jueves, 16 de octubre de 2014

Nota de apertura

Blanca Wiethüchter. Ideas, apuntes, aproximaciones

Diez años después de la muerte de la poeta paceña, va una arbitraria selección de textos de/sobre/para ella.

 
Retrato de Wiethüchter, de Pablo Giovanny.
(Cortesía de Choocherías Coolturales)
Martín Zelaya Sánchez

1
¿Qué opinas que está sucediendo con la poesía boliviana?, le preguntaron a Blanca en una entrevista de 1996 para la revista Mal Menor, reproducida luego en la web Ecdótica.
Y respondió: “lo primero, es que están sucediendo cosas. Y eso es siempre importante. Yo no podría valorarlas porque estoy metida en el asunto y no sería imparcial”.
“Creo que falta un poco más de lectura también. Pero es interesante ver la cantidad de gente que escribe una poesía de buen nivel. De ahí podría salir un gran poeta, no lo puedo asegurar, pero es probable que así sea. Por esta misma razón creo que es importante que se publiquen muchos libros de poesía, aunque haya gente que critica eso. A mí me parece bueno, porque así es como vamos a llegar a formar realmente un lenguaje, es decir de ahí tendrá que salir algo. Yo conozco mucha gente que tiene libros sin publicar, y algunas cosas son realmente excelentes”.
“Por otra parte, y a fuerza de trabajo, el lenguaje también está cambiando, hay nuevas propuestas que no se quedan solamente en lo inmediato o en lo lírico. Me parece que realmente están sucediendo cosas importantes… de verdad”.

2
Que Blanca Wiethüchter fue una de las mayores poetisas bolivianas de la historia, está claro. Que fue, además, una de las mejores lectoras y críticas de la poética nacional, también. ¿Quién puede dudar -por otro lado- que nadie como ella para desmenuzar e interpretar la obra de Saenz? Y, finalmente -a 10 años de su partida (15 de octubre de 2004)- ¿cuánta gente exceptuando vates, escritores, académicos y unos pocos iniciados conoce, lee los poemarios de la autora, cuando no su prolija obra crítica?
Y es que como ella misma sostuvo a Mal Menor: “uno siempre se enfrenta con el mismo problema. La gente lee poca poesía, y los que la leen son los mismos poetas que quieren ver lo que los colegas están haciendo. Lo triste es que la gran masa no lee, y eso es cierto. Lamentablemente siempre va a ser así. La poesía es una literatura de élites”.

3
Escribe Marcelo Villena en su libro El preparado de yeso (un raro, complejo, pero también delicioso libro, recomendable a rabiar para quienes no pierden la paciencia en relecturas, anotaciones y consultas a otros textos): “para Blanca Wiethüchter valdría también eso que alguien decía de un común amigo: que le debemos tanto que todavía no sabemos cuánto le debemos”.
Lejos de ahondar en su obra poética, Villena se concentra en estos ensayos editados en una bella edición ilustrada de Plural Editores, en dos trabajos “menos leídos, menos considerados; menos nombrados incluso, seguramente y entre otras cosas porque de entrada alteran las consabidas distinciones de género e incluso de especie con las que se entienden, ofrecen y consumen los objetos literarios: poesía, narrativa, ensayo, crítica. Se trata, por una parte, de Pérez Alcalá, o los melancólicos senderos del tiempo (1997), y Memoria solicitada, libro que se consagra en triple entrega (1989, 1993, 2004) al singular personaje que fuera Jaime Saenz”.

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Explicando un poco más su propuesta y la pertinencia de recuperar la mirada estética de la poeta paceña, Villena anota en el referido libro: “Wiethüchter ensayaría más bien un cuestionamiento desde el propio lugar del artista. Así, la singularidad del díptico que forman estos libros radicaría en el hecho de que ambos, pero cada cual muy a su modo, transforman el espacio de una aproximación crítica en un acercamiento que se mueve según los dilemas de una identificación amorosa”.

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Sobre una aún muy joven poetisa, en 1975, Saenz opina al prologar su libro debut  Asistir al tiempo: “Es evidente que todos los caminos en la poesía de Blanca Wiethüchter conducen a la ciudad. Canta el poeta el canto que la ciudad canta; sufre el sufrimiento que la ciudad sufre y se alegra con la alegría con que la ciudad se alegra. Contempla con dilatadas pupilas la contemplación de los altos muros que la ciudad contempla. Los muertos que en la ciudad respiran, son quienes le señalan los caminos, en la amplitud, en el espacio. Luego el silencio y el olvido, y la lluvia; el dolor y el amor, el encanto y la muerte, el ruido y los habitantes, y el viento, en la ciudad se reencuentran”.

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Para seguir con las aproximaciones a su poética, escribe Eduardo Mitre en un artículo publicado en el número doble 5 y 6 de la revista Hipótesis (1977): “pese a la transparencia de su escritura, se podría hablar de una poética hermética, en la medida en que el acto poético supone un descenso a una región subterránea -onírica, irracional- en la que yacería, como para los surrealistas, la verdadera realidad”.
Y Luis Cachín Antezana, al analizar el libro Travesía en el número 10 de la misma revista, escribe: “A través de la palabra (con la palabra, por la palabra) se haría un mundo habitable. Como en Holderin, la dimensión de sentido que surge de Travesía -en los muchos ámbitos que toca- implica una labor poética: ‘poéticamente habita el hombre sobre la Tierra’, decía Holderin. De esta manera, no solo encontraría su sentido el mundo (como verdadera habitación) sino también la poesía”.

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Escribió Blanca sobre Saenz en el célebre estudio que antecede la Obra poética del vate, publicada en la Biblioteca del Sesquicentenario: “Saenz descubre que lo esencial está en la profundidad encubierta del mundo. Así tratará de recuperar lo esencial, aquello que sustenta el verdadero sentido del mundo que, en la primera parte de su obra, concibe como un mundo de ‘luz’, mundo ‘armónico’, que puede contener al hombre en su ascensión espiritual, en la búsqueda de sí mismo”.

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Y para cerrar, volviendo a la poesía: “En mi opinión -dice Blanca, en la mencionada entrevista- la poesía boliviana que realmente propone un lenguaje boliviano comienza con Jaime Saenz”.
“Existe un corte que entre Cerruto y Saenz es bastante claro, y se puede simplificar en una sola idea que tal vez sirva para explicarlo; en Estrella segregada, Cerruto habla del Illimani de tú a tú, como puede hablar cualquier europeo de una montaña, sin ninguna implicación necesariamente andina; en cambio, cuando Saenz habla de la montaña, la relación cambia totalmente, porque dentro del lenguaje de Saenz está implícita la humildad frente a la montaña y eso sí corresponde a una experiencia andina”.

“Entonces ¿qué es lo que recoge Saenz? A mi modo de ver, un modo de comprender, de vivir el mundo andino, que no se traduce en palabras aymaras o quechuas ni nada por el estilo, se traduce más bien en un ‘estar’ en la realidad que produce un lenguaje que recoge los sentidos de una experiencia boliviana”.

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