lunes, 13 de febrero de 2017

Libros

El mundo de Liliana


Comentario del nuevo libro de Liliana Colanzi, que el autor leyó en una reciente presentación en Cochabamba.


Adolfo Cáceres Romero 

No diría el mundo, sino el universo de Liliana. Aunque ella nos habla de Nuestro mundo muerto en un cuento de ciencia ficción que le sirve de título para su nuevo libro publicado en 2016 por la editorial El Cuervo.
Al leer El ojo, Alfredito y La ola, los tres primeros cuentos de los ocho que componen el volumen, sentí que me impregnaba -una vez más- del mismo aroma intimista, obsesivo, que emana de los cuentos de Virginia Woolf. Algo similar sentí al leer Retrato de familia y Rezo por vos, cuentos de Liliana que están en Vacaciones permanentes (2010), su primer libro, elogiosamente recibido por la crítica.
Pero la otra parte de Nuestro mundo muerto, con Chaco, me sorprendió por su floración mítica, auténtica y personal; el rescate de los seres cuyas voces recién son escuchadas en su concepción de la tierra que se resiste a morir a pesar del asfalto que abre sus entrañas; su tierra, nuestra tierra, sazonada con la sal de nuestros ancestros. Ese escenario de nuestra América originaria que fue cantado magistralmente por Miguel Ángel Asturias, Juan Rulfo, Joao Guimaraes Rosa y Gabriel García Márquez, ahora se abría a mis ojos, celebrando el origen de nuestras cosas, nuestros árboles, fuentes, animales, en fin, nuestra naturaleza, con toda su magia originaria.
No es fácil llegar a esta resolución si no se vive con la mente puesta en nuestros mitos, como lo hace Homero Carvalho en varios de sus poemas emblemáticos. Es en ese intento donde se autentifica Liliana Colanzi, con algo que es exclusivamente suyo y nuestro, inclusive en el lenguaje que usa. Pienso que Liliana, a pesar de vivir lejos del país, siempre sintió el clamor de la sangre. “Para mí -nos dice-, escribir es meditar sobre situaciones o temas que me interpelan de manera profunda”. Esa interpelación viene de más allá de sus sueños, de un tiempo que todavía vive en ella.
Desde luego que también están sus lecturas, sus vivencias en medio de otras culturas; de ahí que sus cuentos urbanos bordean el misterio, la rutina, no diría de la vida, sino de lo que somos o nos hacemos, obsesionados con el misterio de nuestra creación. Expulsados del paraíso, vamos aprendiendo con nuestras caídas. Aquí recuerdo Rezo por vos, de su primer libro; magistral en el manejo de la anécdota. Entiendo perfectamente lo que sigue, cuando ella dice en una entrevista para Brújula, del diario El Deber de su natal Santa Cruz: “aunque a veces no tengo muy claro por qué. De hecho, casi nunca tengo claro por qué o hacia dónde voy, hasta que empiezo. Ese ánimo exploratorio es el que me motiva, tanto para el cuento como para -en este momento- la novela”.
Y aquí viene a cuento Chaco. Virginia Woolf también empezó su célebre novela La señora Dalloway (1925), con un cuento que publicó, con el mismo título, tres años antes.
¿Pero qué es Chaco? Podría decir que es un vitral de nuestro mundo originario del sur de Bolivia, especialmente de los departamentos de Santa Cruz y Tarija. Vitral de la memoria, diría Eduardo Mitre, remitiéndose a sus recuerdos de infancia. El de Colanzi es de las etnias que aún pueblan nuestro ámbito territorial. Chaco, que ganó el Premio Aura Estrada de México, comienza con estas palabras:

“Decía mi abuelo que cada palabra tiene su dueño y que una palabra justa hace temblar la tierra. La palabra es un rayo, un tigre, un vendaval, decía el viejo mirándome con rabia mientras se servía alcohol de farmacia, pero ay del que usa la palabra ligera. ¿Sabes qué pasa con los mentirosos?, decía. Yo quería olvidarme del abuelo mirando por la ventana a los suchas que daban vueltas en el inmundo cielo del pueblo. O le subía el volumen a la tele. La señal llegaba con interferencia, una explosión de puntitos. ¿Sabes lo que le pasa al que miente?, insistía el abuelo, esquelético, amenazándome con el bastón: la palabra lo abandona, y al que se queda vacío cualquiera lo puede matar”.

La muerte ronda este cuento, de la manera más insospechada, mostrándonos la extraordinaria capacidad de fabulación de esta escritora. Trama y lenguaje, van parejos, inclusive con sus giros coloquiales.
Nuestro mundo muerto es un libro de cuentos único, incomparable, en el que Liliana, estimulada por los “irisinos” de Edmundo Paz Soldán, nos lleva a la colonización de Marte, con personajes nuestros, como Choque, el botánico de la colonia. Tenemos para más con ella, si confiamos en sus motivaciones. Leyéndola nos damos cuenta no solo de su enorme talento creador, sino también de su voluntad de crecer.
“Estuve lidiando en los últimos años con algunos problemas médicos -nos confiesa- que me hicieron experimentar lo frágil que es el cuerpo y la tenue relación que tenemos con eso que está allá afuera: el insomnio prolongado o una pastilla diminuta pueden hacer tambalear por completo tu sentido de la realidad. Me interesó trasladar ese desquiciamiento, esa ruptura epistemológica, a la escritura. Y eso vino acompañado, también, por un deseo primal de volver a las fascinaciones de la infancia. De chica pasé algunas vacaciones en Beni, en un aserradero en el monte, y allá vi y escuché cosas tremendas”.
Anhelamos que esas cosas tremendas sean sublimadas en nuevas obras, para ventura de quienes admiramos y seguimos la ruta de sus escritos.              

                                               

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