Alguien se salva por leer a Quessep
Una celebración del poeta colombiano y de su poética, a propósito de un reciente premio que le fue conferido.
Gabriel
Chávez Casazola
El
poeta colombiano Giovanni Quessep (1939) ganó hace poco el Premio Mundial de
Poesía “René Char” por una antología personal que reúne dos centenares de sus
poemas. El premio, que distingue a la mejor obra poética publicada desde enero
de 2013, fue convocado por los organizadores del emblemático Festival
Internacional de Poesía de Medellín, que este 2015 cumple 25 años.
A
menudo los fallos de los concursos literarios dicen poco sobre las obras
premiadas, anotando apenas algunas aproximaciones generales e incurriendo en
lugares comunes. Esta vez no fue ese el caso. El jurado -integrado por la
mexicana María Baranda, la española Guadalupe Grande y el peruano Renato
Sandoval- apuntó con lucidez algunos rasgos que definen a la escritura de
Quessep.
Entre
otros asertos, el fallo dijo que su poesía “es una forma de resistencia ante la
desesperación y el olvido, en el límite entre el canto y el silencio, con la
actitud de quien recorre un tiempo único y verdadero. Su espacio es el del
exilio y la soledad pero su travesía es la del conocimiento y el paisaje
interior”.
No
puedo menos que coincidir con esta lectura -en especial por la afirmación de
que es una poesía escrita en la frontera entre el canto y el silencio, pues así
sucede exactamente-, y alegrarme con Quessep por este reconocimiento que llega
tras 60 años de trabajo discreto al pie de la poesía.
Pongo
el adjetivo discreto con toda intención, pues Quessep es un poeta que no hace
aspavientos, al punto que aun siendo uno de los mejores poetas colombianos y
latinoamericanos de la actualidad, es relativamente poco conocido en su país y
menos todavía fuera de él.
Además
de su talante reservado y hasta tímido, otro factor que contribuye a ello
posiblemente sea el hecho de no haber escogido vivir en Bogotá ni en otra de
las grandes ciudades colombianas, sino en la blanca, breve y tradicional
Popayán, cerca de la frontera con Ecuador. Sin embargo, nada más lejos de él
que ser un poeta municipal o provinciano. Su obra delata una mirada
trascendente y un pálpito universal.
Tuve
el gusto de conocerlo y de compartir un momento a su mesa en un café esquinero del
centro payanés a fines del año pasado, en una conversación marcada por su
sencillez y afabilidad.
Me
lo presentó Felipe García Quintero, otro poeta colombiano de gran valía que ha
elegido vivir en Popayán. Felipe estuvo en Bolivia el mes pasado y me trajo un
hermoso regalo enviado por Quessep: su Antología
personal, publicada por la Universidad del Cauca en una cuidada edición en
tapa dura a cargo de Luis Guillermo Jaramillo, que es precisamente el libro ganador
del Premio Mundial “René Char”.
Enhorabuena,
este premio del Festival de Medellín seguramente ayudará a acercar la obra de
Quessep a más lectores, como también la reciente edición de un libro suyo, Brasa lunar, en el sello Visor Colombia,
dirigido por el infatigable Federico Díaz Granados, cuya devoción por el poeta
nacido en San Onofre ha sido decisiva para que muchos escritores de otros
países nos interesemos por descubrirlo.
Mientras
me pierdo entre las páginas de esta Antología,
que abarca poemas de todos los libros de Quessep, desde El ser no es una fábula (1968) hasta El
artista del silencio (2012), dejo en
el aire un extracto del prefacio, escrito por el propio autor:
“‘El
poeta no teme a la nada’. Sabe de la existencia de lo que nunca ha sido dicho,
de lo que aún no tiene nombre en los ideogramas de la escritura divina: cree en
la palabra, pero también en el silencio, en lo callado, en lo oculto, en lo que
podría hacerse fantasma a la luz de la vigilia o abrasadora presencia en la
penumbra del sueño (…). El poeta nada tiene, y entre asombros y vuelos y
peligros interiores escribe su carta imaginaria y halla lo diverso y lo único,
y se halla asimismo en la brasa que ilumina la noche oscura de la poesía”.
Y
cierro con su inolvidable Alguien se
salva por escuchar al ruiseñor: Digamos
que una tarde / el ruiseñor cantó / sobre esta piedra / porque al tocarla / el
tiempo no nos hiere / no todo es tuyo olvido / algo nos queda. / Entre las
ruinas pienso / que nunca será polvo / quien vio su vuelo / o escuchó su canto.
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