Soberana sin escolta
Texto leído durante la presentación, la semana pasada, del poemario Tania en flor (Plural) de Sulma Montero.
Marco Montellano
En su didáctico ensayo, Cómo leer un poema, Terry Eagleton plantea que “no todas las
declaraciones críticas tienen que consistir en un qué en los términos de un cómo,
mas se puede afirmar que el acto prototípico de la crítica es exactamente
ése”. Esto, continúa el crítico inglés, parecería más cierto para la poesía, género
literario que se podría definir como aquél en el que forma y contenido están
íntimamente imbricados. La poesía revelaría la verdad secreta de un escrito
literario: la forma es constitutiva del contenido y no un mero reflejo de este.
Percibir el qué
del contenido en los términos del cómo
no significa necesariamente verlos como una unidad armoniosa. Se trata más bien
de atender a la construcción del objeto, a cómo se enlazan las vigas del
artificio y si este es logrado, con mayor o menor destreza, trabajo, entrega, y
algo de la suerte que robustece a la intuición.
Partiendo de esta idea básica, me detendré en algunos
aspectos de Tania en flor, el
poemario de Sulma Montero. Se trata de 18 poemas cortos de versos breves -salvo
los dos últimos, presentados en prosa preciosista y concisa-, que producen
efecto poético en el matrimonio de su simpleza formal con la intensidad mística,
sagrada y sensual, de su contenido.
Volviendo a Eagleton, podemos afirmar que un poema
constituye las cosas mismas de las que trata, que se curva sobre sí mismo. La
palabra que define este proceso es “ficción”. En el poemario de Montero, esta se
crea sobre el autorretrato desnudo y el convite generoso a participar de las
reflexiones -íntimas a la vez que cotidianas- de un personaje: Tania, quien está en flor, es decir, tiene un
cuerpo y tiene una voz, ambas materializadas en las páginas de libro: lo
primero en los dibujos, lo segundo en las palabras.
Se nos presenta físicamente a Tania mediante cinco
dibujos a lápiz que nada tienen de ornamental. Todo lo contrario, mediante
ellos se nos da rasgos inequívocos del personaje que nos habla. La cantidad de
líneas achuradas que la rodean o componen nos transmite -otra vez con una simplicidad
que en realidad es transparencia-, sus estados de ánimo, su emotividad. Tania
tiene un cuerpo sexuado. Cuando se muestra desnuda desaparecen las facciones de
su rostro, ceden ante labios y flores que adornan su vientre, que crecen en sus
extremidades. También aparece vestida… pero sobre ello no es necesario que yo
diga nada, pues ella misma lo explica en su poema 17: “Abro mi ropero y veo las
prendas que amo, las acaricio y noto que son mías por la forma en que se
mimetizan en mi cuerpo”.
La voz poética también se define a sí misma en el
ejercicio de la escritura. Ejemplifico con fragmentos del poema 8: “Busca la
profundidad / fue la consigna / de mi ascenso / hacia la cumbre (…) Acuática y
floral llegué a la cúspide. (…) Ahora soy una mujer / que adivina el sueño / de
la tierra / y tiembla / de amor”. La voz poética realiza una declaración
estética y ontológica, de su condición
de mujer. En Tania… la individualidad
del ser femenino predomina, es cálida, exultante a momentos.
Quizás porque tengo la suerte de estar estudiando la
poesía de Jesús Urzagasti -es decir, a riesgo pleno de mi subjetividad
lectora-, lo intuyo en el tono, en la sensible emotividad y en los silencios
preñados de sentido de algunos poemas de Tania
en flor, como el que sigue: “Al fondo de los rayos de miel dorada / un
paisaje inagotable me embriaga. / Expande su perfume floral el alba / asciende
el día de belleza anaranjada / y en el lago de sombras azuladas / siento el
aliento secreto de mi alma”.
Esta relación, no obstante, no se me presenta en
términos de influencia, puesto que la impronta en la poesía de Sulma es nítida,
femenina y personalísima. Quizás, tanto en la literatura como lo fue en la
vida, veo en esos versos un sentido de comunión: comunión en la contemplación gozosa
y trascendental de la naturaleza, siempre desde dentro de ella; comunión en el
respeto y asombro por el misterio sabio del silencio.
La poesía nos concedería la experiencia efectiva de
ver que el significado toma forma como un proceso, en vez de presentarlo
simplemente como un objeto acabado. El libro que tengo en mis manos nos entrega
con honesta generosidad ese proceso vital y creativo llamado Tania, una mujer
que habita en su cuerpo y es dueña de las palabras que la constituyen:
En
la brisa de esta noche
todo
es indescifrable.
Tu
ser misterioso
se
ha posado en mí.
Ahora
nada me es ajeno
Mi
intimidad reina.
Soy
una soberana sin escolta.
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