Sembrando nabos
Alegato contra la piratería, el sistema educativo, la estrechez mental y tantas otras taras.
Manuel
Vargas
En
Bolivia no podemos hablar de literatura sin caer en la realidad más triste.
Mientras unos cuantos iluminados y sensibles y enterados y demás ados nos solazamos en el alto goce de
los libros y las artes y la Literatura con mayúsculas, muchísima más gente
peregrina por los puestos de libros usados en busca de un libro inexistente exigido
en el colegio para su hijo.
Vaya
misterio creado por nuestra sociedad de la ignorancia y la mediocridad. ¿Por
qué será?, me he puesto a pensar muchas veces. Trataremos de incursionar en el
absurdo.
Puede
ocurrir que el profesor, con la mentalidad cuartelaria, donde los jefes les
piden a los conscriptos que vaya a buscar un objeto como decir un gato o una
tetera verde del río más cercano, y si no encuentran, que se lo inventen, pida
un libro de Derrida a sus estudiantes.
Porque
hay profesores que se creen la papa. O el libro cuyo nombre es en realidad el
de un cuento que está oculto bajo el título del verdadero libro. Pero eso el
estudiante no lo sabe, y le manda a su papá que vaya y se lo compre, y claro,
el papá o la mamá en la mayoría de los casos saben menos. Y el librero de los
puestos callejeros no se ubica. Y cuántas veces yo he visto a esos padres
penando en busca de la nada.
Puede
ocurrir eso, digo, se me ocurre que el culpable es el profesor. ¿O será más
bien el estudiante, que es un volado y solo anotó lo que pudo pescar de las
palabras del maestro? Misterio. No se sabe distinguir entre el título de un
libro, un folleto, el título de un cuento y el nombre de un autor. Y si el
padre, o la madre, va a una librería con su mismo requerimiento, lo mismo. O
puede ser que el vendedor le dé alguna explicación, que debe ser tal título el
que está buscando, pero no hay para vender.
Pero
el padre, o la madre, o la tía, tienen que conseguirlo igual. Además, de
repente son tres o cuatro “libros”. Que no se encuentran a la venta en
librerías, o que son muy caros, y por lo tanto hay que ir a los puestos
callejeros. Y puede ser que sí existan, pero en ediciones piratas, o en
fotocopias…
¿Y
cómo se hace un libro pirata? Veamos. Existe un empresario, puede ser en Perú o
en La Paz o en Patacamaya, que alquila algún rinconcito o altillo o subsuelo
donde una secretaria mal pagada copia esos libros a la que te criaste y en
condiciones terroríficas (sin luz, sin conocimientos, mal comida, con malos
olores ambientales, con ruidos callejeros entrando por las troneras y de
repente con su guagua durmiendo debajo de la mesa).
Digo,
supongo. Porque yo he visto el producto: faltas de ortografía o “de dedo” hasta
en las solapas y contratapas, por no decir en los propios títulos. Y la tapa
está cambiada por un dibujo “más bonito” y llamativo y brillante y colorinche.
Supongo, digo yo, que esos gustos no solo están en los cholets (casas de los nuevos ricos del proceso de cambio), sino
también en las tapas de los libros.
Y
aparecen los distribuidores, que compran, digamos, un paquetito de veinte
libros a cinco pesitos, y los llevan a los puestos de venta para que sean
vendidos digamos a diez pesitos. Y esos distribuidores son miles en todo el
país, andan con sus bolsas del mercado cargando dicha mercadería con más su
guagua. Porque somos pobres, porque no hay trabajo, porque tenemos que vivir y
comer y atender a más guaguas.
Entonces
se expone el libro y el papá va y lo compra. Miren qué bonito. Pero esos libros
no solo son para los estudiantes de nuestros colegios, también pueden ser para
un público mayor, si se trata de los últimos premios Nobel y de algún otro
autor extranjero, bueno o malo, no importa, pero propiciado por el aparato del mercado
internacional.
Mientras
tanto, la revolución educativa, revolucionaria y antiimperialista, y el vivir
bien, van viento en popa.
Y
me pregunto: ¿pensaron en esta realidad los propiciadores de las 15 novelas
fundamentales de Bolivia (que ya fueron) y de los 200 mejores libros (que ya
vendrán)? Digo yo, solo me pregunto.
Y
no hablemos de los libros y los autores de autoayuda del Brasil y de México y
de Europa y no sé de dónde más. Una buena parte de estos son para los pobres
estudiantes. ¿Vamos a culpar a los maestros, a las autoridades del ramo, al
imperialismo o a la ultraderecha separatista que quiere levantar cabeza?
¿Y
qué dicen los académicos y las universidades, la Iglesia y los ministerios de
Cultura y los militantes de la descolonización? No: ellos están con la alta
poesía o con los sesudos discursos y ocupados en cuestiones más útiles, o planificando
espectáculos como el Dakar o craneando cómo joder a los enemigos del proceso.
Y
no estoy hablando de prohibir nada, ¡por Dios! Puesto que ningún libro es
“malo” o “bueno” en sí. El asunto es que seamos capaces de leer con criterio,
con sentido crítico, desde Condorito, pasando por Vanidades, best sellers y clásicos universales en
todas sus versiones, incluidos las piratas y los refritos y resumidos. Pero no
sabemos leer con criterio y por placer. (Y así queremos recuperar nuestro mar).
También
me he enterado de otro detalle. Supongo también, digo yo, que así funciona la
cosa. En vista de que no hay libros y hay que “inventarlos”, haciendo caso a la
frase cuartelaría; en vista de que la educación es un negocio, y de que podemos
sembrar nabos en las espaldas de los bolivianos, a algunas buenas gentes se les
ha ocurrido ser escritores, y han “sacado” unos libritos chiquitos, bonitos y
baratitos, acomodados justamente para los pobres estudiantes de diversos grados
de educación (temas de amor o de “protesta social”, con un poco de terror, otro
poco de sangre y sentimentalismo y escritos a las patadas, pero principalmente
colorinches), y los han vendido, y les ha ido bien.
¡Solución
para los estudiantes y para los bolsillos de los padres! Son los más requeridos
en los puestos de venta callejeros. Dónde están, cuáles son, qué títulos, qué
temas, qué autores… ese asunto se los dejo a quien le pueda interesar.
Pero
así andamos. Porque aquí todo vale, es cuestión de meterle nomás. Y esta expresión
será histórica, y quedará grabada en letras de oro para resumir y caracterizar
esta época de las vacas gordas que nos ha tocado padecer.
No hay comentarios:
Publicar un comentario