miércoles, 9 de noviembre de 2016

Música

Vadik explora aguas serenas

 
Vadik Barrón durante la grabación de "Agua". (Footo: Miguel Nina)

Escuchando el nuevo disco. Si un poco más adelante/abajo propondremos un repaso a las letras de Agua, ahora a ponerse todo oídos.


Marcela Araúz

El disco Agua es un sonido impredecible. La más diferente de todas las producciones que fecundó Vadik Barrón. Tomando en cuenta que en sus nueve grabaciones como solista, y parte del grupo Camaleón, tenía ritmos identificables como el rock, el pop y el funk, hoy se sumerge en aguas más tranquilas: géneros y ritmos en su mayoría latinoamericanos.
Es así que dos son los rostros identificables en este nuevo disco: son 12 composiciones que nacieron como canciones, comenta el mismo Vadik, que luego -en el proceso de grabación y arreglos junto al maestro Álvaro Montenegro- adoptaron rostro de valses, cumbias, etc.
La segunda característica predominante de Agua es que Barrón deja descansar el sonido de su guitarra eléctrica, no hay instrumentos que no reviertan sonidos acústicos. En ese panorama, suma sonidos nuevos con instrumentos con los que sus canciones no habían jugueteado anteriormente, tal es el caso de los varios arreglos con brasses que hay en no pocos temas y una riquísima variedad de percusiones.
Quiero dar un paseo por las canciones que me sedujeron en este disco, desnudarlas un poquito.  Arena, percusión “brasuca” en el ritmo de baiao, plantea bellas y sutiles intervenciones de la flauta traversa de Montenegro.
Ternura tiene sonidos que rememoran a la hermosa producción de Pablito Milanés junto a la venezolana Lilia Vera, allá por inicios de los 80. Vitoria es un son con coros en registros graves, hechos por el mismo Vadik, que -aunque breves- son un bello y sutil aporte.
Mozambique, una pausada canción donde se escucha con predominancia a Analía Abat en los coros al unísono. Es ella también quien añade su dulzura pertinente a El carnaval, al apoderarse de la primera voz en la segunda parte de la canción, que es en sí misma un sabroso jugueteo, homenaje a su tierra orureña (la de Vadik) y su fiesta grande.
Bálsamo es, en mi opinión, uno de los dos puntos más elevados de esta nueva propuesta musical del cantautor orureño. Con fuerte influencia del uruguayo Jaime Ross, ese coro, esa percusión murguera y los impredecibles cambios de tono en el estribillo elevan conmovedoramente la tensión de esta obra y su belleza. Y el bandoneón.
Marina San Antonio tiene una belleza nostálgica. Es un vals con descollante arreglo de cuerdas y un saxo conmovedor hasta decir basta. Asimilo la melancolía que emana esta canción con el sonido de Joaquín Sabina en su disco XXXX. Los coros son a dos voces, pero la variación de registros da la impresión de más.
Para quienes seguimos fielmente la creación musical de Vadik, resulta un reto salir de la zona de confort que implica estar acostumbrados a su sonido más dinámico y con intervalos incluso intensos. Pero estos sonidos nos abren la puerta a un nuevo paisaje y bien vale la pena nadar en ellos.


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