lunes, 24 de agosto de 2015

Entrevista

Una charla con don Néstor

A dos meses de la muerte de Néstor Taboada Terán, presentamos una entrevista -inédita en el país- que el escritor concedió hace algunos años en el marco de la Feria del Libro de Buenos Aires. Un repaso a su vida, su obra y sus ideas.



Nicolás G. Recoaro

- Don Néstor, ¿cómo nació su vocación de escritor?
- Siempre se ha dicho que el escritor nace o se hace. En mi caso pienso que he nacido escritor. Vengo de una familia muy pobre: mi padre murió en la Guerra del Chaco y mi madre luchó mucho para que yo tuviera una buena educación, para que leyera desde muy chico. Yo ensayé varios oficios antes de llegar al de escritor. De muy chico soñaba con ser artista plástico, hasta que ingresé muy joven a trabajar en un periódico.

- ¿Cómo fue ese cambio?
-Fue raro. Un día salía de la casa de mi amigo Harmodio Tamayo, hijo del recordado  escritor Franz Tamayo, y me sorprendió ver en una esquina, en un puesto de periódicos, un semanario con un titular gigante que decía: “Bolivia se va a pique”. Quedé espantado y fui inmediatamente al periódico a reclamar por qué decían que Bolivia se iba a pique.
Ante las caras de asombro de los periodistas, les dije que yo me ofrecía para salvarla. Estaba yo cumpliendo los 14 años, y entonces me recibieron en el periódico, me tomaron fotos y salió un reportaje muy bonito, en el que resaltaban mi iniciativa como algo muy curioso y divertido, hasta me bautizaron como “Pichón de Tigre”.
A partir de ese momento, empecé a frecuentar el periódico diariamente, pero no recibía sueldo alguno. Ayudaba en la recepción y en la redacción, pero los vivos nunca me pagaban. Años después aprendí el oficio de linotipista, luego el de periodista y, finalmente con los años, el de escritor. Por ese tiempo empezaba a pensar que los periodistas y los obreros de imprenta eran verdaderos trabajadores de la cultura, y ahí nació en mí un fuerte compromiso e identificación con esos trabajadores.

- ¿Cómo era el oficio de escritor en aquella Bolivia?
- Por lo general, el escritor boliviano venía de las clases acomodadas. Era, y lo sigue siendo, muy difícil ser escritor viniendo de las clases bajas o de los sectores rurales. Yo trabajaba de día y estudiaba y escribía de noche. También tuve algo de suerte y el apoyo incondicional de muchos profesores y del Partido de la Izquierda Revolucionaria, que me ayudaron en la edición de mi primer libro de cuentos, que incluía mi primer relato premiado, Claroscuro.
Las críticas no fueron muy buenas, sobre todo en los medio de la oligarquía, y me llamé a un silencio voluntario que duró diez años, hasta que en 1960, y luego de leer cientos de libros y perfeccionar mi escritura, salió a la luz El precio del estaño. Y ahí todo cambio… Se trata de un libro que denuncia las matanzas de mineros en mi país y que ganó el Premio Nacional de Literatura.  

- El libro salió pocos años después de la Revolución del 52. ¿Qué recuerda de aquellos años?
- En Bolivia la oligarquía vive cambiando de cara, en esos años se maquillaba para aparentar que estaba con los intereses del pueblo, pero no era así. Paz Estenssoro tenía su asesor norteamericano, los “compañeros” norteamericanos venían a Bolivia en esos años y marcaban el ritmo de la política económica y la represión a los sectores mineros.
La revolución actuaba con dos caras: por un lado hablaban maravillas de los mineros y por el otro servían a los intereses históricos de la oligarquía. En mi último libro sobre Evo Morales (NdR: Tierra mártir. Del socialismo de David Toro al socialismo de Evo Morales), planteo la construcción de esas dos caras que han tenido el socialismo y la revolución nacional en Bolivia.

- Usted forma parte de una generación de escritores muy comprometida con la militancia política.
- Sí, toda una generación de escritores que después de la Segunda Guerra Mundial entendió que la escritura era uno de los caminos para conquistar las libertades que estaban vedadas en nuestros países, de luchar por los derechos de las clases oprimidas y de los trabajadores.

- Y por eso le tocó vivir el exilio en carne propia.
- Sí, fue muy duro, pero Argentina me recibió con los brazos abiertos y me trataron muy bien. Yo viví siete años en Buenos Aires y mucha gente me ayudó en aquellos tiempos. Ya era prácticamente un compadrito de Buenos Aires, pero extrañaba mucho a mi país y decidí regresar. Advertía que quería volver a mis raíces, sentía que mi país me necesitaba, que necesitaba el trabajo de los intelectuales que no se vendían por el dinero.

- ¿Cómo analiza la llegada de Evo Morales a la presidencia?
- Que Evo Morales haya logrado ganar la presidencia es algo inconcebible para buena parte de los sectores de poder del país. Bolivia es básicamente un país anti-indio, su historia lo dice.
Fue insólita, pero hubo factores especiales que ayudaron a ese triunfo: un novedoso sector concienciado, revolucionario, con profundos antecedentes de lucha. Pero creo que la masa de votos ha sido del voto protesta. Pero un voto protesta muy diferenta a la experiencia inocua del voto protesta que se vivió antes de la caída de De la Rúa, aquí en Argentina.
Creo que Bolivia es un cúmulo de experiencia, siempre ha sido el gran laboratorio de las políticas de América. En 1809, las revueltas en Bolivia anticiparon las revoluciones que terminaron en las grandes gestas revolucionarias de América y la Revolución del 52 también cambió muchas cosas. Espero que el Gobierno de Evo sea también parte de esos ensayos.

- ¿Y qué opina en relación a las políticas culturales del actual Gobierno y los precios de los libros en Bolivia?
- En Bolivia se debe construir una verdadera revolución cultural, un proceso que dé posibilidades a los excluidos y que tenga muy presente nuestras raíces, pero no de un modo folklorizante. Una política cultural que tenga en cuenta a todos, y con precios de libros accesibles.

Me acuerdo que cuando se publicó El precio del estaño, yo personalmente salía a vender los libros en los pueblos mineros. Si hasta me gané una tirada de orejas de la editorial cuando se enteraron que vendía los libros a menos de la mitad del valor al que se los conseguía en las librerías de las ciudades. Pero a mí me interesaba que los trabajadores pudieran leer esa historia, la otra historia.

No hay comentarios:

Publicar un comentario