lunes, 20 de febrero de 2017

Ensayo

Sangre y sed, una introducción

Un extracto del extenso texto introductorio de la antología de cuentos y crónicas sobre la Guerra del Chaco, compilada por Tellería, y que 3600 presentó el pasado miércoles en La Paz.



Paul Tellería Antelo 

Las palabras, como acto de conjuro, limpian la hostilidad y también se estremecen por las ráfagas de muerte que narran, por el dolor verbal que dejan a su paso. La palabra sana, la palabra infecta, la palabra llena de espanto, la palabra de sed y sangre es la que habla de la guerra.
En esa medida, lo bélico en el campo de la literatura, más allá del registro histórico, se sostiene a partir de la memoria colectiva. Su andamiaje está hecho de los retazos que recoge el escritor, de lo que leyó y escuchó que fue la guerra, e inevitablemente el paso del tiempo hace que “la obra” se vaya difuminando y deformando narrativamente, dando lugar al nacimiento de otra historia: “la ficcionada”. Quien decida escribir sobre lo bélico debe asumir el riesgo que implica enfrentarse al eco lejano de las balas. En ese sentido, la creación de un narrador ajeno al conflicto se gestará desde la imposibilidad del recuerdo físico, convirtiéndose en la evocación desde la cicatriz de la palabra y nunca la del cuerpo. (…)
Sepa entonces el lector de Sangre y sed que cualquier intento en estas páginas de reflejar el espanto que habitó hasta la muerte en los combatientes de la Guerra del Chaco entraña de por sí un fracaso. Por eso, quizás las escritoras y los escritores que dieron vida a este libro sean una pandilla irreverente que, 84 años después de iniciado el conflicto, tuvo el atrevimiento de repetir, desde algún lugar de la memoria prestada, las voces de excombatientes y el ensordecedor reclamo de la muerte no pedida. (…)
Quiero creer que este libro será algo así como un puente verbal entre vivos y muertos, un intento de reconciliación desde la ficción, como anhelante formula narrativa para recuperar de la oscuridad a los hombres y mujeres que, en cuanto protagonistas del conflicto, fueron acto y no ficción. (…)
Cabe aclarar que esta antología no es una compilación de lecturas sociales o históricas sobre la Guerra del Chaco, interpretada como la chispa para la incipiente construcción del nacionalismo post liberal. Este es un proyecto literario y, como tal, corre el riesgo de no ser del todo verídico respecto a acontecimientos reales, sin embargo reclutó a quienes, más allá de las medallas que llevan en el pecho, fruto del combate en el campo de la palabra, sin exclusión han bebido del “pozo verbal” de la postguerra; aquel del que, como decía el poeta “nada se sabe, pero las palabras se conjuran hostiles, chillan y se acuchillan”.
Veintiocho textos de veintitrés escritores y cuatro escritoras que se sumergieron voluntariamente, desde diferentes movilizadores individuales, en el reflejo del pozo real del Chaco, aquel del que poco conocen y, sin embargo, decidieron beber sus aguas a riesgo de contaminar su tinta de pus y muerte, resolviendo conjurar en sus textos el horror y, por qué no, el amor y el olvido. (…)
La antología Sangre y sed está estructurada en tres secciones: Campo de Batalla, Periferia y Lejanía. A modo de contrapunto, entre la evocación generada desde el terreno de la ficción y el recuerdo real de los hechos, también se incluye una sección de crónicas basadas en historias reales, así como la transcripción del testimonio y cartas de combatientes. Como toda estructura del recuerdo, las fronteras entre secciones son frágiles y se confunden; la batalla se narra desde la trinchera como desde los recuerdos vívidos y llenos de horror de años después. La mirada periférica, esa que bordea la guerra, se teje desde el temor, el amor y la añoranza ante el absurdo de la guerra. Finalmente, en la lejanía se encuentra la presencia repetida hasta la muerte del estruendo del mortero, del grito desgarrador de la muerte, del sueño evocando la pesadilla del combate, una y otra vez, una y otra vez…

I Campo de Batalla
Campo de Batalla reúne once cuentos, cuyas historias se basan en episodios concretos de la guerra. En todos los textos se repite la narración del horror de lo bélico, desde los mismos referentes, históricos en relación al conflicto. En esa medida el desconocimiento del terreno, la enfermedad, el cansancio, la sed y el encuentro con la muerte confluyen, desde una u otra mirada, en cada uno de los cuentos.

II Periferia
Cuando uno bordea algo que duele o rechaza, lo hace de diferentes formas: tomando distancia, resguardándose, cuidando de exponerse innecesariamente a lo que arañe por dentro. Geográficamente el espacio entre lo evitado y la zona de seguridad a veces es corto y otras no tanto. Quien mira desde el borde toma partido desde la periferia, por una idea o una visión diferente de quienes se encuentran en el círculo de la batalla, o, en su defecto, actúa como actor o actriz de reparto, ya que duele menos y esperanza más. Los seis cuentos que forman esta sección hablan de los bordes de la guerra, desde los más cercanos a los más distantes, construyendo lo que pudo haber sido el otro lado de conflicto, aquel del que hablaron Cerruto, en Aluvión de fuego, y David Villazón en Rodolfo, el descreído, por nombrar algunos.

III Lejanía
En Lejanía se habla de aquello que permanece presente y “es” en quien ha combatido, en los hombres que volvieron de la guerra dejando el alma en la trinchera, en los muertos vivos que solo buscaron dormir en paz y nunca lo lograron, en los hombres que en la vejez permanecieron horas al sol escuchando boleros de Caballería, como si en la repetición de Sara o Despedida, de Adrián Patiño, o Caballería que viene, de Alfredo Aguirre, volvieran al Chaco y se re encontraran con la tropa, “la banda de amigos”.
Lejanía, sección compuesta de nueve textos habla de eso y más. Cuenta la sensación del soldado que no puede salir de la guerra, habla del encuentro con las raíces de los nietos atraídos por los secretos del abuelo ex combatiente. Habla del homenaje al padre que fue héroe y volvió incompleto.

Lejanía y la sección Crónicas cierran Sangre y Sed  enfrentándonos con el efecto implacable del paso del tiempo, que tarde o temprano hará que todo se evapore y disipe, en aquellos que no vivieron la guerra, convirtiendo a la memoria de la guerra en el eco lejano y tangencial del recuerdo, de algo que pasó, y los que narran las historias de este libro no sabrán exactamente cómo fue ni por qué, pero que no por eso ha dejado de hablar.



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