domingo, 27 de noviembre de 2016

In memoriam

Leonard Cohen, los eternos momentos

Algo había que decir sobre el inmenso canadiense. Aunque aún creemos que era mejor quedarse callados.


Martín Zelaya Sánchez

“Como solía decir mi anciano maestro: ‘Podemos visitar el paraíso, pero no podemos vivir en él porque en el paraíso no hay ni restaurantes ni lavabos’,hay momentos…”, dice Leonard Cohen hacia el final de Soy tu hombre. La vida de Leonard Cohen, de Sylvie Simmons (Lumen, 2012).
Si hay algo en lo que concuerdo con la mayoría de los obituarios que inundan la red estos días, es que nadie como el maestro canadiense para la lúcida elegancia y para la infinita ironía. Nadie como él en capacidad vicaria, agregaría, porque, convengamos, solo los desprevenidos insisten en su “religiosidad”; acaso, tal vez, espiritualidad; acaso, definitivamente, trascendencia y privilegiada visión para el más allá, para lo de más allá. ¿Qué era Dios para Cohen?
“…como digo en esta canción (Boogie Street) –continúa la cita- en que you kiss my lips, and then it’s done, I’m back on Boogie Street; en medio de un abrazo con la persona a la que amas te fundes en el beso, te disuelves en la intimidad, es como si tomaras un trago de agua fría cuando tienes sed; sin ese refresco probablemente morirías de aburrimiento, pero no puedes vivir allí. De inmediato te vez sumergido de nuevo en el atasco del tráfico”.

¿En qué reside la magia de Cohen? Muchos estetas y perfeccionistas de la canción melódica podrán decir que su carrasposa voz es más bien hostil a los oídos; muchos asumimos esa perfecta imperfección como un bendito vicio para escuchar una y otra y otra vez.
¿Y sus textos? Dylaniano, dirán algunos, beatnik, seguidor de Burroughs y Ginsberg, hippie trasnochado, otros… pero creo que nada de eso. Es, más bien, un género en sí mismo, un erudito que en sus canciones y poemas halla preguntas fundamentales, más que respuestas; dudas y provocaciones, antes que certezas; inquietudes e incertidumbres antes que resignaciones. ¿Acaso algo mejor para provocar las respuestas que a veces buscamos?

“He leído en algún lado que nosotros no producimos pensamientos, que los pensamientos llegan espontáneamente y entonces, fracciones de segundo después, tomamos posesión de ellos. En ese sentido nadie tiene un pensamiento original. Pero los pensamientos originales surgen, y nos lo atribuimos”, comenta en otra parte del libro biográfico. Y para no seguir divagando, mejor ver y leer algunas delicias tomadas de su Libro del anhelo.

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