jueves, 10 de julio de 2014

Entrevista

Mario Bellatin en busca de su propio universo

Uno de los más destacados autores latinoamericanos contemporáneos estuvo en Cochabamba y dejó mucho para la reflexión con sus ideas despreocupadas y cuestionadoras de la literatura.


 Martín Zelaya Sánchez

Mario Bellatin toma una marraqueta paceña en Cochabamba, la pellizca con dos dedos de su única mano, pone un trozo de jamón y una rebanada de queso encima y traga el pedazo ayudado por un tibio café con leche.
El autor peruano mexicano se ve cansado en el tercer día del Encuentro Iberoamericano de Escritores, y no lo oculta. Por gestos y palabras, y por la amena desfachatez que lo caracteriza se nota, claro, que prefiere una charla informal de desayuno antes que una entrevista, y todo da para ello.
Mientras le traen los huevos revueltos y la taza de café se multiplica por dos o tres, la charla transcurre -junto al escritor Antonio Vera que tercia en la mesa- entre viejos recuerdos de su viaje a La Paz en el ya lejano 2000, detalles de viejos conocidos mexicanos y peruanos comunes, y una indiscreción sobre una propuesta indecorosa vía email.
Una sola pregunta antes de que se vaya raudo (en realidad, antes de que se lo lleven, casi a rastras, a cumplir con una actividad de librería) basta para desencadenar una especie de micro-conferencia magistral –más que de diálogo- en la que el autor de Perros héroes expone sus principios, búsquedas y razones literarias.
Va a continuación esa pregunta, cuya larga respuesta viene subdividida y matizada por eventuales interrogantes que, no obstante, no inciden en la unidad de la propuesta.

- Diana Palaversich dice sobre tu literatura: “lo que importa no es necesariamente lo que ocurre sino cómo se manipula el material narrativamente”. ¿Estás de acuerdo, qué opinas al respecto?
- Lo que me importa es una palabra, una escritura… no me importa la literatura, los contenidos, ni siquiera los personajes. Me interesa tener una escritura que sea de una manera particular, propia, esa ha sido siempre mi búsqueda y los libros han sido como pretextos, como puntas de iceberg que me permiten ver en qué punto está el proceso de afinación de esa escritura.

- ¿Y en esta lógica, qué serían para ti tus libros?
- Hay una búsqueda de la escritura por encima de los libros. Los libros forman parte de este camino, son una especie de lugar para ejercitar la posibilidad de tener una escritura propia, lo que por otro lado creo que es una utopía que nunca podré alcanzar.

- Me imagino que trasladas este modo de pensar a otros planos o aspectos de tu vida, de tus intereses estéticos…
- Y todo esto que te comento es lo que me interesa también cuando me acerco a cualquier autor, o a un director de cine, el hecho de que lo que él va a decir no lo puede decir nadie más, exactamente como él lo dice; por eso es que cuando vamos a una librería no vamos a comprar un libro, vamos a buscar a Kafka o a Hemingway, precisamente porque el mundo que te va a dar cada uno de ellos es irrepetible.

- Y en todo esto ¿vas de la mano de los escritores de tu generación, o más bien a contracorriente?
- A través de mi trabajo como jurado en diferentes concursos, y en la escuela de escritores, veo que hay una tendencia a que el mecanismo sea lo contrario, a que uno al escribir trate, en lugar de buscar un universo propio, acoplarse a lo que ya hay, a estandarizar la escritura, y eso es la muerte de la escritura.
Yo he visto a mucha gente que ha empezado con mucha fuerza y se ha ido quedando en el camino hasta desaparecer, y es lógico porque todo está llamado para que así sea, para que se dé este acoplamiento a una idea de cómo deben hacerse las cosas… cuando realmente yo creo que hay que hacer las cosas como no deben hacerse, para ver si así uno puede conseguir una propuesta personal, propia.

- Por todo lo que dices, colijo que concuerdas con quienes piensan que toda tu obra es como un solo libro escrito en partes.
- Tengo dos obras reunidas la I y la II… y cuando veo algún libro mío (cuando lo corrijo para que se reedite, porque después no me leo a mí mismo) me doy cuenta eso, que hay elementos de los cuales no me siento dueño, cosas que tú como lector puedes aplicar; tu podrías hacer una tesis y decir que yo hablo mucho de la enfermedad, que hay mucho de autobiografía… yo lo único que digo es que tú como lector tienes derecho a decir eso y lo que quieras, pero yo internamente no tengo ningún interés por eso, no me ha interesado trabajar con la enfermedad o contar mi vida… lo que a mí me ha interesado es lograr reconocer mi propia escritura.

El jueves pasado, en su conferencia “Aquella utopía que alguna vez se llamó literatura latinoamericana”, Bellatin deslumbró con un largo texto entre ficción, ensayo, crónica y confidencia: el filósofo travesti, la belleza y la muerte, el espacio falso de su existencia y la escritura como una suerte de moridero… todo esto para contar -entre realidades y alucinaciones como todo lo que tiene que ver con él- la génesis, desarrollo y muerte (es decir publicación y consolidación) de Salón de belleza, su más célebre novela.
“Es curioso que hallen rasgos personales en mis ficciones -dijo-, si así fuera, nadie se habría interesado nunca en lo que escribo”.
En Underwood portátil. Modelo 1915, escribe: “esa especie de odio a la escritura hace que no le tenga la menor confianza a quienes declaran tener como meta ser escritores. A quienes se preparan, muchas veces durante décadas, para escribir de una determinada manera (…). Me parece un oficio tan vano y sacrificado que no puedo entender el sentido de esforzarse tanto para obtener tan poco”.

Aunque seguro es cierto en muchos sentidos -lo que habló y lo que escribió- casi puedo afirmar que pocos de quienes lo leyeron, y ahora lo conocieron, le creen del todo. 

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