Hablan
los escritores:
René Zavaleta Mercado[1]
Reproducimos una entrevista a Zavaleta Mercado, aparecida originalmente en la revista Nova a inicios de los años 60, y recopilada en el tomo III de la Obra completa, recién editada por Plural”.
- Para usted, ¿cuándo empieza la historia de Bolivia?
-
Prefiero responder por la negativa: si la historia se refiere a la situación
del hombre y de los hombres ante el transcurso del tiempo, es indudable que la
historia de Bolivia no comienza con los españoles. Los hispanistas prefieren
decir que no tenemos historia para no caer en la fórmula, visiblemente viciosa,
de que la historia de Bolivia comienza con los españoles. La conquista es un
enriquecimiento pero no la iniciación del ser histórico de Bolivia, que no es,
por eso, un país nuevo.
Seguramente
cuando se afirma que no tenemos historia se nos remite a un criterio
subjetivista y a la larga hermético que piensa que no hay historia sino cuando
los hombres tienen un sentimiento del tiempo. Si se me permite una traslación,
considero que no hay posibilidad de una historia para sí sino allá dónde
hay una historia en sí.
- ¿El escritor sudamericano más sobresaliente?
-
Me parece difícil dar un nombre en términos tan excluyentes.
- ¿Los mejores libros bolivianos en el siglo xix y en el siglo xx?
-
Puedo mencionar tres: Últimos días coloniales en el Alto Perú de Gabriel
René-Moreno, La Prometheida de Franz Tamayo, que personalmente no me
gusta, y Sangre de mestizos de Augusto Céspedes.
- ¿La misión del escritor en la sociedad moderna?
- Es decisivo citar estas palabras de
Pablo Picasso: “La pintura –dice- no ha sido hecha para adornar departamentos.
Ella es un arma de guerra, para atacar y defenderse del enemigo”. En las
semicolonias, y en especial en los países de signo frustráneo como Bolivia, tal
cosa es todavía más flagrante: el escritor es una respuesta, es un arma de su
país. Esta es una militancia. Un verdadero intelectual es un hombre libre, de
manera eminente, pero eso no debe confundirse con el desarraigo. La desconexión
respecto a los hechos de la realidad se llama alienación y no libertad. Por eso
el intelectual, si es a la vez un hombre auténtico, escucha los llamados de su
lugar y de su tiempo.
- ¿Moralidad, inmoralidad o amoralidad del artista?
-
Yo no me planteo en esos términos los problemas de la creación en el artista.
Supongo que el artista tiene que obedecer a su propio ser y esta es una ética
aparte que se resuelve de una manera completamente personal en sus encuentros
con la moral común.
- ¿Hay crítica seria en nuestro país?
- En Bolivia no habido nunca crítica
sistemática en ningún orden.
- ¿Influencia existencialista en nuestros intelectuales?
-
Ha de haberla sin duda pero no conozco un caso específico.
- ¿El fenómeno definidor de la
época histórica que atravesamos?
-
Son, a mi juicio, por lo menos dos: la rebelión de las masas y la
universalización de los hechos históricos por el capitalismo. Por el
imperialismo, que es su última etapa, el mundo es por primera vez mundial.
- ¿A qué atribuye el marasmo intelectual en Sudamérica?
-
Habría marasmo intelectual en América Latina si alguna vez hubiera habido un
florecimiento. Existe una relativa pobreza intelectual que corresponde a su
carácter de zona marginal del mundo. Sartre ha dicho que algunas veces la
cultura es un problema de proteínas.
- ¿Hubo cambio en la mentalidad nacional en los últimos diez años?
- Hay, por cierto, cambios históricos que
se irán expresando cada vez más en lo que usted llama la mentalidad nacional.
Pero si nos atuviéramos a algunos pruritos y desazones que circulan como por
rutina, parecía que aquí no ha pasado nada.
- ¿Hay ascenso o descenso en la cultura boliviana a partir de 1952?
- Hablar de ascenso o descenso, con relación a la cultura
boliviana post 1952, es una simplificación, un anhelo de cuantificación. Las
diferencias con los años anteriores a 1952 son más bien cualitativas: lo que
hasta entonces se llamó cultura nacional fue una cultura de evasión, un
complejo de formas de desarraigo. Desde 1952 se ha dado una suerte de
restitución o renacimiento de lo que Vladimir Weidlé llama “cultura
horizontal”, la de las formas colectivas, la del tiempo histórico, sin la cual
ninguna cultura vertical es verdadera.
- ¿Debe o no intervenir en política activa el escritor?
-
En principio, el escritor no tiene otra obligación que la de expresarse tal
como es en sí mismo pero no por sí mismo. Detrás de cualquiera expresión está,
empero, todo lo que el escritor es: uno nunca es solamente uno mismo sino que
además es siempre existencias mayores, hechos genéricos. Cuando el escritor es
él, es a la vez -porque esta dialéctica es propia de lo que es auténtico- su
clase, su raza, su pueblo, su tiempo. Como la política es la expresión en la
superestructura de la lucha de las clases, de hecho el escritor es un político
cuando se expresa. Algunos creen en la profesionalización de la política pero
en realidad la política nunca es pasiva: es la ciudad en acción, en cuanto se
conduce. Lo único apolítico es la muerte.
- ¿Cuál es el punto apremiante de la problemática nacional?
-
En Bolivia hay, sin duda, una pedagogía al servicio de la frustración. Una
nacionalidad dramática no es forzosamente una nacionalidad destruida. Y, por el
contrario, un cierto grado de acoso es saludable para que un pueblo mantenga su
forma histórica, su tempo. Pero es cierto que el apremio de este país no
es hallar una forma de su existencia sino defender su existencia misma. Tal vez
podamos recordar a Kafka, que dijo: “Estoy acosado, estoy elegido”.
[1] [Obra completa de René Zavaleta Mercado, tomo III, vol. 2 (La Paz:
Plural editores, 2015): pp. 17-21. Entrevistas publicadas originalmente en la revista Nova
(La Paz), núms. 3 y 9 (10-1962) y (4-1963)].
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