Un best seller soviético inoxidable
Se reedita 17 instantes de una primavera, el libro de Yulián Semiónov que forma parte de la popular serie de novelas protagonizadas por el agente secreto Stirlitz.
Nicolás
G. Recoaro
En el comienzo hay un final. El del crudo invierno europeo de 1945.
Pero también en esos días hay otro desenlace que se aproxima, el de la “Gran
Guerra Patria”, como llaman los rusos al segundo conflicto mundial que desangró
el siglo XX.
El agente secreto Stirlitz, infiltrado desde hace varios años en la
cúpula del nazismo, recibe desde Moscú órdenes precisas. Debe hacer caer las
negociaciones de paz que teje uno de los popes del moribundo régimen nazi con
los Aliados occidentales, sin el visto bueno soviético.
Sin contactos, con las SS de Himmler y la Gestapo de Müller al acecho,
valiéndose solo de su intuición y sagacidad, el espía ruso tiene que estropear
la Operación Amanecer, no ser desenmascarado y salir vivo de la faena. Una
misión imposible. Pero no para Stirlitz.
17 instantes de una primavera, publicada originalmente en 1969, es la novela más popular de la
voluminosa serie de aventuras del espía “Isaiev-Stirlitz”, firmadas por el
escritor ruso Yulián Semiónov (1931-1993).
Un auténtico best seller soviético que llegó a vender 30 millones de
ejemplares durante los años de la Guerra Fría. La historia también tuvo una
versión televisiva en 1973 que, según las crónicas, cada vez que se emitía
paralizaba al país más grande del mundo. En esta reedición local de la
editorial argentina Cienflores, el volumen incluye ilustraciones de Diego
Flavio Tripodi.
En varias entrevistas, el prolífico Semiónov confesó su obsesión por
documentarse y buscar fuentes reales para sostener sus historias de espías y
detectives. En esa búsqueda, y gracias al cariño de fan que le profesaba el
director de la KGB Yuri Andrópov, se convirtió en el primer escritor de la
Unión Soviética que pudo hurgar en los archivos clasificados del servicio
secreto ruso, “El Centro”.
Alejado del modelo de espía hollywoodense alla James Bond, y también del rígido realismo socialista, Semiónov
dota al personaje de Stirlitz con dosis desiguales de pragmatismo, astucia y
humanismo.
Un espía que es capaz de departir sobre la obra de Pushkin,
las ciencias exactas o las mejores cervecerías de Berlín; un preciso arquitecto
de los perfiles psicológicos de los jerarcas del Reich; un hombre que
reflexiona sobre el destino del sufrido pueblo alemán en los días previos a la
caída de Hitler.
Pero también, como explica el propio Stirlitz: “Un verdadero agente es
un actor o un escritor. Vive según las leyes de creación de su verdad. La
diferencia radica en que mientras la farsa torpe amenaza al actor con tomates
podridos, y la falta de credibilidad y la incoherencia le cuestan al escritor las
sonrisas desdeñadas de los críticos, el paso en falso de un agente significa su
muerte”.
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