jueves, 3 de julio de 2014

Entrevista

Fernanda Trías: “Todo termina siempre en lo incomprensible”

“Creo que la literatura boliviana está pasando por un gran momento”, comenta esta joven y exitosa autora uruguaya que en pocas semanas estará en La Paz.



Martín Zelaya Sánchez

“Fernanda Trías siempre quiso conocer el mundo”. Así inicia la presentación que de la escritora uruguaya hace Brutas Editoras, su actual casa editorial.
Y es que si algo caracteriza a Trías (Montevideo, 1976) –que sin duda será la más destacada de los invitados a la Feria Internacional del Libro de La Paz 2014- es su vertiginoso transcurrir, no sólo literario: en pocos años se convirtió en una de las más leídas y elogiadas por la crítica, sino además personal, pues de su Montevideo natal salió hace casi una década y desde entonces -siempre de la mano de proyectos literarios- recorrió medio mundo, y residió por temporadas en Berlín, París, Tokio, Buenos Aires y ahora Nueva York.

- ¿Qué expectativas tienes de esta visita? ¿Qué conoces de Bolivia en general y de su literatura en particular?
- Espero que sea una instancia de intercambio, espero conocer más sobre la cultura de Bolivia -esto incluye la literatura- y conversar con bolivianos, sean o no escritores, sean o no lectores. Viajar a veces permite acercarse a la idiosincrasia y cultura de un pueblo, sobre todo si tenemos la suerte de conocer gente ahí y no pasar como un turista que se saca fotos frente a las ruinas y sigue de largo sin que el contacto con “el otro” le aporte nada.
Por eso, si bien he viajado mucho, cada vez encuentro que los viajes, cuando no tienen un propósito un poco más concreto que la mera curiosidad o el entretenimiento, terminan resultándome tediosos y hasta banales.
Sobre lo otro, creo que la literatura boliviana está pasando por un gran momento. He leído a la nueva generación de narradores, Edmundo Paz Soldán, Giovanna Rivero, Rodrigo Hasbún, Liliana Colanzi, Maximiliano Barrientos, Sebastián Antezana…
Es interesantísimo este boom de narradores que escriben desde dentro y fuera y que le dan al panorama literario una calidad “móvil”, y me gustaría entenderlo mejor, sobre todo en el contexto histórico y cultural. Pero también espero conocer a otros autores importantes y espero volverme con muchos libros.

- Publicaste La azotea en 2001 y luego una versión corregida en 2010. ¿Qué puedes contarnos de la experiencia de trabajar en un texto propio tanto tiempo después, fue como reescribirlo? ¿Hasta donde llegaron los cambios? Me imagino que ahora prefieres que la gente lea la última versión, pero ¿reniegas de la primera?
- Fue una experiencia muy buena, pero la verdad es que, diez años después de escribirla (la escribí en el 99), aún me sentía muy cerca del texto. Por eso pude hacerlo. Le hice algunos ajustes a la trama, errores que se me habían pasado en la primera versión, puesto que la trama es circular y tiene muchas idas y vueltas temporales que se prestaban para confusión, y le hice ciertas correcciones de estilo.
Pienso que un texto está vivo mientras el autor esté vivo, y me gusta tener la libertad de seguir trabajándolo cuantas veces sea necesario y a pesar de estar publicado. Esto es porque, en la escritura, uno nunca llega a decir exactamente lo que quiso decir, y entonces hay un deseo de acercarse a ese algo “difuso” nuevamente, dar un paso más en esa dirección.
Sin embargo, el editor de la versión de 2010 (Puntocero) había leído la versión original y, al leer la nueva no pudo notar cuáles eran los cambios puntuales. Me dijo haber sentido “algo” distinto, tal vez más contundente, más feroz (la novela perdió un par de páginas en total), pero era más una sensación que una certeza.
Claro que si tomas las dos versiones y las comparas frase por frase, los cambios saltan a la vista, pero hacer eso es como espiar los trucos de un mago. Pierde la gracia.

- En Bolivia se conoce poco tu obra. ¿Cómo invitarías a los lectores a acercarse a ella, cómo la describes, presentas, defiendes? Por ejemplo, háblanos muy brevemente de tus dos últimos libros.
- Los últimos son dos novelas breves, La azotea y La ciudad invencible. Y si me pides describir mi literatura, prefiero recurrir a otros. En la contratapa de La azotea, Mario Levrero resume la trama así: “la protagonista, prisionera casi voluntaria en un mundo cerrado y atroz, narra con sosegada, minuciosa y casi amable crueldad las circunstancias de un tramo crucial de su vida”.
Es una historia donde los límites de la cordura se quiebran y la protagonista arrastra consigo a los que más quiere.
La ciudad invencible, que se presentará en la FIL de La Paz, saldrá en España en septiembre y se publicó como Bienes muebles en la edición chileno-neoyorquina de Brutas Editoras. Aquí también hay locura, pero de otro tipo, también hay claustrofobia, pero una claustrofobia de espacio abierto.
Aunque por vías distintas, en ambas historias se buscan salidas o rupturas a un tipo de autocondena. La ciudad invencible está organizada en viñetas o capítulos breves, y ocurre en Buenos Aires, ciudad donde viví dos años antes de recibir la beca para estudiar en Nueva York. En este libro la ciudad es muy importante, no es sólo el escenario donde transcurre la historia. Conocer una ciudad es una manera de conocerse a uno mismo, y también abre una posibilidad (tal vez ilusoria) de reinventarse.

- Para muchos la literatura siempre vuelve sobre unos pocos temas recurrentes: amor-desamor, la muerte, la soledad, las búsquedas y el entorno personales, etc., y lo que cambia es el enfoque y el estilo de cada autor. ¿Qué piensas de esto? ¿De qué, por qué escribe Fernanda Trías?
- Escribo de (y por) “el hecho incomprensible, perplejizante, inconmensurable, de que vas a morir”, como dijo Zurita. La muerte también me interesa como pérdida, una pérdida imposible de asumir o de procesar, y como liberación. Y también me obsesiona el límite al que las personas podemos llevar nuestras decisiones, cómo podemos empujar obcecadamente ese límite hasta la irrealidad o hasta la pérdida de la cordura.
Sí, sin duda uno vuelve sobre lo mismo, explora los mismos temas de manera obsesiva, tratando de encontrarles la vuelta, las aristas, los mira bajo distinta luz, los mira con otra edad, los mira bajo el peso de lo vivido, entonces los temas se repiten: la soledad en espacios urbanos (la alienación), el miedo a distintas cosas, entre ellas al fracaso, la violencia contenida y sedienta que todos llevamos dentro, los conflictos éticos… pero todo termina siempre remitiendo a lo mismo: al hecho incomprensible, perplejizante, inconmensurable, de que vamos a morir.

- Pese a que hoy internet nos acerca a todo (y a todos), muchos consideran que en literatura las fronteras siguen separando. Salvo excepciones, los escritores de Sudamérica se conocen poco entre sí, y ni qué decir de los lectores que, en su mayoría apenas tienen acceso a textos de los autores más exitosos. ¿Qué reflexión tienes al respecto?
- Creo que los escritores de mi generación estamos bastante conectados, por lo menos en los últimos seis años ésa ha sido la tendencia -gracias a las redes y a las revistas electrónicas-, y hacemos lo que podemos por acercarnos y leernos.
Esto genera cierta endogamia (escritores que se leen entre escritores) y puede dar una falsa ilusión de que los libros sí llegan a lectores de otros países. El trabajo, sin embargo, lo tienen que hacer las editoriales, y todavía falta mucho por hacer.
En los últimos años se han editado varias antologías de nueva narrativa latinoamericana, pero eso, a mi juicio, no alcanza. Las antologías no suelen representar bien a los autores incluidos, por diversas razones, y creo que es una manera parcial y un tanto engañosa de acercarse a un autor. Faltan colecciones de nueva narrativa latinoamericana que publiquen novelas o libros de relatos completos. El libro completo, y no el fragmento, es lo que permite entender el imaginario o la propuesta literaria de un autor.

- ¿Cómo es tu relación con la tecnología? ¿Lees blogs, lees en e-books… los recomiendas? ¿Prefieres el libro en papel… te da igual? ¿Subsistirá el libro impreso o crees que se convierta en un objeto solo para fetichistas?
- Prefiero los libros en papel porque me resultan más cómodos. Sobre todo para subrayarlos y para volver fácilmente a encontrar lo que quiero encontrar. El libro electrónico me parece una herramienta con ventajas, pero le falta la “tercera dimensión”. Me gusta ver y sentir el volumen del libro; cuántas páginas van, cuántas quedan, cuántas hasta el próximo capítulo… Es emocionante saber que sólo faltan tres páginas y ya ir calculando que es imposible que en esas tres páginas te cuenten “todo eso que estás esperando”.
El libro en papel es mucho más “navegable”, y el e-book, con sus porcentajes, más abstracto. Pero para los que llevamos una vida algo nómade, el e-book tiene sus ventajas. Son dos tecnologías no excluyentes, pero el e-book sólo lo uso en circunstancias especiales, cuando viajo o cuando quiero comprar algo a lo que no tengo acceso en el lugar donde estoy, por ejemplo, libros en su lengua original.
Las revistas electrónicas me interesan para leer artículos, entrevistas o reseñas, pero rara vez me siento a leer un cuento en un blog, en buena medida porque leer en pantalla no me permite conectarme con el placer de la lectura.

- Sé que estudiaste japonés, que traduces de francés al español, que viviste en Alemania y ahora en EEUU. ¿Cómo incide en un escritor el conocimiento o dominio de varios idiomas? ¿Siempre piensas-concibes un libro en español?
- En mi caso incide como una manera de ampliar las asociaciones de sonidos, palabras e imágenes. Te pongo un ejemplo muy a tono, ya que estamos con el mundial. Cuando pienso en el jugador alemán Mesut Ozil, siempre lo veo como un gran ojo. No sólo porque tiene los ojos raros, como abultados y demasiado separados de la nariz, sino porque su apellido, Ozil, me hace ver la palabra “Oeil”, que en francés significa ojo.
Ese mecanismo muchas veces lo utilizo al escribir, y el hecho de conocer otras lenguas contribuye a ampliar el rango de asociaciones e imágenes. Nunca concebiría un libro en otra lengua que no sea el castellano, tal vez porque, como dijo Gelman, “en el exilio, la patria es la lengua”, y yo hace ya nueve años que vivo fuera.
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Hoja de vida

Fernanda Trías (Montevideo, 1976) publicó las novelas La azotea (Trilce, 2001; Puntocero, 2010), Bienes muebles (Brutas Editoras, 2013) y la plaquette de relatos El regreso (Trópico Sur, 2012). Integró antologías de nueva narrativa en Alemania (Neues vom Fluss / Lettretage, 2010), Colombia, Estados Unidos, Inglaterra (Uruguayan Women Writers (Palabras errantes, 2012 / Cambridge University, 2012), Perú (Asamblea portátil / Casatomada, 2009), y Uruguay.
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Breves apuntes sobre la autora


Liliana Colanzi

Conocí a Fernanda Trías a través del precioso volumen [des]Aires, publicado por la editorial Brutas, y que reúne un texto suyo y otro del español Andrés Barba sobre la ciudad de Buenos Aires.
El relato de Trías, Bienes muebles, explora con maestría un tema poco frecuentado en nuestro continente: el de la migración interna. Si bien la literatura ha mostrado la migración latinoamericana a Estados Unidos (pienso en Missing, de Fuguet) o Europa (Paseador de perros, de Sergio Galarza), poco se conoce de las experiencias de los latinoamericanos en otros países latinoamericanos. 
La protagonista de Bienes muebles es una joven uruguaya que persiste en Buenos Aires a pesar de los intentos de su exnovio, “La Rata”, por echarla. En su fuga de esta relación, va descubriendo una ciudad que se le presenta a la vez hostil y fascinante: “Buenos Aires era un monstruo recién atrapado que se retorcía bajo nuestros ojos. Pero el monstruo no se dejaba disecar; se transformaba una y otra vez, con cada bramido, con cada intento por librarse de unas manos exasperadamente suaves”. 
Trías captura el vértigo y la vulnerabilidad del que deja su país para ir a perderse o encontrarse en otro: el Buenos Aires que narra es el de los precarios cuartos de estudiante, el de la soledad y la pérdida, pero también el de los actos de generosidad, el de las fiestas hasta el amanecer, el de la belleza fugaz y deslumbrante. 


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