Escrito en los muros, en la piel y en el alma
Reseña de la muestra de pintura de Javier Fernández Patón
Pedro Querejazu Leytón
El título de esta columna es el que Javier Fernández
Patón escogió para la exposición de su obra pictórica que se efectuó entre el
12 de febrero y el 13 de marzo en la Sala Municipal “Cecilio Guzmán de Rojas”, en
La Paz.
Se trata de 40 obras realizadas en varios formatos y
técnicas: pastel (2), óleo sobre panel (8), acuarela (28), y técnicas mixtas (2).
Las pinturas han sido realizadas entre 2008 y 2015 aunque la mayoría son de los
dos últimos años.
Entre las acuarelas hay algunas grandes, del tamaño
máximo de las hojas grandes de papel, y otras muy pequeñas de escasos
centímetros, realizadas como primera mancha. Los óleos son pequeños y la obra
de mayor dimensión es un dibujo al pastel: Retrato
contemporáneo. El visitante a la galería encontrará también un pequeño
portafolio con 10 tarjetas postales que reproducen obras del artista.
Fernández había previsto inicialmente que la exposición
fuera en enero, el mes de las Alasitas, por lo que está la obra Ekeko, que hace alusión al tema, y por
eso también preparó pinturas muy pequeñas. La exposición fue pospuesta por la
administración de la sala, por lo que incluyó el tema de las fiestas del
carnaval andino, acaecido a mediados del mes de febrero, con sus seres humanos
transmutados en personajes de fantasía y de fiesta, los diablos, los ángeles,
las china-supay, los morenos, etc.
Ese es el tema principal de la exposición con obras como Domingo de tentación, que muestra a Cristo
rodeado de tentaciones carnavaleras; Comensales,
que muestra a unos danzantes en torno a una mesa; Ángel y demonio, China supay,
y la muerte en la fiesta en Comparsa de
vivos y muertos y Alas caídas.
Otras obras tratan sobre los personajes paceños anónimos vistos
desde la cotidianidad: Alba Pacesa es
la barrendera de calles en las madrugadas, Luzóforo
es un jubilado en la plaza Murillo.
Entre los representados hay que mencionar: Rostros, políptico de nueve de rostros y
calaveras; el enigmático e inexpresivo rostro de Mutismo, Retrato
contemporáneo, pastel sobre papel negro; Domingo de tentación, el rostro de Cristo, lleno de tatuajes,
rodeado de bailarinas, y en contraposición la fantasmagórica representación de Habitantes y el misterioso Torso translúcido.
Las naturalezas son: Cartas
amarillas, baúles apilados con máquina de escribir encima; Héroes de pacotilla, que muestra las
cabezas de yeso para ejercicios de dibujo en la escuela de arte. Otras son
memoria de la ausencia: El visitante,
que muestra un colgador de ropa con una camisa embolsada, o Reposo, una chaqueta colgada.
Hay unas acuarelas muy pequeñas, de bran belleza y
calidad: Hilo vital, que muestra una
máquina de coser; Memoria del olor, que
es una flor seca, y Memoria del vuelo,
que muestra una mariposa caída. Por otra parte, una naturaleza viva es Señor Ruiz, que presenta a un
chinguerito posado en la rama de un árbol.
Hay varios paisajes, rurales y urbanos y los que podríamos
definir como paisajes interiores. Entre estos últimos están las dos versiones
de una vieja locomotora en la maestranza ferroviaria de Uyuni en Potosí: Guerrero, de 2012, y El último guerrero, de 2014, que dado el
tema también podrían asignarse en sentido literal al grupo de las naturalezas
muertas.
Dentro de estos paisajes está Oración que muestra el barroco esplendoroso de la iglesia de San
Francisco de La Paz en el momento de una celebración religiosa. Entre los
paisajes urbanos se están; Silencio,
que muestra el portón de una vieja casona paceña, mientras que Vecinos, muestra una puerta de garaje
metálica, acompañada por una hilera de medidores en el muro de una casa de la periferia
de la ciudad.
Entre los paisajes rurales hay bellas obras: en primer
lugar una representación del Illimani, El
eterno; o los alrededores, en Paisaje
(Farallón de Ovejuyo). Quizá las piezas más logradas de este conjunto sean:
La cosecha, acuarela, que muestra a
una mujer cargada con plantas de maíz, o la valla vegetal: De la retama su olor. La pequeña pieza Segadores, es una acuarela sublime y sobrecogedora, que muestra a
una pareja de campesinos cerniendo la quinua cosechada.
La muerte es un tema y un personaje recurrente en la obra
de Fernández. En esta exposición es tratado y representado en Alas caídas, una bailarina muerta
rodeada de los danzantes de su comparsa, mientras su cuerpo a modo de los
efectos cinematográficos ya ha transitado la descomposición y ya es solo un
languidecente esqueleto contemplado por un ángel bailarín; y en Los comensales, grupo de cinco bailarines
con atuendos de la diablada que son esqueletos que comparten un ágape.
Javier Fernández tiene, por un lado, la capacidad de
representar cosas sencillas de la cotidianeidad, convirtiéndolas en misteriosas
y sugerentes; y por otro, también transita más allá de la realidad hacia ámbitos
paranormales.
Sin entrar en lo “real maravilloso” como hiciera Raúl
Lara, la temática de las obras de Fernández transita entre lo real e irreal,
material y espiritual; entre el mundo de la vida y de la muerte, de los vivos y
de los muertos. Fantasmas, aparecidos, resucitados, ángeles y apariciones
extáticas son parte de su temática, frecuentemente vinculada con la
religiosidad popular.
La técnica pictórica de este artista es aparentemente
sencilla y desenfadada, pero en realidad es de gran destreza, precisión y
sofisticación. Al elaborar sus obras empieza desde las manchas y lavados de los
colores de fondo, sobre papel mojado, desde donde va construyendo las formas que
componen los temas.
El artista pasa de las manchas iniciales a los toques
precisos con los que ajusta las imágenes ya con pinceles finos sobre el papel
seco, con los que conforma la obra acabada. Sus lavados y transiciones sobre
papel humedecido son impecables y crean atmosferas sugerentes y ambiguas que
son parte de su estilo personal, tanto en lo técnico como en lo temático.
Sus pinturas se caracterizan por un colorido suave, nunca
estridente, con tendencia a los grises y pardos, por eso su obra está próxima a
la tradición inglesa Turneriana. Por todo lo dicho Javier Fernández es uno de
los más valioso artistas y acuarelistas del país.
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