jueves, 16 de octubre de 2014

Sombras nada más

Los que partieron

Noticia y detalle de los vates bolivianos que viven en otros países.



Gabriel Chávez Casazola

Hace varios meses, el poeta colombiano Fredy Yezzed, que vive en Argentina, me invitó a contribuir al proyecto Poetas del Nuevo Milenio, tejiendo una antología de 15 poetas bolivianos nacidos entre 1970 y mediados de los 80.
Según sus creadores, Poetas del Nuevo Milenio busca explorar las tendencias y temáticas que trabajan los autores del siglo XXI. El proyecto ha editado ya antologías digitales de 20 naciones, presentando a autores que al menos hayan publicado un libro y que aporten con la calidad de su trabajo al panorama de la poesía actual de sus países.
Esta idea nace como un proyecto de investigación en la Universidad de Buenos Aires y las antologías en que cristaliza se difunden desde Bogotá mediante el portal de poesía La Raíz Invertida, de amplio alcance internacional. Bolivia faltaba en la lista y ahora está presente con una pequeña muestra, seguramente con las virtudes y defectos propios de -y casi inherentes a- toda labor antológica.
El director del proyecto me había pedido, como decía al principio, escoger a 15 poetas con sus textos. Me pasé con uno y propuse 16, por puro transgresor. Es más, hubiera querido llegar hasta unos 20 a 25, porque hay más voces nuevas que considero valiosas, pero no era posible que cupieran todos los que deseaba. Eso sí, para darle contexto, espesor y raíces a la selección, hice una amplia nota introductoria donde menciono, de manera exhaustiva, a numerosos poetas bolivianos de varias generaciones.
Una vez que se publicó esta pequeña antología, un par de amigos me hicieron notar que casi no había nombrado a poetas que viven lejos de Bolivia, salvo a los más reconocidos. Su observación me hizo caer en cuenta de la importancia de tener presentes, en nuestros abordajes y valoraciones de la poesía boliviana, a todos aquellos autores que por diversos motivos residen, de manera definitiva o temporal, fuera del país y que muchas veces ven -imagino que con comprensible tristeza- que los años debilitan sus lazos con la patria y que su obra va siendo olvidada o perdida de vista en esta tierra.
Obviamente, entre los poetas bolivianos residentes en el exterior están Eduardo Mitre (1943) y Pedro Shimose (1940), dos de nuestros poetas mayores, a quienes tenemos presentes no solo por su peso específico, sino porque colaboran en la prensa nacional y porque sus libros pueden encontrarse en Bolivia sin demasiada dificultad.
Pero hay varios otros. Hecho un primer recuento, advierto que no son pocos. Y de seguro hay aún más, que o bien no conozco u olvido involuntariamente. Hoy quiero apuntar, simplemente, algunos de estos nombres, como una manera de acercarlos y acercarnos a ellos, y como una invitación a leerlos si fuera posible. 
De las generaciones anteriores a la mía, en Europa viven Héctor Borda Leaño (1927), acaso el decano de los poetas bolivianos y otrora vigoroso autor de poesía social, residente en Suecia; Norah Zapata (1946), radicada en Suiza, muy activa en su escritura, representando a menudo al país en encuentros internacionales de poesía; Raúl Teixidó (1943), más conocido como narrador pero interesante poeta; y Ruth Cárdenas Pacheco (1950), activísima en Italia, donde también realiza una labor de traducción de poetas bolivianos a esa lengua.
Entre los más jóvenes, son residentes europeos el más reciente Premio Nacional “Yolanda Bedregal”, Vadik Barrón (1976) -incluido en la muestra de nuevos poetas que motiva esta columna-; el multifacético Guillermo Augusto Ruiz (1982), que pasa de la narrativa al ensayo y de allí a la poesía con gran soltura; Rery Maldonado (1976), de quien alguien me dice que ha regresado al país, al menos temporalmente; y Anabel Gutiérrez (1978), a cuya obra poética hasta ahora no he podido tener acceso. A la escritura de Paula Duchén le he perdido la pista, pero entiendo que sigue viviendo en España.
En Estados Unidos -donde, como sabemos, reside una pléyade de valiosos narradores bolivianos- encontramos a tres poetas: Ricardo Ballón (1956), urdiendo sus geniales haikús; Rodolfo Ortiz (1969), que realiza sus estudios de doctorado; y María Cristina Botelho, incansable divulgadora de las letras bolivianas en esas geografías, estos días de visita en el país.
En Colombia están Martha Gantier Balderrama (1957) y Jorge Carlos Ruiz de la Quintana (1979), ambos con una dinámica vida literaria; en Ecuador, Eufemia Sánchez Borja (1981), de quien aguardamos un nuevo libro; y en Brasil, Kory Bolivia Carrasco (1949), algunos de cuyos poemas han sido traducidos al portugués por Antonio Miranda. Imposible no nombrar a Marcia Mogro (1956), que vive en Chile; donde también radican Janina Camacho (1981) y Emma Villazón (1983), presentes en la antología mencionada.

Hasta hace muy poco, meses apenas, vivieron en el exterior Alfonso Gumucio Dagrón (1950), a quien comencé a leer siendo adolescente -conservo sus primeros poemarios-, y Pamela Romano (1984), también incluida en la muestra. En México ya no vive Renato Prada Oropeza (1937-2011), de quien se olvida que también fue poeta. Renato ha dejado una honda huella en excelentes poetas mexicanos a quienes aprecio y que tuvieron la felicidad de ser sus estudiantes. Que su fecunda y luminosa sombra cierre esta columna a manera de homenaje. 

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