sábado, 16 de mayo de 2015

La palabra teleférica

De Bolivia voy viniendo

Jesús Urzagasti y Fortunato Gallardo, dos emblemas de las letras y la música del Chaco, de Bolivia. Una evocación, un desahogo, un reclamo.


Juan Pablo Piñeiro

El pasado 27 de abril se cumplieron dos años del fallecimiento del escritor y poeta chaqueño Jesús Urzagasti. El tiempo pasa rápido pero su espíritu sigue presente entre todos los que hemos tenido el privilegio de compartir con él. Hoy en día su obra es más leída y estudiada y por lo tanto muchos descubren cada vez más el poder de sus palabras y sobre todo el poder de su apuesta vital. 
A manera de recordarlo me puse a escuchar una grabación que para mí es un verdadero tesoro, es la grabación de una visita que hicimos junto a él y su familia a la casa de uno de los personajes míticos de su literatura, el magnífico violinista chaqueño Fortunato Gallardo.
Fortunato en ese entonces tenía más de 85 años y todo lo que nos había contado el Jesús acerca de él se quedaba chico ante su presencia. Quizás haya sido la mirada más pura que pude ver en un ser humano. Fortunato nos recibió junto a Marina su esposa en un pequeño techito que tenía fuera de su casa para librarse del sol.
El músico, violín en mano, concedió todos los pedidos musicales que le hicimos. La maravillosas tonadas que brotaban de su violín tenían un sello propio. Parecían tres violines al mismo tiempo. Él mismo lo confesó. Dijo que de joven escuchó a un grupo de violinistas argentinos, y después sacó la melodía en su violín. La melodía de los tres al mismo tiempo.
Fernando Ballivián grabó con su reportera todo lo que aconteció esa tarde. Fortunato no sabía que le estaban grabando a pesar de que la reportera se cayó al piso en un momento de esos.
En la grabación se intercalan las canciones con la charla. El Jesús estaba muy feliz. Todos estábamos felices. Tuvimos el privilegio de escuchar maravillosas versiones de La Abajeña, Mate amargo, La López Pereira o incluso de una poderosa canción que tiene un título que resume un universo: De Bolivia voy viniendo.
Había olvidado esa frase y por lo mismo tuve la suerte de sentir lo mismo que estaba sintiendo en la grabación. Incluso recordé la sensación exacta. Creo que escuchar esta frase es como escuchar un conjuro, un misterio que se esconde al volverse evidente.
De Bolivia voy viniendo es un mantra que nos puede ayudar a entender muchas cosas importantes, entre ellas la apuesta poética de Jesús Urzagasti. Jesús venía de ahí, de los límites, de la frontera, de la magia; de la casa de Fortunato Gallardo, aquel que acompañado por el bombo de Choque  conquistó el Chaco profundo con el poderoso Dúo Pasacanal.
Después de una hermosa polka, Fortunato miró cariñosamente al poeta y le dijo: “Jesús, yo te quiero, de aquí hasta allá”. A lo que Jesús respondió alegre: “Y más allá…”.
Fernando sugirió entonces que en el más allá se reunirían para seguir disfrutando de la música. Fortunato no creía en eso. Jesús afirmó que había vida después de la muerte. Entonces Fortunato con toda convicción le dijo: “No…eso dice el Jerjes Justiniano”. Todos nos reímos. Jesús en medio de la risa preguntó animado: “¿Eso dice?”.
Quién sabe si en este momento están juntos escuchando la polka Volvé, volvé en algún chaco del más allá. Recordando con la música a sus amigos vivos. Por eso para mí, esa grabación es un tesoro.
Un par de meses después de la partida de Jesús, su familia empezó a soñar con un proyecto, modelar una escultura  en su nombre. Apareció entonces una foto suya que le tomaron cuando recién había llegado a la ciudad. El gesto de la foto es contundente y misterioso. La mirada parece está enfocada en otra luz, en otras sombras.
La escultura debía retratar ese gesto, esa llegada suya a la ciudad. Entonces se comenzó una campaña para recaudar fondos. Fue así que amigos y admiradores de todo lado dieron su aporte para que el proyecto pueda llegar a buen puerto. El escultor Ramiro Luján se encargó de ejecutar el proyecto con ayuda de Sulma, la esposa de Jesús. El trabajo se concluyó hace un año. La escultura quedó muy linda y es de tamaño natural.
Entonces se iniciaron las gestiones para donar la obra a la ciudad. En un mundo ideal la escultura debería haber sido encargada por el Gobierno Municipal, como un reconocimiento uno de los mayores escritores de nuestra literatura. Pero no, la escultura fue hecha por muchos. Por todos los que aportaron con su confianza y con su cariño. Por lo mismo lo único que le pidió la familia a la Alcaldía fue un lugar para poner la escultura. En principio se recibió la propuesta de manera muy positiva y el señor Aponte de la Dirección de Patrimonio se convirtió en el interlocutor del Gobierno Municipal.
Después de analizar un poco las posibilidades se eligió el lugar donde se emplazaría la escultura, se eligió el Montículo, más precisamente el jardín que está en frente de la Virgencita de Chaguaya. La Alcaldía debía correr con los gastos del pedestal y la placa y se beneficiaría con una escultura de gran calidad para la ciudad.
Lamentablemente a pesar de que se hicieron diversas promesas todavía la escultura no puede ocupar su lugar en la ciudad. Incluso un par de veces le dijeron a la familia de Jesús que no tenían presupuesto, siendo que no debe ser muy caro elaborar un pedestal y que además había ya un compromiso. Finalmente se quedó que a finales de abril de este año, dos años después del fallecimiento de Jesús, se emplazaría la escultura. Sin embargo eso no sucedió. Todavía no sucedió. Una vez más pusieron pretextos y cambiaron la fecha para julio. Ojala que esta sí sea la fecha.
El hecho de que no se valore y reconozca de manera oficial la obra de nuestros grandes escritores es algo que no solamente sucede en nuestro país. Está claro. Pero que ni siquiera puedan encontrar la manera de emplazar una escultura que está siendo donada a la ciudad, es triste y preocupante.
Ojalá que una de las primeras cosas que haga el alcalde cuando asuma su nueva gestión sea cumplir con esta promesa para valorizar aunque sea un poco el homenaje que se le hace a un escritor que forjó la totalidad de su obra en esta ciudad.

Mientras tanto escucho una vez más la grabación de aquella tarde para olvidarme de la angustia burocrática. Estoy seguro que Fortunato y Jesús están disfrutando en el más allá. Seguramente están compartiendo un vino. Fortunato debe estar tocando. Debe estar tocando esa misteriosa melodía: De Bolivia voy viniendo.

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