sábado, 9 de mayo de 2015

Cafetín con gramófono

Trasluz


Reseña de una revista literaria que, comprometida con su tiempo, también reflejó la situación social en tiempos de dictadura.



Omar Rocha Velasco

En la década del 70, años de cerrazón y clausura impuestos por la dictadura, René Bascopé Aspiazu, Jaime Nisttahuz y Manuel Vargas emprendieron un proyecto editorial que fue breve, pero muy significativo: Trazluz, revista miscelánea (relato, testimonio, poesía, apuntes, libros) en formato pequeño, que alcanzó 3 números publicados entre 1976 y 1978.
Después del golpe militar de 1971, protagonizado por el general Hugo Banzer Suárez, las principales revistas del país desaparecieron -Letras bolivianas, Cultura boliviana y difusión-. Entre 1971 y 1976, las actividades culturales fueron cada vez más escasas, como dijo René Bascopé en una entrevista que le hicieron en la revista Hipótesis: “ha habido una mordaza espantosa hacia todo lo que se suponía cultura. Yo creo que las dictaduras ven pues una relación íntima entre lo que es cultura y lo que es rebeldía o libertad”.
Trasluz fue un espacio que llegó a cubrir el vacío en plena dictadura, era la “época dura” y ellos se lanzaron con una revista rebelde, irónica, cuestionadora y propositiva.
La revista nació con objetivos literarios exclusivamente, sin embargo poco a poco fue girando hacia una revista de carácter “socio-literario”. Los directores ampliaron sus horizontes bajo la concepción de que existen otros ámbitos creativos que no solo están en la literatura, ellos repararon en que la creación no era sólo privilegio de intelectuales y que la “creación popular” era digna de publicación, por eso incluyeron cuentos, poesías y entrevistas de obreros y campesinos, además, cada número venía ilustrado con dibujos de Edgar Arandia y Silvia Peñaloza, amigos del grupo.
Los textos del “pueblo” alternaban con los de los propios responsables de la revista y los colaboradores el mundo letrado. Este es el caso del testimonio de gente desplazada o desalojada de un cantón chuquisaqueño, que Oscar Barrera tradujo del quechua:
“Bernabé Esquivel: Nosotros hemos venido del departamento de Chuquisaca, soy dirigente del cantón Yananí. Queremos reclamar del asunto de nuestros terrenos. Si el Gobierno nos dará terrenos, dónde será. ‘Desalojen’ nos ha dicho, ‘desocupen’ nos ha dicho este patrón. ‘Entonces vamos a averiguar’, diciendo hemos venido; ‘averiguaremos al Estado Mayor’ diciendo, ‘entonces a ver si con él podemos quedar en buena forma’ diciendo”.
Los responsables coincidieron en señalar que el número tres de la revista fue el que más reflejó sus intenciones, fue un número de madurez en el que se recuperó todo lo aprendido en los dos anteriores.
Su visión de la democracia no se reducía al simple llamado y convocatoria a elecciones nacionales, ellos propugnaron una “democracia popular” que implicaba un proceso de maduración y organización para hacer respetar los derechos e intereses del pueblo. El editorial del tercer número es contundente al respecto, allí además de cuestionar la propaganda oficialista que los acusaba de defender ideologías foráneas, o de ser extremistas, plateaban un horizonte de lucha:
“Pero no es honesto revolotear en la crítica sin proponer posibilidades. Hoy concretamente debemos proseguir batallando por una democracia popular que conjuncione los intereses del pueblo como una alternativa entre sus necesidades y los excesos de las minorías.
¿Con elecciones simplemente? No podemos caer en ese engaño. El objetivo de una democracia popular se logrará en la medida en que el pueblo -mineros, campesinos, fabriles, profesionales, estudiantes, pequeños comerciantes,…- se encuentre más organizado (…)”.
Realmente la labor emprendida en tan poco tiempo hizo que estas páginas fueran vistas como una amenaza por el régimen imperante, así, los responsables (René Bascopé Aspiazu, Jaime Nisttahuz, Manuel Vargas y Edgar Arandia) recibieron una nota anónima fechada en febrero de 1976 que publicaron íntegra en el tercer número, aquí un fragmento:
“La siguiente es una nota de advertencia: Sabemos que todos ustedes tienen filiación extremista y comunista, por ello mismo es nuestro deber de jóvenes cristianos y nacionalistas prevenirles por lo que pueda suceder si en el futuro, la revista que están publicando sigue enfrentando abiertamente a los intereses de la patria”.
“Luis Espinal que es un conocido extremista caerá pronto en manos del Ministerio de Justicia para que responda por su depravada labor en prensa. Por eso esta es una severa advertencia que no es de una persona ni de un grupo, que es de toda la juventud boliviana”.

Trasluz fue una revista que para los responsables significó arriesgar la vida, un esfuerzo maravilloso que junto a otros dejaron como herencia la democracia.  

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