Leer y dejar decir
Claudia Peña. (Fotografía: Vero Mendizábal) |
Texto
que la autora leyó en las III Jornadas de Literatura Boliviana, y que fue
incluido en el libro Flujo continuo
(3600), junto a las ponencias de otros 11 invitados. Primero leo, luego
escribo, fue el tema de reflexión propuesto a los escritores y literatos
bolivianos.
Claudia
Peña Claros
Leer
es escaparse, como cuando una bate la taza de leche y batiendo se deja ir,
absorta entre medio del sueño y la vigilia, mirando que los otros se apuran, se
mueven y hacen lo que debe ser hecho, lo que no haces vos. ¡Claudia! espetaba
mi madre, porque ya debíamos salir al colegio.
Así,
también leer es ausentarse, pedir un comper
y perderse en algún delirio de un alguien que jamás hemos visto. Entonces,
páginas después, vuelves y habías estado en tu cama, o en el mini y ya te toca
bajar, o ya es tu turno en el médico, y debes arreglarte el cuerpo para que
vuelva aquí, a este mundo de distancias y envejecimientos. No había estado en
la nieve. No había estado en el río, ni en la guerra, no había estado el
boxeador con su hambre de carne. No eras tú ese gato solo en el departamento,
sino que apenas habías ido a que te midan los lentes. No estabas descubriendo
aquella balanza que por decenas de años había servido para robar a los
campesinos, sino que apenas era la noche de un domingo que ya se acaba. Mañana
otra vez al trabajo.
Leer
es escaparte, y expandirte. Recuerdo cuando leí Redoble por Rancas, recuerdo dónde lo leí, y el olor de la
habitación, que contenía una pequeña biblioteca, en un centro de formación de
adultos, en un pequeño pueblo del altiplano, medio abandonado y solo.
Tenía
el corazón enclaustrado en esos cerros, y no podía ver nada del otro lado.
Entonces fui abrazada por Manuel Scorza, por las palabras de Manuel Scorza.
Había allí una ternura que me inundaba, y fue la primera vez que sentí no solo
que me hundía, sino que era empapada, era dulcemente atravesada por un canto
que se ejecutaba en perfecta sintonía con el vacío que tanto me angustiaba…. Rancas.
Y yo veía las hierbas, las piedras, las palabras de los indios.
A
veces, para salvar la vida necesitamos escapar de la vida, y en ese tiempo leer
era abrir los ojos y contener campos inmensos, días y noches, vientos, las
voces de los hombres y de las mujeres.
Leer
es escaparte, y expandirte. Pero leer es también corromperte. A mí me corrompió
Gioconda Belli, con sus cabellos largos y sus historias de revoluciones y de
amantes que se dejan, sus historias de mujeres andantes y respondonas. Ella me
enseñó lo que el recato me había negado, y después me separé y pude dormir
feliz y sola en mi cama de dos plazas, la luna lamiendo mis piernas, los
árboles de mango espiándome por la ventana.
Leer
es escaparte, expandirte, corromperte. Leer también es amar hasta lo imposible,
como ama García Lorca, con su amor que brota de la tierra, de los cuchillos, de
la sangre. Un amor que pasa al galope, desbocado, y te arranca y te lleva en
sus ancas. Con García Lorca aprendes la fuerza de las palabras, que son
caballos de belfos impacientes, de crines briosas, caballos malditos hechos de
deseo, de músculo, de instinto.
Escaparte,
expandirse, corromperse, amar. Leer es también resistir, como resisten contra
el frío o contra la muerte, o contra el tiempo, los personajes de Jack London,
tan llenos de fuerzas primigenias y básicas. No como nosotros, que queremos ser
dioses que no sudan y prendemos el aire; dioses que no envejecen, y nos
encremamos y ejercitamos; dioses que no esperan, que no sienten dolor, que nunca
están tristes. Aquellos hombres, en cambio, tienen sed de vida, hambre de
persistir, y eso los hace míticos, aunque siempre pierdan, porque al final y al
cabo siempre somos lo que somos nomás.
Y
también está John Steinbeck, esencial. De él sólo diré que leerlo es llegar a
casa: la más cobijo y cuna, la más vital. Steinbeck es un instinto, para mí.
Entonces
escapar, expandirse, corromperse, amar, resistir. Tal vez antes de todo eso, y
también después, leer es escribir, no como quien se dice, sino como quien deja
decir, como quien se entrega, en medio de la vida, a la intensidad del tiempo
que le toca, porque solamente copia quien permanece estático, quien deja de
tener algo para decir. Solamente quien vive más, escribe mejor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario