sábado, 7 de marzo de 2015

Música

Nuevos senderos para la cueca


Un entusiasta comentario de Cuecas para no bailar, el más reciente CD de Willy Claure.


Germán Araúz Crespo

Allá por 1996, cuando Willy Claure trabajaba con Emma Junaro el álbum con canciones del trovador francés Georges Brassens, me expresó que el gran objetivo de su trabajo como músico apuntaba en esencia al género de la cueca.
Tiempo después hizo conocer su álbum Cuecas, con 12 composiciones instrumentales suyas en las que muestra su extraordinaria capacidad como creador e intérprete de la guitarra. Posteriormente conocimos Más cuecas, segundo álbum que dedicó a esta búsqueda. En él incluye el apoyo de otros instrumentos como flauta, violines y charango, además una cueca suya, Salamanca, cantada por él mismo.      
Cuecas para no bailar, es el tercer álbum que el gran guitarrista cochabambino dedicó a este género y, a diferencia de los anteriores, no sólo incluye creaciones suyas, también figuran composiciones de Matilde Casazola, Alberto Ruíz, Yayo Jofré y Nilo Soruco, todas interpretadas en canto y guitarra por el mismo Claure.
Para interpretar parte de sus composiciones, tres de las cuales tienen textos de Ana María Ramos, invitó a cantantes nacionales e internacionales, algunos de los cuales transitan géneros cercanos al rock o al jazz, lo que nos permite acceder a cuecas con cadencias algo diferentes a lo acostumbrado, en interpretaciones que además muestran una solvencia llamativa.       
Destaca la interpretación de No le digas por el argentino Carlos Aguirre, cuyo trabajo apunta a incorporar sonoridades y armonías jazzísticas en el folklore de su país; Aguirre le da un aire dulce a los versos de Jaime Saenz con una vocalización extraordinaria.
El español Javier Ruibal, cuyo género habitual es el flamenco, nos acerca Eres mi mañana -que Claure compusiera pensando en su propia niña- dándole a la quimba final un aire cercano al género que maneja de manera habitual.
El chileno Joe Vasconcellos, canta Un solo pañuelo con una interpretación que imprime cadencias que nos acercan a las de una cueca chilena.  
Los otros cantantes extranjeros, un peruano, José Luis Madueño, y dos cubanos, Pavel Urkiza y Elsten Torres, no muy conocidos en nuestro medio pese a lucir una capacidad vocal excepcional, se erigen en pilares adecuados al objetivo que Claure busca a través del álbum, mostrar cuán saludable es que la cueca boliviana -como sucede con otros géneros del canto popular- transgreda de alguna manera los moldes tradicionales a través de la búsqueda de aires y cadencias que la renueven y fortalezcan como la expresión cultural de un pueblo que es.
No deja de llamar la atención la conjunción natural que logra la guitarra de Claure con las voces y armonías diversas que le imprimen los invitados a nuestra cueca.      
Es llamativo también el paso de algunos intérpretes nuestros. Tal el caso del baladista Milton Cortés que canta la bella Cantarina, cuyos textos le pertenecen, que seguramente invitará a ciertos debates por el aire, muy lejano al tradicional, que le imprime.
Marcelo Arias, otro de los jóvenes bolivianos que transitan con llamativa solvencia el canto, interpreta Cueca para no bailar. Hago hincapié en el paso de Ronaldo Vaca-Pereyra, del grupo cruceño Animal de Ciudad, quien interpreta Salamanca –un homenaje de Claure a Cayo Salamanca, quien fuera líder del grupo Khanata en los años 70, que lo apoyó y guió en los umbrales de su oficio. Vaca Pereyra mezcla con solvencia una voz bella con el manejo de una alta técnica vocal.
Son seis piezas del álbum en las que Willy Claure pone su propia voz, cuatro de ellas de otros autores en versiones que seguramente generarán algunos tintes polémicos por las variaciones armónicas que les impone a las mismas, aunque debo subrayar que sirven para mostrar la gran capacidad tanto vocal como interpretativa que el Claure más joven prefería mantener en un perfil bajo aunque, claro, ya se visibilizaba en los apoyos vocales a otros intérpretes que él realizaba.
Hoy esa buena voz se muestra fortalecida con una técnica no muy común en nuestros cantantes populares, algo que refuerza su trabajo como el gran músico que es.

Más allá de la calidad musical e interpretativa –tanto vocal como instrumental– en la que el álbum se sostiene es dable reconocer que con Cuecas para no bailar Willy Claure logra el objetivo que seguramente buscaba al encarar este trabajo, pues muestra que es posible que un género tradicional como la cueca, asimile nuevos sonidos, pues no sólo no la desfiguran, también le permiten acceder a un amplio campo de armonías y cadencias que la enriquecen.

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