Sergio Suárez Figueroa y su guitarra
La Mariposa Mundial no deja de trabajar en la amplia obra inédita del autor y músico uruguayo boliviano. Va un pequeño adelanto de las investigaciones.
Sergio Suárez Figueroa (primero desde
la derecha) y una banda de jazz. |
Alan Castro Riveros
Ya decía Jaime Saenz en Vidas y muertes que Sergio Suárez Figueroa “era modesto en extremo,
y muchos lo conocían no como poeta, sino como guitarrista, pues en efecto lo
era, y muy notable por cierto” [170]. Valga esta brevísima presentación para
desperdigar algunas imágenes que dan cuenta de la tenaz relación que Suárez
Figueroa mantenía con la guitarra y con la música.
Los
conjuntos
Desde que llegó a La Paz, Sergio Suárez
Figueroa trabajó como guitarrista en diversos ambientes y tenía tratos con
distintos géneros musicales: el folklore, el jazz, la música clásica y el
bailongo.
De tal manera, Suárez Figueroa ofició de
guitarrista en algunos salones de hotel, pero también amenizó junto a diversos
conjuntos musicales las noches de locales y boites
como el Malí (Plaza del Estudiante), el Galey (avenida Camacho), el
misterioso Altri Tempi (situado detrás del coliseo del Don Bosco y sobre el que
Suárez Figueroa escribiría un cuento titulado Los piratas del Altri Tempi) y el mítico Gallo de Oro (Obrajes). Además,
en carnaval —época en la que ganaba más dinero que en todos los meses del año
juntos— alegraba las jaranas con el conjunto típico de los hermanos Molina.
En 1956, después de regresar solo del viaje que
hizo a Venezuela junto a Los Provincianos,
Suárez Figueroa —defraudado— abandonó la interpretación pública de música
folklórica y se dedicó a la interpretación y al estudio de la música clásica y
del jazz. El año de su regreso intentó junto a Mario Ferrari (pianista egresado
de la Escuela de Milán), la aventura estética del jazz, a la que Suárez
Figueroa relacionaba con la pintura abstracta. La poca difusión del jazz en
nuestro país hizo que practicase esta música con intérpretes extranjeros y en
ámbitos más o menos exclusivos.
Según leemos en recortes de periódico
guardados en el archivo de su familia, Suárez Figueroa impuso en aquel pretencioso
medio musical a los músicos bolivianos que no eran aceptados en los locales “exclusivos”
de La Paz. Entre esos músicos estaban el pianista Humberto Tapia, el
saxofonista H. Monroy y el contrabajista Andrés Molina.
Suárez
Figueroa y Alfredo Domínguez
En septiembre de 1960 Suárez Figueroa dio un
concierto en el Teatro Suipacha de Tupiza. Sergio tenía razones para visitar
Tupiza, pues allí vivían sus amigos Gastón Suárez y Líber Forti —ambos,
dramaturgos a carta cabal.
Aquella vez interpretó a Francisco Tárrega, Fernando
Sor y Félix Mendelssohn. Sin embargo, lo más alucinante de aquel concierto fue
el último número: un conjunto de guitarras compuesto por Ginés Vargas, Sergio
Suárez Figueroa y el maestro tupiceño Alfredo Domínguez. Habrá que decir que en
1960 Alfredo Domínguez tenía apenas veintidós años y, según sabemos, Suárez
Figueroa (que le llevaba catorce años) había compartido cuanto misterio sabía
de la guitarra con él. Desde entonces, el bailecito Alto Sud (compuesto por Domínguez) entraría en el repertorio de los
conciertos de guitarra de Sergio Suárez Figueroa.
El
estudio de la guitarra
1965 es uno de los años más agitados de Sergio
Suárez Figueroa como concertista. El 14 de julio da su primer concierto en la
ciudad de La Paz, bajo el auspicio del Centro Cultural Bolivia-Brasil. Su
presentación tiene lugar en uno de los salones del Instituto Boliviano-Alemán.
Este concierto es muy importante, pues es la
base de una serie de recitales que daría más adelante y en los que busca dar
una visión histórica de la transformación de la guitarra a lo largo de los
siglos. En ese sentido, la primera parte de este concierto llega hasta el
barroco, la segunda al romanticismo y la tercera al folklore latinoamericano. Suárez
Figueroa repetiría este concierto varias veces aquel año, ya fuese con motivo
del XXXV aniversario de la autonomía universitaria en la UMSA, como parte de
los festejos patrios en Oruro o por el precio de cinco pesos en el Club Social
de Cochabamba.
Esta serie de presentaciones derivaría en una conferencia-concierto
titulada “La evolución de la guitarra de la Edad Media hasta nuestros días”.
Este concierto se presentó el 22 de octubre de ese año en la Tribuna de la
Alianza Francesa. Su recorrido empieza con un bloque compuesto por una suite de Robert de Vissé (1655-1733) y una
pavana del vihuelista Luis de Milán (1500-1561). Como segundo bloque, Suárez
Figueroa se entrama en el Romanticismo e interpreta a Fernando Sor (1778-1839)
y a Francisco Tárrega (1852-1909).
En cuanto al folklore latinoamericano que
compone el tercer bloque, Suárez Figueroa ejecuta dos de sus composiciones: Canción andina y el bolero de caballería
Aire de banda. En una entrevista
posterior, comentaría en torno a esta última composición que “si bien la música
de los boleros de banda posee algunas reminiscencias del repertorio de los
vihuelistas no obstante conserva un sabor indiscutiblemente boliviano”. [El Diario, 10 de Julio de 1966]. Además
de sus composiciones, Suárez Figueroa interpretaría en este bloque al salteño
Eduardo Falú (1923-2013) y tocaría una canción popular catalana. Para
finalizar, el concertista interpretaría la pieza Las meninas (balada para un tema del pintor Diego Velázquez) —otra
composición suya que posiblemente envolvía en una unidad este concierto que
despuntaba con aires barrocos.
Sergio Suárez Figueroa y su guitarra
El mes de julio de 1966 sale un disco EP de
Sergio Suárez Figueroa con el sello Méndez. La única composición suya que
aparece en este disco (de las tres que interpreta en su conferencia-concierto)
es Aire de banda, posiblemente por su
relación con el periodo vihuelista, que es
considerado por Suárez, el más poético y rico para los guitarristas [Prensa
Libre, Cochabamba, 8 de octubre de 1965].
Las piezas incluidas en el EP titulado Sergio Suárez Figueroa y su guitarra
son: Lado A: 1. Noche de Moscú (canción
rusa) 2. Aire de banda (SSF) 3. Estudio (Fernando Sor). Lado B: 1. Estudio (Dionisio Aguado) 2. Sonatina (Niccolò Paganini) 3. Adelita (Francisco Tárrega).
Aunque este es el único disco de solista de
Suárez Figueroa, sabemos que hay muchos otros en los que acompañó con la
guitarra, tomando en cuenta que el poeta era parte del conjunto de guitarras
que acompañaban a los cantantes en los estudios de grabación Méndez. En ese
sentido, el rescate de su obra tiende un puente para el recuperación conjunta
de ciertas memorables piezas de la literatura a contrapelo de aquellas de la música
boliviana, que con su reaparición concederán nuevos bríos a nuestra deslucida memoria.
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