La Abeja Literaria
Una curiosa revista de mediados del siglo XIX, que mezclaba reflexiones sociales, culturales y coyunturales, con espacios para la lírica pasional personal.
Omar Rocha Velasco
No fueron pocas las publicaciones latinoamericanas
que, en la segunda mitad del siglo XIX, aludieron a panales y abejas. El auge
de la prensa periódica despertó la imaginación de colmenas literarias llenas de
escritores que lucharon por magnos y artísticos ideales.
Este es el caso de la revista La Abeja Literaria, cuyo primer número apareció en Sucre el 21 de
agosto de 1867, bajo la dirección del presidente de la Sociedad Literaria, Jorge
Delgadillo. De acuerdo al “prospecto” y otros textos que transitan por esta “eventual”,
esbozamos algunas ideas fuertes de la época:
·
La prensa era ese poderoso medio que tenía “las luces
para difundir”, claramente la labor noble de las bellas letras era heredera de
la Ilustración y lo que en esos años se llamaba intelijencia, es decir, la expresión y pensamiento de una minoría
ilustrada.
·
Bolivia era considerada todavía una nación joven, la
literatura era la expresión de esa nacionalidad infante, que en “el futuro se
presentará en el escenario mundial” reclamando el lugar que le corresponde.
·
Los prosistas cultivaron con fervor el artículo
periodístico, el ensayo folletinesco y la polémica política, irónica y
humorística. Muchos “polígrafos” ejercieron escritura usando, sobre todo, el
humor y la ironía como recursos.
·
Fue una época en la que los primeros “historiadores”
de la república jugaron un papel muy importante: aunque sus mismos
contemporáneos los calificaran de poco rigurosos y pegados a la crónica,
surgieron obras preocupadas por historiar el “periodo fecundo de la lucha de la
independencia”. Los libros que tuvieron más impacto fueron La historia de
Bolivia, de Manual José Cortés, Memorias históricas de Modesto
Omiste y la Historia de la Confederación Perú - Boliviana de José Rosendo
Gutiérrez.
·
Los escritores que estuvieron pegados a la tradición
“clásica” usaron con esmero y cuidado las reglas gramaticales, sintácticas y
lexicológicas “castizas”, atribuyéndole a la lengua castellana cualidades
naturales y diferenciales propicias para la creación literaria: “ni tan dulce
que solo pudiera adaptarse al lenguaje de las pasiones, como el italiano, ni
tan varonil que solo sirviese para expresar cantos de guerra, como el francés”.
·
Los poetas
vivían una contradicción: debían encontrar un lenguaje propio, buscar lo
“nuestro”, pero la herramienta era una lengua castellana que se recibía como
legado colonial.
·
Todo el trabajo y el legado apuntaba al futuro, la
esperanza es una de las virtudes que más calificativos obtiene en la revista:
“gota cordial que Dios derramó en nuestra copa…”, “tributo que la desventura i
la fé llevan sobre el altar de la providencia”, “virtud que nunca prescribe”,
“bálsamo para las heridas del alma” [sic.].
·
Estas hojas incentivaban el amor a la patria, eso
estaba casado con la creación, la intención era llegar a los jóvenes,
mostrarles la senda gloriosa de los poetas consagrados, laureados, triunfadores
(verbigracia, Manuel José Cortés), los jóvenes debían conocer los “jenerosos y
nobles propósitos” de los antecesores [sic.].
·
Sin embargo, no todo fue pensar en una Bolivia infante
que se proyectaba hacia un futuro prometedor, también los bardos transcurrieron
por “mezquinas empresas de desahogar infructuosamente
las impresiones fugaces que afectan su vida íntima” como reprochaba Santiago
Vaca Guzmán, veamos, por ejemplo, un intercambio de poemas y dedicaciones que abundaban
por esas páginas:
A la
señorita María Josefa Mujía
A mi
estrella
¡Qué hermosa está mi peregrina estrella,
mecida cual querub en el espacio,
esparciendo los rayos que destella
en nubes de zafir i de topacio. [sic.]
(…)
Pedro
Elera
Al señor Pedro
Elera
Contestación a
la poesía titulada “A mi estrella”
Otra vez, escuché con alegría
las blandas notas de tu dulce acento,
que del Sud trae el apasible viento
i a mis oídos llega su armonía. [sic.]
(…)
María
Josefa Mujía
El siglo XIX literario fue tildado de quejumbroso,
imitador y frívolo, a pesar de esa mirada que se cierra sobre sí misma es
posible polifemizar la perspectiva husmeando esas colmenas de bardos que se
dedicaron a publicar “hojas eventuales”.
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