miércoles, 9 de noviembre de 2016

Canción

Ya que hablamos de canción y literatura

Sobre las letras de Agua, el nuevo disco de Vadik Barrón. Sobre el valor literario de un disco que -como quedó dicho antes/arriba- en lo musical, es una joya.

 
Portada del CD, un arte de Marco Tóxico.

Martín Zelaya Sánchez

Se me ocurre que Agua, el nuevo álbum de Vadik Barrón, bien puede resumirse en un par de versos de Charco, la tercera de las 12 canciones que lo componen: “El futuro de espejos / insomnes / queda lejos / y cambia de nombre. // (…) Pero nada en la vida es pa’ tanto / no se compara mi canto / con tus ojos que me ven posible”.
Sin ser el disco más personal de Vadik es, creo, el más reflexivo y revelador. Ojo, soy de los que descreo que toda letra de los buenos cantautores -actualmente Vadik es uno de los mejores entre los nuestros- sea fiel reflejo de sus vivencias. “¿Qué siempre le hicieron a este pobre?”, comentan algunos al oír una bien lograda letra de desamor. ¿Acaso no estriba el valor y la genialidad del artista -en este caso, del cancionista- en inventarse situaciones, plasmarlas, armarlas y transmitirlas de un modo tan único y verosímil que bien nos lo creemos?
Agua es un disco con un claro y sólido eje unitario: la nostalgia insondable, que no siempre infundada; es decir, la peor: la nostalgia de lo que nunca fue y de lo que vendrá (o no)… la añoranza de los incierto, de lo (im)posible.
No quiero decir que nada de lo que canta y cuenta Barrón le haya pasado en carne propia, que no haya algo que sea real o basado en hechos reales, como bien se advierte en las películas y novelas. Es arte al fin, es experiencia, bagaje e impronta personal, al servicio de una obra de la imaginación. Creo que la madurez y oficio en este su ya noveno disco (si contamos los grabados en grupo) resultan en una colección sólida y coherente en el carácter antes comentado, y en las metáforas cabales para esos estados de ánimo: la naturaleza hoy más precaria e imprevisible que nunca: el agua, la tierra, la arena, el viento, la madera… nuestra casa que tanto nos da y que tanto nos empeñamos en maltratar; así como a nosotros mismos, autodestructivos incurables como somos.
Antes de hacer un brevísimo repaso de algunos de los temas, valga decir que, en lo musical, Agua, producida por Álvaro Montenegro, es una joya: boleros, sones, tonadas, candombes… canción latinoamericana de alto nivel. Sobre ello que hablen los conocedores, como ya ocurre en estas páginas.

Canciones
“Y el sentido común / parece una utopía”, dice en Agua, el primer tema… tema de desamor y desasosiego, de la ilusión que se va, tan irremediable, como la corriente de agua. Y la incertidumbre -que no desesperanza- sigue en Arena: “Extraño las cosas que nunca perdí / las vidas ajenas / me quedan secuelas y hasta cicatriz / pero no la pena”.
En Vitoria sigue la misma tónica que, ahora que lo veo, me parece un reflejo generacional de la insatisfacción, la búsqueda permanente, la inconformidad e inestabilidad disfrutables –preferibles, adrede todas ellas- tan caras y comunes a los ahora casi cuarentones, o poco más, o poco menos; los pre pre milenials: “Tú te marchaste a encontrarte / volviste y ya no estabas / no habían puertas ni aldabas / ni aquí ni en ninguna parte”. Pero no todo es sombrío, y Milagro así lo recuerda: “la vida es tu amiga / la dejas o la tomas”.
Mozambique, uno de los puntos altos y con una musicalidad enorme, tiene una de las frases memorables: “Qué tiempo cruel / abarca contra jet”. Es la canción más “social”, muestra de que la nostalgia llega también -y el sonido y los ritmos lo reafirman- a las enormes, viejas y eternas influencias: Silvio Rodríguez y la Nueva Trova Cubana, Chico Buarque, Lito Nebbia, Jaime Ross, etc. “¿De qué sirve ganar batallas /si la guerra es un filme que no tiene final / y no se apagan las pantallas?”, se pregunta Vadik en otro verso con evidente amplitud de registros y connotaciones.
Otro tipo de saudades… (¿o la misma contada diferente? ¿No hay acaso solo una nostalgia que se adapta a nuestras situaciones?), se ve en Fe de erratas: “No alcanzan fe de erratas / para cambiar de color / los días que se marchan / nunca volverán a vos”.
En El carnaval no puedo ser muy ecuánime dada la orureñidad que empezó a hermanarme con Vadik. Una gran canción -melancólica y feliz a la vez- para el carnaval mayor…y acertadamente sin ningún aire carnavalero: “Diablo, moreno / el cerro negro / de donde vengo, / toma mi mano / vamo’ bailando / no me detengo”.
No son muy comunes en el repertorio de Barrón canciones “personalizadas”, historias específicas, puntuales, ficciones hechas canción… Marina San Antonio es una de ellas y está muy bien lograda; se me antoja lo mejor del disco junto a El Carnaval y Fe de erratas). “Marina ya es un huayño. / El mundo se le acaba…”.
Cierra el CD, que se presentará en La Paz el próximo viernes 11 en el Teatro 6 de Agosto, Ternura: “Para aprender el mundo / me dieron las coordenadas / pero perdí mi rumbo / entre tanto cuento de hadas”.

Hay que darse el gusto de escucharlo y leerlo al Vadik. Hay que disfrutar la buena canción de autor sin descuidar su valor literario. (Aguante el Nobel a Dylan, ya que hablamos de canción y literatura). 

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