seguro de que la invitación a decir estas palabras de presentación nada tiene que ver con mis “acreditaciones” sobre el conocimiento de la narrativa boliviana, pues no tengo ninguna. Y si las que tengo podrían ayudarme a decir algo sobre el contexto latinoamericano, cultural y filosófico, que oficia de suelo en el cual acontecen estos escritos, no obstante habría muchas y muchos otros al alcance que podrían hacerlo tanto mejor que yo, para recibir a los lectores que vendrán a pasear, detenerse y transformar estas páginas.
Por lo tanto, entenderán ustedes que es imposible no preguntarse “por qué a mí”. ¿Por qué este preciado y valioso lugar, y mucho más importante aún, qué decir? A fuerza de pensarlo mucho llegué a una conclusión sobre esta invitación, que de ser efectiva, entonces será también una respuesta al porqué de invitarlos a ustedes a ser parte de este libro.
Con el permiso de los autores, he aquí la hipótesis: quien escribe es (debe ser) el primer aprendiz y alumno no planificado, espontáneo e imprevisto, producido por el Grupo de Estudios sobre Narrativas Bolivianas.
Permítanme explicarme: toda actividad humana, todo hacer y crear, toda acción sea del orden material, espiritual, afectivo, etcétera, pone algo en movimiento y ese movimiento tiene que enfrentarse siempre a la posibilidad de sus imprevistos, de los efectos que escapan a lo planificado, a lo deseado y proyectado.
La mayoría de las veces esos efectos e imprevistos tienden a ser pensados en términos negativos, como un error o algo indeseado, innecesario y fuera de nuestras posibilidades humanas de intervenir, controlarlo y contenerlo. Pero casi nunca nos inclinamos a dar lugar y acercarnos a esos productos imprevistos, a ver esos efectos azarosos y el reflejo que nos devuelven, las aristas de nuestra propia creación que escapan a nuestra mirada, pero que son parte de ella.
Seguramente para los estudiosos y estudiantes sobre la narrativa boliviana este libro aportará ideas, espacios para debatir, lecturas arriesgadas, lecturas emotivas, prolíficas en sus análisis y construcciones argumentativas; lecturas innovadoras, lecturas incómodas, tal vez sea incluso origen y motor de otros libros, de otros espacios, de nuevos encuentros; de hecho, afirmo, sin dudas lo hará.
Pero, ¿cuáles serán sus imprevistos, sus consecuencias azarosas, los productos impensados? ¿Qué surgirá del encuentro de este libro con lectores inexpertos, con lectores casuales y curiosos? ¿Cuáles serán sus imprevistos en una época donde Bolivia se afirma como polo magnético de misterio y búsqueda? ¿A qué experiencias de encuentro nos abrirá este libro? ¿Qué posibilidades imaginativas surgirán de él?
En el primer trabajo publicado por este grupo, Sujetos y voces en tensión (2012), su directora Magdalena González Almada  afirmaba que “reflexionar y debatir sobre la narrativa boliviana es un modo de interpelar al sujeto y a la historia del país vecino”. Y que esa interpelación buscaba también analizar, a través de la construcción de sus personajes y escenarios, qué dicen de la nación y de la ciudadanía, en qué medida la identidad y lo nacional se entremezclan con lo ficcional.
Ahora bien, cuando esa interpelación es hecha al sobreaviso y bajo la mirada crítica de las modas literarias y académicas, de los modos de producción de objetos culturales exóticos, marginales y por tanto, con un plus de mercantilización; cuando esa interpelación se hace bajo la atenta reflexión sobre la historia cultural compartida de colonización y explotación con el país vecino y se la vive bajo el flujo intenso que desdibuja dónde comienza el país propio y el ajeno; es decir, cuando esa interpelación se hace desde una situacionalidad geopolítica interesada por las posibilidades de los sujetos más allá de sus fronteras nacionales y ficcionales, estamos entonces ante una interpelación que se vuelve sobre nosotros mismos y nuestros modos de ser. Por tanto, los personajes y escenarios de la narrativa boliviana se convierten en materia de interrogantes y desafíos sobre la construcción de la imaginación literaria de “nuestros” personajes y escenarios.
En esas transformaciones, en esos trayectos se teje la posibilidad de una interpelación que al asumir la historia de la colonización compartida se proyecta como un horizonte emancipador compartido también.
Y esos horizontes son los que nos devuelven al punto de partida, el de los aprendices a base de improbables e imprevistos. Puesto que todo lo recién dicho es el producto de una reflexión colectiva, conversada y discutida en cada una de las reuniones en las que pude participar con el Grupo de Estudios sobre Narrativas Bolivianas, esas en las que yo permanecía largos ratos en silencio, no como espectador sino como atento alumno y en las cuales intervenía esporádicamente, interrogativamente, para ir aprehendiendo esas historias maravillosas que discurrían por Paz Soldán y Piñeiro y Colanzi y Taboada Terán y Rivera Cusicanqui y etcétera...
De allí que mi primer contacto con la literatura boliviana, el que me ha convertido en este aprendiz, entusiasta y apasionado lector, no haya estado relacionado con un libro en tanto objeto, ni con una historia, ni con un personaje, ni con la escritura, ni con el lenguaje, sino directamente con la experiencia colectiva de la interpelación de los autores de este libro, de sus interrogantes, sus lecturas, sus imágenes, sus sensaciones, las que hacen que cada uno de los escritos aquí compilados devenga una interpelación directa tanto para los lectores expertos como para los imprevistos. (…)


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