La Aurora Literaria
Reseña de un álbum, folletín, revista publicado en
Sucre a mediados del siglo XIX.
Omar Rocha Velasco
Muchas revistas del siglo XIX eran producto de
“sociedades literarias” que acogían las colaboraciones de sus socios. Estas
sociedades u asociaciones tenían una compleja organización que les imponía
elegir un presidente, secretarios de redacción y responsables de sección
(teatro, poesía, prosa), tenían estatutos muy bien establecidos en los que se
designaba las tareas y responsabilidades de cada una de las carteras.
Se reunían dos veces por semana a “confraternizar y
discutir en común las producciones presentadas por cada uno de ellos”.
La Sociedad Literaria de Sucre se fundó en septiembre
de 1863 y la Aurora Literaria fue el fruto de colaboraciones -“leyendas,
artículos y poesías”- que circularon al interior. El segundo año (1864) la
publicación alcanzó una sorprendente periodicidad mensual y fue trabajada con
mucha responsabilidad. Aquí algunos aspectos resaltables de esa distante
publicación:
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Manuel María Caballero era el presidente de la
Sociedad Literaria de Sucre, fue el mayor impulsor de la Aurora Literaria y
allí publicó la narración llamada La Isla
en cinco entregas; varios historiadores de la literatura consideraron que este
texto fue la primera “novela boliviana”.
La historia cuenta los avatares de una familia que vivía sin contacto alguno en la Isla de Panza en el lago Poopó. Ese año también se publicó en la Aurora Literaria el texto Crimen i espiación [sic.] de Sebastian Dalence, se trata de una narración que cuenta un enredo amoroso que tiene como consecuencia el asesinato de un estudiante por su mejor amigo. Ambas narraciones son el ejemplo cabal de lo que era el “folletín” por entregas, esta forma narrativa y las técnicas de impresión y distribución, generaban mucho interés en el público. Los textos seguían una estructura melodramática que los hacía, prácticamente, irresistibles.
La historia cuenta los avatares de una familia que vivía sin contacto alguno en la Isla de Panza en el lago Poopó. Ese año también se publicó en la Aurora Literaria el texto Crimen i espiación [sic.] de Sebastian Dalence, se trata de una narración que cuenta un enredo amoroso que tiene como consecuencia el asesinato de un estudiante por su mejor amigo. Ambas narraciones son el ejemplo cabal de lo que era el “folletín” por entregas, esta forma narrativa y las técnicas de impresión y distribución, generaban mucho interés en el público. Los textos seguían una estructura melodramática que los hacía, prácticamente, irresistibles.
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Hacia finales del siglo XIX las personas satisfacían
sus “vanidades” a partir de álbumes que hacían circular por muchas manos. Así,
las amistades -entre las que destacaban los portaliras- escribían versos,
elogios y demás enaltecimientos que iban y venían alimentando egos. Actualmente
esos álbumes son rarezas maravillosas que algunas familias, y pocas bibliotecas,
conservan bajo llave.
En la Aurora Literaria se puede encontrar muchos
textos aparecidos en esos álbumes literarios, destacan las dedicatorias que
María Josefa Mujía y Carolina Freyre de Jaimes -que vivía en Cobija-, se
hicieron efusivamente:
A la distinguida
poestisa señorita María Josefa Mujía
Desde aquí escuché tu acento
Tierna inspirada cantora,
I tu voz encantadora
conmovió mi corazón,
I tu lenguaje sublime
Tu espresivo sentimiento
Despertó en mi pensamiento
Una grata admiración [sic.]
(…)
A la Sta. Carolina
Freire de Jaimes
De tu lira dulce i fina,
Carolina,
Los acentos escuché
I su grata melodía
Su armonía
Con entusiasmo admiré [sic.]
(…)
Estos álbumes no eran exclusivamente femeninos, eso
significaba que las posibilidades se multiplicaban: “En el álbum del Sr. Julio
Garay” (escribe Federico Gonzales); “En el álbum de la Sta. J. L. de C”
(escribe Luis Rosquellas); “A mi amigo el Sr. D. F. Gonzalez” (escribe Jorge
Delgadillo); “En el álbum del Artista J. Mac’Kay” (escribe María Josefa Mujía)…
·
Además de los folletines y los versos dedicados se
publicó una serie variada de textos como “Las beatas” de Manuel José Cortés y
“Los domingueros”, “Don Blasito”, “Don Zoilo Mazapán” y “Manía de imitación” de
Belisario Loza. Estos eran artículos de tradiciones y costumbres, que luego se
hicieron muy famosos y requeridos por el público, quizá una de las razones fue
que no carecían de humor ni de ironía:
“Las viejas, habiendo pasado ya las tormentas de la
vida, hallan en el beaterio un puerto, donde corren sus días, no sé si
completamente serenos (…). No son ya del siglo, pero les gusta saber lo que
pasa en el siglo, porque, como alguien ha dicho, se goza en la mesa, aunque ya
nos e coma: las criadas son los ajentes diplomáticos que emplean en sus
relaciones exteriores: por medio de ellas saben que Mariquita debia casarse;
pero que Casilda, por envidia, le ha hecho un enredo, i ha alejado al novio…” [sic.]
Las sociedades o asociaciones literarias dinamizaron
la aparición de revistas, la periodicidad y duración dependían del entusiasmo e
impulso de los socios y responsables de sección, aunque algunas de ellas fueron
muy esporádicas, su carácter misceláneo y “motivador” promovió a muchos
escritores que luego se consagraron como representativos de la época.
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