jueves, 31 de julio de 2014

Comentario

Poeta en Nueva York


Reseña de Memoria de los ritos paralelos. Diario de Nueva York, 1964. La experiencia del escritor argentino Miguel Grinberg con la plana mayor de la contracultura norteamericana de los 60.



Nicolás G. Recoaro

El 23 de febrero de 1964, el joven poeta Miguel Grinberg (Buenos Aires, 1937)  escuchó a Los Beatles por primera vez.
Después de un periplo en tren de casi 1.900 kilómetros a través de territorio mexicano, el cruce a pie del puente sobre el río Bravo que une Ciudad Juárez y El Paso (Texas) y un picaresco diálogo con un oficial fronterizo estadounidense (“¿Viene caminando desde la Argentina?” “Si se queda sin dinero, ¿sus amigos lo ayudarían?” “Do you carry a gun?”), Grinberg almorzaba plácidamente en la terminal de ómnibus de Greyhound y repasaba mentalmente el itinerario que terminaría en Nueva York, hasta que estalló en el jukebox de la confitería la vigorosa melodía de Please Please Me y ya nunca nada volvió a ser igual.
“El contacto sonoro me produjo una intensa taquicardia -recuerda Grinberg en el prólogo del recientemente publicado Memoria de los ritos paralelos (Caja Negra, 2014)-, allí sucedía algo que impactaba la sensibilidad, sin filtros. Lo viví como una señal de bienvenida a un nuevo mundo”.
Escritor, poeta, traductor, cronista pionero de la era de oro de la Generación Beat, motor del naciente rock nacional argentino (comandó en los años 60 las míticas revistas Eco contemporáneo y Mutantia), compañero de andanzas y amigo de Allen Ginsberg, Lawrence Ferlinghetti, Henry Miller, Jonas Mekas y del casi centenario Nicanor Parra, ecologista avant la lettre y, sobre todo, nómade incansable.
Grinberg es una figura fundamental de los últimos 50 años de contracultura latinoamericana, y a la vez fue un testigo privilegiado del nacimiento de los hippies, del activismo contra la Guerra de Vietnam y de la génesis de la lucha por los derechos civiles del pueblo negro en Norteamérica.
La crónica de su experiencia iniciática en Nueva York es recuperada en Memoria …, el diario metafísico fechado entre mayo y julio de 1964, que compuso en clave de prosa espontánea, tipeando en una máquina de escribir prestada durante las bohemias cien noches que pasó en Manhattan.
Madrugadas solitarias con la banda sonora del programa de radio Jazz Unlimited flotando en el ambiente (Bob Dylan y Joan Báez también se colaban en el dial), derivas en clave situacionista por el East Village, lecturas iluminadoras sobre meditación y misticismo, la polémica con el barbudo Ginsberg sobre el rol comprometido de los intelectuales, las fiestas y una borrachera compartida con LeRoi Jones y el “yeah, yeah, yeah” de los cuatro chicos de Liverpool que abrían las compuertas de un nuevo universo se hacen presentes en el diario.
En una de sus últimas entradas, Grinberg apunta: “Mi última visión de la ciudad se produce tras salir del túnel del río Hudson, el sol rojizo reflejado por los cristales del Empire State Building, adiós catapulta de polvo, fantasmagoría en mi sangre”.


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