Fernanda Trías: “Todo termina siempre en lo incomprensible”
“Creo que la literatura boliviana está pasando por un gran momento”, comenta esta joven y exitosa autora uruguaya que en pocas semanas estará en La Paz.
Martín Zelaya Sánchez
“Fernanda Trías siempre quiso conocer el mundo”. Así inicia
la presentación que de la escritora uruguaya hace Brutas Editoras, su actual
casa editorial.
Y es que si algo caracteriza a Trías (Montevideo, 1976) –que
sin duda será la más destacada de los invitados a la Feria Internacional del
Libro de La Paz 2014- es su vertiginoso transcurrir, no sólo literario: en
pocos años se convirtió en una de las más leídas y elogiadas por la crítica,
sino además personal, pues de su Montevideo natal salió hace casi una década y
desde entonces -siempre de la mano de proyectos literarios- recorrió medio
mundo, y residió por temporadas en Berlín, París, Tokio, Buenos Aires y ahora
Nueva York.
- ¿Qué expectativas
tienes de esta visita? ¿Qué conoces de Bolivia en general y de su literatura en
particular?
- Espero que sea una instancia de intercambio, espero conocer
más sobre la cultura de Bolivia -esto incluye la literatura- y conversar con
bolivianos, sean o no escritores, sean o no lectores. Viajar a veces permite
acercarse a la idiosincrasia y cultura de un pueblo, sobre todo si tenemos la
suerte de conocer gente ahí y no pasar como un turista que se saca fotos frente
a las ruinas y sigue de largo sin que el contacto con “el otro” le aporte nada.
Por eso, si bien he viajado mucho, cada vez encuentro que
los viajes, cuando no tienen un propósito un poco más concreto que la mera
curiosidad o el entretenimiento, terminan resultándome tediosos y hasta
banales.
Sobre lo otro, creo que la literatura boliviana está pasando
por un gran momento. He leído a la nueva generación de narradores, Edmundo Paz
Soldán, Giovanna Rivero, Rodrigo Hasbún, Liliana Colanzi, Maximiliano
Barrientos, Sebastián Antezana…
Es interesantísimo este boom de narradores que escriben
desde dentro y fuera y que le dan al panorama literario una calidad “móvil”, y
me gustaría entenderlo mejor, sobre todo en el contexto histórico y cultural.
Pero también espero conocer a otros autores importantes y espero volverme con
muchos libros.
- Publicaste La azotea en 2001 y luego una versión
corregida en 2010. ¿Qué puedes contarnos de la experiencia de trabajar en un
texto propio tanto tiempo después, fue como reescribirlo? ¿Hasta donde llegaron
los cambios? Me imagino que ahora prefieres que la gente lea la última versión,
pero ¿reniegas de la primera?
- Fue una experiencia muy buena, pero la verdad es que, diez
años después de escribirla (la escribí en el 99), aún me sentía muy cerca del
texto. Por eso pude hacerlo. Le hice algunos ajustes a la trama, errores que se
me habían pasado en la primera versión, puesto que la trama es circular y tiene
muchas idas y vueltas temporales que se prestaban para confusión, y le hice
ciertas correcciones de estilo.
Pienso que un texto está vivo mientras el autor esté vivo, y
me gusta tener la libertad de seguir trabajándolo cuantas veces sea necesario y
a pesar de estar publicado. Esto es porque, en la escritura, uno nunca llega a
decir exactamente lo que quiso decir, y entonces hay un deseo de acercarse a
ese algo “difuso” nuevamente, dar un paso más en esa dirección.
Sin embargo, el editor de la versión de 2010 (Puntocero)
había leído la versión original y, al leer la nueva no pudo notar cuáles eran
los cambios puntuales. Me dijo haber sentido “algo” distinto, tal vez más
contundente, más feroz (la novela perdió un par de páginas en total), pero era
más una sensación que una certeza.
Claro que si tomas las dos versiones y las comparas frase
por frase, los cambios saltan a la vista, pero hacer eso es como espiar los
trucos de un mago. Pierde la gracia.
- En Bolivia se
conoce poco tu obra. ¿Cómo invitarías a los lectores a acercarse a ella, cómo
la describes, presentas, defiendes? Por ejemplo, háblanos muy brevemente de tus
dos últimos libros.
- Los últimos son dos novelas breves, La azotea y La ciudad
invencible. Y si me pides describir mi literatura, prefiero recurrir a
otros. En la contratapa de La azotea,
Mario Levrero resume la trama así: “la protagonista, prisionera casi voluntaria
en un mundo cerrado y atroz, narra con sosegada, minuciosa y casi amable
crueldad las circunstancias de un tramo crucial de su vida”.
Es una historia donde los límites de la cordura se quiebran
y la protagonista arrastra consigo a los que más quiere.
La ciudad invencible,
que se presentará en la FIL de La Paz, saldrá en España en septiembre y se
publicó como Bienes muebles en la
edición chileno-neoyorquina de Brutas Editoras. Aquí también hay locura, pero de otro tipo, también hay claustrofobia,
pero una claustrofobia de espacio abierto.
Aunque por vías distintas, en ambas historias se buscan
salidas o rupturas a un tipo de autocondena. La ciudad invencible está organizada en viñetas o capítulos breves,
y ocurre en Buenos Aires, ciudad donde viví dos años antes de recibir la beca
para estudiar en Nueva York. En este libro la ciudad es muy importante, no es
sólo el escenario donde transcurre la historia. Conocer una ciudad es una
manera de conocerse a uno mismo, y también abre una posibilidad (tal vez
ilusoria) de reinventarse.
- Para muchos la
literatura siempre vuelve sobre unos pocos temas recurrentes: amor-desamor, la
muerte, la soledad, las búsquedas y el entorno personales, etc., y lo que
cambia es el enfoque y el estilo de cada autor. ¿Qué piensas de esto? ¿De qué,
por qué escribe Fernanda Trías?
- Escribo de (y por) “el hecho incomprensible,
perplejizante, inconmensurable, de que vas a morir”, como dijo Zurita. La
muerte también me interesa como pérdida, una pérdida imposible de asumir o de
procesar, y como liberación. Y también me obsesiona el límite al que las
personas podemos llevar nuestras decisiones, cómo podemos empujar obcecadamente
ese límite hasta la irrealidad o hasta la pérdida de la cordura.
Sí, sin duda uno vuelve sobre lo mismo, explora los mismos
temas de manera obsesiva, tratando de encontrarles la vuelta, las aristas, los
mira bajo distinta luz, los mira con otra edad, los mira bajo el peso de lo
vivido, entonces los temas se repiten: la soledad en espacios urbanos (la
alienación), el miedo a distintas cosas, entre ellas al fracaso, la violencia
contenida y sedienta que todos llevamos dentro, los conflictos éticos… pero
todo termina siempre remitiendo a lo mismo: al hecho incomprensible,
perplejizante, inconmensurable, de que vamos a morir.
- Pese a que hoy
internet nos acerca a todo (y a todos), muchos consideran que en literatura las
fronteras siguen separando. Salvo excepciones, los escritores de Sudamérica se
conocen poco entre sí, y ni qué decir de los lectores que, en su mayoría apenas
tienen acceso a textos de los autores más exitosos. ¿Qué reflexión tienes al
respecto?
- Creo que los escritores de mi generación estamos bastante
conectados, por lo menos en los últimos seis años ésa ha sido la tendencia -gracias
a las redes y a las revistas electrónicas-, y hacemos lo que podemos por acercarnos
y leernos.
Esto genera cierta endogamia (escritores que se leen entre
escritores) y puede dar una falsa ilusión de que los libros sí llegan a
lectores de otros países. El trabajo, sin embargo, lo tienen que hacer las
editoriales, y todavía falta mucho por hacer.
En los últimos años se han editado varias antologías de
nueva narrativa latinoamericana, pero eso, a mi juicio, no alcanza. Las
antologías no suelen representar bien a los autores incluidos, por diversas
razones, y creo que es una manera parcial y un tanto engañosa de acercarse a un
autor. Faltan colecciones de nueva narrativa latinoamericana que publiquen
novelas o libros de relatos completos. El
libro completo, y no el fragmento, es lo que permite entender el imaginario o
la propuesta literaria de un autor.
- ¿Cómo es tu
relación con la tecnología? ¿Lees blogs, lees en e-books… los recomiendas?
¿Prefieres el libro en papel… te da igual? ¿Subsistirá el libro impreso o crees
que se convierta en un objeto solo para fetichistas?
- Prefiero los libros en papel porque me resultan más
cómodos. Sobre todo para subrayarlos y para volver fácilmente a encontrar lo
que quiero encontrar. El libro electrónico me parece una herramienta con
ventajas, pero le falta la “tercera dimensión”. Me gusta ver y sentir el
volumen del libro; cuántas páginas van, cuántas quedan, cuántas hasta el
próximo capítulo… Es emocionante saber que sólo faltan tres páginas y ya ir
calculando que es imposible que en esas tres páginas te cuenten “todo eso que
estás esperando”.
El libro en papel es mucho más “navegable”, y el e-book, con
sus porcentajes, más abstracto. Pero para los que llevamos una vida algo
nómade, el e-book tiene sus ventajas. Son dos tecnologías no excluyentes, pero
el e-book sólo lo uso en circunstancias especiales, cuando viajo o cuando
quiero comprar algo a lo que no tengo acceso en el lugar donde estoy, por
ejemplo, libros en su lengua original.
Las revistas electrónicas me interesan para leer artículos,
entrevistas o reseñas, pero rara vez me siento a leer un cuento en un blog, en
buena medida porque leer en pantalla no me permite conectarme con el placer de
la lectura.
- Sé que estudiaste
japonés, que traduces de francés al español, que viviste en Alemania y ahora en
EEUU. ¿Cómo incide en un escritor el conocimiento o dominio de varios idiomas?
¿Siempre piensas-concibes un libro en español?
- En mi caso incide como una manera de ampliar las
asociaciones de sonidos, palabras e imágenes. Te pongo un ejemplo muy a tono,
ya que estamos con el mundial. Cuando pienso en el jugador alemán Mesut Ozil,
siempre lo veo como un gran ojo. No sólo porque tiene los ojos raros, como
abultados y demasiado separados de la nariz, sino porque su apellido, Ozil, me
hace ver la palabra “Oeil”, que en
francés significa ojo.
Ese mecanismo muchas veces lo utilizo al escribir, y el hecho
de conocer otras lenguas contribuye a ampliar el rango de asociaciones e
imágenes. Nunca concebiría un libro en otra lengua que no sea el castellano,
tal vez porque, como dijo Gelman, “en el exilio, la patria es la lengua”, y yo
hace ya nueve años que vivo fuera.
--
Hoja de vida
Fernanda Trías (Montevideo, 1976) publicó las novelas La azotea (Trilce, 2001; Puntocero,
2010), Bienes muebles (Brutas
Editoras, 2013) y la plaquette de
relatos El regreso (Trópico Sur,
2012). Integró antologías de nueva narrativa en Alemania (Neues vom Fluss /
Lettretage, 2010), Colombia, Estados Unidos, Inglaterra (Uruguayan Women
Writers (Palabras errantes, 2012 / Cambridge University, 2012), Perú (Asamblea
portátil / Casatomada, 2009), y Uruguay.
--
Breves apuntes sobre la autora
Liliana Colanzi
Conocí a Fernanda
Trías a través del precioso volumen [des]Aires, publicado por la editorial
Brutas, y que reúne un texto suyo y otro del español Andrés Barba sobre la
ciudad de Buenos Aires.
El relato de Trías,
Bienes muebles, explora con maestría
un tema poco frecuentado en nuestro continente: el de la migración interna. Si
bien la literatura ha mostrado la migración latinoamericana a Estados Unidos
(pienso en Missing, de Fuguet) o
Europa (Paseador de perros, de Sergio
Galarza), poco se conoce de las experiencias de los latinoamericanos en otros
países latinoamericanos.
La protagonista de Bienes muebles es una joven uruguaya que
persiste en Buenos Aires a pesar de los intentos de su exnovio, “La Rata”, por
echarla. En su fuga de esta relación, va descubriendo una ciudad que se le
presenta a la vez hostil y fascinante: “Buenos Aires era
un monstruo recién atrapado que se retorcía bajo nuestros ojos. Pero el
monstruo no se dejaba disecar; se transformaba una y otra vez, con cada
bramido, con cada intento por librarse de unas manos exasperadamente
suaves”.
Trías captura el
vértigo y la vulnerabilidad del que deja su país para ir a perderse o
encontrarse en otro: el Buenos Aires que narra es el de los precarios cuartos
de estudiante, el de la soledad y la pérdida, pero también el de los actos de
generosidad, el de las fiestas hasta el amanecer, el de la belleza fugaz y
deslumbrante.
No hay comentarios:
Publicar un comentario