Cuando el primer objetivo es saciar la sed
Una reseña del emblemático cuento de Augusto Céspedes, incluida en el libro El cuento latinoamericano en el siglo XX, del escritor uruguayo Fernando Chelle.
Fernando Chelle
De Augusto Céspedes analizaré el relato
titulado El pozo, perteneciente a su
libro Sangre de mestizos. Libro y
cuento, considerados “joyas insuperables de la literatura de postguerra”, por
el Cervantes paraguayo, Augusto Roa Bastos.
En el libro de Céspedes, y en particular en el
cuento El pozo, conocemos las
características de esa tierra inhóspita de clima caliente y seco, despoblada,
cubierta solamente de bosque autóctono, donde se carecía de agua dulce y por
tal razón el acceso a pozos y lagos pasaba a ser estratégico para la guerra.
La configuración estructural
El texto se encuentra dividido en tres partes,
encabezadas por números romanos la segunda y la tercera, no entiendo por qué no
la primera, si es que ha sido un descuido de Céspedes o qué, lo cierto es que
no aparece numerada. La primera parte abarca la explicación que hace el suboficial
boliviano Miguel Navajo de su condición actual y la decisión de darnos a
conocer la historia de un pozo, escogiendo algunos pasajes de su diario
personal. En esta primera parte del relato se citan diferentes días del diario,
que muestran cómo es la vida de unos sacrificados zapadores en medio de un
lugar inhóspito, sin agua, donde viven acechados por el sol y el polvo. Se
cierra la primera parte de la narración con la referencia al hallazgo de un
pozo, elemento que será el centro de interés del segundo momento. La segunda
parte del relato, la más extensa, comienza el día 2 de marzo. En esta parte
conoceremos de cerca las desdichas y esperanzas de un grupo de soldados
bolivianos en torno a un pozo estéril del que buscan inútilmente sacar agua. La
tercera y última parte del relato, que cita únicamente la fecha del 7 de
diciembre, cuenta el sangriento y desdichado desenlace en torno a la defensa de
un pozo estéril e inútil, como esa propia guerra.
Líneas generales del argumento
El relato contiene la reproducción de algunas
páginas escogidas del diario del suboficial boliviano Miguel Navajo. En el
comienzo de la narración, desde un presente, Navajo nos cuenta de su estado
actual, nos dice que lleva 50 días con avitaminosis beribérica internado en el
hospital de Tarairí y nos informa que estuvo dos años y medio en campaña.
Aclara que a pesar de padecer esa enfermedad y de haber recibido un balazo en
las costillas el año anterior, no ha podido lograr que lo liberen y lo envíen
de regreso a La Paz. Como se aburre de su situación en el hospital, Navajo se
pone a releer su diario y decide ofrecernos, a nosotros los lectores, algunos
pasajes escogidos, “exprimidos”, de lo que allí se encuentra.
A partir de esa decisión notamos un cambio de
tono en el relato, se abandona la primera persona inmediata, próxima a la
oralidad que se venía dando en el discurso de Navajo y pasamos a conocer lo que
dicen las páginas del diario. Allí, el militar narrador, en primera persona,
cuenta las anécdotas que se suscitaron a lo largo del año 1933 alrededor de la
excavación de un pozo. Los personajes, incluido el suboficial narrador, forman
parte de la línea de zapadores, soldados que se encargan de abrir caminos en la
espesura, tender puentes o excavar zanjas. De manera que, más que la referencia
al enemigo, o a las batallas que se estaban dando por esas fechas en la guerra,
la referencia constante en el relato es a la sed, la verdadera enemiga de esos
hombres.
Después de recibir la orden de un teniente
calificado como “rubio y pequeñito”, de que hay que buscar pozos, los soldados
encuentran un “buraco” antiguo, de pocos metros de profundidad, que alguien, no
saben quién, comenzó y abandonó. Deciden continuar excavando sobre aquel
hallazgo, con la esperanza de encontrar agua, de manera que el pozo, poco a
poco comienza a ganar profundidad. Por un momento, la esperanza se afianza en
los soldados porque encuentran barro, pero solo resulta ser una capa de arcilla
húmeda, más abajo, lo único que encuentran es tierra y más tierra seca.
Veinte, treinta, cuarenta metros y nada, el
pozo pasa a ser la verdadera guerra de estos soldados, mucho más real que la
que se libra en la superficie. En la profundidad, los hombres pierden la noción
del tiempo, solo sobreviven con sed en una oscuridad perpetua, hasta que
algunos comienzan a delirar y a desmayarse por la asfixia. En determinado
momento, los paraguayos se enteran que los bolivianos tienen un pozo, lo que
desconocen es que está seco. Esto los lleva a atacar, quieren adueñarse del
pozo y por ende del agua. Los bolivianos defienden al pozo como algo precioso,
como si no fuera estéril y realmente contuviera el preciado y salvador líquido.
El combate por el pozo vacío dura cinco horas y deja un saldo de trece muertos
entre ambos bandos. Ese enfrentamiento inútil, por un pozo inútil, podría
funcionar como una gran metáfora de lo absurdo de esa guerra. La tierra seca y
estéril, se termina tragando la vida de aquellos hombres.
Una breve reflexión final
Indudablemente lo que se propuso Céspedes con
este relato fue mostrar la inutilidad y el sinsentido de la Guerra del Chaco.
Ese pozo seco, que para lo único que sirvió fue para sepultar a los soldados de
ambos bandos, sin duda que es un gran símbolo de esa inutilidad y de ese
sinsentido. A la batalla que se libró por el pozo estéril, no la suscitó el
deseo de ganar territorio, ni la defensa de una ideología determinada, la
suscitó la sed, el instinto de supervivencia y también la estupidez de algunos
y la ignorancia de otros.
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