Nuevos senderos para la cueca
Un entusiasta comentario de Cuecas para no bailar, el más reciente CD de Willy Claure.
Germán
Araúz Crespo
Allá por
1996, cuando Willy Claure trabajaba con Emma Junaro el álbum con canciones del
trovador francés Georges Brassens, me expresó que el gran objetivo de su trabajo
como músico apuntaba en esencia al género de la cueca.
Tiempo
después hizo conocer su álbum Cuecas,
con 12 composiciones instrumentales suyas en las que muestra su extraordinaria
capacidad como creador e intérprete de la guitarra. Posteriormente conocimos Más cuecas, segundo álbum que dedicó a
esta búsqueda. En él incluye el apoyo de otros instrumentos como flauta,
violines y charango, además una cueca suya, Salamanca,
cantada por él mismo.
Cuecas para no bailar, es el tercer álbum que el gran guitarrista cochabambino dedicó a este
género y, a diferencia de los anteriores, no sólo incluye creaciones suyas, también
figuran composiciones de Matilde Casazola, Alberto Ruíz, Yayo Jofré y Nilo
Soruco, todas interpretadas en canto y guitarra por el mismo Claure.
Para interpretar parte de sus
composiciones, tres de las cuales tienen textos de Ana María Ramos, invitó a
cantantes nacionales e internacionales, algunos de los cuales transitan géneros
cercanos al rock o al jazz, lo que nos permite acceder a cuecas con cadencias algo
diferentes a lo acostumbrado, en interpretaciones que además muestran una
solvencia llamativa.
Destaca la
interpretación de No le digas por el
argentino Carlos Aguirre, cuyo trabajo apunta a incorporar sonoridades y armonías
jazzísticas en el folklore de su país; Aguirre le da un aire dulce a los versos
de Jaime Saenz con una vocalización extraordinaria.
El español
Javier Ruibal, cuyo género habitual es el flamenco, nos acerca Eres mi mañana -que Claure compusiera
pensando en su propia niña- dándole a la quimba final un aire cercano al género
que maneja de manera habitual.
El chileno
Joe Vasconcellos, canta Un solo pañuelo
con una interpretación que imprime cadencias que nos acercan a las de una cueca
chilena.
Los otros cantantes
extranjeros, un peruano, José Luis Madueño, y dos cubanos, Pavel Urkiza y
Elsten Torres, no muy conocidos en nuestro medio pese a lucir una capacidad
vocal excepcional, se erigen en pilares adecuados al objetivo que Claure busca
a través del álbum, mostrar cuán saludable es que la cueca boliviana -como sucede
con otros géneros del canto popular- transgreda de alguna manera los moldes tradicionales
a través de la búsqueda de aires y cadencias que la renueven y fortalezcan como
la expresión cultural de un pueblo que es.
No deja de llamar la
atención la conjunción natural que logra la guitarra de Claure con las voces y
armonías diversas que le imprimen los invitados a nuestra cueca.
Es llamativo
también el paso de algunos intérpretes nuestros. Tal el caso del baladista
Milton Cortés que canta la bella Cantarina,
cuyos textos le pertenecen, que seguramente invitará a ciertos debates por el
aire, muy lejano al tradicional, que le imprime.
Marcelo
Arias, otro de los jóvenes bolivianos que transitan con llamativa solvencia el
canto, interpreta Cueca para no bailar.
Hago hincapié en el paso de Ronaldo Vaca-Pereyra, del grupo cruceño Animal de Ciudad, quien interpreta Salamanca –un homenaje de Claure a Cayo
Salamanca, quien fuera líder del grupo Khanata
en los años 70, que lo apoyó y guió en los umbrales de su oficio. Vaca Pereyra
mezcla con solvencia una voz bella con el manejo de una alta técnica vocal.
Son seis
piezas del álbum en las que Willy Claure pone su propia voz, cuatro de ellas de
otros autores en versiones que seguramente generarán algunos tintes polémicos
por las variaciones armónicas que les impone a las mismas, aunque debo subrayar
que sirven para mostrar la gran capacidad tanto vocal como interpretativa que el
Claure más joven prefería mantener en un perfil bajo aunque, claro, ya se visibilizaba
en los apoyos vocales a otros intérpretes que él realizaba.
Hoy esa
buena voz se muestra fortalecida con una técnica no muy común en nuestros
cantantes populares, algo que refuerza su trabajo como el gran músico que es.
Más allá de
la calidad musical e interpretativa –tanto vocal como instrumental– en la que el
álbum se sostiene es dable reconocer que con Cuecas para no bailar Willy Claure logra el objetivo que
seguramente buscaba al encarar este trabajo, pues muestra que es posible que un
género tradicional como la cueca, asimile nuevos sonidos, pues no sólo no la
desfiguran, también le permiten acceder a un amplio campo de armonías y
cadencias que la enriquecen.
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