Los canosos también escriben
La autora reseña cuatro casos de autores tardíos, a propósito de la Feria del Libro.
Lupe Cajías
Es la víspera de una nueva Feria del Libro de La Paz y, como
suele ocurrir, las mayores expectativas se centran en los jóvenes escritores
-mejor si son menores de 39 años- o en las flamantes obras de autores
consagrados, firmas que ayudan a estabilizar las economías de editores y
libreros.
Al parecer no despiertan tanto entusiasmo los textos de
aquellos narradores que tienen el cabello poblado de canas, muchos ya con más de
medio siglo encima del lomo, necesitan lentes para teclear; más aún cuando
ellos se animan a publicar sus ideas por primera vez.
La mayoría no encuentra un editor interesado y casi todos
deben acudir a sus propios bolsillos para financiar el gusto del libro en
letras de imprenta, o acudir a préstamos o al apoyo familiar.
Los sellos de las más grandes editoriales piden dinero al
autor que no siempre tiene ese efectivo y opta por una edición modesta pero a
su modo. Por tanto, la circulación de esos ejemplares se da de forma artesanal,
de mano en mano, por teléfono, por regalo o en la presentación que suele
convertirse más en un compartir con familiares y amigos que en un acto
cultural.
Sin embargo, en el último semestre llegaron a mis manos
diversas obras de canosos que se atreven a escribir y a publicar y que nos dan
una visión de quienes fueron jóvenes en los años 60 y 70, con una influencia
notable de los cambios de la “revolución de abril”, sobre todo el cambio de
tenencia de la tierra “de los señoritos a los pongos”, o la revuelta juvenil
del 68, o la minifalda y la píldora, Los Beatles, los nuevos colegios mixtos y
la aún muy grande presencia del mundo rural.
Héctor Revuelta Santa
Cruz
Este cochabambino es ingeniero y catedrático desde hace 39
años, pionero en la apertura del camino a Apolo, el trazado de carreteras
departamentales y provinciales y experto en tráfico y viabilidad.
Además es fotógrafo, tenista y deportista, campesino en los
valles durante parte del año y cocinero aficionado, autor de recetas especiales
para aprovechar las finas hierbas como el romero o el tomillo.
Hace tres lustros decidió dedicar horas libres a la
escritura y amanecerse frente a la máquina. En 2004 publicó su primer libro Mi viejo zapato, el 2006: Para prueba no basta un botón, Amargo despertar el 2010 y una novela
sobre un periodista este año.
Un cuento suyo Recuerdo
de una clase inspirado en una frase de Isabel Allende relatada en su libro
sobre Paula, cuando la autora chilena vivía en La Paz en 1954, es el origen de
la simpática anécdota que mereció el comentario de la propia escritora de La casa de los espíritus.
Estela Mealla Díaz
Estela Mealla es paceña, aunque con una fuerte impronta de
su familia paterna tarijeña y muchas de sus historias orales se relacionan con
la vida en la campiña chapaca y en el modo de ser de sus habitantes.
Vivió muchos años al lado del mentado bar El Averno y más
que a los parroquianos conocía a la dueña y relata en las famosas tertulias
sabatinas en su casa campestre, la vida y pensamiento del otro lado de la
cantina, no del que bebe sino de la que sirve, no del que visita sino del que
vive en la calle Yungas.
Hace un mes se animó a presentar en los salones de la Casa
de España su libro de Cuentos,
editado por ella misma. Un grupo de historias sencillas que reflejan sus
conocimientos de pintura, narrativa y cultura general y, sobre todo, su
observación del “alma humana”. Admiradora de Agatha Christie siempre relaciona
los hechos con esa “naturaleza humana” para explicarlos.
Pedro Von Vacano
Es más reconocido como profesor universitario. Paceño,
nacido el 45, Von Vacano se inició tímidamente con algunos cuentos enviados a
concursos o publicados en los años 90 y ganó una mención especial en el
Concurso Nacional de Cuento “Franz Tamayo”. En 1994 publicó su primera novela El general y los espejos y tiene otra
inédita Wistu vida.
El día que sembramos
el mal es su tercera novela, impresa por Gente Común y aunque ya lleva dos
años de publicada, recién ahora el autor me la regaló. Es el relato de una
familia paceña muy típica de los años 40, generación que aparece más en libros
de historia que en textos ficcionados.
Sin embargo, como demuestran las aventuras de Eduardo y su
descendencia, es una etapa de muchos cambios.
El colgamiento de Villarroel, la llegada en tropel de las
milicias obreras y campesinas, las rupturas entre padres e hijos, las nuevas
licencias en el amor, la influencia de músicos y artistas, la última etapa de
los señoritos, son detalles que quieren ser contados.
Roberto Böhrt
Roberto Böhrt es un médico famoso, con varios premios por su
actividad profesional, cónsul honorario, tenista y nadador y no parecía
sospechoso como autor de ensayos.
Este mes presentó su obra Teología-El Hijo, Punto de vista seglar con el subtítulo Huellas de nietos, huellas de Dios,
publicada por su propia cuenta. El texto fue comentado por su colega Tito
Márquez, quien marcó el derrotero de una obra que intenta indagar el sentido de
la vida desde la fe y la razón.
Aunque Böhrt es católico militante, intenta en su obra
abarcar la influencia de diferentes creencias y prácticas que confluyen y
difieren en torno a esa pregunta que inquieta al ser humano desde su paso como
ser inteligente: Dios, la divinidad.
La obra es polémica y debatible, pero muestra cómo existen
personas que ya en la etapa de ser abuelos se animan a escribir y a publicar
sus ideas.
Coda
Seguramente estos textos no serán los más vendidos en la feria,
pero muestran que el interés por la palabra impresa no se termina en los jóvenes
o en los consagrados y que, como decía el querido Werner Guttentag, leer lo que
Bolivia produce es leer lo que Bolivia es.
No hay comentarios:
Publicar un comentario