Leonard Cohen, los eternos momentos
Algo había que decir sobre el inmenso canadiense. Aunque aún creemos que era mejor quedarse callados.
Martín Zelaya Sánchez
“Como solía decir mi anciano maestro: ‘Podemos visitar el
paraíso, pero no podemos vivir en él porque en el paraíso no hay ni
restaurantes ni lavabos’,hay momentos…”, dice Leonard Cohen hacia el final de Soy tu hombre. La vida de Leonard Cohen,
de Sylvie Simmons (Lumen, 2012).
Si hay algo en lo que concuerdo con la mayoría de los
obituarios que inundan la red estos días, es que nadie como el maestro
canadiense para la lúcida elegancia y para la infinita ironía. Nadie como él en
capacidad vicaria, agregaría, porque, convengamos, solo los desprevenidos insisten
en su “religiosidad”; acaso, tal vez, espiritualidad; acaso, definitivamente,
trascendencia y privilegiada visión para el más allá, para lo de más allá. ¿Qué
era Dios para Cohen?
“…como digo en esta canción (Boogie Street) –continúa la cita- en que you kiss my lips, and then it’s done, I’m back on Boogie Street; en
medio de un abrazo con la persona a la que amas te fundes en el beso, te
disuelves en la intimidad, es como si tomaras un trago de agua fría cuando
tienes sed; sin ese refresco probablemente morirías de aburrimiento, pero no
puedes vivir allí. De inmediato te vez sumergido de nuevo en el atasco del
tráfico”.
¿En qué reside la magia de Cohen? Muchos estetas y
perfeccionistas de la canción melódica podrán decir que su carrasposa voz es
más bien hostil a los oídos; muchos asumimos esa perfecta imperfección como un
bendito vicio para escuchar una y otra y otra vez.
¿Y sus textos? Dylaniano, dirán algunos, beatnik, seguidor
de Burroughs y Ginsberg, hippie trasnochado, otros… pero creo que nada de eso.
Es, más bien, un género en sí mismo, un erudito que en sus canciones y poemas halla
preguntas fundamentales, más que respuestas; dudas y provocaciones, antes que
certezas; inquietudes e incertidumbres antes que resignaciones. ¿Acaso algo
mejor para provocar las respuestas que a veces buscamos?
“He leído en algún lado que nosotros no producimos
pensamientos, que los pensamientos llegan espontáneamente y entonces,
fracciones de segundo después, tomamos posesión de ellos. En ese sentido nadie
tiene un pensamiento original. Pero los pensamientos originales surgen, y nos
lo atribuimos”, comenta en otra parte del libro biográfico. Y para no seguir
divagando, mejor ver y leer algunas delicias tomadas de su Libro del anhelo.
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