Los que partieron
Noticia y detalle de los vates bolivianos que viven en otros países.
Gabriel Chávez Casazola
Hace varios meses, el poeta colombiano Fredy Yezzed, que
vive en Argentina, me invitó a contribuir al proyecto Poetas del Nuevo Milenio,
tejiendo una antología de 15 poetas bolivianos nacidos entre 1970 y mediados de
los 80.
Según sus creadores, Poetas del Nuevo Milenio busca
explorar las tendencias y temáticas que trabajan los autores del siglo XXI. El
proyecto ha editado ya antologías digitales de 20 naciones, presentando a
autores que al menos hayan publicado un libro y que aporten con la calidad de
su trabajo al panorama de la poesía actual de sus países.
Esta idea nace como un proyecto de investigación en la
Universidad de Buenos Aires y las antologías en que cristaliza se difunden
desde Bogotá mediante el portal de poesía La Raíz Invertida, de amplio alcance
internacional. Bolivia faltaba en la lista y ahora está presente con una
pequeña muestra, seguramente con las virtudes y defectos propios de -y casi
inherentes a- toda labor antológica.
El director del proyecto me había pedido, como decía al
principio, escoger a 15 poetas con sus textos. Me pasé con uno y propuse 16, por
puro transgresor. Es más, hubiera querido llegar hasta unos 20 a 25, porque hay
más voces nuevas que considero valiosas, pero no era posible que cupieran todos
los que deseaba. Eso sí, para darle contexto, espesor y raíces a la selección, hice
una amplia nota introductoria donde menciono, de manera exhaustiva, a numerosos
poetas bolivianos de varias generaciones.
Una vez que se publicó esta pequeña antología, un par de
amigos me hicieron notar que casi no había nombrado a poetas que viven lejos de
Bolivia, salvo a los más reconocidos. Su observación me hizo caer en cuenta de
la importancia de tener presentes, en nuestros abordajes y valoraciones de la
poesía boliviana, a todos aquellos autores que por diversos motivos residen, de
manera definitiva o temporal, fuera del país y que muchas veces ven -imagino
que con comprensible tristeza- que los años debilitan sus lazos con la patria y
que su obra va siendo olvidada o perdida de vista en esta tierra.
Obviamente, entre los poetas bolivianos residentes en el
exterior están Eduardo Mitre (1943) y Pedro Shimose (1940), dos de nuestros poetas
mayores, a quienes tenemos presentes no solo por su peso específico, sino
porque colaboran en la prensa nacional y porque sus libros pueden encontrarse
en Bolivia sin demasiada dificultad.
Pero hay varios otros. Hecho un primer recuento, advierto
que no son pocos. Y de seguro hay aún más, que o bien no conozco u olvido
involuntariamente. Hoy quiero apuntar, simplemente, algunos de estos nombres,
como una manera de acercarlos y acercarnos a ellos, y como una invitación a
leerlos si fuera posible.
De las generaciones anteriores a la mía, en Europa viven Héctor
Borda Leaño (1927), acaso el decano de los poetas bolivianos y otrora vigoroso
autor de poesía social, residente en Suecia; Norah Zapata (1946), radicada en
Suiza, muy activa en su escritura, representando a menudo al país en encuentros
internacionales de poesía; Raúl Teixidó (1943), más conocido como narrador pero
interesante poeta; y Ruth Cárdenas Pacheco (1950), activísima en Italia, donde
también realiza una labor de traducción de poetas bolivianos a esa lengua.
Entre los más jóvenes, son residentes europeos el más
reciente Premio Nacional “Yolanda Bedregal”, Vadik Barrón (1976) -incluido en
la muestra de nuevos poetas que motiva esta columna-; el multifacético
Guillermo Augusto Ruiz (1982), que pasa de la narrativa al ensayo y de allí a
la poesía con gran soltura; Rery Maldonado (1976), de quien alguien me dice que
ha regresado al país, al menos temporalmente; y Anabel Gutiérrez (1978), a cuya
obra poética hasta ahora no he podido tener acceso. A la escritura de Paula
Duchén le he perdido la pista, pero entiendo que sigue viviendo en España.
En Estados Unidos -donde, como sabemos, reside una
pléyade de valiosos narradores bolivianos- encontramos a tres poetas: Ricardo
Ballón (1956), urdiendo sus geniales haikús; Rodolfo Ortiz (1969), que realiza
sus estudios de doctorado; y María Cristina Botelho, incansable divulgadora de
las letras bolivianas en esas geografías, estos días de visita en el país.
En Colombia están Martha Gantier Balderrama (1957) y
Jorge Carlos Ruiz de la Quintana (1979), ambos con una dinámica vida literaria;
en Ecuador, Eufemia Sánchez Borja (1981), de quien aguardamos un nuevo libro; y
en Brasil, Kory Bolivia Carrasco (1949), algunos de cuyos poemas han sido traducidos
al portugués por Antonio Miranda. Imposible no nombrar a Marcia Mogro (1956),
que vive en Chile; donde también radican Janina Camacho (1981) y Emma Villazón
(1983), presentes en la antología mencionada.
Hasta hace muy poco, meses apenas, vivieron en el
exterior Alfonso Gumucio Dagrón (1950), a quien comencé a leer siendo
adolescente -conservo sus primeros poemarios-, y Pamela Romano (1984), también
incluida en la muestra. En México ya no vive Renato Prada Oropeza (1937-2011), de
quien se olvida que también fue poeta. Renato ha dejado una honda huella en excelentes
poetas mexicanos a quienes aprecio y que tuvieron la felicidad de ser sus
estudiantes. Que su fecunda y luminosa sombra cierre esta columna a manera de
homenaje.
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