jueves, 3 de noviembre de 2016

Etc.

Bob Dylan, Nobel pase lo que pase


El periodista boliviano radicado hace décadas en Suecia, recuerda que así Dylan deje plantada a la Academia sueca, o incluso así rechace el galardón, este se mantendrá con su nombre, como ocurrió con Sartre.



Carlos Decker-Molina

La secretaria permanente de la Academia Sueca, Sara Danius, la misma que dio a conocer el nombre del Nobel de Literatura 2016, estuvo en casi todos los programas culturales, informativos y de libros de la televisión sueca, además de conceder varias entrevistas para diarios nacionales e internacionales.
Sara Danius repitió varias veces dos palabras: poesía y unanimidad. “Se ha premiado la poesía de Dylan y no ha habido opiniones dispares entre los académicos”. Aclaró que la “tardanza” de una semana en comparación a los otros Nobel no “ha sido porque teníamos divergencias”, sino que corresponde a las normas de la Academia que debe reunirse cuatro jueves a partir del penúltimo de septiembre, “este año el cuarto jueves cayó una semana después de los otros”.
¿Es buena o mala la elección? Preguntó alguien y Danius respondió que no se trata de ponerle un calificativo. “Toda elección del Nobel, con muy pocas excepciones, provoca disonancias en el mundo de la literatura y la cultura”.
Hasta aquí fue todo para la Academia sueca que ya entró en silencio preparativo del acto de entrega del premio que se realizará el 10 de diciembre. Sin embargo, el afán para el elegido, no hace más que comenzar.
Antes del acto, hay algunas comparecencias a las que debe comprometerse, para lo que cual necesitan tener un contacto directo entre la Academia y el premiado. Pero hasta ahora Bob Dylan se las arregló para mantenerse aislado.
Hablando de rituales y caprichos, recuerdo el caso de Gabriel Garcia Márquez que exigió que unas orquestas de ballenato participen con su música en la cena Nobel luego de la entrega del premio. Le aceptaron a regañadientes, pero ahí estuvo presente el ballenato desafinando con la tradicional música de cámara.
Otra exigencia de la que el colombiano se libró, es la del traje del galardonado para la ceremonia, que casi sin excusa posible debe ser smoking o frac, salvo que se opte por la vestimenta típica de su país, que fue lo que García Márquez alegó para vestir su traje blanco, Wole Soyinka para lucir su túnica africana. Antes de la gala, el elegido debe participar de un ensayo en el Palacio de los Conciertos, para asegurar que venias, apretón de manos y tres pasos hasta llegar al lugar donde el rey sueco espera con el premio, sean -aparenten ser-  espontáneos. 
Pero hay más compromisos… a uno de ellos Vargas Llosa le dedicó un mes después una crónica singular, se trata de la visita a la unidad escolar de Rinkeby, un suburbio donde conviven cerca de cien nacionalidades diferentes. Los alumnos suelen preparar un libro hecho por ellos con dibujos, fragmentos de la novela, poemas o escenas dramáticas de la obra del elegido, quien comparte cerca de una hora con estudiantes y profesores.
Quizá los dos actos más importantes son la “clase magistral” que el Nobel de Literatura ofrece a una concurrencia elegida, pero con presencia de la prensa. Recuerdo la de García Márquez que la “piratee” y se la envié a mi amigo Mario Castro de radio Cristal, y la de Mario Vargas Llosa, que tuvo sus tintes políticos, cuando dijo que Evo Morales era un payaso, y la la cena de homenaje que es transmitida por la televisión sueca.
A la hora de los postres el Nobel de Literatura ofrece un discurso de agradecimiento, a veces muy original como el de Vargas Llosa que contó la historia de un niño lector que ocultaba su propia historia.
Para todo este “paquete protocolar” se necesita contacto entre el premiado y los premiadores, algo que hasta hoy no se ha producido entre Bob Dylan y la Academia. Día antes de ser escrita esta nota, la Academia renunció a contactar al estadounidense. Lo que queda es una gran interrogante: ¿acudirá Bob Dylan a recibir el premio más importante de las letras?
Dylan ya estuvo en Suecia en ocasión de recibir el premio Polar, una suerte de Nobel de la música, que se concede cada año a dos músicos, uno popular y otro clásico. Dylan fue elegido el 2000, recibió el premio de manos del rey sueco, agradeció con pocas palabras, que pocos entendieron porque casi susurró antes que hablar y desistió de fiestas, cenas y homenajes, más bien montó en un avión, que dicen que es suyo, y se fue. ¿Arrogancia? ¿Fobia social? ¿Mala educación? ¿Timidez? ¿Apocamiento? No lo sé.
¿Qué pasa si no acude a recoger el galardón? Nada, pues ha habido quienes no lo hicieron, por ejemplo, Elfriede Jelinek, dramaturga austriaca que padece de fobia social. Se llevó a cabo un acto sencillo en la embajada sueca de Austria y san se acabó. Doris Lessing tampoco asistió por su estado de salud, pero el caso más emblemático, y el que al parecer ahora temen que se repita, no solo los suecos sino gran parte del mundo literario, fue el de Jean Paul Sartre, que en 1964 rechazó el premio, pero años más tarde quiso cobrar el valor pecuniario que le fue negado por la Academia. No obstante, el nombre de Sartre no fue borrado de la lista.
Todo esto indica que ante la posible ausencia del premiado - supongamos que Dylan no llega a Estocolmo- la Academia no lo eliminará de la lista. Bob Dylan, ausente o presente; acepte o rechace el galardón, es el Premio Nobel de Literatura 2016.


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