Barnadas de una sola pieza
Obituario de Josep M. Barnadas, un historiador e intelectual fundamental para entender la Bolivia contemporánea.
Gabriel Chávez Casazola
Ha fallecido Josep M. Barnadas. Fue un gran
historiador e intelectual, eso ya lo sabemos. Pero ante todo –creo- fue un
hombre comprometido con lo que creía y quería, un espíritu libre pero riguroso,
una personalidad arrolladora y a la vez sencilla.
Cuando pienso en él, la expresión que acude a mi
mente es “chapado a la antigua”. Y no es
una expresión peyorativa, por supuesto, sino lo contrario. Los bienes chapados
a la antigua estaban -están- hechos para durar, para resistir el paso del
tiempo, para seguir siendo.
Hoy ya no se hacen bienes para que duren, sino para estar
a la moda y ser descartados luego. Con las más de las personas ocurre lo mismo:
tienen principios y metas al uso y, como en la broma de Groucho Marx, si no nos
gustan (o si conviene), los cambian por otros.
Barnadas, en cambio, era un hombre de una sola
pieza, de esos que casi ya no se encuentran. Consistente, de convicciones
firmes y objetivos bien trazados, como buen historiador creía en la duración y
lo duradero, y no iba a cambiar de camiseta por moda alguna, lo cual no quiere
decir que era fijista; por ejemplo, con los años tomó distancia de la teología
de la liberación y defendió con vigor posiciones de la doctrina tradicional
católica, sin importarle que ello supusiera nadar a contracorriente en el
ambiente en que se movía.
O quizá lo hizo también por eso: por el gusto de nadar
a contracorriente, pues era notorio que le placía ir en sentido contrario del llamado
“pensamiento único” y generar cierta polémica, aunque no encontrara demasiados
contendientes a su altura. Es más, en otra época hubiera sido definido como un
papelista y un polemista, dos oficios ya desaparecidos en las nieblas del
tiempo.
Como se ha apuntado estos días en varios homenajes, a
su pluma le debemos algunas de las mejores páginas de la historiografía
boliviana. Además, el monumental Diccionario Histórico de Bolivia, que por sí
solo podría justificar una existencia, es resultado de una idea suya y de su
tenacidad a toda prueba, y aunque fue un trabajo colectivo, su concepto,
organización y la mayor parte de sus entradas son méritos que le corresponden.
Pero a la vez, pocos recuerdan que Barnadas no solo
escribió historia y acerca de la historia, sino también lúcidas reflexiones “de
corta duración” sobre diversos temas, nacidas de la inquietud de su
inteligencia, siempre políticamente incorrecta.
Así, entre diciembre de 1996 y febrero de 2001, el
diario El Deber de Santa Cruz acogió
todos los domingos un artículo firmado por Barnadas. No se trataba, como él explicó alguna vez, de
una columna propiamente dicha, ni de artículos de opinión en sentido estricto.
Sus textos a menudo se aproximaron a la crónica, al comentario especializado, a
la semblanza biográfica, a la recensión bibliográfica, en fin, abordando temas
tan diversos como las mismas maneras de aproximarse a ellos.
De todos esos textos que podríamos llamar, no sin
cierta vacilación, “periodísticos”, y que suman alrededor de 150, Barnadas tomó
78, excluyendo las recensiones y aquellos que versaban sobre ciudades; clasificó
este material en seis grupos temáticos y le dio forma de libro, persuadido, según
declaración propia, de que “un autor no logra ‘salvar’ sus artículos de prensa
si no los recoge en volúmenes”, y también -aunque hay quienes piensan lo
contrario- de “que todo autor aspira a salvar toda su producción”.
Pero además, y es importante recalcarlo, le animaba
otro motivo. Se trataba, escribió, de una “preocupación proselitista”, de un
deseo (y acaso un imperativo moral) de difundir sus ideas en un momento en que
el mercado “de textos ‘de ideas’... no cesa de encogerse”. Y de una voluntad de
difundirlas a la manera de un redivivo León Bloy, a sabiendas de que (y porque)
no participaban del ámbito de lo políticamente correcto en lo sociológico,
filosófico, teológico, político y académico.
Este ácido y desencantado libro se llama Los árboles y los bosques. Testimonio de una
disidencia (2001), y quienes
quieran tener una idea más certera de quién era y qué pensaba este
catalán-boliviano, deberían leerlo, pues es una de las dos obras que mejor
retratan a Barnadas-hombre más allá del Barnadas-historiador.
La otra obra, de la que me ocupé en este mismo
espacio hace un par de años, es Una
biblioteca singular …y otros escritos sobre libros (2011), que no es otra
cosa que la historia de su biblioteca personal, de “la gestación de esta
biblioteca en el tiempo y en varios espacios/territorios relacionados con o
dedicados a los libros”.
Siendo que conocer la biblioteca de alguien nos da
luces sobre lo que esa persona es, este libro nos ofrece varios perfiles
valiosos de Barnadas, ese hombre que renegó de su época, definiéndola como “un
tiempo que parece obligado a ridiculizar todo lo grande y aun sublime,
condenándolo como fundamentalismo, primitivismo o ingenuidad”.
Ese hombre al que aprecié tanto, y que anotó por
ahí, casi al pasar, que el propósito del historiador (por cierto, concurrente
con el del periodista) debería ser “la búsqueda honesta de la verdad de las
cosas, de los acontecimientos, de las tendencias (…) aunque no produzca
réditos. Aunque se preste a cualquier tergiversación. Aunque uno acabe
quedándose solo”.
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