Ya que hablamos de canción y literatura
Sobre las letras de Agua, el nuevo disco de Vadik Barrón. Sobre el valor literario de un disco que -como quedó dicho antes/arriba- en lo musical, es una joya.
Martín Zelaya Sánchez
Se me ocurre que Agua,
el nuevo álbum de Vadik Barrón, bien puede resumirse en un par de versos de Charco, la tercera de las 12 canciones
que lo componen: “El futuro de espejos / insomnes / queda lejos / y cambia de
nombre. // (…) Pero nada en la vida es pa’ tanto / no se compara mi canto / con
tus ojos que me ven posible”.
Sin ser el disco más personal de Vadik es, creo, el más
reflexivo y revelador. Ojo, soy de los que descreo que toda letra de los buenos
cantautores -actualmente Vadik es uno de los mejores entre los nuestros- sea
fiel reflejo de sus vivencias. “¿Qué siempre le hicieron a este pobre?”,
comentan algunos al oír una bien lograda letra de desamor. ¿Acaso no estriba el
valor y la genialidad del artista -en este caso, del cancionista- en inventarse
situaciones, plasmarlas, armarlas y transmitirlas de un modo tan único y
verosímil que bien nos lo creemos?
Agua es un disco
con un claro y sólido eje unitario: la nostalgia insondable, que no siempre
infundada; es decir, la peor: la nostalgia de lo que nunca fue y de lo que
vendrá (o no)… la añoranza de los incierto, de lo (im)posible.
No quiero decir que nada de lo que canta y cuenta Barrón le
haya pasado en carne propia, que no haya algo que sea real o basado en hechos
reales, como bien se advierte en las películas y novelas. Es arte al fin, es
experiencia, bagaje e impronta personal, al servicio de una obra de la
imaginación. Creo que la madurez y oficio en este su ya noveno disco (si
contamos los grabados en grupo) resultan en una colección sólida y coherente en
el carácter antes comentado, y en las metáforas cabales para esos estados de
ánimo: la naturaleza hoy más precaria e imprevisible que nunca: el agua, la
tierra, la arena, el viento, la madera… nuestra casa que tanto nos da y que tanto
nos empeñamos en maltratar; así como a nosotros mismos, autodestructivos incurables
como somos.
Antes de hacer un brevísimo repaso de algunos de los temas,
valga decir que, en lo musical, Agua,
producida por Álvaro Montenegro, es una joya: boleros, sones, tonadas, candombes…
canción latinoamericana de alto nivel. Sobre ello que hablen los conocedores,
como ya ocurre en estas páginas.
Canciones
“Y el sentido común / parece una utopía”, dice en Agua, el primer tema… tema de desamor y
desasosiego, de la ilusión que se va, tan irremediable, como la corriente de
agua. Y la incertidumbre -que no desesperanza- sigue en Arena: “Extraño las cosas que nunca perdí / las vidas ajenas / me
quedan secuelas y hasta cicatriz / pero no la pena”.
En Vitoria sigue
la misma tónica que, ahora que lo veo, me parece un reflejo generacional de la insatisfacción,
la búsqueda permanente, la inconformidad e inestabilidad disfrutables –preferibles,
adrede todas ellas- tan caras y comunes a los ahora casi cuarentones, o poco
más, o poco menos; los pre pre milenials:
“Tú te marchaste a encontrarte / volviste y ya no estabas / no habían puertas
ni aldabas / ni aquí ni en ninguna parte”. Pero no todo es sombrío, y Milagro así lo recuerda: “la vida es tu
amiga / la dejas o la tomas”.
Mozambique, uno de
los puntos altos y con una musicalidad enorme, tiene una de las frases
memorables: “Qué tiempo cruel / abarca contra jet”. Es la canción más “social”,
muestra de que la nostalgia llega también -y el sonido y los ritmos lo reafirman-
a las enormes, viejas y eternas influencias: Silvio Rodríguez y la Nueva Trova
Cubana, Chico Buarque, Lito Nebbia, Jaime Ross, etc. “¿De qué sirve ganar
batallas /si la guerra es un filme que no tiene final / y no se apagan las
pantallas?”, se pregunta Vadik en otro verso con evidente amplitud de registros
y connotaciones.
Otro tipo de saudades… (¿o la misma contada diferente? ¿No
hay acaso solo una nostalgia que se adapta a nuestras situaciones?), se ve en Fe de erratas: “No alcanzan fe de erratas
/ para cambiar de color / los días que se marchan / nunca volverán a vos”.
En El carnaval no
puedo ser muy ecuánime dada la orureñidad que empezó a hermanarme con Vadik. Una
gran canción -melancólica y feliz a la vez- para el carnaval mayor…y acertadamente
sin ningún aire carnavalero: “Diablo, moreno / el cerro negro / de donde vengo,
/ toma mi mano / vamo’ bailando / no me detengo”.
No son muy comunes en el repertorio de Barrón canciones
“personalizadas”, historias específicas, puntuales, ficciones hechas canción… Marina San Antonio es una de ellas y
está muy bien lograda; se me antoja lo mejor del disco junto a El Carnaval y Fe de erratas). “Marina ya es un huayño. / El mundo se le acaba…”.
Cierra el CD, que se presentará en La Paz el próximo viernes
11 en el Teatro 6 de Agosto, Ternura:
“Para aprender el mundo / me dieron las coordenadas / pero perdí mi rumbo / entre
tanto cuento de hadas”.
Hay que darse el gusto de escucharlo y leerlo al Vadik. Hay
que disfrutar la buena canción de autor sin descuidar su valor literario.
(Aguante el Nobel a Dylan, ya que hablamos de canción y literatura).
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