Los candidatos que no fueron
El autor se detiene en tres “eternos candidatos” al Nobel de Literatura, representantes de un rupturismo con el que la Academia no siempre comulga.
Carlos
Decker-Molina
El
jueves 9 se mundializó el nombre Patrick Modiano como el escritor laureado con
el Nobel de Literatura 2014. Sin duda un gran autor (leí Calle de las tiendas oscuras y voy camino a leer la Trilogía de la ocupación), pero no causó
el bullicio que se escuchó en la “vieja bolsa” cuando se reveló el nombre de
Alice Munro, el año pasado.
Hay
especialistas en Suecia que imaginaron que la Academia iba a seguir
sorprendiendo con un signo de rupturismo que tuvo su expresión más acertada en la
premiación a la cuentista canadiense. Es decir dejar de premiar sobre todo a
novelistas de alguna manera “clásicos” aunque diferenciados por sus estilos.
Ese
rupturismo ausente en el premio 2014 dejó en el tintero tres nombres de dos
escritores y un poeta que, bien pueden emerger años más tarde como fue el caso
de Vargas Llosa que obtuvo el premio un poco tarde y no Carlos Fuentes a quien
la muerte alcanzó primero.
Quizá
sea importante esbozar lo que se supone como rupturismo en este caso de libros
y escritores Nobel. Unos ejemplos son los dramaturgos Harold Pinter y, sobre
todo, Dario Fo y Elfriede Jelinek que sobresalen del conjunto de novelistas.
Hoy
la literatura tiene algunas expresiones nuevas: la literatura en lengua
originaria y la testimonial o periodística. Las múltiples lenguas juegan otro
rol importante, ya no se trata solamente del inglés, el francés, el portugués o
el español, idiomas de las viejas colonias.
Uno
de esos escritores que se quedó, por ahora, sin premio es el keniano Ngügï wa
Thiong’o que escribió su primera novela (Weep
not Child) en 1962 poco antes de la
independencia de Kenia; aborda a través de los ojos de un joven llamado
Njoroge, las tensiones entre blancos y negros entre la cultura africana y la
del colonizador en una época donde los insurrectos kikuyus más conocidos (por la
prensa y el cine) como los Mau Mau, se levantaron contra la autoridad
británica.
Thiong’o
no sería el primer africano que reciba el Premio Nobel pero sí podría ser el
primer galardonado que escribe en su lengua africana originaria, el kikuyu.
No
obstante, supongo que el premio no se concediera porque escribe en kikuyu, sino
porque lo hace con la calidad del nigeriano Soyinka que escribe en inglés;
quienes opinan sobre la literatura de Thiong’o dicen que no destaca por su
trayectoria anticolonial y su defensa del idioma y cultura ancestral sino de la
calidad de su escritura. Hay solo dos libros suyos traducidos al español.
En
una conferencia (radica exiliado en los EEUU) dijo: “la frontera, vista como un
puente, se basa en el reconocimiento de que ninguna cultura es una isla en sí
misma. Ha sido influenciada por otras culturas y otras historias con las cuales
ha entrado en contacto. Este reconocimiento está en la base de todos los otros
puentes que queremos construir entre nuestras diversas fronteras culturales. De
hecho los puentes están ahí”.
Hay
una similar situación con el mundo árabe, el Premio Nobel de Literatura se ha
concedido solo una vez a un escritor de esa lengua (Naguib Mahfuz, 1988) siendo
un idioma extenso, rico y hablado por millones de personas. En este capítulo
hay varios postulantes pero un poeta sobresale por encima de los novelistas. Se
trata de Adonis que define la poesía como “lo contrario de la religión”.
Acaba
de reeditar en España Epitafio para Nueva
York, publicado originalmente en 1971, uno de sus libros más famosos, traducido
a muchas lenguas. Critica al capitalismo y homenajea a Walt Whitman y a Lorca.
El
poeta hace una detenida
lectura sobre Nueva York con la voluntad consciente de rescatar determinadas
reminiscencias lorquianas. Pero ya no estamos en los años 30, sino en los 70
(cuando se escribe el poema), y el hilo argumental del poema se desliza por el
ojo de una aguja que avizora un espacio-temporal de oposiciones dialécticas.
Al violento
dominio imperial simbolizado por Nueva York se oponen los núcleos de resistencia
de aquellos años: Palestina y Vietnam. El Estados Unidos de Whitman y Lincoln
se opone al de Nixon. Las calles y distritos del poder económico, de las
multinacionales y de la alta burguesía ¿Wall Street, Quinta Avenida?, se enfrentan
a los barrios marginales ¿Harlem, Greenwich Village?, que el poeta convierte en
depositarios y testigos del futuro.
Finalmente
la literatura testimonial o periodística ha tenido un eterno candidato que
murió sin lograr el Nobel, el periodista polaco Ryszard Kapuscinski. Algunas de
sus obras como Imperio, Ébano o Cristo con un fusil al hombro son referencia
importante de muchas escuelas de periodismo del mundo.
El polaco
tiene su heredera en la bielorrusa Svetlana Alexiyevich. La escritora y periodista fue distinguida en 2013
con el Premio de la Paz de los libreros alemanes, premio entregado
anualmente a personas o instituciones que hayan contribuido a la idea de la paz
desde la literatura, el arte o la ciencia. Es conocida ante todo por sus
reportajes sobre la catástrofe nuclear de Chernobil y la ocupación soviética en
Afganistán.
Si estos tres escritores, Adonis de 84 años,
Thiong’o de 77 y Alexiyevich de 65 no reciben alguna vez el Nobel de Literatura
serán, de cualquier manera, tres referentes de rupturas literarias que pasaron
desapercibidos para la Academia Sueca de Literatura, pero no para los lectores.
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