Una copa más…
Manuel Vargas, amigo y editor, se ponen en la piel del Víctor Hugo para pensar, decir, escribir, como seguramente lo haría él.
Manuel Vargas
Nací k”umu.
(Los que no saben el significado de esa palabra, pueden buscarla en mi
enciclopedia del Coba).
No recuerdo que alguna vez caminara derecho; tal vez
cuando niño, ¿pero qué será ser niño?, me suena, me suena. El caso es que nunca
me acuerdo si tuve algún percance y por eso digo que fui jorobado y retorcido
de nacimiento; ya me acostumbré a mi figura, para mi tranquilidad las malas
lenguas me han dicho que no importa que solo pueda mirar para abajo, pues Dios,
al único Señor a quien brindo mis respetos, no está precisamente arriba de las
nubes, como los falsos dioses que ahora pululan en ahí. Entonces, ¿para qué voy
a andar con la vista en alto?
Yo soy así nomás. Si existiera otra vida, o sea, si
tuviera una segunda oportunidad, tomaría una copa menos y… tal vez me podría
gustar tener un poco más clara la piel y el cuerpo esbelto como los de la jailaif. Pero no. Lo que pasa es que el
sol -cuando duermo en los bancos de las plazas- ha penetrado demasiado mis delicados
poros y ya no la puedo aclarar ni con Ace ni otro polvillo blanco o celeste de
esos que no son conocidos en el Mercado Chino.
A mí solo me gusta el polvo blanco que circula en
los callejones más oscuros y malolientes por donde camina, si no se arrastra,
mi gente. (¿Será que nací poeta?, así sin querer nomás mis expresiones mal
comidas y peor digeridas, a veces me salen con rima).
En realidad, lo que yo quiero es contar de pe a pa mi
vida nocturna, jodida, prieta y oscura como tu conciencia. La otra, la vida diurna,
nunca la he probado, pues como dije aprovecho el sol para descansar de mis
malas noches y la paso roncando. Y eso que, a propósito, ese tal Jaime Saenz me
tiene sin cuidado. La noche es puro
título. Yo soy más viejo que él, quien tal vez algo ha aprendido de mí,
leyéndome en los basurales donde fueron a parar periódicos viejos con alguna
entrevista a este servidor.
Decía que soy más viejo que él, y esto merece una
explicación. Es que el sufrimiento me ha hecho comprender y compararme a Job y
a todos los profetas de cuarta categoría. Eso proporciona experiencia en carne
propia, y es tan grande la mía (la experiencia, no mis carnes decadentes), que
tiene siglos. O sea, no me estoy quejando, es que soy así nomás. Entonces, me
he dado cuenta que muchos están aprendiendo de mí, sin importar la edad ni la
pinta, desde los falsos hippies del lumpen hasta los mal llamados académicos de
toda raza. ¿Pero qué estoy diciendo? Avancemos, aunque sea para atrás.
Mi primera farra no fue en un bar de mala muerte sino
al pie de la cuna. En realidad, me farreé en mi tierna infancia con los pechos
de mi madre. Es que un día, como todos, ella se emputó con mi viejo y fue tal
su desesperación que se farreó veinticinco días y medio, seguidos, y yo… como
siempre me ha gustado la teta, de la cual me alimenté hasta los tres años, mamé
de su leche que más parecía alcohol aguado, o tendría que decir lechoso. Y le
puse una farra… Esa fue la primera, y bien me acuerdo. Desde entonces no quise
soltar más la mamadera.
Pero claro, como al poco tiempo mi madre me sacaba
la mierda con palabras y con lo que hallaba -palos de escoba, leñas, laques de
policías y demás tucuimas- tuve que
buscar otras tetas, ya non tan sanctas, para seguir chupando.
Yo tenía un amigo pisicólogo, que me dijo ah, ya, vos farreas porque en el trago
buscas a tu madre. Buscas el amor, la calidez que sia pirdiu como tus carteras y tus lentes. (Este amigo no sabía que
yo nunca utilicé carteras para guardar mis papeles, ya sea el papel moneda o el
otro para los usos que ustedes ya saben). No sé por qué no lo mandé a la
mierda, simplemente lo dejé masturbándose con sus teorías. Yo tomo porque me da
la gana y listo. Y llevo mis libros y suplementos de la prensa bajo el brazo,
más mejor en el mero sobaco, así se conservan algo tibios y le doy algo de vida
a tanta basura que se escribe.
La cuestión es que de repente me vi rodeado de vicio,
como quien dice por los cinco costados. Me dominó y me quiso más pior que una fulana. Yo también lo
quería. (El vicio debe ser hembra). Y siendo tan querido, no puede ser malo, ¿o
no? Y fui creciendo, no para arriba sino hacia los costados, o sea haciendo
zetas, porque en todo soy contreras.
Mi vida fue una pérdida de tiempo. Todo lo perdía,
incluida mi virginidad. Solo que no me acuerdo de las circunstancias, o no me
conviene acordarme. Lo único que no he perdido es mi sombra. En eso también me
diferencio de algunos mortales que pierden hasta sus trabajos. Yo nunca he
trabajado, no he tenido tiempo, pues entre trago y trago anduve buscando algún
billete que nunca perdí. Porque necesito continuar bebiendo, ¿no? Yo soy
artista de verdad.
Bueno, ya no sé si estoy razonando lógicamente o me
salen las ideas al cuete o al cuate. Lo voy a buscar a mi amigo Manuel Vargas
para que le ponga algo de estilo a este zafarrancho. Claro, él no sabe mucho
que digamos, pero de algo se tiene que ocupar, ¿no? Salud por eso. ¿Quién más
saludable que yo?
Bueno, yo tengo muchos amigos. Por ejemplo Jack
London es mi cuate, así como Oscar Legüis y el Fico Nitche. Eso, entre los
nombres conocidos, con quienes a veces me charlo y le pongo sal a sus
filosofías. De los otros no voy a decir ni sus chapas, pero sí sus oficios y
profesiones.
Es que son delicados y muy relacionados con las
altas esferas, por lo tanto no les conviene que se sepa que tienen un amigo
como yo, que apenas tengo un subtítulo, y no me interesa llegar a tener título.
(Como algunos… que aparentan… Ya me dieron ganas de agarrar la copa). Y estos
amigos son, además, mis mecenas y benefactores. Aquí van: El Comandante General
de la Policía. El Nuncio Apostólico de Roma. El rector de la universidad. (Ahora
hay más de una pero sus rectorcitos no me simpatizan, por ahí apenas me van a
ofrecer a un licenciado para que me investigue).
Sigo: El ministro de Ramas Anexas. La directora general
de una Oenegé. La Madre Superiora de las Misioneras con Tacones. (De las putas
no hablo porque ellas nunca me consiguen nada, más bien me quieren quitar lo
poco que tengo). O sea que visitando a esa gente se me pasa el tiempo y ya no
puedo ni escribir, últimamente. Antes tenía menos amigos de esos, y era más
productivo. Pero la crisis, la edad y esas cosas, van en desmedro de la
creatividad y el único que pierde es el país. Porque yo ya he dicho: yo no sé
perder, perdeeer, perdereer.
O sea, repito: durante todo el tiempo tengo que
andar buscándolos para que me proporcionen lo indispensable para no morirme,
entonces, ¿con qué tiempo voy a trabajar, si el resto de mis horas las dedico a
divertirme tomando con mi gente? Y esos dizque amigos viven en los barrios extremos
de esta ciudad, unos en El Alto y el resto en la Zona Sur. Tengo que ir a sus
casas, generalmente a pie, puesto que en sus oficinas del centro los porteros
no me dejan pasar, y después lo que me dan ni siquiera me alcanza para
comprarme un par de canoas nuevas.
Por suerte las suelas de mis zapatos son eternas, pues son hechas de piel de
dinosaurio. Entonces yo ya estaba allá, o acá, digo en el Parque Jurásico. Soy
el Tiempo.
Ahora, la gente con la que comparto mis sueños y mis
piojos, no son pues mis amigos sino mis hermanos del alma. Mis iguales, que es
otra cosa. Me refiero a todos los personajes verdaderos que pueden ustedes ver
y palpar en mis thanta escritos.
Enemigos también tengo. Porque, en términos
generales, esa gente de mierda es igual que yo: mala. No los mato con mi
indiferencia porque yo más me puedo ir con ellos. O sea, prefiero tener
enemigos vivos para que me envidien un poquito y contribuyan a mi gordura y a
mi fama.
Ahora voy a hablar de Dios. ¿Quién es Dios? ¿Dónde
se lo encuentra? Si bien yo siempre lo he respetado, no he tenido el gusto de
saludarlo. Debe ser un tipo cul. O super, como dicen los fetos. Muchos de
sus representantes en la tierra me han tratado bien nomás. No me puedo quejar.
En realidad no me quejo de nada, ese es la
prablem. Salud por eso.
Aparte de ser saludable, yo sé cuándo me voy a
morir. Porque si bien mi nacimiento sia
pirdiu en la noche de los tiempos… Uta… ya me di cuenta de que he perdido
algo más… sé muy bien cuando me voy a morir. Pero todavía no es ni siquiera la
víspera. ¿Cuándo, cuándo entonces?, me dicen los envidiosos que ya se frotan
las manos pensando hacer negocio con mis huesos, y yo les digo a todos los que
quieran oírme y a los que no: Ya no me jodan. Yo me voy a morir cuando me dé la
gana.
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