Trasluz
Reseña de una revista literaria que, comprometida con su tiempo, también reflejó la situación social en tiempos de dictadura.
Omar Rocha Velasco
En la década del 70, años de cerrazón y
clausura impuestos por la dictadura, René Bascopé Aspiazu, Jaime Nisttahuz y
Manuel Vargas emprendieron un proyecto editorial que fue breve, pero muy
significativo: Trazluz, revista
miscelánea (relato, testimonio, poesía, apuntes, libros) en formato pequeño, que
alcanzó 3 números publicados entre 1976 y 1978.
Después del golpe militar de 1971,
protagonizado por el general Hugo Banzer Suárez, las principales revistas del
país desaparecieron -Letras bolivianas,
Cultura boliviana y difusión-. Entre 1971 y 1976, las actividades
culturales fueron cada vez más escasas, como dijo René Bascopé en una
entrevista que le hicieron en la revista Hipótesis:
“ha habido una mordaza espantosa hacia todo lo que se suponía cultura. Yo creo
que las dictaduras ven pues una relación íntima entre lo que es cultura y lo
que es rebeldía o libertad”.
Trasluz fue un espacio que llegó a cubrir el vacío en plena
dictadura, era la “época dura” y ellos se lanzaron con una revista rebelde,
irónica, cuestionadora y propositiva.
La revista nació con objetivos literarios
exclusivamente, sin embargo poco a poco fue girando hacia una revista de
carácter “socio-literario”. Los directores ampliaron sus horizontes bajo la
concepción de que existen otros ámbitos creativos que no solo están en la
literatura, ellos repararon en que la creación no era sólo privilegio de intelectuales
y que la “creación popular” era digna de publicación, por eso incluyeron
cuentos, poesías y entrevistas de obreros y campesinos, además, cada número
venía ilustrado con dibujos de Edgar Arandia y Silvia Peñaloza, amigos del
grupo.
Los textos del “pueblo” alternaban con los de
los propios responsables de la revista y los colaboradores el mundo letrado.
Este es el caso del testimonio de gente desplazada o desalojada de un cantón
chuquisaqueño, que Oscar Barrera tradujo del quechua:
“Bernabé Esquivel: Nosotros hemos venido del
departamento de Chuquisaca, soy dirigente del cantón Yananí. Queremos reclamar
del asunto de nuestros terrenos. Si el Gobierno nos dará terrenos, dónde será.
‘Desalojen’ nos ha dicho, ‘desocupen’ nos ha dicho este patrón. ‘Entonces vamos
a averiguar’, diciendo hemos venido; ‘averiguaremos al Estado Mayor’ diciendo,
‘entonces a ver si con él podemos quedar en buena forma’ diciendo”.
Los responsables coincidieron en señalar que el
número tres de la revista fue el que más reflejó sus intenciones, fue un número
de madurez en el que se recuperó todo lo aprendido en los dos anteriores.
Su visión de la democracia no se reducía al
simple llamado y convocatoria a elecciones nacionales, ellos propugnaron una
“democracia popular” que implicaba un proceso de maduración y organización para
hacer respetar los derechos e intereses del pueblo. El editorial del tercer
número es contundente al respecto, allí además de cuestionar la propaganda
oficialista que los acusaba de defender ideologías foráneas, o de ser
extremistas, plateaban un horizonte de lucha:
“Pero no es honesto revolotear en la crítica
sin proponer posibilidades. Hoy concretamente debemos proseguir batallando por
una democracia popular que conjuncione los intereses del pueblo como una
alternativa entre sus necesidades y los excesos de las minorías.
¿Con elecciones simplemente? No podemos caer en
ese engaño. El objetivo de una democracia popular se logrará en la medida en
que el pueblo -mineros, campesinos, fabriles, profesionales, estudiantes,
pequeños comerciantes,…- se encuentre más organizado (…)”.
Realmente la labor emprendida en tan poco
tiempo hizo que estas páginas fueran vistas como una amenaza por el régimen
imperante, así, los responsables (René Bascopé Aspiazu, Jaime Nisttahuz, Manuel
Vargas y Edgar Arandia) recibieron una nota anónima fechada en febrero de 1976
que publicaron íntegra en el tercer número, aquí un fragmento:
“La siguiente es una nota de advertencia:
Sabemos que todos ustedes tienen filiación extremista y comunista, por ello
mismo es nuestro deber de jóvenes cristianos y nacionalistas prevenirles por lo
que pueda suceder si en el futuro, la revista que están publicando sigue
enfrentando abiertamente a los intereses de la patria”.
“Luis Espinal que es un conocido extremista
caerá pronto en manos del Ministerio de Justicia para que responda por su
depravada labor en prensa. Por eso esta es una severa advertencia que no es de
una persona ni de un grupo, que es de toda la juventud boliviana”.
Trasluz fue una revista que para los responsables significó arriesgar
la vida, un esfuerzo maravilloso que junto a otros dejaron como herencia la
democracia.
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