Informe Upik
¿Cómo será la cadencia íntima de las palabras propias en 30 años? En una mesa del FILBA, en la que participó el boliviano Christian Vera, pidieron a los escritores imaginar su/la literatura dentro de tres décadas. Este es el resultado.
Christian
Vera
Hola a
todos, solo soy un caso más del desastre de esta empresa. Me gustaría ser
breve, pero quizás me extienda un poquito para detallarles lo sucedido. Una
tarde de septiembre de 2014 subimos a la red una aplicación informática
milagrosa, posible de usar en cualquier tipo de dispositivo electrónico o a
través de un navegador Web. El nombre no era original, repetía el de la
compañía: Ubik. Como no quiero confundirlos de entrada pasaré a explicar
brevemente el origen y las características de la aplicación.
Por esos
días de septiembre, treinta años atrás, después de mucho trabajo diseñé,
escribí, probé y depuré un programa para fabricar manuscritos literarios. Había
logrado crear un algoritmo de programación de procesadores de texto. En esa
época fue toda una revolución, pero una revolución algo silenciosa y
enigmática. En otras palabras, diseñé un compilador de texto que tomaba del
ciberespacio escritos canónicos de alta complejidad literaria y los
transformaba, a partir de un código, a un lenguaje comprensible incluso para
las computadoras. Esa operación informática fue aplicada para producir Ubik.
La app
presentaba una simple página en blanco, cuidadosamente diseñada (perfecta en
sus sugerencias invisibles). Para activarla el usuario tenía que registrar unas
cuantas palabras, con sentido o sin él. Si quería, tal vez una frase, escribir
el inicio de una historia, algo breve. Escrito el texto, había que hacer un touch en la página. Del fondo de ella
aparecía la palabra: renderizar, bastaba un click sobre ese icono para que se
iniciara el proceso.
Poco
tiempo después, el usuario recibía en su correo electrónico un archivo en Word
con lo que había deseado, es decir la redacción terminada ya sea de una novela,
de un poemario, de un cuento. Todavía no conté que el primer texto literario
era una cortesía, dejábamos tan picados a los “autores” - lectores que deseaban
una segunda experiencia. Después del primer escrito -nosotros lo llamábamos
producto- había que pagar el módico monto de $ 14,99.
Dependiendo
del género y el estilo variaban los días de entrega del pedido. Los ingenieros
de producción establecieron que una novela a lo Bolaño tardaba entre dos y tres
horas en terminarse. Un cuento de terror a lo Stephen King, entre tres y cuatro
días. No aceptábamos estilo aireano y menos borgeano ya que constantemente
había que resetear y formatear la máquina.
Las
fallas de edición de nuestras manufacturas literarias eran mínimas gracias a
nuestro depurador de erratas, alguna vez el programa confundía espacios entre
caracteres. Pero por lo demás era una redacción que se podría calificar de
estándar. Por lo menos eso reportaban los sistemas de medición de calidad y el
alto consumo de nuestro producto.
Se
podría decir que las ficciones que escribía el algoritmo eran lo que los
programadores llamamos la fuente del suceso, eran tan diversas, asombraban
tanto a sus lectores... Ya se imaginarán cómo continúa este relato, los
lectores no aguantaron los escozores de la vanidad y decidieron transformarse
en escritores y empezaron a publicar rápidamente esos manuscritos que en
realidad, como lo dije antes, eran y no eran suyos.
Permítanme
comentarles que los textos manufacturados enviados en formato Word estaban
protegidos con derechos de autor. Pero eso importaba poco.
La
máquina programada redactaba dos mil palabras por minuto, en días fabricaba
infinidad de material ficcional. Con tanta producción abundaron las editoriales
independientes, las digitales, la autoedición, los concursos literarios rebalsaban
en propuestas. De un día a otro un aluvión de escritores de habla castellana
sobrepobló la tierra, gracias a nosotros, por supuesto.
Prefiero
no detenerme en mi invento, que creo que es solamente el inicio de esta
historia. Sin proponérselo, Ubik terminó transformando la literatura y el
mundo.
Disculpen,
pero, como habrán notado, yo sé muy poco de literatura. Quiero decirles que el
departamento de marketing me ha reportado que en congresos de escritores,
festivales como este, ferias del libro todos en secreto saben que son usuarios
adictos de Ubik, pero nadie abiertamente se anima a plantearlo y a reconocerlo.
En 30
años de vigencia creamos cientos de miles de productos ficcionales. Yo sé que
varios de los presentes recurrieron a la aplicación y “escribieron” sus mejores
poemas, novelas y relatos. Pero no se asusten esta vez no daré nombres, el
motivo de mi visita es otro. Por una emergencia, que ya les comentaré, hemos
decidido que es tiempo de que en estos círculos literarios, importantes festivales,
demos a conocer la magnitud del invento de la empresa.
Algo que
todavía no les dije es que en el fondo no nos importaba que los usuarios
plagiaran las invenciones literarias escritas por mi algoritmo. Por el
contrario, se trataba de una especie de halago. Lo que nos preocupaba, y a eso
se debe mi presencia en esta mesa, es contarles sobre mi fatal descubrimiento.
Hace
días, recibimos la información de que un antiguo Boeing 777, de origen
desconocido, con 239 personas a bordo solicitó permiso para aterrizar en un
aeropuerto del sudeste del Brasil. Los radares nunca lo captaron, menos
rastrearon su procedencia. Tanto la tripulación como los pasajeros descendieron
del avión con cierto aire de ánimas, sin entender por completo lo que estaba
sucediendo, con la mirada perdida dibujando algo como un espiral. La ropa, los
peinados, la tecnología databa de hace treinta años. El avión se había
extraviado en marzo de 2014. Desde esa fecha la tripulación quedó suspendida en
otra temporalidad.
Una
novela marca registrada Ubik que no mencionaré, de un autor por demás conocido,
pero al mismo tiempo irrelevante años atrás contaba los hechos del avión y de
los pasajeros tal cual como luego sucederían. Incluso narraba la vida de los
239 tripulantes, sobre su absoluto extravío. Entré en pánico cuando descubrí
que varios hechos como este, incluso los detalles más ínfimos, fueron
previamente escritos e imaginados por los textos ficcionales que producía la
aplicación. Creo que, como nunca antes, decir que la ficción configuraba la
realidad no sonaba como una idea de un crítico o de un profesor de literatura.
La
migración a lo real de aliens, de robots hiperinteligentes y sensibles, de
zombis, de cyborgs, de poetas de madera, eran nuestra responsabilidad.
Personajes inverosímiles, inadaptados que ahora de forma cotidiana dan vueltas
a la manija de la vida, seres completamente imaginarios pero existentes.
Quiero
comentarles que hoy varios empleados de la compañía nos hemos declarado en
emergencia. Dentro de pocas horas la aplicación dejará de funcionar, a eso me
refería con el desastre de la empresa. Los altos directivos decidieron
desactivar Ubik, sin medir sus consecuencias. El motivo: su versión de software
es una reliquia antiquísima que en estos tiempos es muy costoso mantener.
También les comunico que cuando se apague el sistema no tenemos la certeza de
lo que ocurra, tal vez el mundo se transforme en una especie de página en
blanco. Tal vez sus extrañas criaturas que ahora lo habitan se agiten y se
violenten instaurando una sociedad distópica apocalíptica. O por ahí desaparece
todo y nos quedamos en silencio sabiendo que existimos pero sin la posibilidad
de vernos.
Este es
el Informe Ubik, gracias.
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