jueves, 10 de julio de 2014

De arte y artistas

La Casa de la Cultura de Sucre


Un preocupante diagnóstico de la realidad de las artes plásticas en la capital.

Roberto Querejazu Leytón

El pasado viernes 4 de julio, estando en Sucre, pasé por la Casa de la Cultura para ver lo que se exhibía en su galería de arte.
No está demás decir que esta entidad funciona en una bella casona de fines del siglo XIX, ubicada en la calle Argentina, frente al Palacio de Gobierno de la Gobernación de Chuquisaca.
Esta casona ha sido sede de los festivales internacionales de cultura y numerosos eventos y exposiciones de importancia. Tiene entre sus instalaciones una galería de arte a la que se accede desde el zaguán de ingreso y que tiene puertas y ventanas a la mencionada calle.
Por muchos años el Gobierno Municipal de la ciudad administraba la galería directamente. Sin embargo, en años recientes, dada la ausencia de políticas culturales públicas adecuadas y la falta de interés por la formación y la promoción de los artistas locales por parte del municipio, la sala fue entregada en administración a la filial departamental de la Asociación Boliviana de Artistas Plásticos (ABAP).
La exposición era colectiva. Había pinturas al óleo, acuarelas, dibujos con sanguínea y carbón, objetos en madera con la pretensión de esculturas, y obras que aparentaban ser ya sea instalaciones u objetos de arte con material reciclado a modo de escultura transdisciplinaria.
Las pinturas, salvo alguna relativamente bien realizada al óleo, no tenían ni las características técnicas ni de contenido para llamar la atención; eran como repeticiones e imitaciones cansadas de lo que Jorge o Gil Imaná, Solón, Ortega u Ostria hacían en la década de 1940.
Los improvisados objetos escultóricos eran ya agotadas repeticiones de zampoñeros con aspectos de monolitos tiwanakotas y remedos de “ars póvera”. En resumen, un grupo de obras tradicionalistas y folklorizadas, carentes de calidad y de contenido, que plantean la interrogante sobre si son arte, y que ponen en evidencia la pobreza de lenguaje y la ausencia de diálogo y de ideas con que se realiza el arte en la ciudad actualmente.
Esta constatación tanto duele como llama la atención en una ciudad con tan rica tradición artística y cultural como Sucre.
En esta urbe, bajo el patrocinio y tutela del Ateneo de Bellas Artes, y por iniciativa personal de don Zacarías Benavides, se fundó en 1939 la Academia de Bellas Artes que llevó su nombre y que funcionó durante diez años en locales alquilados; después, a iniciativa de la familia del fundador, se trasladó a la Casa del “Gran Poder” destinada a ser compartida entre un museo, el Museo Charcas, y la Academia.
Durante los primeros años de su existencia, esta Academia dependió del Ateneo de Sucre. En 1950, por iniciativa del entonces rector, don Guillermo Francovich, pasó a depender de la Universidad Mayor Real y Pontificia de San Francisco Xavier de Chuquisaca.
Fueron profesores en esta Academia numerosos artistas, entre ellos, los más relevantes del arte en el país, como: Luis Bayá, Juan Rimça, Luis Wallpher Bermeo, Jorge Urioste Arana, Nanet Zamora, Josefina Reynolds, Enrique Valda del Castillo, Wálter Samden, Víctor Chvatal, Alejandro Ortega, Néstor Villanueva.
Estos maestros marcaron la impronta del arte en el país durante todo el segundo tercio del siglo XX. Ellos, además, hicieron cultura junto con otros intelectuales como el propio Francovich, y los que conformaron el grupo “Anteo”.
Entre los artistas y profesionales que se formaron en esa Academia figuran: Gil Imaná Garrón, su hermano Jorge, Lorgio Vaca, José Ostria, Mario Eloy Vargas, Juan Ortega Leyton, Wálter Solón Romero, Jorge Urioste, Enrique Valda, Josefina Reynolds, Nanet Zamora, José Ramírez, Delfina Arana, Luis Aguilar, Elsa Arana Freyre, Jorge Barriga, Antonio Bustillos, Víctor Bustillos, Rolando Chavarría, Domingo Parada, Roberto Prudencio, Corina Urioste de Urioste, Reynaldo Urioste Fernández de Córdova, Néstor Villanueva y muchos otros, entre los que me incluyo.
La Academia funcionó sin interrupciones desde 1939 hasta 1971, cuando las universidades del país fueron cerradas por casi dos años, por la intervención del gobierno militar de Hugo Banzer que creo el Consejo Nacional de Educación Superior (CNES), entidad que pretendió racionalizar, modernizar y optimizar la enseñanza universitaria.
En el CNES, en ese entonces se consideró que para Bolivia era suficiente con una carrera universitaria para las artes, la de la UMSA, creada en 1960, que existía paralelamente a la Academia Nacional de Bellas Artes “Hernando Siles”.
Recuerdo que hablé sobre lo inapropiado del cierre de la Academia de Sucre con las entonces autoridades del CNES. Por supuesto, nadie me hizo caso. Este ente, tras la reapertura de las universidades bajo ese régimen, dejó definitivamente cerrada la Academia de Bellas Artes de Sucre.
Cuando años después, dentro del mismo régimen de Banzer, se recuperó la autonomía universitaria, las cosas no volvieron a como estaban antes de 1971. La escuela de Sucre funcionó un año más, ya tan sólo como cursos libres de arte, dependientes de Extensión Universitaria de la Universidad Xavierana, para finalmente desaparecer.
La Universidad chuquisaqueña no reinstauró la carrera de Bellas Artes ni la Academia como institución. De hecho, en la ciudad hubo un debate sobre si se debería priorizar la especialidad de artes plásticas en la Normal “Antonio José de Sucre” o reabrir la Academia; como si se tratase de dos entidades que hacían lo mismo. La Academia formaba artistas y creadores, la Normal formaba profesores de escuela; como si las normales hubiesen producido alguna vez creadores y artistas.
El hecho final es que nadie en Sucre reclamó o trabajó por la reapertura de la Academia y la Carrera de Artes. Una ciudad con tanta tradición, con fama de “culta”, se quedó sin la carrera para formar artistas. Mientras tanto, otras capitales departamentales ponían empeño en sus escuelas de arte, incluso con la instauración y convocatoria de salones de arte, como de La Paz, Cochabamba y Santa Cruz de la Sierra, ciudad esta última que tiene varias escuelas de arte, o más recientemente, El Alto.

Como demuestra la exposición que comento, los resultados de la ausencia de la Academia son tristemente evidentes para Sucre y sus artistas. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario