jueves, 31 de julio de 2014

Desde la butaca

Los canosos también escriben

La autora reseña cuatro casos de autores tardíos, a propósito de la Feria del Libro.



Lupe Cajías

Es la víspera de una nueva Feria del Libro de La Paz y, como suele ocurrir, las mayores expectativas se centran en los jóvenes escritores -mejor si son menores de 39 años- o en las flamantes obras de autores consagrados, firmas que ayudan a estabilizar las economías de editores y libreros.
Al parecer no despiertan tanto entusiasmo los textos de aquellos narradores que tienen el cabello poblado de canas, muchos ya con más de medio siglo encima del lomo, necesitan lentes para teclear; más aún cuando ellos se animan a publicar sus ideas por primera vez.
La mayoría no encuentra un editor interesado y casi todos deben acudir a sus propios bolsillos para financiar el gusto del libro en letras de imprenta, o acudir a préstamos o al apoyo familiar.
Los sellos de las más grandes editoriales piden dinero al autor que no siempre tiene ese efectivo y opta por una edición modesta pero a su modo. Por tanto, la circulación de esos ejemplares se da de forma artesanal, de mano en mano, por teléfono, por regalo o en la presentación que suele convertirse más en un compartir con familiares y amigos que en un acto cultural.
Sin embargo, en el último semestre llegaron a mis manos diversas obras de canosos que se atreven a escribir y a publicar y que nos dan una visión de quienes fueron jóvenes en los años 60 y 70, con una influencia notable de los cambios de la “revolución de abril”, sobre todo el cambio de tenencia de la tierra “de los señoritos a los pongos”, o la revuelta juvenil del 68, o la minifalda y la píldora, Los Beatles, los nuevos colegios mixtos y la aún muy grande presencia del mundo rural.

Héctor Revuelta Santa Cruz
Este cochabambino es ingeniero y catedrático desde hace 39 años, pionero en la apertura del camino a Apolo, el trazado de carreteras departamentales y provinciales y experto en tráfico y viabilidad.
Además es fotógrafo, tenista y deportista, campesino en los valles durante parte del año y cocinero aficionado, autor de recetas especiales para aprovechar las finas hierbas como el romero o el tomillo.
Hace tres lustros decidió dedicar horas libres a la escritura y amanecerse frente a la máquina. En 2004 publicó su primer libro Mi viejo zapato, el 2006: Para prueba no basta un botón, Amargo despertar el 2010 y una novela sobre un periodista este año.
Un cuento suyo Recuerdo de una clase inspirado en una frase de Isabel Allende relatada en su libro sobre Paula, cuando la autora chilena vivía en La Paz en 1954, es el origen de la simpática anécdota que mereció el comentario de la propia escritora de La casa de los espíritus.

Estela Mealla Díaz
Estela Mealla es paceña, aunque con una fuerte impronta de su familia paterna tarijeña y muchas de sus historias orales se relacionan con la vida en la campiña chapaca y en el modo de ser de sus habitantes.
Vivió muchos años al lado del mentado bar El Averno y más que a los parroquianos conocía a la dueña y relata en las famosas tertulias sabatinas en su casa campestre, la vida y pensamiento del otro lado de la cantina, no del que bebe sino de la que sirve, no del que visita sino del que vive en la calle Yungas.
Hace un mes se animó a presentar en los salones de la Casa de España su libro de Cuentos, editado por ella misma. Un grupo de historias sencillas que reflejan sus conocimientos de pintura, narrativa y cultura general y, sobre todo, su observación del “alma humana”. Admiradora de Agatha Christie siempre relaciona los hechos con esa “naturaleza humana” para explicarlos.

Pedro Von Vacano
Es más reconocido como profesor universitario. Paceño, nacido el 45, Von Vacano se inició tímidamente con algunos cuentos enviados a concursos o publicados en los años 90 y ganó una mención especial en el Concurso Nacional de Cuento “Franz Tamayo”. En 1994 publicó su primera novela El general y los espejos y tiene otra inédita Wistu vida.
El día que sembramos el mal es su tercera novela, impresa por Gente Común y aunque ya lleva dos años de publicada, recién ahora el autor me la regaló. Es el relato de una familia paceña muy típica de los años 40, generación que aparece más en libros de historia que en textos ficcionados.
Sin embargo, como demuestran las aventuras de Eduardo y su descendencia, es una etapa de muchos cambios.
El colgamiento de Villarroel, la llegada en tropel de las milicias obreras y campesinas, las rupturas entre padres e hijos, las nuevas licencias en el amor, la influencia de músicos y artistas, la última etapa de los señoritos, son detalles que quieren ser contados.

Roberto Böhrt
Roberto Böhrt es un médico famoso, con varios premios por su actividad profesional, cónsul honorario, tenista y nadador y no parecía sospechoso como autor de ensayos.
Este mes presentó su obra Teología-El Hijo, Punto de vista seglar con el subtítulo Huellas de nietos, huellas de Dios, publicada por su propia cuenta. El texto fue comentado por su colega Tito Márquez, quien marcó el derrotero de una obra que intenta indagar el sentido de la vida desde la fe y la razón.
Aunque Böhrt es católico militante, intenta en su obra abarcar la influencia de diferentes creencias y prácticas que confluyen y difieren en torno a esa pregunta que inquieta al ser humano desde su paso como ser inteligente: Dios, la divinidad.
La obra es polémica y debatible, pero muestra cómo existen personas que ya en la etapa de ser abuelos se animan a escribir y a publicar sus ideas.
          
Coda

Seguramente estos textos no serán los más vendidos en la feria, pero muestran que el interés por la palabra impresa no se termina en los jóvenes o en los consagrados y que, como decía el querido Werner Guttentag, leer lo que Bolivia produce es leer lo que Bolivia es.

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