sábado, 14 de marzo de 2015

De arte y artistas

Escrito en los muros, en la piel y en el alma

Reseña de la muestra de pintura de Javier Fernández Patón



Pedro Querejazu Leytón

El título de esta columna es el que Javier Fernández Patón escogió para la exposición de su obra pictórica que se efectuó entre el 12 de febrero y el 13 de marzo en la Sala Municipal “Cecilio Guzmán de Rojas”, en La Paz.
Se trata de 40 obras realizadas en varios formatos y técnicas: pastel (2), óleo sobre panel (8), acuarela (28), y técnicas mixtas (2). Las pinturas han sido realizadas entre 2008 y 2015 aunque la mayoría son de los dos últimos años.
Entre las acuarelas hay algunas grandes, del tamaño máximo de las hojas grandes de papel, y otras muy pequeñas de escasos centímetros, realizadas como primera mancha. Los óleos son pequeños y la obra de mayor dimensión es un dibujo al pastel: Retrato contemporáneo. El visitante a la galería encontrará también un pequeño portafolio con 10 tarjetas postales que reproducen obras del artista.
Fernández había previsto inicialmente que la exposición fuera en enero, el mes de las Alasitas, por lo que está la obra Ekeko, que hace alusión al tema, y por eso también preparó pinturas muy pequeñas. La exposición fue pospuesta por la administración de la sala, por lo que incluyó el tema de las fiestas del carnaval andino, acaecido a mediados del mes de febrero, con sus seres humanos transmutados en personajes de fantasía y de fiesta, los diablos, los ángeles, las china-supay, los morenos, etc.
Ese es el tema principal de la exposición con obras como Domingo de tentación, que muestra a Cristo rodeado de tentaciones carnavaleras; Comensales, que muestra a unos danzantes en torno a una mesa; Ángel y demonio, China supay, y la muerte en la fiesta en Comparsa de vivos y muertos y Alas caídas.
Otras obras tratan sobre los personajes paceños anónimos vistos desde la cotidianidad: Alba Pacesa es la barrendera de calles en las madrugadas, Luzóforo es un jubilado en la plaza Murillo.
Entre los representados hay que mencionar: Rostros, políptico de nueve de rostros y calaveras; el enigmático e inexpresivo rostro de Mutismo, Retrato contemporáneo, pastel sobre papel negro; Domingo de tentación, el rostro de Cristo, lleno de tatuajes, rodeado de bailarinas, y en contraposición la fantasmagórica representación de Habitantes y el misterioso Torso translúcido.
Las naturalezas son: Cartas amarillas, baúles apilados con máquina de escribir encima; Héroes de pacotilla, que muestra las cabezas de yeso para ejercicios de dibujo en la escuela de arte. Otras son memoria de la ausencia: El visitante, que muestra un colgador de ropa con una camisa embolsada, o Reposo, una chaqueta colgada.
Hay unas acuarelas muy pequeñas, de bran belleza y calidad: Hilo vital, que muestra una máquina de coser; Memoria del olor, que es una flor seca, y Memoria del vuelo, que muestra una mariposa caída. Por otra parte, una naturaleza viva es Señor Ruiz, que presenta a un chinguerito posado en la rama de un árbol.
Hay varios paisajes, rurales y urbanos y los que podríamos definir como paisajes interiores. Entre estos últimos están las dos versiones de una vieja locomotora en la maestranza ferroviaria de Uyuni en Potosí: Guerrero, de 2012, y El último guerrero, de 2014, que dado el tema también podrían asignarse en sentido literal al grupo de las naturalezas muertas.
Dentro de estos paisajes está Oración que muestra el barroco esplendoroso de la iglesia de San Francisco de La Paz en el momento de una celebración religiosa. Entre los paisajes urbanos se están; Silencio, que muestra el portón de una vieja casona paceña, mientras que Vecinos, muestra una puerta de garaje metálica, acompañada por una hilera de medidores en el muro de una casa de la periferia de la ciudad.
Entre los paisajes rurales hay bellas obras: en primer lugar una representación del Illimani, El eterno; o los alrededores, en Paisaje (Farallón de Ovejuyo). Quizá las piezas más logradas de este conjunto sean: La cosecha, acuarela, que muestra a una mujer cargada con plantas de maíz, o la valla vegetal: De la retama su olor. La pequeña pieza Segadores, es una acuarela sublime y sobrecogedora, que muestra a una pareja de campesinos cerniendo la quinua cosechada.
La muerte es un tema y un personaje recurrente en la obra de Fernández. En esta exposición es tratado y representado en Alas caídas, una bailarina muerta rodeada de los danzantes de su comparsa, mientras su cuerpo a modo de los efectos cinematográficos ya ha transitado la descomposición y ya es solo un languidecente esqueleto contemplado por un ángel bailarín; y en Los comensales, grupo de cinco bailarines con atuendos de la diablada que son esqueletos que comparten un ágape.
Javier Fernández tiene, por un lado, la capacidad de representar cosas sencillas de la cotidianeidad, convirtiéndolas en misteriosas y sugerentes; y por otro, también transita más allá de la realidad hacia ámbitos paranormales.
Sin entrar en lo “real maravilloso” como hiciera Raúl Lara, la temática de las obras de Fernández transita entre lo real e irreal, material y espiritual; entre el mundo de la vida y de la muerte, de los vivos y de los muertos. Fantasmas, aparecidos, resucitados, ángeles y apariciones extáticas son parte de su temática, frecuentemente vinculada con la religiosidad popular.
La técnica pictórica de este artista es aparentemente sencilla y desenfadada, pero en realidad es de gran destreza, precisión y sofisticación. Al elaborar sus obras empieza desde las manchas y lavados de los colores de fondo, sobre papel mojado, desde donde va construyendo las formas que componen los temas.
El artista pasa de las manchas iniciales a los toques precisos con los que ajusta las imágenes ya con pinceles finos sobre el papel seco, con los que conforma la obra acabada. Sus lavados y transiciones sobre papel humedecido son impecables y crean atmosferas sugerentes y ambiguas que son parte de su estilo personal, tanto en lo técnico como en lo temático.
Sus pinturas se caracterizan por un colorido suave, nunca estridente, con tendencia a los grises y pardos, por eso su obra está próxima a la tradición inglesa Turneriana. Por todo lo dicho Javier Fernández es uno de los más valioso artistas y acuarelistas del país.


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