La literatura boliviana abrió sus puertas en Sucre
Crónicas y detalles de Arí, la fiesta de las letras, un encuentro que reunió a decenas de autores y literatos en la capital. Un loable esfuerzo por socializar el placer de la lectura y por “mundanizar” a los escritores.
Máximo Pacheco, Juan Pablo Piñeiro y Rosario Barahona en uno de los conversatorios. (Fotografías: Daniela Peterito Salas) |
Martín
Zelaya Sánchez
¿Cómo
lograr que la literatura sea entendida y reconocida como un oficio más, como una
profesión tan válida y normal como la carpintería, cualquier ingeniería o la
medicina?
Cientos,
miles de hombres y mujeres que en el país luchan por afirmarse como escritores
-narradores, poetas- profesionales, de tiempo completo, buscan aún -además de
llegar a vivir exclusiva y dignamente de su oficio- ser considerados y
respetados como tales, pues para muchas esferas sociales quienes se dedican a
escribir poesía o libros de ficción son solo bohemios, soñadores, por no decir,
gente sin oficio ni beneficio.
Pues
bien, no hay mejor manera de empezar a ser tomados en cuenta como una fuerza
más de la sociedad que actuando, finalmente, como tal: interactuando con la gente,
tendiéndole la mano, abriéndose a dar y recibir pero, ante todo, abriéndose al
contacto y la relación al interior de las filas, como cualquier carpintero,
ingeniero o doctor.
Vale
esta larga y tal vez confusa introducción para reseñar lo que aconteció la
semana pasada en Sucre. No diremos que nunca, pero pocas veces como en Arí, la
fiesta de las letras, los literatos bolivianos se codearon con sus lectores,
con artistas de otras áreas (música y artes escénicas) y con los potenciales
futuros amigos de los libros: cientos de niños y adolescentes.
El
evento que se efectuó entre el 22 y el 27 de septiembre en el Cuartel San
Francisco de la capital bien puede resumir, creemos, el ideal de integración de
los escritores con su medio.
Bien
lo dice Homero Carvalho en estas mismas páginas: “la mayoría de las veces
creemos conocernos y pensamos que el saludo amistoso es suficiente cuando en
verdad no conocemos realmente al otro”.
Si
de salir de una burbuja se trata, si de empezar a efectuar acciones concretas
para incentivar a la lectura se trata, pocas iniciativas habrá tan eficientes
como este encuentro diseñado y organizado por Alex Aillón y Daniela Peterito Salas
de la editorial sucrense S, y patrocinado por la Gobernación de Chuquisaca.
Intercambio, interacción,
interculturalidad
“Veo
a mi literatura como una manera de sentir mejor, de percibir lo que me rodea”,
señala Rodrigo Urquiola. “Hay que tener, antes que nada, respeto por la palabra,
porque los hombres somos seres de palabras”, acota Ramón Rocha Monroy, y Homero
redondea la idea: “estemos donde estemos y escribamos sobre lo que escribamos,
la literatura revela ante todo parte de nosotros mismos”.
Bajo
el tema “literatura e interculturalidad”, entre martes y jueves una docena de
narradores y poetas protagonizaron coloquios en el escenario central elevado en
el patio de la enorme casona del centro de Sucre. Gonzalo Lema, Roger Otero,
Juan Pablo Piñeiro, Rosario Barahona, Eduardo Scott, Máximo Pacheco y Martín
Zelaya tomaron la palabra.
El
colectivo cruceño Poetas express, el vate orureño Benjamín Chávez, el editor
cochabambino Marcelo Paz Soldán, y la escritora Liliana de la Quintana, entre
otros, se dedicaron a dar talleres a niños y jóvenes; una media docena de
músicos locales amenizaron las noches y la jornada de clausura con música
nacional, de diversos géneros, y también composiciones en rock, rap y música
contemporánea.
Todo
esto matizado por una permanente exposición y venta de libros, con material de
editoriales de La Paz, Cochabamba, Oruro y otras ciudades, una masiva lectura
poética –con invitados de la talla de Humberto Quino, Jorge Campero, Gustavo
Cárdenas, etc.-, un intercambio o qhatu
de libros y la conferencia de clausura del maestro Luis “Cachín” Antezana.
Es
decir, en concomitancia con lo planteado arriba, y con lo que propone Alex
Aillón (ver nota de apoyo), la literatura abrió sus puertas, se miró en el
espejo, y se dio la mano a sí misma, como pocas veces antes, como debería ser
siempre.
--
Arí, una fiesta con nombre propio
Alex
Aillón Valverde
Arí
es una palabra dulce, generosa y luminosa del quechua que en castellano quiere
decir sí. Pues bien, durante casi toda una semana, la comunidad literaria y
artística boliviana le dijo sí a Sucre y sí a un solo propósito: recuperar y
alimentar el hábito de la lectura en nuestros niños y jóvenes.
Lo
que acaba de suceder en la capital es una experiencia única e inédita en el
país. Jamás se había logrado proyectar un evento de estas características que
reúna varias plataformas y disciplinas en torno a la lectura.
Hacer
de nuestros pequeños los grandes lectores del mañana, no sólo es un slogan,
sino es el reto de todas nuestras sociedades si es que en realidad las queremos
más justas y felices.
En
este sentido, la dimensión de Arí dio en el clavo y la opinión pública, sobre todo
a nivel nacional, ha sabido recoger el esfuerzo de la Gobernación de Chuquisaca
(Juan José Pacheco) y de varias instituciones que han empujado la realización
del evento.
Todos
los participantes concluyeron en un criterio general: Sucre debe sentirse
orgullosa de ser la sede de un encuentro de esta naturaleza que reunió durante
seis días a narradores, poetas, talleristas, cuenta cuentos, grupos de rock,
hip hop, música urbana, intelectuales, académicos, etc.
El
objetivo de Arí era llegar a las nuevas generaciones y cumplir con el programa
trazado y creemos, como coorganizadores, que este se cumplió a cabalidad
(contra lluvia, viento y marea).
Las lecciones
La
primera gran lección que nos ha dado Arí, es que ciudades como Sucre pueden
ofrecerle a la cultura del país espacios con espíritu y objetivos diferentes a
las grandes ferias que se realizan en las ciudades el eje.
Arí
nació con esa idea, la de no querer imitar nada, porque ahí es cuando las
limitaciones de creatividad se hacen más evidentes.
También
nos enseña que se puede hacer mucho con pocos recursos pero con gran voluntad y
estar al nivel de cualquier capital de departamento del país. Creo que esta es
ya una lección que arroja Arí a otras ciudades donde también pueden proyectarse
eventos de esta naturaleza que nada tengan que ver con las mega producciones del
eje.
Como
toda experiencia del espíritu humano, Arí es compleja pero gratificante. No hay
nada que nos llene más el espíritu que ver brillar los ojos de algunos de
nuestros niños y ver el asombro de nuestros jóvenes ante el hecho creativo.
No
hay cosa más interesante que ver a escritores como Juan Pablo Piñeiro, Luis H.
Antezana, Homero Carvalho o Máximo Pacheco, bajar la guardia y tratar de
ponerse a la altura de su auditorio de pequeñas almas en crecimiento, o ver a doña
Crecencia hablar desde la Bolivia profunda, en su lengua materna, en una
extraña conexión con ese otro mundo que nos habita: el de la oralidad
primera.
La
lectura y la generosidad son aprendizajes sentimentales difíciles. A Bolivia y
a nuestra ciudad hay que reeducarlas en este camino. Pues bien, si alguien nos
preguntara (a Daniela y a mí) para qué hacemos todo esto, la respuesta sería
obvia: para eso, para educar mejores personas a través de la lectura y el arte…
es para eso que imaginamos instrumentos como Arí.
--
Los escritores de fiesta
Homero
Carvalho Oliva
“Perdón
¿nos conocemos de algún libro?”, preguntó alguna vez la escritora argentina Ema
Wolf y podría ser la pregunta obligada en los encuentros de escritores para
entablar diálogo fuera de la programación oficial; sin embargo no lo es, porque
la mayoría de las veces creemos conocernos y pensamos que el saludo amistoso es
suficiente cuando en verdad no conocemos realmente al otro.
En
Sucre, en “la fiesta de las letras” que bien podría haberse llamado “la fiesta
de los escritores”, nos reunimos más de 30 autores durante siete días y la
programación se cumplió tal cual lo habían diseñado sus organizadores y todas
las sesiones fueron un éxito: los cuenta cuentos, los diálogos, las
presentaciones de libros, los talleres, las lecturas de poesía y las charlas extras
le dieron a la capital una impronta especial, haciendo que los beneficiados
sean los niños y adolescentes, quienes fueron a conocer a autores de cuentos,
de novelas y de poemas; a escucharlos, a darles la mano, a hacerse firmar
autógrafos y a tomarse fotos con ellos y, espero, que también a leernos algún
día.
Además
de estos eventos literarios, en los pasillos de San Francisco, se podía
adquirir buenos títulos de autores nacionales y extranjeros de los stands de
librerías, editoriales y cámaras del libro que apoyaron decididamente esta
iniciativa.
En
mi caso, conversé con Ramón Rocha Monroy y Rodrigo Urquiola, bajo la dirección
de Alex Aillón, y gracias a Karina Carrillo, una extraordinaria cruceña que
dirige una orquesta infantil y una escuela de música en la ciudad de los cuatro
nombres, tuve una gratificación especial: resulta que fui a darles una charla a
los integrantes de su orquesta y luego ellos me pidieron que me sentará al
medio y me ofrecieron un breve concierto, me sentí tan feliz que no me cansó de
contarlo.
--
Juan José Pacheco, director
Departamental de Cultura:
“Sucre, zona franca para la
literatura”
- ¿Cuál es el concepto de esta
fiesta de las letras?
-
De lo que se trata es de fomentar el hábito de la lectura, la relación con los
libros en niños y jóvenes, porque creemos que todavía tenemos una gran falencia
en el país, que es la de gestar públicos para la literatura; por eso
pretendemos, desde una mirada multidisciplinaria, lograr un “Estado del arte”,
por lo que invitamos a muchos de los más connotados autores y creadores de la
narrativa y poesía nacional, que además de presentar sus nuevas obras vinieron
sobre todo a compartir entre sí y con niños y jóvenes a través de coloquios y
talleres.
- ¿Qué garantías hay de que esta
iniciativa no sea algo aislado y tenga continuidad?
-
Gracias a un trabajo conjunto entre la Gobernación, la Universidad San
Francisco Xavier, la Universidad Andina, el Archivo y Biblioteca Nacionales,
hemos logrado romper una inercia que existía hasta hace poco, y hemos decidido
institucionalizar este tipo de eventos.
Pretendemos
generar en Sucre, en Chuquisaca, a través de una ley departamental, lo que
podríamos llamar una “zona franca de los libros”, es decir, subvencionar el
impuesto a las publicaciones para que -aunque ya es bajo a nivel nacional-
llegue en el departamento a un nivel cero, lo que haría de esta región un
centro de distribución de libros no sólo nacionales, sino también importados.
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