jueves, 17 de julio de 2014

Escuela de espectadores

Drácula


Jenny Santibáñez Guillén

Drácula es una novela de horror y drama publicada en 1897 y que parte de una leyenda que en el transcurso de los años ha sido objeto de varias adaptaciones para teatro y cine. No obstante esta recurrencia, es un novedoso desafío llevar la obra al formato de radioteatro en vivo, como ocurre actualmente con el elenco paceño Artynoa.
Respecto a esta puesta en escena empecemos señalando que algunos pasajes se instalan en la memoria, como el de las vampiresas semicubiertas de un velo rojo que emergen de un fondo de voces agudas, o cuando Lucy es mordida en el cuello lentamente por el siniestro Conde, o la aparición de Renfield golpeando su rostro en las rejillas, que se redondea gracias a la magia del sonido y a la metamorfosis del actor, aunque  lamentablemente con la redundancia del artificio de la segunda escena, el personaje pierde fuerza y bordea el humor.
¿Será, entonces, que la obra busca jugar con el humor? El humor se convierte en un espacio ambiguo, poco definido en el tratamiento de una obra de horror y drama. Por todo esto, es inevitable comparar el tratamiento del humor entre Drácula y la otra propuesta de Artynoa, La ratonera, obra en la que el humor va disminuyendo a medida que la tensión va en aumento.
Si bien hay que señalar que el nivel de actuación en ambas piezas (Denis Mendieta, Teresa Dal Pero, Mauricio Toledo, Pedro Grossman) es solvente, surge una interrogante: ¿será que la dirección (Wara Cajías) demuestra una “sobreconfianza” en la calidad indiscutible de los actores, y les deja a estos toda la responsabilidad?
Por momentos parecería que, al menos, se puso todo el peso en dos de ellos y se provocó un desbalance actoral, por lo que justamente personajes centrales como Mina quedaron ausentes.
Volviendo a Drácula, en específico al argumento, la leyenda habla por sí sola, existe una historia literaria-narrativa, una adaptación dramatúrgica, una readaptación al radio teatro hecha por el español Alfonso La Torre, y una re-readaptación de la obra para teatro en vivo.
Es así que el desafío consiste en la “forma” de contarla, y en este cometido es en el que inevitablemente surgen huecos: hay pasajes bastante débiles, como algunas actuaciones o la re-utilización de recursos.
Entonces surgen otras preguntas: ¿los recursos técnicos utilizados en una obra pueden ser utilizados de la misma manera en la otra, sin dejar que se convierta en un artificio? ¿Es posible continuar con el formato radio teatral sin agotarlo?
Todavía apostamos a la magia de descorrer el velo y descubrir y maravillarnos con la radiografía del simulacro del radio-teatro.


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