sábado, 7 de marzo de 2015

Nota de apertura

Boris Vian: la libertad por encima de todo

Un vistazo a la vida y obra de este peculiar representante del surrealismo y la patafísica made in france.



Martín Zelaya Sánchez

“Sólo se es libre cuando no se desea nada, y un ser perfectamente libre no debería desear nada. Y como yo no deseo nada, llego a la conclusión de que soy libre”, escribió Boris Vian.
Creo que libre es el adjetivo perfecto para este hombre orquesta, renacentista-surrealista, enfant terrible, escritor maldito, transgresor, o como quiera que se le califique. Yo añadiría un epíteto más, bien boliviano: chaupi p'unchaipi tutayarka (a mediodía anocheció) frase con la que Carlos Medinaceli agrupó a los intelectuales bolivianos que se “apagaban” a medio camino.
Pero ojo, el autor de La Chaskañawi se refería a aquellos que derrapaban y, por mediocridad o debilidades varias, no llegaban ni a la sombra de lo que proyectaron ser, pero en este caso propongo que este eclipse repentino y fatal se entienda por aquellos a quienes la luz se les apagó/acabó abruptamente, como al propio Medinaceli, que murió apenas pasados los 40 quedándole mucho aun por dar.
Podríamos citar en este triste grupo -como el famoso club rockero de los 27- a René Bascopé, Guillermo Bedregal, Alfredo Domínguez, René Zavaleta… etc.; pero volvamos mejor al autor de Que se mueran los feos.
Cuenta el mito que Boris Vian murió de un súbito ataque al corazón mientras veía el estreno de la adaptación cinematográfica de su novela Escupiré sobre vuestra tumba, uno de los primeros alegatos literarios contra el racismo; pero la versión oficial dice que lo declararon muerto muchas horas después, en una sala de emergencia. En todo caso, tenía apenas 39 años y aunque ya había hecho demasiado, no hacía más que arrancar.
Si como a su casi contemporáneo y símil en andanzas hedonistas Henry Miller, que vivió casi 90 años, a Vian le hubiese dado por la longevidad, este 10 de marzo cumpliría 95 años. Pero no fue así y por eso toca ahora recordarlo en sus numerosas facetas.
Nació en 1920 en Ville d’Avray y murió en París en 1959. Su biografía oficial dice que fue ingeniero, cantante, trompetista, inventor, locutor, escenógrafo, traductor, poeta y novelista.  Que vivió “casi con furor sus cortas, inquietas e intensas vidas paralelas, todas ellas en el efervescente escenario parisino de la posguerra”.

Vian y Fernando Pessoa
Vidas paralelas, dicen sus biógrafos. Nada más acertado. Casi en cada una de sus experiencias artísticas, públicas, experimentales, -además de las ya citadas, vale la pena añadir que fue co-creador de la patafísica, un movimiento dedicado “al estudio de las soluciones imaginarias y las leyes que regulan las excepciones”- el francés utilizó un pseudónimo diferente y llegó a tener al menos 27.
Joëlle du Beausset, Bison Duravi, Bison Ravi, Sullivan, Jacques Dupont , Andy Blackshick, Otto Link, Boriso Viana, Amélie de lamineuse, Josèphe Pignerole, Gédéon Molle, S. Culape, Gérard Dunoyer, Claude varier, Michel delaroche, Anne Tof de Raspail, Eugène Minoux, Xavier Clarke, Adolphe Schmürz, Vernon Sullivan, y varios más.

Vian y Honore de Balzac
Otro de sus heterónimos fue simplemente Honore Balzac (sin el “de” al medio).

De este originalísimo experimento deviene un legado no menos sui géneris: 400 canciones, una docena de novelas y libros de relatos, cuatro antologías de poemas, varias piezas de teatro, dos óperas y decenas de artículos y críticas de jazz.

Vian y Cortázar
El escritor y crítico mexicano Miguel Córdova Colomé hace una interesante relación entre el Cronopio y Vian: “ambos fueron amantes del jazz, del surrealismo, de la locura que ofrece París a los jóvenes escritores; si algo del francés se detecta en la obra del argentino, indudablemente es un ‘surrealismo personalizado’, además de ese afán de construir su obra como se va construyendo su propia vida: con los pies en el acelerador y la mirada sobre el camino”.
En Clases de literatura. Berkeley, 1980 (Alfaguara, 2013), Cortázar habla brevemente de la influencia de Boris Vian en su obra: “…es importante para nuestra literatura. Durante mucho tiempo nadie lo tomó en serio; es lo que pasa con los humoristas: la gente tiende a no tomarlos en serio hasta que finalmente un día se descubre que en el fondo ciertos humoristas estaban hablando mucho más en serio que muchos escritores autocalificados como serios...”. Habría que añadir en su hoja de vida, entonces, “humorista”.

Vian y Bukowski
Continuamos con Córdova Colome: “Vian tuvo una vida breve pero intensa como pocas, dentro de sus diversas actividades como artista también destacó como organizador de fiestas orgiásticas en las que el alcohol, las drogas y el sexo se desbordaban a un mundo de éxtasis reflejando la esencia del artista como bohemio capaz de conquistar el mundo construido en su colectivo social. Como suele suceder en quien vive su existencia con una conducta rebelde y desenfrenada como lo representan los clásicos bohemios franceses -Baudelaire, Rimbaud, Paul Verlaine y Antonin Artaud-, se intuye que adivinó que no viviría mucho, razón por la cual se excedió en todo sin importar con quién podría chocar o a quien le podría afectar”.
En todo caso, como Miller, Bukoski sí tuvo una vida bastante larga.

Vian y Vian
Para cerrar, dos retazos de su prosa, de uno de sus mejores libros El Lobo-Hombre; dos extractos que dejan entrever el desparpajo, lucidez y audacia con las que encaró el cerrado y conservador universo literario de los años 40-50.

(Marsella comenzaba a despertar)
“¿Dándole todavía? – se impacientó el patrón-. Decididamente, no tienes ni idea de cómo se afila un cuchillo.
- Ya veremos, ya veremos –dijo el mozo con aires de triunfo.
- Sigo esperando al coreano –replicó el patrón buscándole vueltas.
- Paciencia –le aconsejó el aprendiz.
Empuñando la chaira, comenzó a repasar la hoja con aplicación. Entre los apretados labios, le asomaba al exterior de la boca la punta de la lengua. El patrón sonrió con malicia y escupió en el aserrín, acertándole de lleno a un grueso moscardón verde”.

(Los perros, el deseo y la muerte)

“Me han jodido… Mañana voy a la silla. Pero lo escribiré en cualquier caso, pues me gustaría dejar una explicación. El jurado, como es natural, no comprendió nada. Además Slacks está muerta. Me resultaba difícil hablar sabiendo que no me creerían. Si Slacks hubiera podido arrojarse del coche, si hubiera podido venir a contarlo… Pero por fin todo ha terminado. Ya no hay nada que hacer. Al menos en este mundo”.

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